Los nuevos payeses de Catalu?a
Se montaron en sus tractores para defender en la carretera que aspiran a poder vivir de su trabajo en el campo, la misma demanda que protagonizaron en los 70, cuando portaban colgadas pancartas en las que se le¨ªa: ¡®La terra per a qui la treballa¡¯
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Acostumbrados a rabiar en casa y a poner el grito en el cielo, los payeses entraron sonriendo por la Diagonal de Barcelona, contentos y bien avenidos, agradecidos por la solidaridad generada en muchos ciudadanos con los que se cruzaron, hasta que alcanzaron la Pla?a Sant Jaume y a la ma?ana siguiente el Parlament. Las negociaciones con la administraci¨®n rompieron por unas horas la unidad que tuvo la marcha de m¨¢s de 2.000 tractores llegados desde distintas comarcas de Catalu?a. Las buenas palabras y las mejores maneras sirven de momento para ganar tiempo despu¨¦s de que los agricultores y los ganaderos hayan conquistado la empat¨ªa de unos cuantos de aquellos que antes no les pod¨ªan ni ver por hura?os, por asaltar las carreteras, por sembrar la mierda de las granjas por las calles o tirar la leche a las fachadas de las empresas agroalimentarias concentradas en capitales como Girona o Vic.
No se trata de un sentimiento consolidado, y puede que ni generalizado, sino de una cierta complicidad con una queja que antes sonaba a extempor¨¢nea y hasta aborrecible por repetida, acorde con el car¨¢cter inconformista de unos payeses col¨¦ricos que renegaban a granel, distantes de la capital Barcelona. Hay gente sin duda que todav¨ªa sigue enfadada por los cortes de tr¨¢fico y tambi¨¦n se cuentan los que advierten que se trata de una movilizaci¨®n negacionista con el medio ambiente y contraria a la Agenda 2030 y a los intereses comunes de la Uni¨®n Europa. El paquete de reivindicaciones es muy amplio, no todas las demandas son compartidas y se sabe que los manifestantes pertenec¨ªan a sindicatos distintos, algunos incluso desconocidos por los viandantes del Paseo de Gracia. Todos, sin embargo, se juntaron durante tres d¨ªas y confluyeron en la caravana de Barcelona.
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El punto de partida de la protesta es tan inequ¨ªvoco como el icono de su lucha: los payeses se montaron en sus tractores para defender en la carretera que aspiran a poder vivir de su trabajo en el campo, la misma demanda que ya protagonizaron en los a?os 70, cuando los John Deere y los Massey Ferguson de la ¨¦poca portaban colgadas pancartas en las que se le¨ªa: ¡°La terra per a qui la treballa¡±, tiempos de la incipiente Uni¨® de Pagesos, cuyo congreso fundacional en la clandestinidad se celebr¨® en l¡¯Espluga de Francol¨ª en 1976. El reto era acabar con las C¨¢maras Agrarias del franquismo, conseguir la legalizaci¨®n de sindicatos libres e independientes y alcanzar unos precios justos, aunque se tuviera que seguir trabajando los siete d¨ªas de la semana, sin posibilidad de descansar ni de tomar unas vacaciones, esclavos de la tierra y del ganado incluso el d¨ªa de Navidad.
A algunos padres, en cualquier caso, les dio incluso tiempo, y un poco de dinero, para ayudar a sus hijos a empezar una carrera universitaria, convencidos de que el futuro estaba en las profesiones liberales que nada ten¨ªan que ver con la de pay¨¦s ni con la de alg¨²n funcionario de ayuntamiento que trapicheaba con los agentes que aseguraban las cosechas y politiqueaban en favor de la UCD. La inversi¨®n acab¨® por ser rentable porque algunos herederos de aquella lucha forman parte ahora de la generaci¨®n que ha abanderado la tractorada por Catalu?a. Aunque tambi¨¦n hay padres que nunca se fueron, se cuentan nietos que han regresado a casa, graduados como veterinarios o ingenieros, propietarios o arrendatarios de la tierra de los abuelos que se cruzan con payeses reci¨¦n formados o dispuestos a aprender, a cooperar, a experimentar despu¨¦s de abandonar Barcelona.
Alcanza con constatar el ingenio con el que escriben las pancartas: ¡°Abans el rucs llauraven, ara ens manen¡± o ¡°La nostra fi, la vostra fam¡±; ver las caras de los portavoces; o comparar su estrategia para advertir que el movimiento se ha rejuvenecido y modernizado y la semilla fructific¨®, por m¨¢s que el 60% de los payeses dados de alta en la Seguridad Social tenga m¨¢s de 65 a?os y solo el 18% sean menores de 32 a?os mientras que el porcentaje de mujeres no llega al 20%. La sensaci¨®n es que los j¨®venes lideran la lucha desde una consigna m¨¢s seductora y menos agresiva por ahora que las de sus predecesores: ¡°Hay que hacerse entender, convencer a la gente, explicarnos bien¡±, coinciden, despu¨¦s de ganar la calle y conseguir el compromiso pol¨ªtico de que se revisar¨¢n las restricciones de agua, se simplificar¨¢ la burocracia y se pagar¨¢n las ayudas pendientes por la sequ¨ªa de 2022 y 2023.

No hay manera de acabar con un papeleo que por la superposici¨®n de normativas agota tambi¨¦n a los j¨®venes, educados en el mundo digital, despu¨¦s de provocar la dimisi¨®n de los mayores, habituados a la autogesti¨®n y a no pasar cuentas con nadiey menos con las administraciones (municipal, comarcal, catalana, espa?ola y de la UE). Los payeses y ganaderos no quieren ser administrativos y los sindicatos tampoco deben ser una gestor¨ªa sino que pretenden revisar la cadena alimenticia y el modelo econ¨®mico en un marco complicado por la Pol¨ªtica Agraria Com¨²n (PAC), las reglas ambientales y la competencia de los pa¨ªses extracomunitarios que venden sus productos m¨¢s baratos porque est¨¢n sometidos a menos regulaci¨®n que en la UE. Las cooperativas de consumo y los mercados municipales empiezan a ser una alternativa a las industrias agroalimentarias en Catalu?a.
Tambi¨¦n el campo y los payeses han cambiado y hoy parecen dispuestos a ganarse a la ciudad desde la proximidad y el afecto (no del rechazo) si se atiende a quienes han llevado la batuta en la tractorada de Barcelona. La tierra no envejece y menos cuando al arado se suma una peque?a y animada generaci¨®n de j¨®venes payeses de las comarcas de Catalu?a.
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