¡®Flexiseguridad¡¯ laboral
Hay que analizar si la propuesta de la ministra Elma Saiz puede ser factible y beneficiosa para el trabajador, y si es as¨ª, regular bien el control de los riesgos
Las leyes sociales est¨¢n para proteger a los d¨¦biles. Tambi¨¦n las laborales. Por si no lo ten¨ªamos claro, pudimos comprobarlo con las contrarreformas desreguladoras de la ofensiva neoliberal de los a?os ochenta. Y todav¨ªa tenemos en la memoria las falacias ling¨¹¨ªsticas con las que la ministra F¨¢tima B¨¢?ez intent¨® vendernos como una modernizaci¨®n lo que era simple desprotecci¨®n. Estamos escarmentados. Pero eso no deber¨ªa llevarnos a cerrarnos a imaginar cambios legales que, siendo igualmente protectores, se adapten mejor a las necesidades cambiantes de nuestra vida.
A principios del siglo XX, la esperanza de vida al nacer no iba m¨¢s all¨¢ de los 40 a?os. Ahora es m¨¢s del doble. Cuando se cre¨® la Seguridad Social, la supervivencia media al cumplir los 65 era de 4,5 a?os. Ahora es de una media de 22. Eso significa que a muchos les queda por vivir un tercio de la vida y las condiciones f¨ªsicas y mentales con las que, en general, se llega a los 65 y a los 70 no tienen nada que ver con las de entonces. Cuando se plante¨® la posibilidad de alargar la vida laboral y compaginar trabajo y pensi¨®n, como la jubilaci¨®n parcial o la jubilaci¨®n activa, hubo reticencias.
La pr¨¢ctica est¨¢ demostrando que mucha gente, sin coacci¨®n alguna, lo elige. El trabajador gana, la Seguridad Social gana y la sociedad en su conjunto gana porque obligar a alguien a jubilarse (que en muchos casos es empobrecerse) cuando todav¨ªa est¨¢ en plenas facultades productivas y creativas es malbaratar un capital humano y social importante. No es lo mismo una regulaci¨®n que contemple la jubilaci¨®n como una obligaci¨®n que como un derecho. Entenderla como un derecho otorga margen de decisi¨®n individual sin dejar de proteger a quien lo necesite. De eso se trata.
Lo mismo cabe decir de la propuesta que ha lanzado la ministra Elma Saiz de estudiar una posible baja flexible, en la que el trabajador, de forma voluntaria, pueda incorporarse parcialmente al trabajo si su estado de salud se lo permite. Se entienden los recelos. Cabe la posibilidad de que se cree una presi¨®n ambiental que fuerce al trabajador a volver prematuramente al trabajo. Pero, como en el caso de la jubilaci¨®n, hay que analizar si puede ser factible y beneficiosa para el trabajador, y si es as¨ª, regular bien el control de los riesgos.
Una baja laboral flexible no tendr¨ªa demasiada incidencia en los procesos agudos. El mayor impacto ser¨ªa en las enfermedades de larga duraci¨®n, como un c¨¢ncer o una depresi¨®n y otras patolog¨ªas cr¨®nicas de evoluci¨®n variable. En estos casos, la salud no suele ser una cuesti¨®n de blanco o negro. Es un proceso gradual y puede tener oscilaciones. Uno no est¨¢ mal el d¨ªa antes de terminar la baja, y bien al d¨ªa siguiente. Puede llegar un momento en que, sin estar en condiciones de asumir una jornada laboral completa, pueda ser beneficioso para el enfermo volver al trabajo de forma parcial. Siempre con garant¨ªa m¨¦dica. La gradualidad se adapta mejor a la complejidad de la vida y a la realidad biol¨®gica que la rigidez. No se trata de contraponer flexibilidad y seguridad, sino de garantizar ambas a la vez: flexiseguridad es la palabra.
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