Toni Cant¨®, el musical
M¨¢s all¨¢ de un chiringuito para colocar al figurante, la Oficina del Espa?ol en la Comunidad de Madrid nace para convertir el idioma en una porra que unos cogen por el mango y otros absorben el impacto
Hacer de Madrid la ¡°capital del espa?ol en Europa¡± quiz¨¢ vendr¨ªa a ser lo que el novelista Ferran Torrent sol¨ªa caricaturizar con inequ¨ªvoco ¨¢nimo pleon¨¢stico como ¡°echarle sal a la anchoa¡± (con le inmovilizado incluido). Ser¨ªa solo una ventosa ocurrencia superflua de la Comunidad de Madrid si no fuera porque, por debajo de su superficie, la corriente arrastra un alcance mayor. Basta con leer el tuit de Toni Cant¨®, en el que agradec¨ªa a Isabel D¨ªaz Ayuso la confianza de situarlo al frente de la flamante Oficina del Espa?ol de la Comunidad de Madrid, para saber cu¨¢l es el prop¨®sito de este organismo creado a medida de coreograf¨ªa y n¨®mina para este figurante valenciano que, en tiempo r¨¦cord, ha transitado por tres partidos. El agraciado invoca las oportunidades de crear riqueza y empleo con las posibilidades que ofrece la segunda lengua m¨¢s hablada del mundo para, inmediatamente, ense?ar la patita indicando que ¡°la izquierda y el nacionalismo que la arrinconan no han querido aprovecharlas¡±. Pero ¡°Madrid lo har¨¢¡±, advierte.
La oficina de Cant¨®, m¨¢s all¨¢ de si es un chiringuito como los que tanto denost¨® en otras dramatizaciones, no solo nace para colocar al fugitivo (se lo merec¨ªa). Tambi¨¦n se crea invadiendo una competencia que se supone ya desarrolla el Estado a trav¨¦s del Instituto Cervantes para abrir un nuevo frente con el Gobierno central. Y lo que es m¨¢s peligroso: para convertir el idioma en una porra que unos cogen por el mango y otros absorben el impacto. Desde un nacionalismo centr¨ªpeto de derechas (acicalado de cosmopolita y con la etiqueta de buenos espa?oles), contra las izquierdas y los nacionalismos perif¨¦ricos y centr¨ªfugos (malos espa?oles). Y ah¨ª (discrepo de quienes no le ven cualidades para el cargo), Cant¨® representar¨¢ el papel que m¨¢s se ajusta al personaje urticante que se ha fabricado. El del fogoso redentor flam¨ªgero embriagado de s¨ª mismo. Laurence Olivier no le llegar¨¢ a la suela del Sebago. Ya lo ten¨ªa muy ensayado en su antolog¨ªa de mutaciones por las organizaciones que ha deambulado como azote de cualquier nacionalismo que no fuera el espa?ol, pero sobre todo del catal¨¢n y del valenciano, donde se desga?it¨® como una Paquita la Rebentaplenaris pija de Torrelodones.
La derecha, como ha demostrado (y persevera) en la Comunidad Valenciana, tiene una acreditada reputaci¨®n en abrir guerras ling¨¹¨ªsticas. En librarlas de forma sulfurada sin reparar en gastos ni consecuencias. No porque defienda postulados propios de la disquisici¨®n filol¨®gica, sino como arma pol¨ªtica para erosionar y destruir al adversario. Cant¨®, por edad, lleg¨® tarde a los momentos m¨¢s ¨¦picos de la Transici¨®n, cuando con la excusa de un acento la jefa de la Unidad de Se?alamiento Inmediato pon¨ªa tu cabeza a tiro de ladrillo. Pero nadie dir¨ªa que su talento reaccionario no se coci¨® en esa caldera de v¨ªsceras que aviv¨® la guerra civil en el ¨¢mbito del idioma. Ni que deplora no haber podido vivirlo para ofrendar la m¨¢xima expresividad de su escorzo en la refriega. Ahora D¨ªaz Ayuso, con ¨¦l como principal histri¨®n de reparto, le da la oportunidad de revivir el pasado desde el presente, apropi¨¢ndose de la lengua de todos los espa?oles desde un partido para convertirla en munici¨®n de unos espa?oles (autodenominados buenos) contra otros espa?oles (rotulados como malos).
Una pel¨ªcula de buenos y malos que aqu¨ª ya hab¨ªamos visto y cuyas consecuencias a¨²n sufrimos. Ahora la funci¨®n se estrena en la Gran V¨ªa de Madrid. Toni Cant¨®, el musical busca el estruendo de El Rey Le¨®n para replicar la mayor¨ªa absoluta de D¨ªaz Ayuso en el auditorio de Espa?a. El espect¨¢culo, como siempre, empieza con el nombre, llamando espa?ol al castellano en Espa?a con retumbo patri¨®tico excluyente para negar la diversidad ling¨¹¨ªstica espa?ola. Quiz¨¢ se trate de eso, aunque esa monopolizaci¨®n tambi¨¦n implica que el resto de idiomas que se hablan en Espa?a no son espa?oles, y eso acabe siendo una v¨ªa que se entrega asfaltada a quienes tratan de desagregarse del Estado. Ni siquiera la manoseada Constituci¨®n designa en su t¨ªtulo preliminar al castellano como espa?ol porque la Ley Fundamental asum¨ªa la pluralidad (la realidad) del pa¨ªs que emerg¨ªa de la fosa del franquismo en la que ahora hurga la derecha para recargar sus bater¨ªas. A nadie en el Reino Unido se le ocurrir¨ªa llamar brit¨¢nico al ingl¨¦s ni mucho menos hacerlo con ¨¢nimo de asfixiar al gal¨¦s, aunque en la P¨¦rfida Albi¨®n, claro, resulta poco flem¨¢tico a?adir sal a la anchoa. Tambi¨¦n el West End es demasiado selectivo para entremeses como los de Cant¨®.
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