Valencia, la ¡®banlieue¡¯ de Madrid
En el consorcio Madrid-Valencia, el potencial de la Comunidad Valenciana solo es valorado como fuerza de choque contra gobiernos centrales que no son del PP
El anticicl¨®n en bucle nos devuelve el trascendental consorcio Madrid-Valencia, aquel recurso geoestrat¨¦gico radial del PP de los noventa, que Eduardo Zaplana epigrafi¨® como ¡°Arco Mediterr¨¢neo¡± en una apropiaci¨®n del genuino arco mediterr¨¢neo que trazaron Roma, la historia y la econom¨ªa a trav¨¦s de la V¨ªa Augusta. Entonces, como ahora, lejos de dar respuesta a los retos interregionales de los territorios gobernados por el PP que integraban el eje, el asunto no ten¨ªa otra intenci¨®n que servir a los intereses del partido en Madrid. La maniobra trataba de contrarrestar la imagen de influencia auton¨®mica de la Generalitat de Catalunya en el tablero ib¨¦rico y, sobre todo, despintar la de su presidente, Jordi Pujol, ante el Gobierno de Espa?a, al que estaba apoyando mediante un pacto de legislatura (el del Majestic). Cuando la extinta Converg¨¨ncia i Uni¨® dej¨® de ser decisiva por la mayor¨ªa absoluta del PP, ese ¡°Arco Mediterr¨¢neo¡± pas¨® a formar parte del fondo de armario de ocurrencias de la calle G¨¦nova. El mismo sitio adonde fueron a parar los retos de Valencia.
Pero en 2004, con la inesperada victoria del PSOE en las elecciones generales, los presidentes populares de las comunidades valenciana, balear y madrile?a volvieron a ser movilizados para reactivar un invento que, seg¨²n la literatura oficial, persegu¨ªa influir en la reforma del sistema de financiaci¨®n auton¨®mica en beneficio de esos tres territorios. Sin embargo, el denominado ¡°eje de la prosperidad¡± solo demostr¨® ser un instrumento para vehicular la oposici¨®n al Gobierno central y erosionar a la Generalitat catalana, surgida del pacto del Tinell con su cl¨¢usula que imped¨ªa acuerdos de Estado y pactos estables con el PP en las C¨¢maras territoriales. Pero tambi¨¦n fue un artificio contra el proyecto nada radial de ¡°eurorregi¨®n¡±, con corredor mediterr¨¢neo incluido, impulsado por el socialista Pasqual Maragall. M¨¢s all¨¢ de la ampulosa verbosidad, las tres comunidades del PP, que se colgaron la chapa de locomotora de Espa?a, solo lograron formar un s¨®lido eje en la corrupci¨®n y en los juzgados, con Jaume Matas condenado, Francisco Camps imputado en varias causas y Esperanza Aguirre abandonando el barco tras la entrada en prisi¨®n de dos de sus hombres de confianza. Y aunque el PP volvi¨® a la Moncloa, la infrafinanciaci¨®n sigui¨® empadronada en Valencia.
Ahora, de nuevo con la necesidad de socavar al Gobierno de coalici¨®n desde la oposici¨®n y forzar unas elecciones generales, el PP resucita un eje de la prosperidad que, pese a los aditivos y el tiempo, tiene algo de reflujo gastroesof¨¢gico de G¨¹rtel. Un eje en el que la Comunidad Valenciana siempre desempe?a el papel de punto de apoyo para la palanca de la derecha madrile?a contra Catalu?a. En el que el potencial de la Comunidad Valenciana solo es valorado como fuerza de choque contra gobiernos centrales que no son del PP. En el que Valencia siempre tiene que dar la espalda a la misma Catalu?a a la que compra y vende m¨¢s que a Madrid, sin poder aprovechar a fondo su relaci¨®n con ambas. En el que Valencia nunca ocupa una posici¨®n de igualdad y sin m¨¢s margen de maniobra que el movimiento de remolque interesado de un partido que ans¨ªa recuperar el poder y un grupo de presi¨®n que aspira al dividendo. Un eje donde la ¨²nica centralidad es el extrarradio y que concede a la v¨ªctima el honor de anestesiar el da?o medioambiental con los decibelios amplificados de su relaci¨®n socioecon¨®mica. Y con el privilegio de servir la paella, ser un pol¨ªgono industrial, una zona de ocio, una terminal de contenedores, un pantal¨¢n de yates o una playa. Porque Valencia, siguiendo el juego que el intelectual de cabecera de Carlos Maz¨®n tom¨® de Joan Fuster, ser¨¢ la banlieue de Madrid o no ser¨¢.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.