El Pacto y la furia
Tuvimos que esperar hasta mediados de los 90 para firmar el armisticio de la llamada ¡°batalla de Val¨¨ncia¡± con el dictamen sobre el valenciano
Concluido el ciclo electoral previsto para 2024 y anunciado el deseo de populares, socialdem¨®cratas y liberales de formalizar un acuerdo en la UE para cerrar el paso a populismos de ambos extremos, es un momento propicio para reflexionar sobre la secuencia de acuerdos alcanzados en nuestro autogobierno y aquellas cuestiones que han suscitado la confrontaci¨®n m¨¢s intensa. Me tomo la libertad de utilizar el t¨ªtulo de la ¨²ltima contribuci¨®n period¨ªstica de Enric Juliana, quien ha hecho lo propio en la escena estatal.
El signo de la divisi¨®n y la discrepancia se encuentra en el mismo pacto estatutario, no solo en la llamada ¡°q¨¹esti¨® de noms¡±, sino tambi¨¦n en la forma de acceso a la autonom¨ªa que culmin¨® en la ¡°v¨ªa valenciana¡±, cuyo 40 aniversario celebramos hace dos a?os en un clima de enfrentamiento y divisi¨®n, como consecuencia de un lema desacertado. A¨²n est¨¢ por evaluar el coste de dicha divisi¨®n primigenia en t¨¦rminos de rendimiento pol¨ªtico-institucional, pero parece evidente que ese d¨¦ficit ha lastrado nuestra capacidad de influencia en la gobernabilidad del Estado, hasta la fecha. Adem¨¢s, el acuerdo de las c¨²pulas org¨¢nicas estatales en los momentos iniciales de nuestra experiencia auton¨®mica cerr¨® el camino a un acceso privilegiado a la autonom¨ªa, cuyos resultados quedaron a nuestro alcance gracias al gran acuerdo entre UCD y PSPV-PSOE. Habr¨¢ que esperar d¨¦cadas m¨¢s tarde para la consideraci¨®n hist¨®rica de la nacionalidad valenciana en una secuencia de estatutos de nueva generaci¨®n.
Tuvimos que esperar hasta mediados de los 90 para firmar el armisticio de la llamada ¡°batalla de Val¨¨ncia¡± con el dictamen sobre el valenciano y el acuerdo en torno a su autoridad ling¨¹¨ªstica; ¡°blindada¡± estatutariamente en el pacto que reflej¨® un doble acuerdo, estatal y valenciano, respecto a las aspiraciones de un mayor autogobierno en la primera d¨¦cada del siglo XXI. El llamado ¡°pacto del Magnolio¡±, formalizado por los l¨ªderes de los dos grandes partidos valencianos, satisfizo las aspiraciones de actualizar nuestra norma institucional b¨¢sica. Adem¨¢s, nos adelant¨® en el concierto estatal al alcanzar un Estatuto nuevo y renovado que permit¨ªa un poder de decisi¨®n que, nunca antes, tuvo un presidente de la Generalitat. Todo lo dem¨¢s (Carta de Derechos, incorporaci¨®n de nuevas instituciones, blindaje de competencias, ¡°cl¨¢usula Camps¡±¡) fue un a?adido.
El acuerdo sobre la Llei d¡¯?s, que logr¨® aprobarse sin ning¨²n voto en contra y cuyo reciente aniversario se ha celebrado sin pena ni gloria, no ha tenido continuidad en un modelo que avanza hacia la libertad educativa y amenaza con desmontar el acuerdo pluriling¨¹e cincelado en Les Corts por las fuerzas del Bot¨¤nic. Fuerzas que ya ni siquiera se reflejan en ¨¦l, como ha puesto de manifiesto el l¨ªder de M¨¦s - y flamante eurodiputado- apostando por un sistema inmersivo, no muy distinto al que ha edificado la escuela catalana y cuya viabilidad, tras 40 a?os ha sido ampliamente cuestionada por sus resultados.
Asimismo, los acuerdos han posibilitado gobiernos de coalici¨®n de distinto signo, con el valencianismo pol¨ªtico, las izquierdas y, m¨¢s recientemente, con el populismo de derechas. Si el primero posibilit¨® el gobierno del cambio que culmin¨® la autonom¨ªa surgida de la Transici¨®n, afianzando las instituciones propias y alcanzando el pacto ling¨¹¨ªstico; el segundo alumbr¨® un marco de integridad institucional para evitar volver sobre errores pasados. A pesar de que el resultado del tercer gran acuerdo de coalici¨®n est¨¢ por materializarse, y ni siquiera la bater¨ªa de proposiciones de ley impulsadas en el ¨²ltimo a?o permiten entrever cu¨¢l ser¨¢ su legado.
No podemos olvidar, tampoco, la furia que tambi¨¦n nos ha acompa?ado desde los comienzos de nuestra andadura, a trav¨¦s de una violenta Transici¨®n nada ejemplar en tierras valencianas. Esta acab¨® fagocitando las franquicias valencianas de los grandes partidos y, tambi¨¦n, las oportunidades del valencianismo pol¨ªtico que justificaba la misma autonom¨ªa. Una furia que se desat¨® como una tormenta en un vaso de agua respecto a la falsedad del conflicto ling¨¹¨ªstico y tuvo su continuidad en la entente no siempre cordial de los socios del Bot¨¤nic, cuya actualizaci¨®n ha sido un negacionismo que amenaza con contaminar los frutos del nuevo Gobierno valenciano.
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