El conjuro de una plet¨®rica Suzanne Vega no tiene fin
La cantante y compositora neoyorquina ofreci¨® anoche un concierto en La Rambleta de Val¨¨ncia, combinando cl¨¢sicos y temas nuevos junto al guitarrista Gerry Leonard
Han pasado casi cuarenta a?os desde su debut, pero a Suzanne Vega no se le ha ajado la voz. Ni se le ha enronquecido ni se le ha granulado: sigue sonando exactamente con la pureza de la de aquella chica que deslumbr¨® a medio mundo con 26 primaveras y una relectura de los cl¨¢sicos del folk (los m¨¢s: Bob Dylan o Leonard Cohen) o del rock (los menos: Lou Reed) que despunt¨® ¨C junto a los nombres de Tracy Chapman, Edie Brickell o Michelle Shocked ¨C en el crep¨²sculo de unos a?os ochenta cuyas radio f¨®rmulas estaban marcadas precisamente por todo lo contrario: el exceso de manufactura, la opulencia de las producciones fastuosas, el lujo como un fin deseable. Es m¨¢s, a sus 65 a?os y seguramente de vuelta de casi todo, irradia una convicci¨®n imponente. Era la primera vez en su vida que pisaba Valencia, y cualquier duda que pudiera haber sembrado el escueto formato de su gira Old Songs, New Songs and Other Songs, sustentado tan solo por ella y el guitarrista Gerry Leonard, qued¨® borrado de un plumazo tan pronto como sonaron Marlene on the Wall (tan fulgente como en 1985) y 99.9 F¡ã (tan sofisticada como en 1992 pero con un punto de austeridad que le daba traza de blues rock). En el curr¨ªculo de Leonard figura su trabajo en los tres discos que public¨® David Bowie en este siglo y su participaci¨®n en algunas de sus correspondientes giras, para las que fue escogido por su capacidad para tocar las l¨ªneas de guitarra que en el pasado delinearon Robert Fripp y Adrian Belew, y la verdad es que dif¨ªcilmente puede tener Suzanne Vega un partenaire m¨¢s vers¨¢til a la guitarra el¨¦ctrica, sac¨¢ndole tanto partido a tan escaso instrumental, agotando las posibilidades de su pedalera.
La neoyorquina derroch¨® tanto aplomo que nos hizo creer por unos momentos que los dos extremos de su argumentario eran igual de s¨®lidos. Es tan buena que te puede vender cualquier moto: la delicadeza po¨¦tica de las a?ejas Small Blue Thing, Penitent, Caramel, Left Of Center o Some Journey est¨¢ fuera de toda duda, pero contrastan con el tono de humorada apocal¨ªptica de Rats (letra de trazo grueso e influencia confesa, ojo, de Ramones y Fontaines D.C.) y la proclama por la libertad de expresi¨®n que alumbra Speaker¡¯s Corner, ambas extra¨ªdas de lo que ser¨¢ su pr¨®ximo ¨¢lbum. Las dos, en cualquier caso, le dan un punto de robustez rock a su directo, que le viene muy bien porque le confiere diversidad y ampl¨ªa su rango expresivo: en la primera Suzanne declama y no canta, aparca la guitarra y recita gestualizando, profundizando en su vis de serena storyteller, dotada de una fina iron¨ªa, que no desech¨® en toda la noche. Y nos vino muy bien, porque nos sirvi¨® para enterarnos de que hay un nexo com¨²n entre la primera canci¨®n que garabate¨® con 18 a?os, Gypsy, y una In Liverpool que escribi¨® ya con 33, y fue un primer amor no demasiado correspondido. Finaliz¨®, como era de esperar, con sus dos canciones m¨¢s conocidas, una Luka que son¨® a gloria y una Tom¡¯s Diner que no pierde su enigm¨¢tico hechizo, antes de un bis con Walk On The Wild Side (Lou Reed), la din¨¢mica Tombstone y el acendrado lirismo de Rosemary. Una hora y media deliciosa.
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