En el centro del desastre en Paiporta: ¡°La ten¨ªa cogida por la mano, pero la corriente se la llev¨®¡±
La poblaci¨®n valenciana ha sido arrasada por la tormenta. Al menos hay 40 muertos. La gente camina entre el barro que cubre las calles de la localidad, con centenares de coches destrozados y sin agua ni luz
Una pareja con dos ni?os sale de su pueblo, pertrechados todos con bolsas y mochilas. ¡°Vamos a casa de mis suegros en Valencia¡±, explica V¨ªctor. La caminata es de unos kil¨®metros. Son las 12 del mediod¨ªa del mi¨¦rcoles. A¨²n no hay forma de acceder si no es andando a Paiporta, uno de los epicentros de la tragedia ocasionada por el peor temporal del siglo ca¨ªdo en la provincia de Valencia. El agua se ha apropiado del territorio en su camino hacia el mar o la Albufera.
V¨ªctor estuvo tres horas ¡°enganchado a una valla¡± la noche anterior. Al menos pudo llamar a su mujer para decirle que estaba bien. All¨ª, vio c¨®mo otros vecinos se agarraban a lo que pod¨ªan, a los ¨¢rboles, a las farolas, y vio c¨®mo la fuerza de la corriente de agua se llevaba ¡°las farolas y a las personas¡±. Escuch¨® gritos de auxilio y desesperaci¨®n. Cuando baj¨® un poco el nivel del agua, pudo marcharse a su casa, un segundo piso, donde no lleg¨® la inundaci¨®n. Ahora, quieren olvidarse un poco del desastre.
El desastre est¨¢ por todas partes, all¨¢ donde se mire. En la entrada por el pol¨ªgono industrial se agolpan los coches unos encima de otros, como si fueran de juguete. Las puertas de las naves han sido descuajeringadas, arrancadas violentamente por el agua. Hay guardias civiles, polic¨ªas locales, militares de la UME y un coche f¨²nebre. Se ha localizado el cad¨¢ver de una joven frente a un huerto anegado. Al menos se han contabilizado 40 muertos en este municipio, situado a unos cuatro kil¨®metros de Valencia, seg¨²n ha informado la alcaldesa Maribel Albalat. Seis eran ancianos de una residencia que se inund¨®. De momento, hay 92 fallecidos en la provincia de Valencia. ¡°Caminen, caminen¡±, manda un agente.
No es f¨¢cil caminar por una capa de barro que llega hasta los tobillos. El paisaje es desolador y espectral, y m¨¢s a¨²n cuando se entra en el n¨²cleo urbano. Aparece una muralla irregular formada por varios coches, un cami¨®n, un autob¨²s y un yate, amontonados frente a la casa cuartel de la Guardia Civil. El agua a¨²n cubre casi completamente el garaje donde dos personas desaparecieron el martes por la tarde. Los agentes no quieren hablar del tema. Uno con rango superior y tono decidido les pide a unos cuantos agentes que se vayan ¡°a descansar¡±, que ¡°hay que descansar¡±, que llevan ¡°toda la noche sin parar¡±, que para continuar buscando cuerpos, primero los que est¨¢n en la v¨ªa p¨²blica, en los campos, a la vista, y luego los que est¨¢n en sus casas, necesitan descansar un poquito.
En el pueblo tampoco han descansado apenas, seg¨²n apuntan varios vecinos. Por el temor a una nueva tromba de agua, por la p¨¦rdida de sus coches, de sus casas, por el barro, porque no sab¨ªan el paradero de un amigo, de un familiar. ¡°?Tienes un cargador de esos port¨¢tiles?¡±, pregunta un chaval lleno hasta el cuello de barro, que ha salido de un bajo destrozado. No hay electricidad ni agua corriente esta ma?ana. La gente lleva botellas de agua. Alguien ofrece las suyas. ¡°Fue brutal, una corriente de agua que se lo llev¨® todo por delante en unos minutos. Si tuviera bater¨ªa te enviar¨ªa los v¨ªdeos¡±, comenta, cumpliendo su palabra unas horas despu¨¦s.
A Ximo, de 57 a?os, casi se lo lleva por delante, pero pudo encaramarse a una caseta ¡°de esas que ponen para los curritos de la obra¡±. All¨ª estuvo casi tres horas junto con otras ocho personas. Antes pudo ayudar a una pareja de ancianos y a dos chicas j¨®venes que no se quita de la cabeza. Se qued¨® con el tel¨¦fono de una de ellas, y la llam¨® pero no daba ninguna se?al. ¡°Tal vez se moj¨®¡±, quiere pensar. ¡°La ten¨ªa cogida de la mano, pero la corriente, que era muy violenta, bajaba con mucha fuerza, se la llev¨®¡±, lamenta. ¡°Pero si has salvado a gente¡±, le anima una vecina.
Las proximidades del barranco del Poyo, que se desbord¨® y arrambl¨® con una pasarela, sintetizan la magnitud del desastre. El puente con la carretera ha aguantado, gracias a que el paralelo por donde discurren las v¨ªas del Metro, muy da?ado, sirvi¨® de parapeto. Las v¨ªas han saltado en muchos tramos. La estaci¨®n del metro es un amasijo de hierro formado por los tornos, las m¨¢quinas expendedoras y lo que parece un trozo de la chapa de un coche. Una familia camina por las v¨ªas. ¡°As¨ª no vamos por el barro que resbala mucho¡±, comenta la madre.
Muy cerca, un joven lleva las llaves de su coche en una mano, pero el coche no aparece por ning¨²n lado. ¡°Lo estamos buscando¡±, dice, antes de pedir disculpas porque no est¨¢ de humor para hablar. Le acaban de comunicar que ha aparecido el cuerpo de un amigo desaparecido, pero la comunicaci¨®n, que es muy defectuosa, se ha cortado y ahora duda. Tal vez es el amigo el que ha aparecido. No puede devolver la llamada porque se ha quedado sin bater¨ªa.
Una barbaridad
Tambi¨¦n ha desaparecido de su nave toda la maquinaria de carpinter¨ªa, se lamenta Manolo Garc¨ªa, de 72 a?os. ¡°Es una barbaridad, el agua se la ha llevado y ha desaparecido. Nunca ha pasado nada igual, ni en la riada del 57¡å, afirma.
La alcaldesa de Paiporta, Maribel Albalat, no quer¨ªa dar a primera hora de la ma?ana una cifra exacta de muertos. ¡°Fallecidos en Paiporta hay decenas. Me van dando n¨²meros, pero las cifras bailan y prefiero no decir un n¨²mero exacto¡±, se?ala la regidora, que se encontraba esta ma?ana en el puesto de mando junto a la Guardia Civil y la UME. Desde all¨ª pidi¨® que las personas que no localicen a familiares en Paiporta han de dirigirse a la Comandancia de la Guardia Civil en la calle Calamocha de Valencia.
Paiporta, de 25.000 habitantes, en uno de los municipios m¨¢s afectados de l¡¯Horta Sud. Se encuentra separado de Valencia por retazos de huerta y pol¨ªgonos industriales y el enorme cauce nuevo del Turia, por donde discurren por sus m¨¢rgenes varias autov¨ªas, que se plane¨® tras la gran riada del 57. Una vez se cruza el puente y se entra en Valencia, el m¨®vil empieza a funcionar de nuevo, no hay problemas de agua, ni de luz; no hay barro, no hay coches destrozados ni amontonados. Un mundo completamente diferente a tan solo unos kil¨®metros de distancia.
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