Catalu?a mantiene su fractura
Aunque los independentistas superan el 50% de votos, el equilibrio entre bloques apenas cambia y el resultado no parece especialmente bueno para la independencia
Empec¨¦ este texto horas antes de tener los resultados, pero bastante seguro de que no tendr¨ªa que reescribirlo, porque creo que la primera clave en estas elecciones ni es nueva ni estaba realmente en juego:
1. Catalu?a mantiene su divisi¨®n. El voto independentista ha mejorado su resultado de 2017 y supera el 50% de los votos. Es una victoria, porque es un umbral simb¨®lico, pero no representa un verdadero cambio. Los bloques siguen m¨¢s o menos donde estaban. Es la primera ley del voto catal¨¢n en estos tiempos: la independencia los divide casi por la mitad.
Y esa brecha ha cambiado poco. Desde hace dos d¨¦cadas, los partidos nacionalistas (y luego independentistas) hab¨ªan obtenido siempre entre el 46% y el 50% de los votos. Ahora se han ido un punto arriba, pero en unas elecciones donde la participaci¨®n ha sido baja. El equilibrio entre independentistas y unionistas es r¨ªgido, porque se mezcla con aspectos profundos de la sociedad catalana, como la lengua, la clase o el origen de las familias. As¨ª lo dicen los datos del Centro de Estudios de Opini¨®n (CEO) de la Generalitat: hay dos grupos antag¨®nicos separados por el origen de sus padres y el deseo de independizarse. En un extremo est¨¢ el 31% de los catalanes, hijos de madres catalanas e independentistas. Y en el lado opuesto hay otro 37%, que son inmigrantes o hijos de una inmigrante, y que no quieren la independencia. Es la misma brecha que predice la lengua: entre los catalanes que se criaron hablando catal¨¢n, los independentistas son el triple o m¨¢s. Entre los que se criaron en castellano, en cambio, la independencia pierde en proporci¨®n dos a uno.
2. Los partidos independentistas han superado el 50% en votos, pero el resultado no es especialmente bueno para la independencia. No solo por la abstenci¨®n, sino porque la victoria no ha sido para Junts, sino para Esquerra. Sus votantes son los que m¨¢s han cambiado desde 2017: seg¨²n el CEO, entonces casi el 90% de los votantes de ERC quer¨ªan que Catalu?a fuese un Estado independiente de Espa?a, pero esa cifra ha bajado al 60% o 65%. Uno de cada tres votantes del partido elige las opciones ¡°un Estado dentro de una Espa?a federal¡± (27%) o una ¡°comunidad aut¨®noma¡± (7%).
Este equilibrio me parece la idea esencial: si el paisaje de la independencia est¨¢ cambiando, en un sentido u otro, lo hace gradualmente y sin cataclismos. Dicho eso, hay otras claves a corto plazo.
3. Los independentistas decidir¨¢n el Gobierno probablemente. El resultado en cuanto mayor¨ªas no ha sido sorprendente: finalmente hay dos alternativas posibles ¡ªuna independentista y otra de izquierdas¡ª, con ERC como partido decisivo porque participa en ambas. Y en estas circunstancias, creo que lo m¨¢s probable es que acabe habiendo un acuerdo entre independentistas y que Pere Aragon¨¨s sea el president.
4. La abstenci¨®n ha sido decisiva. Seguramente ha impulsado a los independentistas, que siempre me parecieron m¨¢s movilizados. Si en 2017 vot¨® el 79%, en esta ocasi¨®n apenas lo ha hecho el 50%. Es evidente que la pandemia es una explicaci¨®n. ?Pero quiz¨¢s hay algo m¨¢s? Una lectura posible, y casi optimista, consiste en decir que estas elecciones fueron menos tensas y que se ha votado con m¨¢s indiferencia y menos sensaci¨®n de urgencia que hace cuatro a?os.
La baja participaci¨®n no ha cambiado el reparto del voto entre ERC, Junts o la CUP. Pero en el otro lado ha sido un terremoto.
5. Ciudadanos se desploma, el PSC gana y Vox irrumpe. En Cs han perdido 8 de cada 10 votantes, que es un retroceso para dejarte sin palabras. Tambi¨¦n pierden fuerzas el PP y los comunes, para beneficio del PSC, que suma 45.000 votantes, pasa del 14% al 23% y se erige como el l¨ªder absoluto del bloque. Sin embargo, el partido con m¨¢s votantes nuevos en Catalu?a ha sido Vox: suma 200.000 votos ¡ªun 8%¡ª, y logra esca?os por las cuatro provincias catalanas.
Las noches electorales suelen vivirse con trascendencia. Como si su resoluci¨®n marcase necesariamente un giro, o al menos un paso, en el devenir de nuestra historia. Pero no siento que estas elecciones sean un punto de inflexi¨®n para Catalu?a, y aunque quiz¨¢s me equivoque, me parecen lo contrario: un d¨ªa cualquiera.
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