El Madrid que vi
Ojal¨¢ Madrid, que ya es bonita, se vuelva m¨¢s hermosa y m¨¢s limpia y m¨¢s humana tras esta experiencia
La semana pasada me toc¨® ir a trabajar un d¨ªa. Ten¨ªa ganas de abandonar mi hogar, de alejarme del sal¨®n, que a ratos ha sido oficina y a ratos, muchos, dormitorio. Estaba perdiendo las huellas dactilares, gast¨¢ndolas en redes sociales. Fui a la t¨ªpica hora en la que la A5 sol¨ªa estar a reventar y no la encontr¨¦ vac¨ªa pero s¨ª irreconocible, con pocos coches en los que viajaba un ¨²nico pasajero. Esto ¨²ltimo, en realidad, no era algo tan inusual antes del encierro.
Pas¨¦ por delante del barrio de Campamento y, poco despu¨¦s, cerca de la Casa de Campo, vi bajo el puente a las familias que sie...
La semana pasada me toc¨® ir a trabajar un d¨ªa. Ten¨ªa ganas de abandonar mi hogar, de alejarme del sal¨®n, que a ratos ha sido oficina y a ratos, muchos, dormitorio. Estaba perdiendo las huellas dactilares, gast¨¢ndolas en redes sociales. Fui a la t¨ªpica hora en la que la A5 sol¨ªa estar a reventar y no la encontr¨¦ vac¨ªa pero s¨ª irreconocible, con pocos coches en los que viajaba un ¨²nico pasajero. Esto ¨²ltimo, en realidad, no era algo tan inusual antes del encierro.
Pas¨¦ por delante del barrio de Campamento y, poco despu¨¦s, cerca de la Casa de Campo, vi bajo el puente a las familias que siempre est¨¢n all¨ª, inmersas en su rutina. Para ellas, hablar de confinamiento carece de sentido ya que las paredes de su vivienda habitual son de cart¨®n.
Prosegu¨ª y se extendi¨® ante m¨ª la Gran V¨ªa, holgada, desconocida, con sus sem¨¢foros activos controlando un flujo de veh¨ªculos liger¨ªsimo. Todos sus locales cerrados, salvo el estanco y alg¨²n hotel a menos de medio gas y edificios de esos enormes en los que hay oficinas, probablemente vac¨ªas. Llamaban la atenci¨®n los luminosos a pleno rendimiento de los cines anunciando pel¨ªculas que ya nadie puede contemplar y los teatros con musicales que ahora nadie puede o¨ªr.
Vi a personas con las manos cubiertas, los pies envueltos en bolsas del supermercado y las bocas tapadas con mascarillas, caminando de esa guisa por lo que cualquiera hubiera dicho, hace solo tres semanas, que se trataba de un escenario. Tambi¨¦n me fij¨¦ en los que estaban en situaci¨®n de calle, sin protecci¨®n, puesto que en muchos casos, su vida, su precariedad, sus riesgos est¨¢n ah¨ª siempre, solo que ahora son a¨²n peor.
Por un momento se me pas¨® por la cabeza que echaba de menos los atascos y el sonido del claxon, pero no. Ojal¨¢ este encierro masivo nos sirva para pensar en la ciudad que queremos, en la que el transporte p¨²blico, ya sin riesgo, sea la principal opci¨®n, en la que valoremos a quienes tenemos cerca, que trabajan de forma silenciosa para que nuestra vida sea m¨¢s sencilla, incluso en el peor de los momentos. Por supuesto a ese personal sanitario que se est¨¢ dejando la piel con el fin de cuidarnos y curarnos, pero tambi¨¦n a las personas an¨®nimas que vi el d¨ªa que tuve que salir, a quienes no pueden quedarse en casa y no siempre son reconocidos o recordados. A las y los conserjes, conductores de autob¨²s, de metro y de Cercan¨ªas, repartidores, transportistas, carteros, reponedores, cajeros, cuidadores, limpiadores y teleoperadores al otro lado del tel¨¦fono al que mucha gente llama angustiada. Ojal¨¢ Madrid, que ya es bonita, se vuelva m¨¢s hermosa y m¨¢s limpia y m¨¢s humana.
A todas las personas a la que aplaudimos cada tarde y que hace que Madrid siga en pie hasta cuando le falta su bullicio. Al Madrid que sigue en pie, aunque est¨¦ convaleciente.
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