Nuevos oficios del coronavirus: jefas de higienizaci¨®n y guardianes del metro de distancia
Empleados de comercios controlan a los clientes que intentan saltarse las normas impuestas por Sanidad
La se?ora viste un abrigo de piel. Aguarda tras una l¨ªnea roja pintada en el suelo. De repente, la curiosidad supera su prudencia y extiende la mano para palpar el g¨¦nero.
¡ªOiga...
La voz llega de atr¨¢s. Firme pero serena. Utiliza la modulaci¨®n y el tono de las madres superioras, un resorte que activa una actitud de sumisi¨®n en el cerebro de cualquier espa?ol. Pili Ramos, encargada de higienizar la tienda, lleva en la mano un espray desinfectante. Desde hace una semana tiene como labor mantener libre de g¨¦rmenes el supermercado en el que trabaja. El futuro luce as¨¦ptico y reluciente. Su misi¨®n pasa por frotar obsesivamente el torno de la entrada, las barandillas, los carritos de la compra, pero tambi¨¦n consiste en reconvenir a los clientes d¨ªscolos que, durante unos segundos, olvidan que el pa¨ªs vive en estado de alerta por una pandemia.
-Caballero, por favor...
Ahora Pili, de 55 a?os, gesticula desde lejos a un se?or que se coloca muy pegado a otro en la fila para pagar. El hombre se ruboriza, como un ni?o al que han pillado en falta. Mantener el orden y el espacio personal requiere disciplina. Espa?a se acost¨® un d¨ªa siendo Espa?a y despert¨® convertida en Jap¨®n.
La situaci¨®n ha ido cambiando d¨ªa a d¨ªa, a medida que cambi¨¢bamos nosotros tambi¨¦n. Al principio se dejaba pasar a todo el que llegaba. Ahora se limita el acceso. Antes se esperaba que la gente trajera sus propios guantes. Como esa batalla todav¨ªa no est¨¢ ganada, los centros los reparten al llegar. Y ofrecen gel, tambi¨¦n al salir. Pili tiene hoy la tarea de colocarse en la entrada y proveer de guantes y desinfectante a todo el que ha salido de casa mal equipado. Hay de todo. Algunos, encantados, sonr¨ªen, otros estiran las manos contrariados y la mayor¨ªa tiene una actitud neutra, esa cara vac¨ªa e inexpresiva que se pone en los controles de un aeropuerto.
Cada cinco clientes que cruzan la puerta, Pili se echa un poco de desinfectante en sus guantes. Lleva una mascarilla que le cubre media cara. Lo ¨²ltimo que quiere es contagiarse. ¡°Me da miedo, much¨ªsimo. Vivo con mi madre, que tiene 88 a?os¡±. Ahora le ha tocado el papel de polic¨ªa estricta, pero Pili es encantadora. Los clientes le han regalado estos d¨ªas bombones por su buena labor.
Hay dos tipos de clientes que pueden dar problemas en estos d¨ªas: los que no se lo toman en serio y los que se lo toman demasiado en serio, hasta la neurosis. Un se?or le gritaba a todo el que se acercaba y quiso ¨¦l mismo pasar la tarjeta por el lector del dat¨¢fono y sumarse los puntos Carrefour. La actitud intimid¨® a las cajeras. El centro, para protegerlas, ha instalado estos d¨ªas unas mamparas que las a¨ªsla.
Comprar es raro. El pan reci¨¦n hecho, que nunca vino envuelto por si se quer¨ªa trocear en la m¨¢quina, viene hoy como un paquete de regalo. Si hace dos meses el pl¨¢stico era el gran enemigo, hoy es el s¨ªmbolo de un producto seguro. Pero hay m¨¢s. Pasear tres veces por los pasillos del yogur en el DIA de la calle de Atocha es una peque?a trampa para llegar a los dichosos ¨Dhoy ya infinitos¨D 10.000 pasos de las pulseritas FitBit. Pero hay m¨¢s. En la zona de las pastas, las legumbres y las latas de conserva existe un sem¨¢foro invisible. En este pasillo los ciudadanos se frenan. Se miran. Pasa uno. Pasa otro. Pasa uno. Pasa otro. Nadie sonr¨ªe. Nadie habla. El noveno d¨ªa tambi¨¦n vislumbra un nuevo desabastecimiento: apenas quedan tilas.
¨DPase, pase, por aqu¨ª. Espere.
El Carrefour de Lavapi¨¦s, un transatl¨¢ntico de la alimentaci¨®n de dos gigantescas plantas en mitad de la plaza del barrio, ha vuelto a ser el de antes. Se acab¨® el bajar a por papel higi¨¦nico a las cuatro de la madrugada. Si alguien quiere luchar por la triple capa ¡ªel diamante higi¨¦nico de esta ¨¦poca¡ª deber¨¢ hacerlo a las nueve de la ma?ana y como muy tarde a las nueve de la noche. Este par¨¦ntesis casero ordenado por el dichoso bicho abstracto ha ordenado los horarios. No hay otro. No hay minutos de descuento en el mercado. La disciplina y el orden la imponen dos vigilantes de Prosegur uniformados. Como en las pel¨ªculas policiacas de Hollywood, Jorge y su enorme compa?ero, que prefiere mantenerse en un segundo plano, forman un t¨¢ndem ¨²nico. Son como Will Smith y Martin Lawrence en Dos polic¨ªas rebeldes.
¡°Controlamos el acceso para que no haya disturbios¡±, explica Jorge, de 51 a?os. Menudo, de estatura media y pelo blanco radiante, ha salido un segundo a fumar un pitillo. Sibilino, se retira la mascarilla verde, agarra el cigarro con el pulgar y el ¨ªndice y como un jugador de p¨®ker disfruta de la primera calada r¨¢pida. Es un aut¨¦ntico inspector encubierto:
¡ª ?Mucho trabajo estos d¨ªas?
¡ª Afirmativo.
Dice que al principio todo era un poco ca¨®tico, que los ciudadanos no respetaban la nueva medida de respeto: el metro. ¡°Esta ma?ana ya he llamado al orden a m¨¢s de uno, pero les digo que se vayan a la fila y se van a la fila¡±, cuenta orgulloso. Sin duda, su voz radiof¨®nica influye. Dice que el pillaje se mantiene, pero que lo detecta r¨¢pido. ¡°Estos d¨ªas vemos que se roba mucho alcohol y muchas latas de conserva¡±.
De reojo, cual pistolero, observa al vecino vasco Ricardo, de 48 a?os, que baja todos los d¨ªas a comprar. Es su turno. ¡°Hago las compras de mis vecinas, que est¨¢n mayores. Hoy vengo a por algo de verdura y leche¡±. La cola fluye. El tiempo corre. No hay descanso: ¡°Pase, pase, caballero¡±.
Cruzar las puertas de este Carrefour exige un protocolo de limpieza casi de laboratorio. El compa?ero de Jorge, con un tatuaje intimidador que sube por el cuello como una serpiente de cascabel, es, adem¨¢s, muy corpulento. ?l da la orden de entrada: ¡°Pase, pase", indica con un gesto m¨¢s propio de guardia civil de tr¨¢fico. A su derecha cuenta con un atril donde reposa un paquete de guantes y un l¨ªquido de desinfectante en forma de spray.
"Coja los guantes. Palmas arriba, un poco de desinfectante, vuelta, frote y en paz¡±. Siguiente. ¡°Nos ponemos los guantes, palmas arriba, un poco de desinfectante, frote y en paz¡±. Como un estribillo. Como santiguarse. Como comprar.
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