La bandera como amuleto m¨ªstico
La manifestaci¨®n del s¨¢bado, tan rojigualda, resultaba dif¨ªcil de interpretar
Nunca hab¨ªa asistido a una manifestaci¨®n tan exigente con el espectador, tan filos¨®fica, tan dif¨ªcil de descifrar. Hab¨ªa muchas banderas de Espa?a, todas las banderas de Espa?a del mundo, pero no se ve¨ªan pancartas, ni consignas, ni demandas. Era, pues, una manifestaci¨®n inmanente, metaf¨ªsica, lo inefable de Wittgenstein, lo que no se puede decir, solo mostrar: lo m¨ªstico. Era una Espa?a m¨ªstica y espiritual, muy castellana. Una manifestaci¨®n que se manifestaba a s¨ª misma.
Por la calle Serrano bajaba un r¨ªo de lava rojigualda, como escupida por un volc¨¢n muy antiguo. Hacerla en coche fue buena idea: colapsa el espacio p¨²blico en el Barrio de Salamanca y genera mucho jaleo. Emite su buena dosis de CO2, que no se ve pero que calienta el planeta, como el invisible mensaje sabatino calent¨® el pa¨ªs.
¡°?Espa?a es¡ Espa?a, esto es Espa?a!¡±, gritaba un se?or, emitiendo un juicio anal¨ªtico kantiano, una tautolog¨ªa. Era, en efecto, una manifestaci¨®n tautol¨®gica. Lo que dec¨ªa era: aqu¨ª estamos, vean ustedes. La palabra Espa?a, la bandera, es un comod¨ªn para la derecha ultramontana: no dice nada, pero lo dice todo. Si hubi¨¦semos colocado a un marciano en la Puerta de Alcal¨¢ no hubiera sabido decir si aquello era una muestra de apoyo al gobierno, una protesta, una verbena popular o la celebraci¨®n del Mundial.
Tanta bandera hac¨ªa doler los ojos, y mira que es bonita la bandera; eso s¨ª, la ense?a nacional se mostraba en plenitud de variedades: con escudo y con aguilucho, con toro y con casco espartano, con s¨ªmbolos legionarios. Menos mal que el blanco de las banderas carlistas permit¨ªa aliviar la vista (es un decir).
La palabra Espa?a, la bandera, es un comod¨ªn para la derecha ultramontana: no dice nada, pero lo dice todo
Hab¨ªa pieles bronceadas, pocos calcetines, buenas dentaduras, la inevitable melenita liberal-conservadora (cuidada-descuidada, moderna pero rancia). Hab¨ªa ropa buena, un Porsche, un Hummer, chavalas demasiado vociferantes para su clase social. Tres motoristas en formaci¨®n, Capitanes Espa?a con la capa patria, levantaron el brazo en saludo fascista para que les hiciese una foto, y aguantaron un buen rato hasta que la hube tomado. Como me puse nervioso, la foto no sali¨®. Eso s¨ª, les mostr¨¦ el pulgar en se?al de OK: hay fascistas muy amables.
Cuando llegu¨¦ a Col¨®n descubr¨ª la nave nodriza de las infinitas banderas. El bander¨®n que ondea en aquella plaza (ondear es un decir, pesa mucho), un bander¨®n que, como el mapa de Borges, podr¨ªa cubrir el territorio entero. Por fin lo entend¨ªa: de aquella enorme bandera nac¨ªan por mitosis el resto de banderitas que los manifestantes portaban, era el n¨²cleo irradiador, el paciente 0, el Wuhan de aquella absurda pandemia vexilol¨®gica de fin de semana.
Se conoce que la derecha no est¨¢ acostumbrada a hacer manifestaciones, que no tiene cultura de protesta, por eso salieron a decir algo, y se olvidaron de decirlo (si es que ten¨ªan algo sensato que decir). Algunos se habr¨¢n sorprendido de que el gobierno no se derrumbase al d¨ªa siguiente, despu¨¦s de agitar tanto amuleto.
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