La privatizaci¨®n del aliento
A partir de ahora tendremos m¨¢s compasi¨®n a la hora de perfumar a los dem¨¢s con nuestros fluidos a¨¦reos
Estamos acostumbrados a ver el rostro de las personas con las que hablamos, pero no tanto a ver nuestro rostro cuando hablamos con las personas. Este fue uno de los grandes descubrimientos del confinamiento, nuestras propias muecas escuchando a los dem¨¢s en las videollamadas. Hacernos conscientes de la cara de tedio ante las desgracias ajenas o aprender a forzar a¨²n m¨¢s la sonrisa para mostrar m¨¢ximo inter¨¦s. La vida dej¨® de ser un videojuego en primera persona. Qu¨¦ raro.
Ahora est¨¢ de moda...
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Estamos acostumbrados a ver el rostro de las personas con las que hablamos, pero no tanto a ver nuestro rostro cuando hablamos con las personas. Este fue uno de los grandes descubrimientos del confinamiento, nuestras propias muecas escuchando a los dem¨¢s en las videollamadas. Hacernos conscientes de la cara de tedio ante las desgracias ajenas o aprender a forzar a¨²n m¨¢s la sonrisa para mostrar m¨¢ximo inter¨¦s. La vida dej¨® de ser un videojuego en primera persona. Qu¨¦ raro.
En el fren¨¦tico avance de la vida contempor¨¢nea vivimos un giro dram¨¢tico y nuestro rostro de ¨¢tomos desaparece tras la mascarilla
Ahora est¨¢ de moda eso de la ¡°escucha activa¡±, el escuchar m¨¢s y mejor, pero con el reflejo de mi propia cara en la pantalla me concentraba a¨²n menos en lo que dec¨ªa el otro (y ya es decir). Mi faz me resultaba hipn¨®tica, ineludible y me dedicaba a desarrollar t¨¦cnicas de reconocimiento facial con inteligencia humana y no artificial. ?Eso son lega?as? No te saques los mocos. ?C¨®mo combatir¨¦ esas ojeras? Los miopes tenemos mirada so?adora. Voy a poner morritos. ?Deber¨ªa haberme duchado!
Ahora que las videollamadas ya est¨¢n demod¨¦, en el fren¨¦tico avance de la vida contempor¨¢nea vivimos un giro dram¨¢tico y nuestro rostro de ¨¢tomos desaparece tras la mascarilla. Lo que se nos devuelve no es nuestra imagen facial, sino nuestro aliento.
La privatizaci¨®n del aliento es la quintaesencia de las privatizaciones propias del dogma econ¨®mico dominante. Adi¨®s aliento popular revolucionario. Con lo hermoso que era socializarlo cada ma?ana en el metro, en la oficina, con nuestras parejas o seres queridos.
En la Nueva Normalidad que va llegando somos perfectamente conscientes de lo que comemos, de lo que fumamos, o de cu¨¢nto alcohol hemos bebido: nuestras mascarillas podr¨ªan presentarse como prueba de la acusaci¨®n. Nuestros h¨¢bitos se vuelven contra nosotros mismos dentro de nuestro bozal. Me pregunto si esto afectar¨¢ a la industria del ajo. Igual Espa?a ha dejado de oler a ajo, como observ¨® Victoria Beckham cuando pis¨® este pa¨ªs.
Adem¨¢s, las mascarillas ya son un nuevo complemento con el que reafirmar nuestra identidad: ya hay por la zona Callao tiendas exclusivamente dedicadas a la venta de una amplia variedad de dise?os, igual que los hay de carcasas de m¨®vil, una para cada ciudadano, una para cada estilo de vida, una para hacernos ¨²nicos. Y aprendemos a reconocernos de las mejillas para arriba y a comunicarnos utilizando nuevos gestos de las cejas, nuevas configuraciones de la musculatura ocular y la ca¨ªda l¨¢nguida de las pesta?as. Como en el lenguaje de los abanicos, aprendemos nuevas formas de decir ¡°te quiero¡±.
El aliento siempre hab¨ªa estado ah¨ª, pero de puertas para afuera. La flamante conciencia de nuestro aliento, el control estrecho de nuestros fluidos a¨¦reos, puede sentar nuevos fundamentos en esta ?tica de las Got¨ªculas que aprendemos a marchas forzadas: ahora que sufrimos en nuestras propias narices los efluvios que nos surgen del gaznate, seremos m¨¢s compasivos a la hora de perfumar al pr¨®jimo.
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