Misericordia para hoy
En esta obra, Gald¨®s traza un universo decadente donde pone de manifiesto esa din¨¢mica ciclot¨ªmica nacional que cabalga entre la condena y la salvaci¨®n


El gran tema de Gald¨®s fue Espa?a. Pero junto a ¨¦l, en casi id¨¦ntica medida, la desigualdad. Es eso lo que le convierte en un escritor radicalmente moderno y absolutamente vigente, m¨¢s cuando ahora mismo nos adentramos en otro periodo de quiebra, abismos y penuria. De ah¨ª que no nos resulten tan lejanos los mundos, la fisonom¨ªa, las almas y la lucha por la vida que describi¨® en su obra, sin descanso.
Si entre todas sus novelas, episodios nacionales, dramas y art¨ªculos late un grito de injusticia social, hay tres en las que resulta ensordecedor: Fortunata y Jacinta, La desheredada y Misericordia. Acercarse a ella hoy es ser consciente de la fina l¨ªnea que apenas nos separa de las mismas urgencias que ¨¦l denunci¨® en el siglo XIX.
Deprime y alienta a partes iguales. Nos coloca en la necesaria conciencia de todo lo que falta por hacer y de qu¨¦ manera caemos en los mismos errores. Leer algunos de sus art¨ªculos publicados en los a?os 80 de aquella centuria, preocupado por las altas tasas de desempleo que hab¨ªa provocado la ca¨ªda de la construcci¨®n, no hacen m¨¢s que constatar una sensaci¨®n poco halag¨¹e?a: el fatalismo.
Si entramos en la iglesia de San Sebasti¨¢n, en la calle de Atocha, por ah¨ª pulula el fantasma de Benina y su entramado mendicante en el que, adem¨¢s de ella, con su remango y su instinto para buscarse la vida, resalta su pretendiente: el moro Almudena, como paradigma del actual fresco de la inmigraci¨®n. En Misericordia, Gald¨®s traza un universo decadente donde pone de manifiesto esa din¨¢mica ciclot¨ªmica nacional que cabalga entre la condena y la salvaci¨®n. La primera la origina nuestra denodada incapacidad para forjar estructuras econ¨®micas fuertes; la segunda es su medicina: la solidaridad. Lo malo es que ¨¦l mismo la identificaba como ¨²nica salida a la desigualdad, en base a un espiritualismo que pod¨ªa ser la soluci¨®n entonces pero no ahora. La dicotom¨ªa acci¨®n contra resignaci¨®n ha ido ganando terreno.
No hay barrio que la br¨²jula de Gald¨®s desprecie en su obra. Son continuos los brincos que pega entre las calles pudientes y las zonas de expansi¨®n urbana hacia los focos de miseria.
En su relato de supervivencias, don Benito arrastra a los personajes de Misericordia a un colmo casi surreal al contar la historia de una mujer de alcurnia y pasado de abundancia sostenida por una criada mendicante. La novela es una catarsis de naufragios. Una obra que, seg¨²n el an¨¢lisis metaf¨ªsico de Mar¨ªa Zambrano, parece escap¨¢rsele de las manos y que va mucho m¨¢s all¨¢ de la realidad porque cobra nada menos que una apariencia de vida propia.
Todas estas obras reflejan el Madrid que Gald¨®s conoci¨® y estudi¨® al dedillo como topograf¨ªa de sus universos y que hoy identificamos, repito, sin apenas distancia. Su obsesi¨®n por erigirse en el notario de la clase media no le desvincula de lo que ve, siente y padece al recorrer los barrios m¨¢s pobres. ¡°La confusi¨®n de clases es la moneda falsa de la igualdad¡±, escribe en La desheredada.
Algo que lleva al l¨ªmite en las tres novelas: en Misericordia con el intercambio de papeles entre se?oras y sirvientas, mendigos y nobles con el agua al cuello. En Fortunata y Jacinta entre los mundos dispares de dos mujeres a las que acaba por unir una m¨ªstica del instinto. En La desheredada mediante la locura y el delirio cervantino simbolizado por una Isadora Rufete, obcecada por el ascenso social.
No hay barrio que la br¨²jula de Gald¨®s desprecie en su obra. Son continuos los brincos que pega entre las calles pudientes y las zonas de expansi¨®n urbana hacia los focos de miseria. All¨ª donde las tasas de mortalidad superaban en un 40% de la ¨¦poca a las de cualquier ciudad europea, como sostiene el economista y acad¨¦mico Luis ?ngel Rojo en su art¨ªculo La sociedad madrile?a de Gald¨®s (Claves de la raz¨®n pr¨¢ctica).
Una sinfon¨ªa constante denunciada por el autor que la ve¨ªa patente en el oso y el madro?o: ¡°El oso es el Madrid que vive desde la plaza Mayor hacia arriba y el madro?o, lo que llamamos barrios bajos¡±. Un equilibrio imposible y todav¨ªa lejano.
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