El fin del misterio
La ¨²ltima ilusi¨®n al volver de las vacaciones era esperar el revelado de los carretes. Tambi¨¦n compr¨¢bamos discos conociendo solo tres canciones de la radio. Nos la jug¨¢bamos
Se habr¨¢n dado cuenta: hemos perdido toneladas de misterio. Lo sacrificamos por la inmediatez, pero a saber si fue un precio justo.
Vaya por delante que sin Iphone ni Zoom me habr¨ªa vuelto loca durante el confinamiento ¨Cesas amistades recuperadas de la EGB, esos ex retomando la mesa de di¨¢logo¨C, pero ?se imaginan que esto nos hubiera pasado sin smartphones? Si fuera m¨¢s dif¨ªcil comunicarse, probablemente lo har¨ªamos mejor, nos esforzar¨ªamos m¨¢s. Cada d¨ªa bajar¨ªamos las escaleras hasta el buz¨®n con la ilusi¨®n de la ma?ana de Reyes, sin saber qu¨¦ nos ¨ªbamos a encontrar. Escribir¨ªamos y recibir¨ªamos cartas, que guardar¨ªamos para las siguientes generaciones en cajas de zapatos o de galletas. A las ocho de la tarde, aplaudir¨ªamos ¨Cadem¨¢s de a los m¨¦dicos y a los cajeros del supermercado- a los carteros, h¨¦roes esenciales en el Bolet¨ªn Oficial del Estado. Arrasar¨ªamos con las existencias de sellos como hicimos con las de papel higi¨¦nico, y frente a los buzones amarillos se organizar¨ªan largas colas, con los remitentes colocados en fila, como un ej¨¦rcito de buenas intenciones listo para pasar revista.
No es lo mismo mandar un whatsapp que escribir una carta. Lo primero es casi un acto reflejo, como bostezar cuando alguien bosteza. Lo segundo es una ceremonia. Hay que dedicarle tiempo, que es la primera forma de demostrar afecto. Se escogen las palabras, se cuida la ortograf¨ªa y la puntuaci¨®n. Se escriben a mano ¨C?a mano!¨C y son mucho m¨¢s proclives a albergar sorpresas, secretos o grandes confesiones que un mensaje de m¨®vil, sobre todo en el lenguaje jerogl¨ªfico en el que mensajeamos ¨Cmucho ojo con los emoticonos, que los carga el diablo¨C.
Delante de un folio en blanco puede pasar cualquier cosa.
El misterio del sobre cerrado ¨C?por qu¨¦, si no, ponen un redoble de tambor cuando se abren en p¨²blico?¨C se ha perdido, pero no es el ¨²nico. Antes, cuando regres¨¢bamos de las vacaciones, ten¨ªamos que volver a ponernos zapatos y la perspectiva de los madrugones nos com¨ªa un poco por dentro, la ¨²nica ilusi¨®n, la ¨²ltima, era entregar los carretes de fotos ¨C?carretes!¨C y esperar el revelado. Ahora casi todo se puede arreglar con un filtro valencia, pero entonces te la jugabas. Tambi¨¦n compr¨¢bamos discos conociendo, como mucho, solo tres singles que pon¨ªan en la radio. Era un juego arriesgado, como la Bolsa. Ibas a casa corriendo a escuchar el disco entero para comprobar si hab¨ªas hecho una buena operaci¨®n y te gustaban todas. Acertar era una sensaci¨®n maravillosa.
Casi todo lo bueno se hace esperar.
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