¡°No queremos un albergue, queremos luz¡±
Los vecinos ignoran el lugar abierto por el alcalde de Madrid para resguardar del fr¨ªo a los habitantes de la Ca?ada Real sin electricidad desde hace tres meses
Mustafa Najah, un se?or con gafas de pasta negra, lleva viviendo en esta parcela de la Ca?ada Real desde 1985, cuando su padre, reci¨¦n llegado de T¨¢nger, dej¨® aqu¨ª sus b¨¢rtulos y se puso a trabajar en un almac¨¦n de muebles cercano. La empresa lo cerr¨® a?os despu¨¦s. La vieja bodega ha sido habilitada por el Ayuntamiento de Madrid como albergue con 400 camas para recibir a familias que, como la de Najah, no tienen luz el¨¦ctrica desde hace tres meses. ...
Mustafa Najah, un se?or con gafas de pasta negra, lleva viviendo en esta parcela de la Ca?ada Real desde 1985, cuando su padre, reci¨¦n llegado de T¨¢nger, dej¨® aqu¨ª sus b¨¢rtulos y se puso a trabajar en un almac¨¦n de muebles cercano. La empresa lo cerr¨® a?os despu¨¦s. La vieja bodega ha sido habilitada por el Ayuntamiento de Madrid como albergue con 400 camas para recibir a familias que, como la de Najah, no tienen luz el¨¦ctrica desde hace tres meses. El term¨®metro va a alcanzar estos d¨ªas los diez grados bajo cero. La mayor nevada desde 1971. ¡°Ni locos nos metemos ah¨ª. Nosotros no somos refugiados, tenemos casas. No queremos un albergue, queremos luz¡±.
Dice Najah mientras ense?a su vivienda, una casita baja a la que se entra por un port¨®n. Dentro los ni?os se lanzan bolas de nieve. La negativa a utilizar las instalaciones municipales es una constante entre los vecinos de los sectores 5 y 6 de este asentamiento a las afueras de Madrid. Est¨¢n sin energ¨ªa el¨¦ctrica desde octubre, cuando la red empez¨® a caerse por sobrecarga. El problema no se ha resuelto y el alcalde ha improvisado una soluci¨®n de urgencia, la del uso de la vieja f¨¢brica y una parroquia cercana para dormir, que no gusta a nadie.
Las puertas de los albergues se abrieron sobre las 13.30. A las 16.00 todav¨ªa no hab¨ªa llegado nadie. En el Ayuntamiento son conscientes de que los vecinos est¨¢n reticentes. En la entrada al sector 6 han colocado un cartel que resume el sentir general: ¡°No queremos albergues, tenemos nuestros hogares. ?Queremos pagar la luz! ?Soluci¨®n ya!¡±. Los vecinos viven en terrenos no urbanizables, por lo que no tienen la c¨¦dula de habitabilidad necesaria para engancharse a la red de manera legal.
La familia de Najah corta cebollas y zanahorias para cocinar un cusc¨²s, su comida de los viernes. La preparan con ayuda de un generador el¨¦ctrico de gasolina. ¡°Se me va el sueldo en gasolina¡±, lamenta el hombre, que trabaja desde hace 15 a?os en una gasolinera cercana. Para calentar la casa y secar la ropa utilizan una estufa de le?a que preside en el sal¨®n. ?l tiene tres hijos que, por supuesto, no va a meter en un espacio cerrado en tiempos de pandemia con un mont¨®n de desconocidos. ¡°Ya que en Espa?a no nos hacen caso habr¨¢ que ir a Bruselas. Es nuestra ¨²nica soluci¨®n¡±, explica.
En este sector de la Ca?ada Real conviven varias realidades. Hay casas como en cualquier barrio de clase media de la ciudad (como la de Najah, por ejemplo), junto a otras m¨¢s humildes y otras todav¨ªa m¨¢s precarias que b¨¢sicamente son chabolas levantadas con chapa y madera. En algunas construcciones de hormig¨®n se trafica con droga, lo que atrae hasta all¨ª a drogodependientes que hace su vida en estas calles. Duermen en tiendas de campa?a frente a una iglesia. En la puerta del templo hay aparcadas dos furgonetas del servicio de atenci¨®n social al drogodependiente que les provee de jeringuillas, metadona, atenci¨®n m¨¦dica, ropa y mantas.
Una mujer delgada se acerca con una jeringuilla usada en la boca. Uno de los trabajadores sociales se la recoge y la da una nueva. De paso le da una manta guardada en un pl¨¢stico y le avisa de que esta noche tiene un techo bajo el que resguardarse.
¡ªHoy abren la iglesia.
La mujer no reacciona al comentario y se marcha por donde ha venido. Detr¨¢s llega otra que ha visto la escena. ¡°A m¨ª no me hab¨¦is dado manta¡±, dice. Al poco, aparece un coche de polic¨ªa. Los agentes le piden la documentaci¨®n a la gente que encuentra a su paso. ¡°El supermercado est¨¢ lleno hoy¡±, suelta el que conduce, al ver la gran afluencia de compradores de droga.
Uno de los miedos de los vecinos es que los albergues se llenen de toxic¨®manos. Ram¨®n Fern¨¢ndez, un chatarrero de 40 a?os que vive en una chabola de madera con su esposa y sus cuatro hijos, tampoco piensa utilizarlos. ¡°Nosotros no vamos por el virus, nos da mucho miedo. Pero si nos quedamos aqu¨ª quiz¨¢ nos muramos de hipotermia¡±, cuenta.
Estos d¨ªas la familia al completo duerme en la misma cama para entrar en calor como sea. Ram¨®n se ha hecho su propia estufa con un bid¨®n de aceite cortado a la mitad que llena de le?a encendida cuando bajan las temperaturas. ¡°Se creen que todos tenemos Porsche (en redes sociales se viraliz¨® una foto de un coche de lujo cruzando la Ca?ada), pero esos son dos y nos meten a todos en el mismo saco. Yo soy chatarrero y no puedo salir a trabajar con el temporal¡±.