Una cena bajo cero y junto a la estufa
La costumbre de cenar en restaurantes y tascas la v¨ªspera de Reyes se reduce por la pandemia y el fr¨ªo
El plato de secreto ib¨¦rico lleg¨® humeante a la mesa hace cinco minutos. Ahora est¨¢ helado, y la mostaza y la miel que recubren la carne se ha convertido en una costra amarilla petrificada capaz de doblar un tenedor de acero.
Hay que quererse mucho para cenar con tu pareja al aire libre cuando se asoma en el horizonte una ola de fr¨ªo polar. Esta noche, la v¨ªspera de Reyes, el term¨®metro marca uno bajo cero. Ana y Carlos, una pareja gallega, ella ingeniera de caminos y ¨¦l m¨¦dico, ten¨ªan reservada una mesa en el interior de un restaurante de la calle Ponzano, El Secreto. Pero Ana, de repente, se asust¨® y prefiri¨® cenar en la terraza. Fue ella la que orden¨® el solomillo ib¨¦rico que ahora parece un cubo de hielo. No tiene otro remedio que pinchar en el revuelto con jam¨®n que pidi¨® ¨¦l.
Carlos lleva una camiseta interior t¨¦rmica, una camisa, un jersey, un chaleco de plumas y una bufanda. ¡°Y aun as¨ª estoy helado¡±, confiesa. ?l estaba tan contento en el interior del local, calentito, cuando la decisi¨®n de ella lo ha arrojado a este fr¨ªo siberiano. ¡°Mi se?ora (dicho con sorna) prefer¨ªa cenar fuera que contagiarse del virus. Yo al rev¨¦s¡±, explica.
?C¨®mo que al rev¨¦s? ¡°Creo en la inmunidad de reba?o, como se dice en ingl¨¦s, aunque en espa?ol es m¨¢s correcto llamarla inmunidad de grupo. Tengo poca fe en la vacuna, ojal¨¢ funcione, pero el proceso va lent¨ªsimo. Yo creo que la gente vulnerable debe quedarse en casa y la que no est¨¦ en riesgo que salga a la calle. Cuando se contagie el 70% de la poblaci¨®n sana y sin riesgo el virus se extingue¡±.
Ana atiende a la explicaci¨®n y despu¨¦s cambia de tema. ¡°En cuanto te sientas el cuerpo se te queda petrificado¡±, se r¨ªe. Es su segunda noche en Madrid, a donde ha venido para pasar el d¨ªa de Reyes con sus sobrinos. Cerca tienen una estufa donde flamea una llama con potencia, que sin embargo no logra amortiguar el fr¨ªo. La pareja pide la cuenta a toda prisa, sin postre ni caf¨¦, y sale pitada al hotel NH donde se hospeda. A ver si logra entrar en calor.
Las navidades pand¨¦micas han dejado una estampa diferente de la que estamos acostumbrados. La gente sol¨ªa atestar los interiores de los negocios, resguard¨¢ndose de las bajas temperaturas. Con las restricciones por el coronavirus y la proliferaci¨®n de terrazas de bares y restaurantes por toda la ciudad hay gente que ha decidido no cortar su vida social y la mantiene a costa de pasar fr¨ªo al aire libre. Salen muy abrigados de casa, buscan lugares que no est¨¦n muy expuestos al viento y, a poder ser, que tengan potentes sistemas de calefacci¨®n exterior.
Los restaurantes de Madrid, seg¨²n la asociaci¨®n de Hosteler¨ªa de esta comunidad, facturaban en la campa?a de Navidad el 20 por ciento de su facturaci¨®n anual. Las p¨¦rdidas se cifran en 1.131 millones de euros debido a las restricciones de aforo por un lado y las limitaciones horarias por otro. 23.014 locales han sufrido en el ¨²ltimo trimestre la reducci¨®n de su cuenta de resultados con respecto a otros a?os.
No se sabe si cuando pase todo esto la costumbre de continuar en la calle y junto a las estufas permanecer¨¢. El futuro es un misterio, pero el presente de estos dos amigos que cenan en una terraza de las inmediaciones de la plaza del Dos de Mayo resulta esplendoroso. Si la felicidad es una r¨¢faga, como dice Jos¨¦ Luis Garci, a Rub¨¦n y a Cristina les est¨¢ dando de lleno. Se miran y se r¨ªen. No saben qu¨¦ hacer. Al final acceden y dicen que por qu¨¦ no, que no tiene nada de malo contar su historia. ?l tiene 47 a?os y ella, 45. Son amigos desde hace muchos a?os. Muchos, enfatizan los dos. Comparten unas croquetas y un revuelto que, as¨ª a primera vista, parece un salpic¨®n de marisco.
?Qui¨¦n invit¨® a qui¨¦n? ¡°Acuerdo conjunto¡±, dicen. Se conocen del barrio de Malasa?a. En los a?os 90 se encontraban en un mont¨®n de garitos como El Penta, por poner un ejemplo. Siguen lanz¨¢ndose miradas c¨®mplices. Lleg¨® un punto de sus vidas en el que dejaron de verse. Ella se fue a vivir al Pa¨ªs Vasco, ¨¦l se qued¨® aqu¨ª, en Madrid. Hablan de vez en cuando por WhatsApp. Y hoy, despu¨¦s de cinco o seis a?os, no recuerdan bien, se han vuelto a juntar. Rub¨¦n lleva una camiseta y una camisa por encima, muy a?os noventa, y apenas una cazadora por encima. ¡°Tampoco hace tanto fr¨ªo¡±, dice ¨¦l. ¡°Tengo la sensaci¨®n de que hay 10 grados¡±, a?ade ella. Queda claro que el fr¨ªo tambi¨¦n es un estado de ¨¢nimo.
Lo peor ¡ªo lo mejor para otros¡ª est¨¢ por llegar. La Comunidad de Madrid se prepara ante la previsi¨®n de fuertes nevadas entre el jueves y el domingo, cuando se esperan acumulaciones significativas de nieve en toda la regi¨®n. Hay meteor¨®logos que ya dicen que la nevada ser¨¢ hist¨®rica. Primero 2020, cargado de situaciones que esta generaci¨®n no hab¨ªa vivido antes, y ahora esto, m¨¢s historia. Los libros ser¨¢n cada vez m¨¢s gruesos porque no hay donde meter tanto acontecimiento trascendente.
Eso s¨ª, la gente seguir¨¢ brindando, venga lo que venga, aunque sea al aire libre. Bien abrigadas, cuatro mujeres de distinta edad, Marina, Mar¨ªa, Patricia y Sof¨ªa, comparten una mesa exterior en un restaurante italiano de la plaza de los Cubos. Marina es la madre y Mar¨ªa, Patricia y Sof¨ªa son sus hijas. ¡°Estamos aqu¨ª por ¨¦l¡±, dice Mar¨ªa, la m¨¢s peque?a. ?Por qui¨¦n? ¡°Por Pebble¡±, explica, y con una mano levanta una manta que tapa algo en una silla que parec¨ªa vac¨ªa. Descubre como una maga a un peque?o perro (¡°pesa un kilo y medio¡±) que dorm¨ªa pl¨¢cidamente. Se llama como los beb¨¦s de Los Picapiedra. ¡°Si no fuera por ¨¦l est¨¢bamos dentro calentitas¡±, dice la madre.
Se re¨²nen por una costumbre ancestral de la familia. Cuando eran peque?as, la madre llevaba a las ni?as a la cabalgata y al acabar cenaban en alg¨²n restaurante. En el interior, claro, no entran mascotas. Ahora han cambiado las cosas, pero ellas intentan que esta nueva realidad no sea tan distinta. Cuando paguen la cuenta ¡ªla madre¡ª y vuelvan a casa colocar¨¢n, como siempre, los regalos debajo del ¨¢rbol. Patricia vive en Par¨ªs, Sof¨ªa en Tur¨ªn y Mar¨ªa, la que todav¨ªa vive en casa, se ir¨¢ tambi¨¦n el a?o que viene a estudiar fuera. Eso llegar¨¢, pero ahora mismo est¨¢n las cuatro juntas y ese momento no se los quita nadie, aunque haya que pasar fr¨ªo.
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