Dos d¨ªas muerta en casa: ¡°La prioridad son los vivos¡±
Tras 25 llamadas al 112 y 34 horas de espera, el cad¨¢ver de Carmen fue retirado anoche. Todav¨ªa nueve horas despu¨¦s de estar en el tanatorio, una UVI m¨®vil lleg¨® a la casa esta ma?ana para atenderla
¡°Entendemos casi todo, pero esto ha sido un calvario¡±. El testimonio de Gustavo Marqu¨¦s, de 51 a?os, es una veleta en medio de la tormenta. Igual que su estado de ¨¢nimo. Salta de la rabia y la indignaci¨®n al sosiego y la comprensi¨®n. Habla de forma detallada a trav¨¦s del tel¨¦fono en la noche del domingo desde el sal¨®n de casa de su madre. A unos metros, Carmen Castro, de 81 a?os, yace sin vida en la cama de su dormitorio desde la ma?ana del s¨¢bado. Gustavo y su mujer realizan hasta 25 llamadas al Summa 112, el servicio de urgencias m¨¦dicas de la Comunidad de Madrid, sin lograr que acudan los servicios m¨¦dicos o de emergencias. La familia se queja de la desatenci¨®n, la falta de tacto, las promesas incumplidas y las mentiras pese a la situaci¨®n ca¨®tica producida por la tempestad Filomena. ¡°Dec¨ªan que la prioridad son los vivos, no los muertos¡±, insiste el hijo de la fallecida. Desde ese servicio entienden ¡°lo lamentable que es para las familias¡± y, en efecto, corroboran que en estos casos se vuelvan los esfuerzos en aquellos por los que se puede hacer algo.
As¨ª es como ese piso de Parla ha servido de improvisado velatorio ¨ªntimo durante 34 horas. La alarma salt¨® cuando la mujer se derrumb¨® en el ba?o mientras estaba en compa?¨ªa de su nuera, Ana Luque, de 47 a?os. En una de las conversaciones con EL PA?S, la esposa de Gustavo se dispone a relatar lo sucedido al reportero cuando, con cierto alivio, ve llegar a la vivienda a un m¨¦dico. Es domingo a las nueve de la noche. Por unos instantes no corta la llamada. Alterna su testimonio por el m¨®vil con las respuestas al facultativo, que pregunta por la hora del suceso. ¡°S¨ª, fue sobre las doce o doce y cinco¡±. Abr¨ªa as¨ª la puerta a que se concediera el dichoso certificado de defunci¨®n que hab¨ªa impedido que se llevaran el cuerpo de su suegra antes.
El doctor, amable y profesional, se disculpa ante Gustavo y Ana. Trata de justificar la tardanza. Entre ¨¦l y su compa?ero, explica, han tenido que certificar una treintena de muertes en toda la Comunidad de Madrid. Y la tempestad Filomena no lo pone f¨¢cil. Fuentes del Summa 112 reconocen, en efecto, que el s¨¢bado apenas pudieron certificar defunciones. Trataban de localizar a facultativos que se hallaran cerca de los fallecidos para que fueran a oficializar la muerte. Este fin de semana han atendido unas 13.000 llamadas y el sistema, denominado ¡°¨¢rbol l¨®gico¡±, no consideraba prioritaria una defunci¨®n. ¡°La prioridad es para los vivos. Partos, infartos, ictus, fracturas, di¨¢lisis, hipoglucemias¡ Los que han fallecido por causas naturales o estaban en paliativos no van a recibir ya una atenci¨®n m¨¦dica¡±.
Los servicios funerarios consiguieron llegar a la casa a mediod¨ªa del domingo, pese a la nevada. Pero se tuvieron que ir sin los restos porque no hab¨ªa certificado. Un muro burocr¨¢tico a veces poco comprensible para el que acaba de perder a su madre, que percibe el sistema como inhumano.
La nieve que Carmen vio con sorpresa y alegr¨ªa a trav¨¦s de la ventana la v¨ªspera de su muerte es la misma que ha impedido que su cuerpo haya sido recogido en medio del caos. Estaba d¨¦bil a causa del c¨¢ncer terminal de p¨¢ncreas con avanzada met¨¢stasis que le hab¨ªan detectado hac¨ªa un mes. Pero Gustavo no descartaba que pudiera bajarla a la calle a que diera un peque?o paseo sobre el manto blanco y brindarle as¨ª unos minutos de satisfacci¨®n. La morfina que le suministraban desde hac¨ªa una semana paliaba los dolores pese a que la enfermedad galopaba sin control. Carmen, que el 28 de febrero cumplir¨ªa los 82, lo sab¨ªa. ¡°No pens¨¢bamos que iba a ser tan feroz. El martes ten¨ªamos cita con cuidados paliativos¡±, lamenta su hijo. Su voz refleja cansancio y hast¨ªo, pero sigue adelante con su relato pormenorizado. ¡°No s¨¦ si esto que te cuento te sirve¡±, comenta m¨¢s de una vez. Y contin¨²a.
¡°Como nev¨®, mi mujer y yo nos fuimos a las 8 de la ma?ana a dar un paseo por el campo. A las 9,30 vinimos a levantarla y darle el desayuno. Se despert¨® un poco nerviosa, como intranquila. Pero bien. La tumbamos en el sof¨¢. Se quiso duchar. Quer¨ªa poner la lavadora con las s¨¢banas. Cog¨ª la ropa y me la llev¨¦ a mi casa, que est¨¢ a 200 metros, porque su lavadora centrifuga mal. Como ten¨ªa esa desaz¨®n, mi mujer se qued¨® con ella. A los pocos minutos me llam¨® llorando. `?Gustavo!. ?Tu madre, tu madre, tu madre¡!? Me vine corriendo. Casi me mato con la nieve. Record¨¦ los cinco minutos en los que se muri¨® mi padre por el ictus. Lo primero que pens¨¦: `Se ha muerto mi madre? Al menos no ha sido sola. Estaba con mi mujer¡±.
Ana hab¨ªa acompa?ado a su suegra al ba?o. All¨ª, mientras se lavaba en el bid¨¦, Carmen se derrumb¨® hacia delante. Las vecinas acudieron y entre todos la llevaron a la cama. De all¨ª ya no volvi¨® a moverse hasta que, 34 horas despu¨¦s, a las diez de la noche del domingo, se la llevaron los servicios funerarios tras su segunda visita a la vivienda. Tambi¨¦n amables y profesionales, como el m¨¦dico, describe el hijo. ¡°Mi madre ten¨ªa el seguro de Ocaso¡±, apunta Gustavo.
Pero su relato regresa de nuevo al dolor. A la, para ¨¦l, incomprensible desatenci¨®n y descoordinaci¨®n. A lo largo del s¨¢bado y el domingo se sucedieron las llamadas al tel¨¦fono 112 de Summa, el servicio de urgencias m¨¦dicas de la Comunidad de Madrid. Hasta 25 tienen contadas. Tras marcar doce veces el n¨²mero fueron atendidos por vez primera a las 12,37 del s¨¢bado. Llevaban 17 minutos de espera. Arrancaba un desesperado laberinto telef¨®nico. El problema, seg¨²n les dec¨ªan, era el certificado de defunci¨®n. Era la llave para poder trasladar el cuerpo de Carmen. Hasta la Polic¨ªa Local de Parla se ofreci¨® a ir a recoger donde fuera a un m¨¦dico dispuesto a certificar la muerte. La retah¨ªla de lamentos se sucede en boca de Gustavo, que estudi¨® Filolog¨ªa Hisp¨¢nica pero nunca ha ejercido. Es empleado en la administraci¨®n p¨²blica y entiende solo hasta cierto punto el grado de ¡°colapso¡± por la tormenta de nieve y el bloqueo de los servicios p¨²blicos.
¡°Uno no llama por cualquier cosa al 112. Hay veces que hemos estado esperando al tel¨¦fono hasta 45 minutos de reloj. Nos han llegado a colgar la llamada porque dec¨ªan que la prioridad son los vivos, no los muertos. Vale, una prioridad es un infarto. S¨¦ que un infarto est¨¢ por delante de mi madre. Pero solo quiero un poco de empat¨ªa. Le dec¨ªan a mi mujer que Madrid est¨¢ muy mal. Nos ped¨ªan el parte (de defunci¨®n) y nos dec¨ªan que iba a venir hasta el Ej¨¦rcito. Versiones disparatadas. Falta de verdad. Cada llamada, una peripecia. Cada uno nos dec¨ªa una cosa. Todo muy desagradable. Yo soy muy defensor de lo p¨²blico. La sanidad nos ha tratado muy bien pese a la situaci¨®n tan dif¨ªcil. Pero es muy duro morirse as¨ª en un pa¨ªs que se supone que somos del primer mundo¡±. Filomena, encima, ha impedido que Roberto, de 54 a?os, el otro hijo de Carmen, pudiera llegar desde la vecina Fuenlabrada hasta Parla.
A las siete de la ma?ana de este lunes llaman al interfono de la vivienda. Es un equipo del Summa 112 con una UVI m¨®vil que acude a ver qu¨¦ se puede hacer por la vida de Carmen, fallecida dos d¨ªas antes y cuyo cad¨¢ver llevaba nueve horas en el tanatorio esperando que le asignen una sala. No hay noticias del entierro.
Gustavo da la sensaci¨®n de pretender que este reportaje endulce todo ese amargor y se convierta en una especie de homenaje p¨®stumo a esa mujer de Coir¨®s, en la comarca coru?esa de Betanzos, que hace medio siglo emigr¨® al cintur¨®n metropolitano de la capital. ¡°?ramos una familia de obreros y vinimos a Parla con el boom de los pisos baratos del desarrollismo¡±. Carmen, jubilada hace 20 a?os, regent¨® un taller de lavado de coches. Todav¨ªa estas Navidades disfrut¨® de su familia pese a que era consciente de que la guada?a le rondaba. La foto de la noche del 24 de diciembre en la que aparece feliz rodeada de sus dos nietos no auguraba que esa ma?ana en la que iba a pasear con su hijo por la nieve su vida iba a congelarse. ¡°Yo quer¨ªa mucho a mi madre¡±, remacha Gustavo a modo de epitafio.
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