El payaso que huy¨® de Ucrania
Polic¨ªa durante dos d¨¦cadas y casco azul en Bosnia, Iv¨¢n dej¨® su pa¨ªs a causa de la persecuci¨®n pol¨ªtica. Hoy act¨²a en las calles de Madrid mientras espera la concesi¨®n del asilo
El espect¨¢culo apenas dura unos segundos. En lo que los coches se detienen frente al sem¨¢foro, Iv¨¢n exhibe con tres bolos sus innegables dotes como malabarista. Tan pronto recorre de un lado a otro el paso de cebra con adem¨¢n triste como explota de euforia, salta y baila al ritmo de una cancioncilla reproducida en el altavoz port¨¢til. La clave para conectar en tiempo r¨¦cord con el p¨²blico, que a veces ni siquiera se molesta en bajar la ventanilla del veh¨ªculo, est¨¢ en su expresiva mirada. Unos ojos grandes y sombreados destacan por encima de la mascarilla, a la que ha cosido el distintivo univ...
El espect¨¢culo apenas dura unos segundos. En lo que los coches se detienen frente al sem¨¢foro, Iv¨¢n exhibe con tres bolos sus innegables dotes como malabarista. Tan pronto recorre de un lado a otro el paso de cebra con adem¨¢n triste como explota de euforia, salta y baila al ritmo de una cancioncilla reproducida en el altavoz port¨¢til. La clave para conectar en tiempo r¨¦cord con el p¨²blico, que a veces ni siquiera se molesta en bajar la ventanilla del veh¨ªculo, est¨¢ en su expresiva mirada. Unos ojos grandes y sombreados destacan por encima de la mascarilla, a la que ha cosido el distintivo universal de su oficio: la nariz roja de payaso.
Este derroche circense parece m¨¢s propio del centro tur¨ªstico que de la periferia madrile?a, donde este ucranio de 55 a?os vive y se gana la vida. Despu¨¦s de cada breve actuaci¨®n, se acerca a los conductores con una enorme hucha de lat¨®n. Algunos d¨ªas ingresa 30 euros y otros se marcha sin nada, explica en un castellano precario. La biograf¨ªa de Iv¨¢n encarna los avatares del Este desde el derrumbe del tel¨®n de acero. Hizo el servicio militar y se form¨® en la academia de polic¨ªa cuando su pa¨ªs a¨²n integraba la extinta Uni¨®n Sovi¨¦tica. Tras la independencia, sirvi¨® dos d¨¦cadas como agente y se alist¨® voluntario a las misiones de paz que las Naciones Unidas desplegaron en Bosnia. Finalmente, le condujo al exilio su militancia europe¨ªsta, fraguada al calor de las movilizaciones de 2014 en Kiev contra el expresidente prorruso V¨ªktor Yanuk¨®vich.
Tras pasar por Polonia y Ruman¨ªa, arrib¨® en Madrid hace un trienio, acompa?ado de su hijo mayor. Los dos permanecen a la espera de la resoluci¨®n definitiva de su demanda de asilo. En la regi¨®n se presentaron el a?o pasado 33.871 solicitudes de este tipo, de acuerdo con los datos del Ministerio del Interior. La primera parada para ellos suele ser el centro de acogida con 165 plazas que la Comisi¨®n Espa?ola de Ayuda al Refugiado (CEAR) tiene en Getafe. El padre pas¨® all¨ª tres meses y el hijo, seis. El programa de bienvenida incluye clases de castellano, talleres de gesti¨®n de la econom¨ªa dom¨¦stica, formaci¨®n para la b¨²squeda de empleo y lecciones b¨¢sicas de derecho. Comenzaron a percibir entonces una ayuda de 350 euros que se alarg¨® durante un a?o. Con todo, Iv¨¢n deseaba salir del centro e iluminar con sus n¨²meros las calles de la ciudad:
¡ª Hacer de payaso me alegra el coraz¨®n. Para descubrir mi vocaci¨®n tuve que derribar la barrera de la verg¨¹enza.
Cuando se lava la cara y se cambia de ropa, Iv¨¢n es un hombre calmado, con la piel apagada y ojos ocultos en sus cuencas. Payaso autodidacta, sus primeras actuaciones en la calle surgieron por afici¨®n, cuando a¨²n trabajaba como inspector. ¡°Era una v¨¢lvula de escape, por primera vez me sent¨ª libre¡±, relata tras su jornada laboral al aire libre. Despu¨¦s consigui¨® un contrato temporal en el teatro de Tern¨®pil, su ciudad natal, y abandon¨® el cuerpo de polic¨ªa. De aquella ¨¦poca a¨²n conserva el gorro naranja y la peluca p¨²rpura, la blusa bordada y la casaca de arlequ¨ªn. Unas prendas que llaman la atenci¨®n del viandante durante sus actuaciones callejeras: ¡°Prob¨¦ a trabajar en la Puerta del Sol, pero hay mucha competencia. Aqu¨ª juego con el factor sorpresa, en un barrio del sur nadie espera a un payaso¡±.
¡°Los pobres tambi¨¦n tenemos derecho a la risa, ?no?¡±
¡°Los pobres tambi¨¦n tenemos derecho a la risa, ?no?¡±, prosigue. Sus inicios en el activismo del humor son posteriores a una militancia pol¨ªtica que le ha convertido en proscrito. El expresidente Yanuk¨®vich huy¨® de Ucrania en 2014, pero con su marcha no amainaron las tensiones civiles. Las milicias prorrusas comenzaron a controlar vastos territorios del pa¨ªs y Putin se anexion¨® unilateralmente la pen¨ªnsula de Crimea. Iv¨¢n se incorpor¨® a Nuevas Fuerzas, un movimiento social creado en torno al expresidente georgiano Mija¨ªl Saakashvili, a la saz¨®n gobernador de la regi¨®n ucraniana de Odesa, cargo del que despu¨¦s fue destituido por conspiraci¨®n contra el primer ministro. ¡°Los servicios secretos del pa¨ªs me dieron una paliza en aquella ¨¦poca. Tem¨ª por mi vida y la de mi familia¡±, recuerda Iv¨¢n. Las cr¨ªticas al personalismo de su organizaci¨®n tambi¨¦n le valieron represalias internas.
La pol¨ªtica ucrania resulta una trama siniestra repleta de fabuladores. Iv¨¢n dice tener pruebas de que hoy por hoy contin¨²an busc¨¢ndole en Madrid. Receloso de cualquiera, prefiere omitir su apellido y el barrio en el que reside. Toma muchas precauciones. Aqu¨ª comparte piso con su actual pareja ¡ªest¨¢ separado de la madre de sus dos hijos¡ª y otros cuatro ucranios. Paga 500 euros por dos habitaciones con sendas camas y escritorios. En su armario coge polvo la boina azul que llev¨® en 1997 durante las operaciones de Naciones Unidas para el mantenimiento de la paz en Bosnia. Sirvi¨® en la regi¨®n de Klisa, velando por el correcto funcionamiento del servicio de correos en dos pueblos que combatieron en bandos enfrentados. ¡°Me alist¨¦ porque resolver ese conflicto era una cuesti¨®n clave para el futuro del mundo¡±, relata Iv¨¢n.
Su hijo Nazarii, de 29 a?os, vive por su cuenta en un pueblo al norte de Madrid, donde trabaja como pe¨®n de obra. Estudia castellano y traduce a su padre, a quien describe como ¡°un hombre comprometido, pero asustado¡±. En ocasiones trata de convencerle de que busque un trabajo ordinario, como conserje o reponedor en un supermercado. Pero Iv¨¢n niega con la cabeza, repudia los horarios y las oficinas y no est¨¢ dispuesto a abandonar lo que m¨¢s le hace feliz. ¡°Siempre me he sentido un poco incomprendido con esto, tambi¨¦n en mi pa¨ªs¡±, confiesa el padre. Su primog¨¦nito se r¨ªe al recordar que cuando era peque?o Iv¨¢n nunca se disfrazaba con ¨¦l. Jugaban lo justo, dice. M¨¢s bien poco. Si vivieran en Ucrania, la familia percibir¨ªa una pensi¨®n por los servicios militares prestados en el pasado.
Despu¨¦s de un descanso para el caf¨¦, Iv¨¢n vuelve a la carga. Se retoca el maquillaje en el ba?o de un bar y toma posiciones en su esquina habitual. Afloran los nervios, emoci¨®n del eterno aprendiz. Cuando el sem¨¢foro se pone en rojo, suena la banda sonora que marca el comienzo del n¨²mero. Iv¨¢n suelta una carcajada que resuena por toda la avenida. R¨¢pido, brinca por entre los coches y lanza al aire sus bolos. Un ni?o que cruza la calle junto a su madre sonr¨ªe y le agarra la mano. ¡°?Qu¨¦ quieres ser de mayor?¡±, le pregunta el payaso. El chaval enmudece y se limita a dejar una moneda en la hucha. Vista desde esta esquina, la vida parece m¨¢s f¨¢cil.