Emilia y Pablo, las voces sosegadas del torbellino
Dos chilenos procedentes del teatro se convierten en la nueva gran promesa de la canci¨®n en Madrid gracias a su mezcla intimista de folclor andino y aires aflamencados
Se interrogan Emilia y Pablo con la mirada, entre divertidos y desconcertados, cuando han de dilucidar si se sienten actores que adem¨¢s cantan o cantantes que tambi¨¦n act¨²an. Parece una disyuntiva cl¨¢sica, pero nunca se la hab¨ªan planteado en estos t¨¦rminos. As¨ª que dudan, reflexionan, suspiran y al final es ¨¦l quien logra articular la conclusi¨®n: ¡°Disponemos de dos herramientas complementarias. El reto consiste en no ser solo una sola cosa, sino cambiar, disfrazarnos, sorprendernos y convertirnos en un mont¨®n de pablos o emilias. Ah¨ª radica la gracia del arte¡±.
Qu¨¦dense con los nombres. Pablo C¨¢ceres y Emilia Lazo son chilenos y se conocieron ya en Santiago, pero ha sido en estos ¨²ltimos a?os de su ¡°aventura espa?ola¡± cuando se han afianzado como un d¨²o intim¨ªsimo de voces y guitarras, Emilia y Pablo, que aprovechan los escenarios y los videoclips para expresarse con sus cuerpos, teatralizar las canciones y dejarlas en la frontera misma de la performance. Cosas de la creatividad desbocada en esta generaci¨®n que huye de los compartimentos estanco tanto a nivel disciplinar como estil¨ªstico.
Emprendieron su andadura conjunta poni¨¦ndole m¨²sica a poemas de mujeres, a propuesta del festival Ellas Crean, y ah¨ª ya se persuadieron de su complementariedad. ¡°Nos retroalimentamos con aquello de lo que cada cual carece¡±, anota Lazo. ¡°Emilio se aproxima a la guitarra desde un lugar imaginativo y yo apelo con mi voz al folclor latinoamericano, pero a partir de una inflexi¨®n algo aflamencada¡±.
El resultado tiene algo de intrigante y, por eso mismo, de propicio para la fascinaci¨®n. ¡°Es una mezcla que la gente no entiende muy bien, pero que nos diferencia de otros d¨²os¡±, reflexiona ella. ¡°Nos cuesta mucho encuadrarnos en un estilo porque, aunque partamos de influencias e instrumentos andinos, al final recalamos en un universo muy nuestro¡±. Y su compa?ero de aventuras tambi¨¦n coloca el acento en esa versatilidad. ¡°Mi abuelo es poeta, mi padre me ense?aba de ni?o a tocar el piano con canciones de Vangelis en el teclado y yo empec¨¦ a tocar en bandas de swing y punk, pero he terminado incluso tocando la bandurria en el Coro Riojano. Todo suma, en ¨²ltimo extremo, y te ayuda a crecer como artista¡±.
Ese crecimiento se plasmar¨¢ al fin esta primavera en un primer ¨¢lbum, Territorio de delirio, sobre el que los adelantos y las actuaciones previas solo aportan buenos augurios y una creciente curiosidad entre los amantes de la canci¨®n m¨¢s ecl¨¦ctica. Esa que se mira en el espejo de la tradici¨®n iberoamericana antes que en la herencia eterna, pero angl¨®fona, de Simon & Garfunkel o de formulaciones mixtas como Tuck & Patti. Hablan nuestros chilenos de sus referentes y se les entremezclan en cadencia atropellada los nombres, acaso los mitos: Caetano [Veloso], Mercedes [Sosa], Violeta Parra, Quilapay¨²n, Los Jaivas, el viejito venezolano Sim¨®n D¨ªaz¡ ¡°y hasta un poco de Metallica, Ray Charles o Los Panchos¡±, enumeran. Todo ello, en sabia proporci¨®n de cocteler¨ªa y siempre con esa sobredimensi¨®n esc¨¦nica que los hace tan singulares. ¡°Yo mismo era mucho m¨¢s t¨ªmido al llegar a Madrid¡±, se sincera Pablo, ¡°y hasta me tiritaban las manos al salir a escena. Ahora s¨¦ que estudiar teatro representa una forma de estar ante el mundo, de aceptar que puedes llevar a cabo tus propias locuras. En un concierto, sin ir m¨¢s lejos¡±.
La locura. El delirio. Ellos lo denominan ¡°el contenido hechizado¡±, sin ¨¢nimo de ponerse esot¨¦ricos. No les interesa tanto la m¨ªstica como el enigma, esa curiosidad por ¡°profundizar en territorios m¨¢s inexplorados¡±. Y hay algo de tel¨²rico en las aclaraciones que formula Pablo C¨¢ceres al respecto, acaso m¨¢s po¨¦ticas que expl¨ªcitas. ¡°A veces siento mucho fuego con Emilia, como una energ¨ªa de hoguera. Y yo me percibo m¨¢s como un trueno, un latigazo el¨¦ctrico. No sabr¨ªa explicarlo de manera acad¨¦mica, sino solo a trav¨¦s del imaginario. Emilia es m¨¢s profunda, m¨¢s bruja; como si estuviese en un desierto¡±.
Mejor escucharlos, en caso de que esta aureola de misterio no acabe de parecerles suficientemente expl¨ªcita. Emilia y Pablo se comportan como un torbellino de sosiego: cantan y tocan desde la dulzura, pero transportan hasta un microcosmos de inquietudes y po¨¦tica sugerida. Y todo ello, sin m¨¢s respaldo que el de cuatro manos y dos gargantas. ?Son suficientes un par de artistas para llenar un escenario, para articular un discurso ambicioso? C¨¢ceres y Lazo vuelven a cruzarse la interrogaci¨®n en sus pupilas, a intercambiar suspiros. ¡°Esa es la pregunta del siglo¡±, conceden, ¡°pero creemos que s¨ª. Durante todo este tiempo nos hemos sentido capaces de articular una especie de intimidad arropada¡±. Y recurren al condicional para concluir: ¡°quiz¨¢ alguna vez recurramos puntualmente a terceros y materialicemos alg¨²n arreglo que por ahora solo escuchamos en nuestras cabezas, pero solo si la colaboraci¨®n aporta un sentido art¨ªstico y est¨¦tico adicional. Queremos mantener esa confianza rec¨ªproca de ser solo dos¡±.
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