No hay Semana Santa ni clientela para el bar de carretera
Las cafeter¨ªas y restaurantes en las rutas que salen de Madrid aguantan los diferentes cierres perimetrales bajo m¨ªnimos
El Hotel-Restaurante Atalaya, a escasos kil¨®metros del l¨ªmite de la Comunidad de Madrid con Castilla-La Mancha, en la A-3, suele hacer su agosto en Semana Santa. En otros a?os la amplia sala estar¨ªa abarrotada de viajeros tomando la merienda, un caf¨¦ o un refresco de camino a la playa, pero ahora solo hay dos hombres del pueblo m¨¢s cercano, Fuentidue?a de Tajo. Uno juega a la tragaperras mientras toma sorbos de caf¨¦ con leche; el otro est¨¢ embelesado con la televisi¨®n, aunque no habla castellano.
Hace dos a?os, la DGT calculaba que en ...
El Hotel-Restaurante Atalaya, a escasos kil¨®metros del l¨ªmite de la Comunidad de Madrid con Castilla-La Mancha, en la A-3, suele hacer su agosto en Semana Santa. En otros a?os la amplia sala estar¨ªa abarrotada de viajeros tomando la merienda, un caf¨¦ o un refresco de camino a la playa, pero ahora solo hay dos hombres del pueblo m¨¢s cercano, Fuentidue?a de Tajo. Uno juega a la tragaperras mientras toma sorbos de caf¨¦ con leche; el otro est¨¢ embelesado con la televisi¨®n, aunque no habla castellano.
Hace dos a?os, la DGT calculaba que en Espa?a se har¨ªan 15,5 millones de desplazamientos en las vacaciones de Semana Santa; muchos de ellos saldr¨ªan de la capital a recorrer el resto del pa¨ªs durante unos d¨ªas. El a?o pasado el confinamiento m¨¢s estricto acab¨® con esa posibilidad de ra¨ªz. Este 2021, el cierre perimetral impuesto desde el 26 de marzo al 9 de abril ha silenciado las carreteras, pero los due?os de los establecimientos que suelen acompa?ar a las gasolineras mantienen abiertos sus negocios para atender al poco tr¨¢fico que nunca para y al goteo de clientes que se atreven a pasar la frontera, en contra de las indicaciones sanitarias.
Aunque el golpe al Atalaya no ha sido una cosa puntual (llevan meses arrastrando p¨¦rdidas) s¨ª se siente m¨¢s en estos d¨ªas, cuenta al l¨ªmite de la angustia el due?o, Adri¨¢n Maier. ¡°En Semana Santa aqu¨ª se hac¨ªan atascos largu¨ªsimos por toda la gente que sal¨ªa de Madrid; eran los mejores d¨ªas del a?o para nosotros. Ahora no hay pr¨¢cticamente nada. La situaci¨®n es muy, muy grave¡±.
En esta ¨¢rea de servicio, a ocho kil¨®metros de la provincia de Cuenca, hay otros dos restaurantes, cada uno con hospedaje tambi¨¦n, pero siempre hab¨ªa habido clientela para todos. Ahora, uno est¨¢ cerrado, sin rastro de actividad reciente, y Maier ha tenido que deshacerse pr¨¢cticamente de su plantilla entera: de 15 trabajadores que eran, ahora solo quedan una camarera, ¨¦l y su esposa para repartirse los turnos de 24 horas entre el hotel y el bar.
Adri¨¢n Maier abri¨® el Atalaya en diciembre de 2016 tras 12 a?os trabajando en hosteler¨ªa y ¡°siguiendo el sue?o de construir algo propio¡±, cuenta este rumano de 41 a?os, ya con resignaci¨®n. ?l entiende que a la pandemia hay que doblegarla con restricciones que frenen los contagios, muchos de los cuales se pueden producir en establecimientos como el suyo. Sin embargo, lo que no entiende es que se hable tanto de salvar la hosteler¨ªa mientras no se dan ayudas directas ¡ªMadrid es la ¨²nica comunidad aut¨®noma que no ha tomado esa medida¡ª. ¡°Yo aqu¨ª tengo que pedir cr¨¦ditos y se r¨ªen de m¨ª cuando digo que soy hostelero. Hemos vivido a?os muy buenos, pero ahora no s¨¦ c¨®mo vamos a resistir¡±.
En el extremo occidental de la comunidad, las carreteras son m¨¢s peque?as y el tr¨¢fico menor, pero la situaci¨®n es parecida a los costados de las rutas que conectan Madrid con las dos Castillas y crean una zona de frontera triple. Al borde del pueblo de Cenicientos, en medio de un paisaje pedregoso, est¨¢ el mes¨®n y hostal Las Pe?as, fundado por Benjam¨ªn Moraleda hace 32 a?os. ¡°Por aqu¨ª siempre ha pasado gente de ?vila, de Toledo o de Madrid que viene a sus pueblos, motoristas a hacer sus rutas o caminantes por los senderos de la zona. Pero ahora est¨¢ esto muerto porque quedamos aislados¡±, cuenta detr¨¢s de su mascarilla negra este hombre de 75 a?os que construy¨® con sus manos el negocio que ahora atienden ¨¦l y su hija Cristina, de 44.
El telediario, denominador com¨²n de todos estos establecimientos, rellena el silencio de la sala con noticias de fiestas ilegales del fin de semana pasado; y aunque nadie le ponga atenci¨®n, simula el ajetreo que habr¨ªa si la pandemia nunca hubiese sucedido. Ahora, los ¨²nicos clientes est¨¢n sentados al mediod¨ªa en la soleada terraza. Son los m¨¢s fieles. Un vecino que va todos los d¨ªas a comer el men¨² diario de 10 euros y tres amigos del pueblo que suelen tomar all¨ª el aperitivo. ¡°A nosotros nos gusta venir porque es donde nos sentimos c¨®modos. Es costumbre, siempre que podemos, aqu¨ª estamos. Nos tratan bien y adem¨¢s el men¨² est¨¢ muy bueno, que a veces tambi¨¦n comemos¡±, explica Jose Luis Vedia, que tiene un cebadero al borde del pueblo y tambi¨¦n ha sufrido el golpe a la hosteler¨ªa.
Los controles policiales ahuyentan a los conductores m¨¢s que el miedo al contagio o la propagaci¨®n del coronavirus. Se ubican en las fronteras y algunos incluso se pueden ver desde la mesa de los establecimientos de las carreteras. Es el caso del restaurante Almenara de Catalucia, en el costado de la carretera a Extremadura. El edificio de ladrillo visto y toques campestres est¨¢ exactamente en el l¨ªmite con la provincia de Toledo y, a unos metros suelen ponerse algunos de los 4.818 agentes de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado que conforman el dispositivo especial para asegurar que se cumplen las restricciones de movilidad en Madrid durante la Semana Santa.
Eso los ha sentenciado, comenta Francisco Ram¨ªrez, hijo del due?o y encargado desde que han tenido que rebajar la plantilla. ¡°Nuestra clientela viene principalmente de Navalcarnero, de la zona. Somos un asador y la gente nos conoce. Pero nos han cancelado muchas reservas para estos d¨ªas por miedo a que los paren, incluso aunque vayan a volver, porque tendr¨ªan que entrar a Castilla-La Mancha por poco¡±. Ahora solo les queda atender a los trabajadores de un pol¨ªgono industrial cercano, a quienes atraen con un men¨² del d¨ªa. Aunque un intr¨¦pido viajero pase por all¨ª, no es probable que pare a metros de la frontera, con la posibilidad de estar ante los ojos de los agentes.
En otras carreteras el efecto del cierre perimetral se nota menos. En la A-2, entre Alcal¨¢ de Henares y Guadalajara, el aparcamiento del restaurante la Venta de Meco est¨¢ poblado por unos cuantos grandes camiones. Sus due?os son los hermanos Jes¨²s Carlos y Alejandro Est¨¦vez, que lo heredaron hace 40 a?os de sus padres. ¡°Nosotros hemos sufrido la pandemia, como todos. Pero, por ejemplo, esto de la Semana Santa tampoco nos ha afectado demasiado. Nuestros clientes son principalmente camioneros, que nos conocen hace mucho tiempo, y trabajadores de la zona tambi¨¦n¡±, cuenta Jes¨²s Carlos. All¨ª la valla de la frontera tambi¨¦n se alcanza a ver, pero, dicen los hermanos, no se suelen poner controles porque el tr¨¢fico es, en su mayor¨ªa, pesado.
Aun as¨ª, dentro del laberinto de salas de la Venta de Meco, que evidencian el crecimiento progresivo del negocio, se percibe un vac¨ªo extra?o; el mismo que se siente en todos los bares de carretera en estos tiempos pand¨¦micos. Tiene un ritmo particular, acompasado por una radio o una televisi¨®n siempre encendida ¡ªcasi siempre ignorada¡ª y el sonido incesante de veh¨ªculos de todos los tama?os que pasan a metros de la entrada y hacen vibrar las ventanas. La habitual semana de bonanza de los establecimientos de carretera es una v¨ªctima m¨¢s de los efectos de la pandemia; y a pesar del sonido constante, lo que se palpa es el silencio de la operaci¨®n salida que no fue.