Tiempos de nalga al viento
Cada a?o las nalgas se liberan un poco m¨¢s y escapan de la caverna de Plat¨®n; con la llegada del calor, vemos m¨¢s medias lunas de cacha alegre conviviendo con las personas en el espacio urbano
Hace unos a?os, supongo, por azares de la existencia, un mil¨ªmetro de nalga escap¨® de su short vaquero y se expuso al mundo. Y vio la nalga el sol, y los crep¨²sculos, y que el planeta estaba lleno de personas y de misterios. Y entendi¨® la nalga que aquello era bueno. Y cont¨®selo a otras nalgas, que empezaron a asomar de sus respectivos pantalones para ver la vida y la luz, despu¨¦s de a?os de ocultamiento.
Cada a?o las nalgas se liberan un poco m¨¢s y escapan de la caverna de Plat¨®n; con la llegada del calor, vemos m¨¢s medias lunas de cacha alegre conviviendo con las personas en el espacio urbano. La ciudad se convierte en esa parrilla chisporroteante llena de muslamen y de carnona, y las nalgas se sienten felices de haber superado el duro invierno y volver a conocer el t¨®rrido viento del asfalto. Uno pensaba que en el futuro hipertecnol¨®gico vestir¨ªamos con trajes metalizados e inteligentes, pero hete aqu¨ª que, rodeados de gadgets y abandonados a la hipot¨¦tica innovaci¨®n, vamos cada vez m¨¢s desnudos. Hace tiempo que el short torn¨® en minishort, y luego en nanoshort, y luego en short cu¨¢ntico, de modo que hay muchos culos sometidos al Principio de Incertidumbre de Heisenberg. Todo est¨¢ borroso y blando.
Uno pensaba que en el futuro hipertecnol¨®gico vestir¨ªamos con trajes metalizados e inteligentes, pero hete aqu¨ª que, rodeados de gadgets y abandonados a la hipot¨¦tica innovaci¨®n, vamos cada vez m¨¢s desnudos.
?Hasta cu¨¢ndo seguir¨¢ este fen¨®meno? ?Hasta el tanga? ?Hasta el nudismo? ¡°En las tendencias marcadas por el mercado no se percibe un avance en este tipo de prendas¡±, me dice la periodista de moda y vecina de columna Raquel Pel¨¢ez, ¡°aunque hay tendencias entre las chicas j¨®venes que escapan al mercado¡±. Vaya, que la nalga es silvestre y underground. Pel¨¢ez es partidaria de la nalga al aire, aunque sea inc¨®moda a la hora de aposentarse en las terrazas: las sillas se pegan y dejan marcas de entrecot.
?Qu¨¦ debemos pensar de la exposici¨®n de las carnes traseras? Podr¨ªamos escandalizarnos, pero hubo gente que generaciones atr¨¢s se escandaliz¨® por la visi¨®n de los tobillos, de las pantorrillas, de las rodillas, del bikini, partes de la anatom¨ªa que nos parecen hoy tan inocentes. As¨ª que, personas de todo g¨¦nero y condici¨®n, debemos abrazar la nalga insolente para as¨ª navegar en el sentido de la Historia y no dar pena dentro de cien a?os. Solo somos un mont¨®n de compuestos basados en el carbono.
No sabemos qu¨¦ pasar¨¢ con la nalga p¨²blica en los pr¨®ximos a?os. Quiz¨¢s estemos en su cenit y volvamos a tiempos de reclusi¨®n foucaltiana. O quiz¨¢s estemos al inicio de un crecimiento exponencial en su exhibici¨®n, opci¨®n que ser¨ªa m¨¢s deseable. Lo ¨²nico que me apena de estas nalgas liberadas, que empiezan a integrarse en la sociedad y a empoderarse, es que olviden su principal cometido: sentarse encima. Un cometido humilde, pero necesario. A nadie le gusta estar mucho rato de pie. Pobres nalgas meritocr¨¢ticas y aspiracionales, cimiento c¨¢rnico de los sue?os rotos.
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