Los chulapos y chulapas vuelven tras la pandemia
Los madrile?os se engalanan con sus trajes regionales para recorrer las calles m¨¢s emblem¨¢ticas de la verbena de La Paloma bailando chotis, despu¨¦s del par¨®n del a?o de la crisis sanitaria
La temporada de verbenas de agosto ha sacado a la calle a cientos de chulapos y chulapas que, a pesar de la falta de grandes festejos por las restricciones del coronavirus y la ola de calor que ha batido r¨¦cords, han inundado las calles de m¨²sica tradicional y pasos de chotis. La fiesta comenz¨® a principios del mes en la calle del Oso por San Cayetano; continu¨® en la plaza de Lavapi¨¦s para celebrar San Lorenzo y termina ahora a las puertas del bar Mu?iz, en la esquina de las calles de Toledo y Calat...
La temporada de verbenas de agosto ha sacado a la calle a cientos de chulapos y chulapas que, a pesar de la falta de grandes festejos por las restricciones del coronavirus y la ola de calor que ha batido r¨¦cords, han inundado las calles de m¨²sica tradicional y pasos de chotis. La fiesta comenz¨® a principios del mes en la calle del Oso por San Cayetano; continu¨® en la plaza de Lavapi¨¦s para celebrar San Lorenzo y termina ahora a las puertas del bar Mu?iz, en la esquina de las calles de Toledo y Calatrava, por la verbena de La Paloma, la ¨²ltima del verano. Tras el a?o de pandemia, los chulapos han pillado las calles con ganas de bailar y concentran a su paso a decenas de curiosos que aplauden, hacen fotos, e incluso, se animan a aprender los movimientos del baile m¨¢s castizo de Madrid. Estos son algunos de los que han acudido a los festejos con sus mejores galas de chulapos.
Los chulapos influencers
C. Tangana paseaba tranquilamente por los jardines del Museo del Prado (¡°con unas gafas estramb¨®ticas¡±) cuando vio aparecer al chulapo David L¨®pez, engastador de 59 a?os, y a la chulapa Carmen Cachadi?a, funcionaria (ella zanja el tema de la edad con un ¡°tengo los a?os que aparento¡±). El rapero, que no les quitaba la vista de encima, sac¨® el m¨®vil para grabarles cuando se arrancaron a bailar un chotis con esa chuler¨ªa tan caracter¨ªstica. As¨ª acabaron David y Carmen en las redes sociales de El Madrile?o, del que, seg¨²n afirman, no hab¨ªan escuchado una canci¨®n jam¨¢s. Ahora son sus fans absolutos porque ¡°es un crack por no denostar lo antiguo, todo lo contrario¡±. Otros artistas, como Alejandro Sanz, tambi¨¦n han compartido v¨ªdeos de esta pareja bailando con destreza en la puerta de los bares m¨¢s antiguos de Madrid. Ante tanta expectaci¨®n, la pareja ha abierto una cuenta de Instagram solo con las fotos que les hace la gente. No es para menos, David parece que lleva ruedas en los pies y Carmen tiene un arte especial con las figuras postineras.
Todo fue por casualidad. Un 15 de agosto por la ma?ana hace ahora ocho a?os, acicalados con sus trajes de chulapo y chulapa se encontraron a una pareja bailando chotis por la calle. Les preguntaron c¨®mo se hac¨ªa y ellos les invitaron a probar. ¡°El chotis no tiene academias, es un baile callejero¡±, dicen. Penaron al principio, pero ahora les sale tan natural que parece un baile f¨¢cil. ¡°Nosotros escuchamos esta m¨²sica madrile?a en casa, en el coche¡ est¨¢ en nuestro ADN, somos chulapos aut¨¦nticos porque estamos orgullosos de nuestra ciudad¡±, afirman. ¡°Desgraciadamente el madrile?o o el que viene a Madrid que es lo mismo, no tiene la oportunidad de escuchar esta m¨²sica porque no se pone en ning¨²n lado¡±, aseguran. Una pena, seg¨²n los chulapos: son canciones centenarias que hablan de las calles de la ciudad, de las costumbres de sus habitantes, de sus oficios y de su car¨¢cter madrile?o.
Las bodas de oro del chotis
Antonio S¨¢nchez-Redondo y Araceli Lorenzo se han casado tres veces y tienen cuatro hijos. Pero a ninguno de ellos le ha despertado el gusanillo del chotis y de lo castizo, y no ser¨¢ porque ellos no paren de bailarlo desde hace cinco a?os. Tienen 77 y 78 a?os y la energ¨ªa de un treinta?ero porque ¡°la edad se lleva en el coraz¨®n¡±. No se pierden una oportunidad para salir a la calle con su grupo de amigos, engalanados con sus trajes de chulapos y sus mascarillas a juego (cosidas a mano por Araceli que las personaliza y a?ade el detalle de una foto en la que aparecen ellos mismos, bien agarrados, vestidos tambi¨¦n de chulapos).
Cargados con un gran altavoz, se plantan en cualquier calle del centro, frente a alg¨²n bar emblem¨¢tico y le dan play a la m¨²sica de organillo. ¡°Comenzamos la ruta en mayo, con la primera verbena de Madrid, la de San Isidro, y terminamos con La Paloma en agosto. Adem¨¢s, salimos a bailar con nuestro grupo todos los domingos del a?o: la fiesta la llevamos nosotros¡±, comentan. Antonio y Araceli tienen una misi¨®n, que a¨²n no han conseguido cumplir con sus hijos: atraer a la gente joven. ¡°Esto es cultura de Madrid¡±, afirman antes de ponerse a bailar frente a decenas de curiosos que ya les aplauden. ¡°Hay veces que alguien nos ve y se arrima para darnos dinero, pero nosotros siempre lo rechazamos, esto lo hacemos por la cultura¡±, insisten.
El organillero del bar Mu?iz
El chulapo Mario Villagrasa tiene 23 a?os y una singular afici¨®n: arreglar organillos antiguos. ¡°Los compro por internet o los encuentro en El Rastro y los reparo¡±. Le gustan desde peque?o cuando, durante unas fiestas de San Isidro en el colegio, los profesores les ense?aron las canciones t¨ªpicas de la verbena. ¡°Una de las que sonaron eran de organillo, yo nunca hab¨ªa escuchado ese sonido, pero me llam¨® much¨ªsimo la atenci¨®n¡±. Tambi¨¦n pas¨® algo m¨¢s, una alineaci¨®n de planetas: la chica que le gustaba le cogi¨® de la mano en el preciso instante en que escuch¨® por primera los m¨ªticos primeros compases de La verbena de La Paloma, esos que dicen ¡°d¨®nde vas con mant¨®n de manila¡±. ¡°Se me qued¨® grabado ese momento para siempre, ese sonido¡±. As¨ª lleg¨® a su casa aquel d¨ªa: queriendo saber todo sobre el organillo.
Con el paso de los a?os, Mario se form¨® como t¨¦cnico de sonido y, en su tiempo libre, adem¨¢s de reparar estas m¨¢quinas trabaja como organillero ah¨ª donde se necesite uno. ¡°En todas las fiestas de Madrid del siglo XX hab¨ªa un organillo que reproduc¨ªa las canciones de moda, las que se bailaban, el paso doble, el vals y, por supuesto, el chotis¡±, explica. Como este viernes en el bar Mu?iz, un cl¨¢sico de la calle de Calatrava, epicentro de los festejos de La Paloma, donde el due?o le ha contratado para que el chotis siga sonando. A Mario le fascina el instrumento, lo desmonta y lo vuelve a montar cuando alg¨²n curioso se acerca a preguntar. Y es que este magn¨ªfico organillo con m¨¢s de cien a?os de historia es de por s¨ª un emblema de estas fiestas. Tras la explicaci¨®n, Mario anima a hacer girar la manivela (que, aunque parece f¨¢cil, no lo es tanto) e inunda el bar con los chotis m¨¢s tradicionales.
Los bailongos de Benidorm
Aurora Castro, de 70, y Jos¨¦ Mar¨ªa Carbajal, de 77, se han montado este viernes en el metro vestidos con sus trajes de chulapos. Hasta llegar a La Latina no recuerdan ya cu¨¢nta gente se les ha acercado. ¡°?Me puedo hacer una foto con usted?¡±, remeda Aurora entre risas. Ellos s¨ª que se vistieron con el traje regional el a?o pasado. A pesar de la pandemia. ¡°Fue una escapada, y vali¨® la pena porque llevamos un punto de normalidad y alegr¨ªa a la calle¡±.
Comenzaron a bailar chotis hace cuatro a?os, aunque ya bailaban de todo desde que se casaron hace 50: pasodoble, chachach¨¢, sevillanas. ¡°Ahora nos hemos centrado en el chotis, cuando nos vamos de vacaciones a Benidorm le pedimos al DJ que nos ponga una canci¨®n de chotis y lo bailamos en todas partes¡±, explican. Hacen patria, transmiten su cultura. Jos¨¦ Mar¨ªa y Aurora no son gatos, pero casi. ¡°El chotis es lo que tenemos en la sangre, podemos bailar sevillanas, pero esto es parte de nosotros, lo vivimos¡±.
Antes de que existiera el virus que puso el mundo del rev¨¦s, bailaban todo el d¨ªa al menos una vez a la semana. ¡°Qued¨¢bamos a las 11 de la ma?ana en Callao, luego ¨ªbamos para Sol, ?pera, hasta llegar a las puertas del Teatro Real. Luego par¨¢bamos para comer y despu¨¦s de cantar, comer y beber, nos volv¨ªamos a Callao a seguir bailando hasta las ocho de la tarde¡±, recuerdan. Y luego llegaban las verbenas, donde bailaban todos los d¨ªas sin excepci¨®n. ¡°Ahora hemos vuelto, pero a¨²n no es lo mismo¡±.
Los chulapos 5.0
Gonzalo Palacios, dise?ador de 58 a?os, ha pintado violetas en los volantes del vestido de chulapa de su pareja, To?i San Pedro, prejubilada de la misma edad. Tambi¨¦n en su mant¨®n de Manila y en su abanico. ?l ha tenido el detalle de adornarse con unos calcetines morados y unas violetas de pl¨¢stico que lleva prendidas en el ojal del chaleco. Van perfectamente conjuntados y han procurado darle al cuadro final un toque moderno. ¡°Las chulapas tienen muchas opciones con sus trajes, pero nosotros no tantas, por eso yo siempre intento meter accesorios diferentes, calcetines de colores, flores en la gorra. Soy un chulapo 5.0¡±, dice Gonzalo.
Seg¨²n esta pareja, ser chulapo es amar Madrid (siempre desde la normalidad, sin exaltaciones nacionalistas, aclaran). ¡°Nosotros somos s¨²per madrile?os porque adoramos nuestra ciudad, por eso somos chulapos¡±, explican. Tambi¨¦n bailan chotis desde hace dos a?os; el Covid se present¨® justo cuando alcanzaban su mejor momento como bailarines. ¡°Nos pasamos la cuarentena bailando en el sal¨®n de casa y enviando los v¨ªdeos a nuestra escuela de baile, es lo ¨²nico que pod¨ªamos hacer para quitarnos el mono¡±. La normalidad a medio gas que viven estos d¨ªas de verbenas les parece, por ello, ¡°la bomba¡±. Para la pareja, la cultura castiza est¨¢ en peligro de extinci¨®n porque hay pocos j¨®venes interesados en ella. ¡°Todo el mundo percibe algo rancio en estos trajes, en estos bailes. En San Isidro los ni?os se visten de chulapos como si se disfrazaran. Esto no es un disfraz¡±. Tal y como explican, el traje regional deber¨ªa formar parte de la idiosincrasia de las verbenas madrile?as tal y como el traje de flamenca lo es a la Feria de Abril. ¡°Todo el mundo deber¨ªa tomarse con m¨¢s normalidad vestirse de chulapo durante estas fiestas¡±, afirman.
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