Cipreses y crisantemos
Las dos plantas, cipreses y crisantemos, nos traen su belleza, para recordarnos que estamos en el aqu¨ª y en el ahora
Ya pas¨® el D¨ªa de Todos los Santos. Miles de personas han rendido tributo a sus seres queridos. Los cementerios se llenaron de pasos en calma y de flores al pie de las tumbas. Y quienes siempre observan el traj¨ªn del ir y venir de aquellos dolientes son los cipreses (Cupressus sempervirens), un ¨¢rbol excepcional, por muchas y variadas razones. Proviene de la zona del mar Egeo, sin que se sepa con exactitud de d¨®nde es originario. Ha sido, y es, ampliamente plantado en todos l...
Ya pas¨® el D¨ªa de Todos los Santos. Miles de personas han rendido tributo a sus seres queridos. Los cementerios se llenaron de pasos en calma y de flores al pie de las tumbas. Y quienes siempre observan el traj¨ªn del ir y venir de aquellos dolientes son los cipreses (Cupressus sempervirens), un ¨¢rbol excepcional, por muchas y variadas razones. Proviene de la zona del mar Egeo, sin que se sepa con exactitud de d¨®nde es originario. Ha sido, y es, ampliamente plantado en todos los pa¨ªses mediterr¨¢neos, as¨ª como en Oriente Medio. Tanta veneraci¨®n por su cultivo hay que buscarla en la antig¨¹edad cl¨¢sica, cuando ya era considerado un ¨¢rbol sagrado. El mism¨ªsimo Zoroastro plant¨® un cipr¨¦s en la puerta de su templo del fuego, y para ello lo trajo del para¨ªso. Incluso a¨²n se mantiene en pie en Ir¨¢n uno de los que plant¨® este profeta, seg¨²n cuenta una de las leyendas: el cipr¨¦s de Abarkuh, con m¨¢s de 4.000 a?os a cuestas. Y muy bien llevados, por cierto. Su nexo con lo divino sobrevuela los siglos, y al cipr¨¦s se le liga con deidades como Dem¨¦ter, la sensual Afrodita, Asclepio, Hebe, Rhea¡ Los sacerdotes de Plut¨®n, el dios romano del infierno, adornaban su testa con coronas hechas de sus ramillas, ya que el alma del fallecido llegaba a ese dios transfigurado en un cipr¨¦s. Pero, asimismo, las flechas de Cupido estaban talladas en la madera de esta especie.
En nuestra simplificaci¨®n de las cosas, el cipr¨¦s ha quedado relegado a ¡°ese ¨¢rbol que plantan en los cementerios¡±, al asolar su historia y su belleza con el desprecio, debido a uno de sus principales usos. Continuando con su tradici¨®n sagrada, adorna los camposantos de medio mundo. Y esto no es solo por su herencia cl¨¢sica, sino tambi¨¦n por su funcionalidad. Por su h¨¢bitat natural, sus ra¨ªces est¨¢n acostumbradas a crecer entre rocas y lugares angostos en las monta?as. Y, lejos de perturbarle, es algo que le agrada: sus fort¨ªsimas ra¨ªces profundizan mucho, y no da?an ni levantan los empedrados, ni las aceras o construcciones que bordean su existencia. Esto es una gran ventaja en un lugar tan edificante como es un cementerio.
El cipr¨¦s como s¨ªmbolo de hospitalidad es tambi¨¦n otra herencia cl¨¢sica. Hoy en d¨ªa todav¨ªa se vive esa tradici¨®n en las mas¨ªas catalanas, donde se plantaba un ejemplar cerca de la casa para anunciar que al viajero que llegara a sus puertas se le ofrecer¨ªa comida. Si ten¨ªa dos cipreses, tambi¨¦n habr¨ªa bebida. Con tres, se a?ad¨ªa a todo lo anterior el alojamiento.
En el plano est¨¦tico, todo es atractivo. Desde el verde profundo de su ramaje, al que a?ade unos toques marrones c¨¢lidos cuando produce sus conos masculinos, hasta esos grises y casta?os de su corteza. Su silueta es muy hermosa, especialmente cuando es columnar o fastigiada, con esas formas de ramas muy verticales, como si de una llama gigante se tratara. Son, adem¨¢s, perfectos para plantar en una alineaci¨®n, cual centinelas de los caminos, como en esos paisajes de la Toscana italiana que tanto nos enamoran.
La flor de los muertos
Pero la fama de lo l¨²gubre toca no solo a los ¨¢rboles, sino tambi¨¦n a las peque?as herb¨¢ceas. Una de las flores que hace una semana han acompa?ado los lamentos y la tristeza de quienes vieron partir a familiares y amigos es el crisantemo (Chrysanthemum spp.). Si el cipr¨¦s recibe popularmente en Espa?a el nombre de ¡°¨¢rbol de los muertos¡±, el crisantemo cuenta con el sofisticado apelativo de ¡°flor de los muertos¡±. Todo un ejercicio de poes¨ªa castiza. ¡°Yo tambi¨¦n crec¨ª en una familia que llevaba crisantemos al cementerio cuando llegaba el uno de noviembre. Era pr¨¢cticamente la ¨²nica ocasi¨®n que ten¨ªan los crisantemos de colarse en mi vida¡±, recuerda Aina S. Erice, bi¨®loga y divulgadora veget¨®fila. Aina tambi¨¦n nos lleva de viaje en su blog a los pa¨ªses de Oriente, ¡°donde existe una tradici¨®n muy fuerte en el uso de los crisantemos, con variedades bell¨ªsimas¡±. Para ella, la hermosura de esta flor ¡°no puede verse eclipsada por uno de sus usos, ligado a los ritos funerarios¡±. Es m¨¢s, esta flor de oto?o ¡°ha inspirado infinidad de poemas, pinturas, cuentos¡ tanto en China como en Jap¨®n¡±, se?ala.
Las dos plantas, cipreses y crisantemos, nos traen su belleza, para recordarnos que estamos en el aqu¨ª y en el ahora. En uno de los Rubaiyat de Omar Jayam, quiz¨¢s en una de las versiones menos ortodoxas del libro, escuchamos este canto, donde no pod¨ªan dejar de aparecer el cipr¨¦s y las flores como parte del disfrute de la vida: ¡°Cuando hayamos muerto, no habr¨¢ ya rosas ni cipreses, ni labios rojos ni vino perfumado¡±.
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