El periodista que se infiltr¨® en los bajos fondos de Madrid
La editorial La U?a Rota recupera la serie de reportajes ¡®Los otros¡¯, de Ignacio Carral
Ignacio Carral dej¨® sus comodidades peque?oburguesas, se compr¨® unos harapos en el Rastro y se perdi¨® en las profundidades de los bajos fondos madrile?os. Las callejuelas de Lavapi¨¦s, los alrededores de Tirso de Molina, las tabernas de Arganzuela, los ambientes marginales que rodeaban al puente de Toledo, en una ¨¦poca en la que las desigualdades urbanas eran todav¨ªa mayores que ahora. Carral era periodista y su periplo de un mes por la cara m¨¢s oscura de Madrid se comenz¨® a...
Ignacio Carral dej¨® sus comodidades peque?oburguesas, se compr¨® unos harapos en el Rastro y se perdi¨® en las profundidades de los bajos fondos madrile?os. Las callejuelas de Lavapi¨¦s, los alrededores de Tirso de Molina, las tabernas de Arganzuela, los ambientes marginales que rodeaban al puente de Toledo, en una ¨¦poca en la que las desigualdades urbanas eran todav¨ªa mayores que ahora. Carral era periodista y su periplo de un mes por la cara m¨¢s oscura de Madrid se comenz¨® a publicar el 21 de enero de 1930 en el semanario Estampa, en forma de serie de ocho reportajes titulada Los otros. Ahora la editorial La u?a rota reedita la serie completa en edici¨®n del tambi¨¦n periodista Carlos ?lvaro. Algunas otras publicaciones recientes se ocupan de aquel Madrid tremendo, por ejemplo, Las calles siniestras, de P¨ªo Baroja, o C¨®lera, de Julio Vargas, ambas publicadas por La Felguera.
En el mes que pas¨® en las calles, Carral, acompa?ado del dibujante Rivera Gil, se infiltr¨® en pandillas de delincuentes, casi se involucr¨® en atracos, se vio envuelto en disputas tabernarias, pas¨® hambre, frio, sinti¨® la lluvia en la cara que le sacaba del sue?o en plena calle, en pleno invierno. Estuvo con los pobres, con los sin techo, con los rateros, con las prostitutas, con los desesperados. Sinti¨® el total desarraigo: una vida h¨²meda, oscura y violenta, desesperada, que viv¨ªan cientos de personas en la capital. ¡°Solo la estrecha hermandad de la miseria les hace mostrarse como tal y como son, aun aquellas veces que tienen el prop¨®sito deliberado de enga?ar¡±, escribe Carral, ¡°entre ellos y los que no son como ellos existe una separaci¨®n de mundos radical, tal que si pertenecieran a planetas distintos¡±.
Ignacio Carral (Segovia, 1897- Madrid, 1935) fue uno de los periodistas relevantes de la Espa?a previa a la Guerra Civil, donde tambi¨¦n se cuentan otros como Manuel Chaves Nogales o Gaziel y cuya corriente se vio truncada por la guerra y 40 a?os de dictadura, igual que pas¨® en otras florecientes disciplinas del pensamiento y la cultura. No est¨¢ claro que el nivel se haya recuperado. ?Por qu¨¦ no es tan conocido Carral como otros de sus coet¨¢neos? ¡°Tal vez porque muri¨® joven, de angina de pecho a los 37 a?os, y no lleg¨® a vivir la guerra¡±, cuenta ?lvaro. Los otros, eso s¨ª, tuvo mucho ¨¦xito entre la clase media urbana de la ¨¦poca, muy interesada en una realidad que ten¨ªa muy cerca pero que le era inaccesible. Un a?o despu¨¦s de esta serie repiti¨® la experiencia, pero esta vez en los submundos de la ciudad de Marsella, y para el diario Ahora, que era de la misma propiedad que Estampa. En otra ocasi¨®n recorri¨® Castilla y Extremadura durante un mes, entre gitanos y mendigos, mesones y conventos, en la serie que titul¨® Soy un vagabundo.
?lvaro, que lleva a?os detr¨¢s de la lejana figura de Carral, lo celebra como un precursor del Nuevo Periodismo estadounidense (Tom Wolfe, Norman Mailer, Joan Didion, etc), del periodismo gonzo (como el de Hunter S. Thompson) o de inmersi¨®n (como en el caso G¨¹nter Wallraff, acostumbrado a disfrazarse para vivir en su piel la vida de los desfavorecidos). El caso de Carral no era ¨²nico, ya otras periodistas hab¨ªan practicado la infiltraci¨®n, por ejemplo, Magda Donato, que vivi¨® en manicomios y c¨¢rceles de mujeres, o Josefina Carabias, que trabaj¨® ocho d¨ªas en el hotel Palace para contarlo en un reportaje.
Es curioso que buena parte del lenguaje callejero de hoy ya se utilizara en aquella ¨¦poca: bofia, afanar, julai, trena, peluco, pi?os o trincar. Carral muestra un estilo directo y contundente, con buen o¨ªdo para el habla popular, y que muchas veces suena totalmente contempor¨¢neo. A veces las situaciones m¨¢s crudas son retratadas con fino humor. ¡°Creo que su objetivo era trasladar con crudeza la situaci¨®n que hab¨ªa en esos bajos fondos, tambi¨¦n como denuncia¡±, se?ala ?lvaro. ¡°Y, aunque en ocasiones sea evidente su punto de vista burgu¨¦s, que ¨¦l mismo admite al principio del primer cap¨ªtulo, hay pasajes hondos que dejan ver su sensibilidad y su compromiso social¡±. El periodista llevaba varios a?os militando contra un r¨¦gimen mon¨¢rquico que agonizaba (en parte carcomido por las desigualdades que Carral constat¨®) y que dio en la Rep¨²blica, y cre¨ªa en una Espa?a m¨¢s igualitaria. Estuvo afiliado a la Izquierda Republicana de Manuel Aza?a, a quien elogi¨® en sus escritos. ¡°A Carral, eso que vio aquellos d¨ªas en los barrios del Madrid m¨¢s desfavorecido, s¨ª le lleg¨® dentro¡±, a?ade ?lvaro.
Hubo lectores que, ante lo sorprendente de la aventura de Carral, dijeron no creerse que aquel mes en el submundo fuera una experiencia real, sino fruto de la imaginaci¨®n y la pluma del periodista. En el semanario Estampa lo desmintieron con rotundidad. Publicaron una foto de Carral vestido de ratero con este pie de foto: ¡°He aqu¨ª Ignacio Carral, el compa?ero nuestro que para hacer unas informaciones de los bajos fondos madrile?os ha pasado un mes entre los rateros¡¡±
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