Las calles siniestras del Madrid de Baroja
Un libro recopila los paseos del escritor por los barrios m¨¢s s¨®rdidos de la capital
Como la ciudad est¨¢ en constante mutaci¨®n, en tiempo de P¨ªo Baroja, como ahora, tambi¨¦n se generaban preocupaciones sobre la p¨¦rdida de las esencias de la capital. ¡°El fen¨®meno del desprestigio de la ciudad se est¨¢ dando en Madrid, como en todas las dem¨¢s ciudades del mundo¡±, escribe Baroja en un art¨ªculo de 1935. ¡°El provinciano inteligente comprende que en Madrid no le va a pasar nada m¨¢s interesante que en su pueblo. ?nicamente encontrar¨¢ m¨¢s barullo en las calles. En lo dem¨¢s no ver¨¢ diferencia; la misma gente, la misma radio, el mismo cine; casi todo igual¡±. Cambien radio por podcast y cine por Netflix, metan un par de influencers en el citado barullo, y podr¨ªa estar escrito hoy mismo.
La familia de P¨ªo Baroja (San Sebasti¨¢n, 1872-Madrid, 1956) se instal¨® en la capital en 1886, cuando ¨¦l ten¨ªa 14 a?os. El futuro escritor ingres¨® en lo que hoy se llama Instituto de San Isidro, en la calle Toledo: desde all¨ª comenz¨® a recorrer aquella ciudad donde los suburbios colindaban con los barrios burgueses. Sus aventuras como fl?neur, como psicoge¨®grafo avant la lettre por Madrid (pero tambi¨¦n por Londres o Par¨ªs), se recopilan en forma de art¨ªculos period¨ªsticos en el libro Las calles siniestras. Antolog¨ªa del eterno paseante, publicado por La Felguera.
¡°Lo que Baroja cuenta de aquellos d¨ªas es el relato de un explorador que se adentra a trav¨¦s de un territorio salvaje e ind¨®mito en el coraz¨®n de una urbe a¨²n no afectada por ning¨²n plan de modernizaci¨®n y ensanche, soportando la presi¨®n demogr¨¢fica y las acometidas de unos suburbios que arrancaban casi a un paso del mism¨ªsimo centro¡±, explica el editor Servando Rocha en el pr¨®logo.
Baroja tiene gusto por los barrios bajos, por las clases populares, por los golfos, los hampones y los gamberros. Pasea por la plaza de Cascorro (entonces de Nicol¨¢s Salmer¨®n), por Ribera de Curtidores, por Lavapi¨¦s, se deja caer por Moncloa para presenciar la ejecuci¨®n p¨²blica de Higinia Balaguer, condenada por el c¨¦lebre crimen de la calle Fuencarral, visita a los ¡°trogloditas¡± (como los llamaba la prensa) que viv¨ªan en cuevas horadadas en la monta?a de Pr¨ªncipe P¨ªo o se lamenta de la desaparici¨®n de las s¨®rdidas callejuelas del centro (por donde Jacometrezo, Silva, Mesonero Romanos, etc), donde sucede la prostituci¨®n y la delincuencia, ¡°tabernas, cafetuchos, tiendas oscuras, casas de citas y consultas de enfermedades secretas¡±. Una zona que cambi¨® su geograf¨ªa e idiosincrasia con los derribos que precedieron la creaci¨®n de la Gran V¨ªa, en 1910 (y que tambi¨¦n inspiraron la c¨¦lebre zarzuela La Gran V¨ªa, de Federico Chueca y Joaqu¨ªn Valverde).
El escritor dibuja un Madrid con el aliento cansado de la Generaci¨®n del 98, la amargura, la nostalgia, el hast¨ªo existencial. ¡°Sus movimientos son azarosos; su mapa, caprichoso. Su deriva, casi siempre en soledad, era tanto diurna como nocturna, pero expresar¨¢ un amor sobre todo por la noche, no solamente por lo que esta tiene de tenebrosa y siniestra, provista de su propia po¨¦tica, sino por los seres que la habitan y lo que sucede en esta¡±, opina Rocha.
Baroja siente atracci¨®n por los arrabales (como Las Injurias y Las Cambroneras, cerca del puente de Toledo), por las rutas de los bohemios como Alejandro Sawa, por los charlatanes ambulantes, por los peores antros o por las Casas de Dormir (por ejemplo, el Bodeg¨®n del Infierno, en la calle Cuchilleros o la que hab¨ªa en la calle Calatrava), pensiones de mala muerte en las que vagabundos y proletarios pod¨ªan pernoctar atados a una mesa o a una pared. Se fija en los mendigos y recuerda oficios terminados como el aguador de o memorialista. Al sur se topa con el Manzanares, un r¨ªo peque?o pero tremendo, en el que flu¨ªan fetos, basuras o animales muertos. Miseria y degeneraci¨®n en las afueras, que Baroja retrata con toda la crudeza. Gente que come gatos muertos.
De estos paseos, de estas escenas costumbristas y s¨®rdidas, que reflejaba en sus art¨ªculos, sacaba el escritor buen material para su producci¨®n novel¨ªstica. La gentrificaci¨®n, la plastificaci¨®n de la ciudad, conceptos tristemente c¨¦lebres en los ¨²ltimos a?os, parecen tambi¨¦n existir en tiempos muy pret¨¦ritos. Y sus cr¨ªticos tambi¨¦n, como Don P¨ªo Baroja. Su ¨²ltimo paseo tuvo lugar en 1955, un d¨ªa de mucho fr¨ªo (en las fotos se le ve bien abrigado y con su caracter¨ªstica boina), meses antes de su muerte, por algunos de sus lugares m¨¢s queridos y nada tenebrosos: el parque de El Retiro y la Cuesta de Moyano, donde hoy hay una escultura en su memoria. Desde entonces Madrid sigue siendo desigual, pero sus tensiones se recubren de purpurina y ne¨®n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Sobre la firma
M¨¢s informaci¨®n
Archivado En
- P¨ªo Baroja
- Zona Lavapi¨¦s
- Generaci¨®n 98
- Barrio Embajadores
- Distrito Centro
- Ayuntamiento Madrid
- Distritos municipales
- Movimientos literarios
- Ayuntamientos
- Madrid
- Comunidad de Madrid
- Literatura
- Movimientos culturales
- Gobierno municipal
- Espa?a
- Cultura
- Administraci¨®n local
- Pol¨ªtica municipal
- Administraci¨®n p¨²blica
- Pol¨ªtica