Destino Madrid: ocho historias entre un mill¨®n de acentos latinoamericanos
El centro del pa¨ªs es la nueva tierra de 1.038.671 inmigrantes latinos que un d¨ªa emprendieron un camino sin retorno. Ellos cambiaron en Madrid y Madrid cambi¨® con ellos
En los bares de la Comunidad de Madrid ahora se ofrecen teque?os, en el metro se escucha hablar guaran¨ª, los supermercados venden tortillas pero de ma¨ªz, se dice ¡°vaina¡±, se escucha el Burrito sabanero y en las mejores discotecas se baila salsa y reguet¨®n. Madrid ha cambiado con la llegada de m¨¢s de un mill¨®n de latinoamericanos gracias a vidas y biograf¨ªas muy distintas que han conformado el fen¨®meno migratorio m¨¢s potente que ha vivido nuestro pa¨ªs en las ¨²ltimas d¨¦cadas. Los nacidos en la Am¨¦rica hispanohablante son 1.038.671, uno de cada siete habitantes de la regi¨®n. Jorge Luis acaba de llegar y busca una oportunidad ofreci¨¦ndose como alba?il, Ver¨®nica es conocida en los c¨ªrculos m¨¢s selectos gracias a su elegante colecci¨®n de mantones de manila y Yolanda es la m¨¢s madrile?a de su familia. Ely ense?a a los espa?oles a bailar, en la exclusiva cl¨ªnica del doctor Lorenzo casi todos los empleados son latinos y la vida de Victoria cambi¨® radicalmente cuando empez¨® a trabajar como limpiadora. Lina ha encontrado una nueva familia y Mercedes quiere ser enterrada en un campo de f¨²tbol de Alcorc¨®n donde juega el equipo que dirige. Ocho vidas que cambiaron cuando llegaron a la Comunidad de Madrid, que cuenta con algo m¨¢s de siete millones de habitantes, y con ellos se ha transformado la regi¨®n que eligieron para empezar su nueva vida.
¡°La iglesia evang¨¦lica es mi familia¡±
Por Jacobo Garc¨ªa
Lina
Lina Gonz¨¢lez lleg¨® a Madrid hace dos a?os para estudiar un curso de comunicaci¨®n y cuando lo termin¨® decidi¨® quedarse. Lina pertenece a esa min¨²scula clase media latinoamericana que no necesita enviar dinero a casa y tampoco lo recibe, pero s¨ª necesita dos trabajos y estudiar por las noches para salir adelante. ¡°Espa?oles y colombianos somos muy parecidos en muchas cosas. Hay un sentido del humor similar y una cultura bastante parecida¡±, dice. ¡°Somos un mill¨®n porque en general los latinos se sienten bien en Madrid¡±, y cree que, como ella, lo que m¨¢s valoran es la ¡°seguridad¡±. A ella adem¨¢s le gusta el estilo de vida. ¡°Esta es una ciudad con una gran oferta de cultura y ocio y como hay un buen transporte te permite exprimirla. Me gusta que los espa?oles hacen bastante vida aparte de trabajar¡±, algo complicado en una ciudad como Bogot¨¢, donde naci¨®. Lina tiene un trabajo como contable de una empresa en Colombia que hace cada d¨ªa v¨ªa internet, trabaja en Madrid en un tablao flamenco tres d¨ªas a la semana y estudia audiovisuales todas las tardes. Hace malabarismos para pagar 430 euros por una habitaci¨®n en Tetu¨¢n.
Para quien tiene a los suyos lejos, las iglesias evang¨¦licas son un buen lugar acogida. ¡°Te da un sentido de pertenencia. Son mi familia aqu¨ª donde encuentro gente muy parecida a m¨ª en sus valores y forma de ver la vida¡±, dice. Lina pertenece a la iglesia Euphoria, un movimiento protestante dirigido a los j¨®venes en el que leen, cantan, celebran a Dios o comen juntos. Este domingo de diciembre leen pasajes de Mateo y de Job sobre la importancia de luchar y de ¡°no quedarse en el ¡®casi¡¯¡°, en todo aquello que emprendan. El joven pastor lo hace con un lenguaje que mezcla palabras de aqu¨ª y de all¨¢: como guayabo, vaina, t¨ªo, en una suerte de sincretismo evang¨¦lico que ha calado a gran velocidad.
Se calcula que en Espa?a hay unos 400.000 evang¨¦licos cuyo n¨²mero ha crecido de forma exponencial en los ¨²ltimos a?os. En 1998, solo el 0,2% de la poblaci¨®n se consideraba evang¨¦lico y en 2018 ha subido al 2%. Casi la mitad vive en Madrid, seg¨²n el Observatorio del pluralismo religioso. En Euphoria recuerdan que hacer el bien es importante y adem¨¢s proporcionan a los reci¨¦n llegados un grupo de amigos que, en el caso de Lina, le ayudan con cosas del d¨ªa a d¨ªa como encontrar una habitaci¨®n, dejar una maleta a salvo, a traer harina pan de tu tierra.
¡°Trabajo los fines de semana en un tablao flamenco con gitanos que me tratan muy bien. Obviamente no falta el chiste sobre Colombia, Pablo Escobar, narcotr¨¢fico o la coca¨ªna que son los estereotipos que reproducen el cine o las novelas. Como colombiana me tomo como un trabajo cambiar esa imagen de mi pa¨ªs¡±, dice. Lina no ha vivido episodios de racismo o discriminaci¨®n y el ¨²nico pero a su estancia en Madrid lo pone en las relaciones de pareja. ¡°Los espa?oles son m¨¢s desprendidos y les cuesta mucho comprometerse. Haces planes con ellos y luego no dan se?ales o desaparecen¡±, dice, resumiendo en el pulcro espa?ol de Colombia, que los chicos quedan para tener sexo y luego desaparecen.
¡°Hay heridas del pasado que nunca cierran¡±
Por ?lvaro S¨¢nchez
Victoria
Victoria Segundo tiene 66 a?os y se gana la vida cuidando a personas mayores en sus casas. Necesita trabajar unos meses m¨¢s para poder jubilarse, pero eso es algo que no entra en sus planes. ¡°?Qu¨¦ voy a hacer yo si no trabajo?¡±, se pregunta en la cafeter¨ªa de un centro comercial a las afueras de Madrid. Hace 29 a?os que lleg¨® a Espa?a, una decisi¨®n que le cambi¨® la vida.
La primera mujer que le dio empleo en Espa?a se llama Am¨¦rica. Am¨¦rica Mart¨ªn. De eso ya hace 30 a?os. Victoria se tom¨® aquella coincidencia como una buena se?al y el tiempo le demostr¨® que acert¨®. ¡°A ella le debo todo¡±, explica. Por aquel entonces compaginaba distintos oficios: era limpiadora, vigilante de metro o ayudante en una residencia de mayores. De robarle horas al sue?o, ganaba en pesetas el equivalente a lo que hoy ser¨ªan unos 3.000 euros y solo gastaba lo imprescindible.
Un a?o y medio despu¨¦s, en 1996, consigui¨® una hipoteca para comprar un piso en Vic¨¢lvaro ubicado en la calle Lago Titicaca, con el nombre del que divide Bolivia y Per¨². Otra vez las casualidades se hab¨ªan cruzado en su camino. Muchos a?os despu¨¦s Am¨¦rica y Victoria siguen siendo buenas amigas. Aunque ya no trabajan juntas, hablar del duro pasado de Victoria en Per¨² ha fortalecido la relaci¨®n. ¡°Ella es mi familia¡±, dice su antigua empleadora.
Cuando Victoria ten¨ªa dos a?os, su padre alcoh¨®lico la vendi¨® a cambio de una caja de tomates. La familia que la compr¨® la obligaba a limpiar a cambio de un plato en la mesa. ¡°Era su esclava¡±, recuerda. Tambi¨¦n estaban las palizas. ¡°Cada vez que la mujer de la casa discut¨ªa con su marido o con sus hijos lo pagaba conmigo¡±. Cuenta que entonces la llevaba hasta la ba?era, abr¨ªa el grifo del agua fr¨ªa y la azotaba con una fusta. ¡°Lo hac¨ªa porque el cuerpo mojado duele m¨¢s¡±.
Ella enviaba cartas a escondidas a la cooperativa azucarera donde trabajaban sus hermanos y su padre y un d¨ªa, en el recreo del colegio, su hermana fue a rescatarla. Volvi¨® con su padre, arrepentido de haberla abandonado. ¡°Mi pap¨¢ muri¨® pidi¨¦ndome perd¨®n¡±. Despu¨¦s trabaj¨® como cocinera en la casa de un militar y en esa ¨¦poca conoci¨® al padre de sus hijos. ?l ten¨ªa 25 a?os y ella 15 cuando se qued¨® embarazada. Ese ni?o nunca lleg¨® a nacer, porque el hombre le provoc¨® un aborto con una de sus palizas.
Victoria dice que los tres hijos que llegaron despu¨¦s nacieron como consecuencia de violaciones. Ella los quiere y siempre los ha protegido. Tuvo una hija m¨¢s con otro hombre, su actual marido. Cuando lleg¨® a Espa?a, se los fue trayendo de uno en uno, hasta que tres a?os despu¨¦s todos viv¨ªan en Madrid. Ahora trabaja para una gran empresa dedicada al cuidado de mayores, una de tantas mujeres latinas que se dedican a esa labor en un pa¨ªs con una poblaci¨®n cada vez m¨¢s envejecida. Todav¨ªa no puede jubilarse, pero tampoco quiere. Es feliz con lo que tiene, pero no quiere olvidar su pasado: ¡°Hay heridas que nunca se cierran¡±.
¡°Llegar a Madrid fue volver al primer escal¨®n¡±
Por Fernando Peinado
Manuel
La cl¨ªnica del doctor Manuel Lorenzo Fern¨¢ndez se llama Salus y se encuentra en un lugar privilegiado, junto a la plaza de Gregorio Mara?¨®n, en la Castellana. Aqu¨ª Fern¨¢ndez dirige a un equipo de 46 m¨¦dicos, casi todos venezolanos. Algunos eran muy respetados en su pa¨ªs de origen, donde dirig¨ªan empresas sanitarias en los barrios m¨¢s pudientes de Caracas y a menudo eran entrevistados en medios de comunicaci¨®n. Muchos venezolanos que han desembarcado en Madrid en los ¨²ltimos a?os se han llevado una grata sorpresa al descubrir que sus antiguos m¨¦dicos han hecho tambi¨¦n el viaje. ¡°Me pasa que estoy en el supermercado y un antiguo paciente me reconoce¡±, dice Fern¨¢ndez una ma?ana en su despacho. ¡°Que estemos aqu¨ª es para ellos como agua bendita¡±.
Fern¨¢ndez es uno de tantos emprendedores que ha encontrado fortuna en Espa?a. En su caso, ha conseguido repetir en Madrid el ¨¦xito empresarial que tuvo en su pa¨ªs, donde era propietario de dos consultorios en el complejo del Hospital de Cl¨ªnicas Caracas, uno de los m¨¢s conocidos de la capital venezolana.
Emigr¨® en 2010, con 50 a?os. El viaje supuso un corte abrupto para su carrera. ¡°Aqu¨ª no me conoc¨ªa nadie¡±, rememora. ¡°Lo primero que hice en Madrid fue hacer guardias en unas urgencias, como un m¨¦dico reci¨¦n graduado¡±, a?ade, y baja la palma de la mano: ¡°Volv¨ª al primer escal¨®n¡±.
Pod¨ªa haber sido peor. Por debajo de esa escalera profesional, hay un hoyo en el que caen muchos compatriotas m¨¦dicos. ¡°Compa?eros m¨ªos han trabajado como mesoneros (camareros) o en call centers¡±. No les queda remedio porque deben esperar a?os para homologar sus t¨ªtulos de medicina. Por fortuna, Fern¨¢ndez esquiv¨® ese proceso gracias a su experiencia previa en Espa?a. Es hijo de asturianos que emigraron a Venezuela en la d¨¦cada de los cincuenta y hab¨ªa vivido por temporadas en Madrid. En 1999, meses despu¨¦s de la primera victoria electoral de Hugo Ch¨¢vez, convalid¨® en Espa?a su t¨ªtulo venezolano, por miedo a lo que pudiera pasar. A la vista de lo que sucedi¨® despu¨¦s, fue una decisi¨®n clarividente.
En 2013, fund¨® Salus en un peque?o local del distrito de Salamanca, cuando el ¨¦xodo a¨²n no hab¨ªa despegado en su pa¨ªs. El n¨²mero de venezolanos se ha multiplicado por seis en Madrid hasta 185.000, la principal comunidad inmigrante. ¡°Cuando abrimos ¨¦ramos solo tres m¨¦dicos y hab¨ªa semanas en las que apenas atend¨ªan a tres pacientes¡±, afirma Fern¨¢ndez. ¡°Ahora vemos a m¨¢s de 1.000 pacientes al mes¡±.
Salus ha sido bautizada en algunos art¨ªculos de prensa como ¡°la cl¨ªnica de los venezolanos¡±, aunque Fern¨¢ndez huye de esa etiqueta para no cerrar sus puertas a otra clientela. Su pareja, la venezolana Adriana D¨ªaz, directora administrativa en Salus, interviene para aclarar que han ideado un nuevo lema para poner el foco en su se?a distintiva, la raz¨®n por la que creen que su negocio funciona: ¡°Somos una familia que cuidamos familias¡±. Fern¨¢ndez explica que sus clientes buscan un m¨¦dico que te atienda sin prisas y se preocupe por tu vida personal. Ese es un rasgo de la medicina de pago venezolana. ¡°Si le pregunto a un espa?ol adulto por el nombre de qui¨¦n fue su pediatra cuando era ni?o, nadie se acuerda. Eso no pasa en Venezuela. All¨ª tu m¨¦dico es parte de tu familia¡±, dice este emprendedor sanitario, que ya busca por la zona un local m¨¢s grande.
¡°Emigrar fue la mejor decisi¨®n que tom¨¦¡±
Por Natalia Jim¨¦nez
Yolanda
Cuando en 1999 la ecuatoriana Yolanda Naranjo se baj¨® en Barajas de un avi¨®n de Iberia empez¨® una etapa dif¨ªcil como empleada dom¨¦stica en un pa¨ªs extra?o. Se sent¨ªa ¡°sola y atemorizada¡±. Hab¨ªa dejado atr¨¢s a sus hijas, Jenny y Tatiana, y a su madre, Dolores Tr¨¢vez. A?os despu¨¦s, se reencontr¨® con ellas donde vive, en Parla. Hoy, con 63 a?os, tiene a su madre y a sus hijas cerca y se siente completa. Ha cerrado el c¨ªrculo, pero no es f¨¢cil mantener a la familia unida.
La vida sigue siendo dura. Sigue limpiando casas y oficinas ma?ana y tarde, y vive en un piso humilde, pero el calor familiar no tiene precio. Su coraz¨®n es m¨¢s espa?ol que latino. En su casa ya no se cocina ning¨²n plato de Ecuador ni se escucha la m¨²sica de su pa¨ªs. Lo ¨²nico que la conecta con su lugar de origen son las llamadas con sus hermanos, que siguen all¨ª. ¡°Ecuador es mi pa¨ªs, pero no lo extra?o nada¡±, dice, hablando con pausa. ¡°Venir ac¨¢ es la mejor decisi¨®n que he tomado¡±.
La hija mayor es Jenny, de 44 a?os y migr¨® en 2006. Ella tiene su propia casa y las puertas de su hogar dan entrada a un mundo diferente. All¨ª s¨ª se respiran los aromas de Ecuador. La comida favorita de sus hijos, Paula y Matthew, de 16 y 8 a?os, es la fritada tradicional: trocitos de cerdo fritos, acompa?ados de mote (ma¨ªz), encurtido de tomate con cebolla y pl¨¢tano frito. Las baladas y el vallenato tampoco dejan de sonar en su piso, especialmente el de su grupo favorito: Binomio de Oro.
Dolores, o ¡®Chelita¡¯, como la familia llama a la abuela de 84 a?os, hizo su viaje algo m¨¢s tarde, en 2016. Vive con su nieta y sus bisnietos, y a duras penas logra levantarse de una cama improvisada en el sal¨®n, hecha con pal¨¦s y un colch¨®n. Habla poco, pero cuando lo hace deja claro las tremendas ganas que tiene de volver a Ecuador. ¡°All¨¢ tengo a cuatro hijos. Ellos me atender¨¢n tambi¨¦n¡±, dice con voz temblorosa. Yolanda, en cambio, se resiste a perderla otra vez y cree que ellas la cuidar¨¢n mejor. Es por eso que no la dejan regresar. Para ella, que tanto luch¨® por este reencuentro, no hay duda: ¡°La mejor etapa de mi vida es la que estoy viviendo ac¨¢¡±.
¡°Me imaginaba otra realidad¡±
Por Sebasti¨¢n Forero
Jorge Luis
La ma?ana todav¨ªa no ha despuntado y en una esquina de Usera un grupo de hombres levanta la mano a cada coche que pasa como si estuvieran parando un taxi. Uno de ellos es Jorge Luis, peruano, de 38 a?os, que conoce de memoria la rutina. Lleva dos meses en Madrid y un par de amigos le recomendaron este lugar en un barrio obrero del sur de la capital para conseguir chamba, un empleo. Aguarda desde muy temprano en la calle de acceso a Obramat, el enorme almac¨¦n de materiales de construcci¨®n y reforma. Decenas de inmigrantes como ¨¦l esperan a que el conductor de alguna furgoneta reduzca la velocidad, baje el vidrio y pida uno, dos o tres alba?iles, los suba y se los lleve, sin saber d¨®nde. La oferta se resuelve en segundos. El ¨²nico contrato es un intercambio de frases. Lo que vale es la palabra. Peruanos, colombianos y venezolanos, todos sin papeles, se paran en esta esquina antes del amanecer, esperando que el nuevo d¨ªa les sonr¨ªa.
Por una jornada de nueve a seis rompiendo pisos, cargando escombros o ayudando en la obra pagan 50 euros. O 60, si dan con un buen ¡°patr¨®n¡±. Un d¨ªa a Jorge Luis lo llev¨® uno de estos veh¨ªculos a Valencia, a quitar escombros tras la riada. Tres d¨ªas despu¨¦s lo volvi¨® a dejar aqu¨ª, en Obramat.
Vive en Legazpi, en una habitaci¨®n que comparte con otras dos personas en un piso en el que viven seis latinoamericanos m¨¢s y por el que paga 200 euros mensuales. Con tanta gente bajo un mismo techo ya se ha acostumbrado a que una parte de lo que compra en el mercado se pierde en la cocina compartida. ¡°Te compras cinco bolsas de arroz, desaparece una¡±, dice, ¡°tu aceite que estaba lleno, cuando te das cuenta va por la mitad¡±. Nunca hab¨ªa salido de Per¨². Lo hizo por lo de siempre: la plata no alcanza, no hay empleo, no hay una oportunidad. Tambi¨¦n, cuenta, porque la extorsi¨®n y el crimen en Lima est¨¢n disparados.
Plaza El¨ªptica era el lugar habitual para este tipo de contrataciones expr¨¦s, pero se hizo tan popular que la polic¨ªa vigila continuamente y ya ¡°est¨¢ quemada¡±. Tanto en uno como en otro lugar, los migrantes son un blanco f¨¢cil para la explotaci¨®n y la estafa. Otros como ¨¦l han buscado trabajo en otras partes de Espa?a como alba?iles o recogiendo fruta y all¨ª es a¨²n peor. Es m¨¢s frecuente que no les paguen lo pactado.
Por el boca a boca y los foros en internet saben que el nuevo reglamento de Extranjer¨ªa redujo el tiempo para conseguir un permiso de residencia y trabajo por arraigo, el camino m¨¢s r¨¢pido para regularizarse. Ahora son necesarios dos a?os en lugar de tres, lo que supone menos tiempo de incertidumbre. Jorge Luis imaginaba ¡°otra realidad¡±. Aqu¨ª sin papeles ¡°hay que soportar abusos¡±, dice, mientras tanto comparte la esperanza de sus compa?eros en la acera del Obramat: aguantar lo necesario para salir de las sombras.
¡°Las casas de mis amigas son ahora de latinoamericanos que pagaron millones¡±
Por Luc¨ªa Franco
Ver¨®nica
Con 50 a?os reci¨¦n cumplidos, la colombiana Ver¨®nica Dur¨¢n Castello lleva media vida en Espa?a. Hace 25 a?os dej¨® atr¨¢s una vida privilegiada en Bogot¨¢ y lleg¨® a Madrid para empezar una nueva carrera laboral. Despu¨¦s de trabajar tres a?os en una tienda de corbatas y como periodista de la agencia EFE, descubri¨® una pasi¨®n que la ha hecho conocida en la capital: los mantones de Manila.
En su piso del barrio de Salamanca cuenta con una colecci¨®n de m¨¢s de 80 de esos maravillosos mantones, algunos expuestos en sus paredes junto a obras de arte y muebles antiguos que ha utilizado en varias ocasiones para sus exposiciones en la Casa Am¨¦rica. ¡°Mi casa refleja lo que soy¡±, afirma. La reproducci¨®n de sus mantones en pa?uelos se puede comprar en las tiendas de regalos de los palacios y museos de Madrid y hasta en el Corte Ingl¨¦s.
La comisaria de exposiciones lleva 15 a?os viviendo en el barrio de Salamanca, un distrito exclusivo y de alto poder adquisitivo de Madrid, con una renta per c¨¢pita que se encuentra entre las m¨¢s altas de Espa?a. Desde esa privilegiada posici¨®n, ha sido testigo de la transformaci¨®n del barrio, que actualmente cuenta con 149.778 habitantes, un 17% de ellos de origen latinoamericano. En los ¨²ltimos a?os, la inversi¨®n de empresarios provenientes de pa¨ªses como Venezuela, M¨¦xico, Colombia y Per¨² ha aumentado considerablemente, consolidando su presencia en la zona. La inversi¨®n latinoamericana en Espa?a se ha disparado en un 80% en los ¨²ltimos cinco a?os.
De hecho, el distrito de Salamanca ha sido rebautizado por algunos como Little Caracas, en referencia a la gran cantidad de venezolanos que se han establecido all¨ª. En algunas zonas del distrito, las personas nacidas en Venezuela representan el 6,86% de la poblaci¨®n, seg¨²n los ¨²ltimos datos disponibles del Instituto Nacional de Estad¨ªstica. ¡°Mis amigas espa?olas de toda la vida se han ido a vivir a las afueras. Ahora, en sus casas, viven principalmente latinoamericanos que pagaron varios millones por estar en el barrio¡±, cuenta. A Ver¨®nica le entusiasma ¡°que la imagen sobre los latinoamericanos ha mejorado entre los espa?oles¡±. El metro cuadrado en Salamanca se vende por 9.615 euros, seg¨²n la plataforma Fotocasa.
En su tiempo libre, Dur¨¢n disfruta paseando con su bulldog por el Retiro y cuando puede le gusta ir a tabernas y bares castizos ¡°porque me da pena que est¨¢n desapareciendo poco a poco¡±, dice. ¡°Disfruto mucho el barrio. Es ¨²nico. Lleno de edificios maravillosos que mejoran cada d¨ªa gracias a los nuevos vecinos que hacen que en la calle se escuchen cada vez m¨¢s acentos latinoamericanos¡±.
¡°Siempre tengo a Venezuela presente¡±
Por Daniela Guti¨¦rrez
Ely
En julio, Karol G llen¨® cuatro Bernab¨¦us (260.000 personas) durante cuatro d¨ªas consecutivos y en noviembre, la cadena de discotecas colombiana Perro Negro abri¨® una nueva sede en pleno barrio de Salamanca. En Madrid se ¡°perrea¡± como nunca y las discotecas latinas ya no son un fen¨®meno perif¨¦rico.
El venezolano Ely M¨¦ndez ha sido protagonista de ese cambio. En noviembre de 2003 lleg¨® a Madrid y un mes despu¨¦s ya trabajaba como profesor de baile y animador en la discoteca Az¨²car, uno de los templos de la salsa y la bachata de Madrid ubicada en calle Atocha. Az¨²car gan¨® notoriedad por ser una de las primeras discos que contrataban a profesores como ¨¦l para dar clases de baile una o dos horas antes de que abriera el local. Los mismos que te ense?an, se quedan luego a bailar con los aprendices. Los g¨¦neros de moda han evolucionado. Primero la salsa era ¡°la reina¡±, y luego tomaron el trono la bachata y el reguet¨®n, ambos m¨¢s sencillos de aprender y m¨¢s populares.
Una bachata de Prince Royce suena de fondo mientras una decena de parejas baila en la pista. M¨¦ndez recuerda cu¨¢nto extra?a a la Venezuela que dej¨® atr¨¢s hace m¨¢s de 20 a?os: ¡°Cuando me acuesto a dormir, cuando me levanto, cuando estoy en la mesa con mi madre. Siempre¡±. Junto a su hermano cumpli¨® el sue?o de venir a Europa gracias a un contrato de trabajo en Italia y tras un a?o en Verona, lleg¨® a Madrid para pasar unas vacaciones, que terminaron convirti¨¦ndose en una vida.
Ahora ya ha vivido la mitad de sus a?os en este lugar que le encant¨® a primera vista: ¡°Me enamor¨¦ de Madrid. Me qued¨¦ aqu¨ª porque la noche se parec¨ªa mucho a la de Latinoam¨¦rica¡±. La a?oranza por su pa¨ªs no le impide sentirse ¡°medio madrile?o¡±.
Cerca de la medianoche, en Az¨²car, el DJ detiene la m¨²sica por unos segundos para anunciar el ¡°mene¨ªto¡±. La pista de baile se divide en dos filas enfrentadas y los animadores, entre los que est¨¢ M¨¦ndez, comienzan a marcar los pasos. Todos los clientes deben seguir el ritmo de Si no te hubieras ido, de Karol G. ¡°El trabajo es hacer que la gente se divierta, tratarlos como si los conocieras de toda la vida y que, si ma?ana se les ocurre salir, digan: ¡°Vamos all¨ª que nos la pasamos genial¡±. Su d¨ªa a d¨ªa es la mejor descripci¨®n de la relaci¨®n que mantiene con su ciudad de acogida: ¡°Duermo de d¨ªa y bailo de noche. Yo no trabajo¡±, dice. ¡°Vivo de ello, pero lo disfruto¡±.
¡°El f¨²tbol me hace sentir que sigo en Ecuador¡±
Por David Exp¨®sito
Mercedes
Para el ep¨ªlogo del viaje, Mercedes Quinatoa Calvache, de 44 a?os, ha decidido ya su ¨²ltima voluntad. Un deseo que no quedar¨¢ en sus manos, sino en las de su hijo, Alejandro, de 22 a?os. El joven ha pensado que para el descanso eterno de su madre lo mejor ser¨¢ esparcir sus cenizas en uno de esos descampados que quedan a los lados de las circunvalaciones del extrarradio, uno de esos terrenos bald¨ªos de tierra y polvo al que unas porter¨ªas de hierro blancos a cada extremo le dan algo de sentido. Un lugar desnivelado y machacado al que sus habitantes llaman campo de f¨²tbol y que para Mercedes Quinatoa guarda los recuerdos m¨¢s dichosos de su biograf¨ªa como inmigrante ecuatoriana.
Mercedes es hija del campo. Del campo de Chillanes, en la provincia de Bol¨ªvar, por el centro ¡°del Ecuador¡±. Tambi¨¦n es hija de Luis, su hermano mayor, que ejerci¨® de gu¨ªa tras la muerte temprana de su madre y de su padre. En una familia de siete hermanos que depend¨ªan del grano, el ma¨ªz o los guisantes, la miseria estaba garantizada. En el a?o 2000, cuando Mercedes ten¨ªa 20 a?os, encontr¨® la oportunidad de venir a Espa?a junto a Jorge Maldonado Robles, c¨®nsul de Ecuador, para formar parte de su servicio dom¨¦stico. Tambi¨¦n lo har¨ªa su hermana Carmen, que lleg¨® con el vicec¨®nsul. A los tres a?os renunciaron al trabajo porque segu¨ªan ¡°cobrando en d¨®lares¡± ¡ªunos 300¡ª y pensaban que como empleadas del hogar convencionales ¡°har¨ªan m¨¢s plata para enviar a casa¡±. Se convirtieron en inmigrantes ilegales.
A?os despu¨¦s, obtuvo los papeles gracias a una familia espa?ola para la que trabaj¨® cerca de Pr¨ªncipe P¨ªo. Mientras, como tantas, malviv¨ªa en pisos compartidos con otras mujeres. La se?ora a la que cuidaba, Dolores, la convenci¨® antes de morir de que se rebelara contra su marido maltratador, al que la propia Mercedes hab¨ªa tra¨ªdo de Ecuador. Cuando se certific¨® el divorcio y el exmarido vet¨® a Luis ¡ªel hermano de Mercedes¡ª del equipo de f¨²tbol de aficionados en el que ambos jugaban, la mujer se decidi¨® a fundar y presidir uno nuevo, el Bol¨ªvar C.F. El f¨²tbol ha sido para ella y para muchos ecuatorianos el puente con su pa¨ªs de origen. Bajo la exigente premisa de que en su equipo ¡°juega el que vale y el que no vale no juega, dentro de la cancha no hay familia ni amigos¡±, el Bol¨ªvar marc¨® una ¨¦poca en la Liga Amistad, una de tantas en el f¨²tbol barrial practicado por los ecuatorianos en los descampados del extrarradio. As¨ª, Mercedes preside ahora el Am¨¦rica M¨¢ster, con el que ha logrado cinco ligas desde 2019 en la Liga Ecuatoriana Casa de Campo de Alcorc¨®n, la m¨¢s antigua entre las ligas de inmigrantes de la Comunidad de Madrid, fundada en 1998. ¡°El f¨²tbol, para m¨ª, es como estar de nuevo en Ecuador, pero viviendo en Madrid. Emigrar fue una oportunidad que me cay¨® del cielo a la que me agarrar¨¦ hasta el final¡±, confiesa Mercedes, que con el dedo se?ala el c¨®rner donde imagina que su hijo consumar¨¢ su ¨²ltima voluntad.