Que se hunda Espa?a
Algo se ha roto en la pol¨ªtica espa?ola si los partidos son incapaces de cerrar filas cuando m¨¢s d¨¦bil est¨¢ el pa¨ªs
La historia no se repite, pero a veces rima: hay que intentar detectar las rimas antes de que sea tarde. Hace unos 20 a?os, Espa?a empez¨® a hinchar una burbuja inmobiliaria jupiterina. El Gobierno conservador de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar sopl¨® y sopl¨® aquella burbuja ¡ªal ritmo del ¡°Espa?a va bien¡±¡ª, y despu¨¦s el socialista Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero sigui¨® soplando como si no hubiera un ma?ana. Hasta que la Gran Recesi¨®n hizo explotar aquel engendro. Zapatero tir¨® entonces a la basura el programa con el que hab¨ªa ganado las elecciones, trag¨® con la austeridad impuesta por Berl¨ªn y la crisis fulmin¨® al l¨ªder del PSOE y a su partido con ¨¦l: las grandes crisis son trituradoras pol¨ªticas. Pero el PP tambi¨¦n tuvo un papel destacado en ese l¨ªo, que se resume en una sola frase: ¡°Que se hunda Espa?a, que nosotros ya la levantaremos¡±, dec¨ªa en 2010 Crist¨®bal Montoro. ¡°El 20-N de 2011¡±, el d¨ªa de las elecciones que gan¨® Mariano Rajoy, ¡°ser¨¢ el primer d¨ªa despu¨¦s de la crisis¡±, lleg¨® a decir por aquel entonces Dolores de Cospedal, secretaria general de los populares, a pesar de que la crisis sigue de alguna manera con nosotros. Este largo pre¨¢mbulo persegu¨ªa detectar la rima. Y las dos grandes crisis del ¨²ltimo cuarto de siglo riman pol¨ªticamente en consonante: algo esencial no funciona en la democracia espa?ola cuando los partidos son incapaces de cerrar filas y se lanzan a la yugular de sus oponentes, como sucedi¨® el jueves mismo en el Congreso, justo cuando m¨¢s d¨¦bil est¨¢ el pa¨ªs. Eso, en fin, no es ninguna novedad. Pero en un contexto tan dram¨¢tico resulta a¨²n m¨¢s doloroso, y una aut¨¦ntica anomal¨ªa en el contexto europeo.
El Gobierno ha cometido errores de trazo grueso. El 8-M y los problemas con el material m¨¦dico le perseguir¨¢n durante mucho tiempo. Las cifras de contagios y fallecimientos est¨¢n entre las m¨¢s altas del Atl¨¢ntico Norte. Es dif¨ªcil saber qu¨¦ diablos ten¨ªa en la cabeza el Ejecutivo con el sainete de la desescalada para los ni?os. Y aun as¨ª, la gesti¨®n no sale tan mal parada en la comparativa con el resto de Europa occidental. Ni tan bien: Espa?a lo hace mucho peor que Alemania, pero mejor que el Reino Unido, y est¨¢ m¨¢s o menos en torno a la media si tomamos como unidad de medida la velocidad de la respuesta de la eurozona. El discurso autocomplaciente de Pedro S¨¢nchez (¡°toda Europa lleg¨® tarde, pero Espa?a actu¨® antes¡±) se compadece mal con los hechos. Pero el de Pablo Casado (¡°dejen de mentir ya¡±; ¡°ni siquiera es usted capaz de contar los muertos¡±) es de una brutalidad casi sin parang¨®n, salvo por Santiago Abascal, su ¡°deriva totalitaria del Gobierno¡± y las alusiones a las residencias de ancianos como ¡°aut¨¦nticos gulags¡±.
El an¨¢lisis forense de esta crisis est¨¢ por hacer. Pero ya est¨¢ claro que el Gobierno hizo caso de un pu?ado de expertos que minusvaloraron el problema durante las primeras semanas, hasta que se dio cuenta del error y dio un volantazo: entonces elev¨® las restricciones a toda velocidad, frente al mayor gradualismo de otros pa¨ªses, seg¨²n un estupendo trabajo del polit¨®logo Ignacio S¨¢nchez-Cuenca. A pesar de que comparativamente S¨¢nchez no sale ni muy bien ni muy mal, la oposici¨®n ha olido sangre: aquel ¡°que se hunda Espa?a, que nosotros ya la levantaremos¡± sigue vigente.
Ese cainismo tiene dos problemas. Uno: cuando baje la marea de los datos de contagio se ver¨¢n los destrozos sobre la econom¨ªa; se avecina un hurac¨¢n para el que Espa?a est¨¢ mal equipada, y por eso los partidos deber¨ªan centrarse en los Pactos de la Carrera de San Jer¨®nimo y en el debate europeo en lugar de insistir en esta cruz de navajas. Y dos: Casado cit¨® ayer un libro fascinante, C¨®mo mueren las democracias, de Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, para decirle a S¨¢nchez que no respeta ¡°las libertades democr¨¢ticas¡±. La tesis principal de ese libro es que las democracias empiezan a morir cuando no hay tolerancia mutua ni contenci¨®n institucional; cuando la clase pol¨ªtica no a¨ªsla a los extremistas y la polarizaci¨®n se apodera de los partidos. ¡°Somos Corea del Norte¡±, dec¨ªa Ana Beltr¨¢n, n¨²mero tres del PP, en televisi¨®n. ¡°Quieren convertir Espa?a en una c¨¢rcel chavista¡±, vociferaba ayer Abascal desde la tribuna del Congreso. Esa manera de jugar sucio, ese que se hunda Espa?a, va camino de convertirse en un estilo. As¨ª nos va.
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