Gambia, los horrores ocultos de la dictadura silenciosa de ?frica
Tres a?os despu¨¦s de la ca¨ªda del dictador gambiano Yahya Jammeh, presionado por las movilizaciones tras perder en las urnas, una comisi¨®n saca a la luz los terribles cr¨ªmenes cometidos durante dos d¨¦cadas, apoyado en su aparato de represi¨®n, la connivencia de la justicia y la inacci¨®n exterior
Gambia, los horrores ocultos dela dictadura silenciosa de ?frica
Foto: Amie Lowe, hija de un teniente asesinado en 2006 por los Junglers. /JASON FLORIOCon solo 29 a?os de edad, en 1994, el teniente Yahya Jammeh dio un golpe de Estado en Gambia, peque?o pa¨ªs de ?frica Occidental (dos millones de habitantes), poniendo fin a m¨¢s de dos d¨¦cadas de Gobierno de Dawda Jawara, el l¨ªder que guio la independencia del Reino Unido. Durante m¨¢s de 20 a?os y con total impunidad, Jammeh dirigi¨® una implacable maquinaria de terror con asesinatos, violaciones, torturas y cr¨ªmenes dignos del peor tirano. Opositores, periodistas, miembros de su propia familia, soldados a quienes acus¨® de rebeli¨®n, emigrantes, homosexuales, mujeres tachadas de brujas, l¨ªderes religiosos y chicas j¨®venes fueron sus v¨ªctimas. Hace tres a?os, Jammeh fue obligado a dejar el poder, pero los gambianos se enfrentan ahora a los escalofriantes detalles de un horror que solo intu¨ªan, en un impresionante ejercicio de catarsis colectiva a trav¨¦s de la Comisi¨®n de la Verdad, la Reconciliaci¨®n y la Reparaci¨®n (TRRC, en sus siglas en ingl¨¦s).
Desde que comenzaron las sesiones en Banjul, la capital gambiana, en octubre de 2018, m¨¢s de 200 personas han declarado ante la comisi¨®n, que ha retomado sus trabajos tras una interrupci¨®n de cuatro meses a causa de la crisis del coronavirus. Dos terceras partes de los que han ofrecido su testimonio son v¨ªctimas; el resto, verdugos y expertos.
No qued¨® un solo cent¨ªmetro de mi cuerpo sin recibir golpes. Apagaban sus cigarrillos sobre m¨ª
El pasado 11 de junio, el soldado de las fuerzas especiales del dictador, conocidas como Junglers, Michael Sang Correa, que se encuentra detenido en Estados Unidos, fue acusado por el Departamento de Justicia de este pa¨ªs de participar en torturas contra detenidos. Por primera vez, un miembro de los escuadrones de la muerte de Yahya Jammeh se enfrenta a un proceso judicial. Durante las sesiones de la TRRC, sus antiguos compa?eros le implicaron tambi¨¦n en varios asesinatos, entre ellos los de los periodistas Deyda Hydara y Chief Ebrima Manneh. En Suiza, el exministro gambiano Ousman Sonko tambi¨¦n espera en prisi¨®n, acusado de cr¨ªmenes contra la humanidad.
¡°Estaba desnudo en esa habitaci¨®n, como vine al mundo. No qued¨® un solo cent¨ªmetro de mi cuerpo sin recibir golpes. Apagaban sus cigarrillos sobre m¨ª¡±. El religioso Baba Leigh, im¨¢n de la mezquita de Kanifing, barba cana, gesto tranquilo, comienza su relato y la pulcra y blanqu¨ªsima sala que le escucha, presidida por los lemas ¡°La verdad os har¨¢ libres¡± y ¡°Nunca m¨¢s¡±, contiene la respiraci¨®n. Seg¨²n cuenta el im¨¢n, uno de sus torturadores, ¡°vestido como un ninja, enmascarado¡±, le pregunt¨® por su condici¨®n de religioso y le advirti¨® de qui¨¦n mandaba all¨ª en realidad: ¡°Aqu¨ª, Oga est¨¢ antes que Dios¡±, le dice. Oga, el jefe en lengua yoruba. As¨ª llamaban a Jammeh.
Es mi¨¦rcoles y en todos los rincones de Gambia miles de personas siguen en directo la sesi¨®n de la comisi¨®n. Las televisiones y las radios echan humo desde hace horas. Los camareros miran de reojo a la pantalla mientras sirven el desayuno a los turistas, y los taxistas suben el volumen para escuchar a Baba Leigh por encima del ruido del tr¨¢fico de Banjul. Al d¨ªa siguiente, los peri¨®dicos dar¨¢n buena cuenta de todo cuanto se diga. ¡°Las sesiones de la comisi¨®n son la banda sonora de Gambia¡±, asegura Marion Volkmann, abogada especialista en derechos humanos y en los trabajos de la TRRC.
M¨¢s informaci¨®n
Un camino de tierra en plena zona tur¨ªstica se bifurca. En el cruce, dos carteles. En uno se ve un dibujo con un cocotero, dos hamacas y una sombrilla en la playa. En el otro, una flecha que indica que a pocos metros se encuentra la sede de la comisi¨®n, un edificio impoluto en el que Gambia, rodeada a lo largo de su frontera terrestre por Senegal y con salida al Atl¨¢ntico, se desgarra; por delante de la sede los extranjeros pasean en chanclas y ba?ador. En un despacho de ese inmueble, el secretario ejecutivo de la TRRC, Baba Jallow, no est¨¢ pensando precisamente en ir a la playa.
¡°La dictadura de Jammeh fue brutal, de una crueldad tremenda, comparable en sadismo a la de Idi Amin en Uganda. Orden¨® cortar en pedazos a personas, hubo castraciones, violaciones y abusos sexuales reiterados, se electrocut¨® a detenidos en horribles sesiones de tortura. El sufrimiento generado fue enorme¡±, asegura. ¡°Si las sesiones terminaran hoy mismo ya tendr¨ªamos elementos suficientes como para llevarle ante la Justicia¡±, a?ade arqueando una ceja.
Torturas en la sede del espionaje
En una gran sala en la planta baja, unas 20 personas siguen la sesi¨®n con extrema atenci¨®n. El im¨¢n Baba Leigh prosigue su relato: ¡°Esos hombres vestidos como ninjas me pegaban con bastones y cadenas. Pero Dios, en su misericordia, estaba conmigo y hac¨ªa que me desvaneciera, que dejara de sentir dolor. Entonces me despertaban con agua fr¨ªa. As¨ª durante nueve d¨ªas. Finalmente me llevaron a la trasera del campo militar y me enterraron vivo. Me daban nombres para que les acusara de traici¨®n, pero no habl¨¦¡±. Sucedi¨® en la sede de la Agencia Nacional de Inteligencia (NIA), el servicio de espionaje y represi¨®n de Jammeh, en diciembre de 2012. ?Su crimen? Haber manifestado p¨²blicamente su rechazo a la ejecuci¨®n de nueve condenados a muerte por parte del r¨¦gimen.
Una ma?ana acude un paramilitar de Jammeh a declarar c¨®mo asesin¨® a sangre fr¨ªa al joven Alhagie Ceesay y arroj¨® los trozos de su cuerpo a un infecto agujero, mientras que d¨ªas m¨¢s tarde es la madre de la v¨ªctima, Mamie Ceesay, quien relata los meses de b¨²squeda de comisar¨ªa en comisar¨ªa, las noches sin dormir, el terror de intuir pero no saber, el mazazo de la verdad finalmente asumida. La catarsis colectiva que supone enfrentarse, mirar a los ojos al torturador y asesino de tu hijo, padre o hermana es de una dimensi¨®n colosal. ¡°Es muy sensible, traumatizante, algunos de los perpetradores ocupan a¨²n puestos en el Gobierno¡±, comenta Jallow.
Las sesiones de la TRRC arrojan luz sobre la oscuridad del r¨¦gimen de Jammeh, ponen rostros y nombres y apellidos, un ejercicio tan duro como necesario. Apoyada por Naciones Unidas y con financiaci¨®n del Gobierno gambiano, que hoy da sus balbuceantes y fr¨¢giles primeros pasos democr¨¢ticos, la comisi¨®n rastrea en los detalles de la represi¨®n para que se conozca la verdad y se repare el da?o, pero tambi¨¦n para que algo as¨ª no vuelva a suceder jam¨¢s. ¡°Hemos hecho un esfuerzo enorme en sensibilizaci¨®n, vamos a los pueblos y hablamos con los ni?os. Estamos explicando a la gente que ning¨²n gobernante est¨¢ puesto por Dios. En Gambia, como en otros pa¨ªses africanos, existe una gran diferencia entre el r¨¦gimen, con su Constituci¨®n, sistema judicial, elecciones, etc¨¦tera; y la cultura pol¨ªtica, que hace que mucha gente piense que un presidente es una instituci¨®n divina¡±, comenta Jallow.
Muchas de las v¨ªctimas eran su gente m¨¢s pr¨®xima, estaba obsesionado con complots
Abdul Aziz apenas empezaba a caminar cuando su padre, el joven militar Bassiru Barrow, fue detenido junto a 10 compa?eros de armas. Era noviembre de 1994 y Jammeh, que acababa de subir al poder, intentaba acallar las voces cr¨ªticas dentro del Ej¨¦rcito. No se le volvi¨® a ver con vida. ¡°En mi infancia, el colegio organizaba excursiones a la granja del presidente, en Kanilai, pero mi madre nunca me dejaba ir. Yo no sab¨ªa por qu¨¦¡±, explica Aziz. Al teniente Barrow le rompieron la mand¨ªbula y las rodillas a golpes y luego lo fusilaron, pero su familia desconoc¨ªa su paradero. El 17 de abril de 2019 sus huesos fueron extra¨ªdos de una fosa com¨²n en el cuartel de Yundum Barracks.
Los cr¨ªmenes ordenados por Jammeh o cometidos en su nombre son la cara hasta ahora oculta de una personalidad paranoide. ¡°Muchas de las v¨ªctimas eran su gente m¨¢s pr¨®xima, estaba obsesionado con complots. Formar parte de su guardia de corps era una profesi¨®n de alto riesgo¡±, asegura Marion Volkmann. No en vano, entre los desaparecidos m¨¢s famosos del r¨¦gimen est¨¢n el que fue su ministro de Finanzas Ousmane Koro Ceessay, el empresario financiador de su propio partido pol¨ªtico Baba Jobe, un militar de quien pensaba que se acostaba con su mujer o incluso su propio hermano, Haruna Jammeh.
El rey que ¡®curaba¡¯ el sida
El dictador no ten¨ªa l¨ªmites. Una vez dijo que iba a gobernar durante ¡°billones de a?os¡± y se autoproclam¨® Babili Mansa (el rey que desaf¨ªa a los r¨ªos, en lengua mandinga). Sin embargo, su desvar¨ªo podr¨ªa ser una mera an¨¦cdota de no ser porque tambi¨¦n le condujo a cr¨ªmenes atroces. Aseguraba que pod¨ªa curar el sida con unos ung¨¹entos de fabricaci¨®n propia y oblig¨® a cientos de seropositivos a dejar los retrovirales y acudir a su palacio a recibir tratamiento. Muchos fallecieron por ello. Tambi¨¦n llev¨® a cabo verdaderas cazas ¡°de brujas¡±. Jammeh cre¨ªa en la hechicer¨ªa y ve¨ªa amenazas por todas partes.
Una de las personas que mejor conoce este punto es la abogada Fatou Baldeh, quien regres¨® a Gambia tras la ca¨ªda del dictador y se ha especializado en la violencia sufrida por las mujeres. ¡°Hemos recorrido todas las comunidades del pa¨ªs, incluso las m¨¢s rec¨®nditas. Jammeh nos afect¨® a todos, directa o indirectamente¡±, asegura. Y comienza a hablar de Sintet, un peque?o pueblo cerca de la frontera con Senegal. ¡°Un d¨ªa de 2007 llegaron unos soldados a esta comunidad, cogieron a las mujeres, las desnudaron delante de todos y las obligaron a beber una p¨®cima, una mezcla de hierbas¡±, asegura Baldeh. ¡°Si lo vomitabas ten¨ªas que volver a tomar hasta que confesabas ser bruja. Entonces te trasladaban a la residencia de Jammeh en Kanilai y te reten¨ªan all¨ª hasta que te curabas¡±, explica. Solo en este pueblo hubo 57 afectadas.
Las mujeres no pod¨ªan negarse a acostarse con ellos si as¨ª se lo exig¨ªan
¡°Sabemos que hay m¨¢s aldeas donde hizo lo mismo, pero es muy dif¨ªcil que las mujeres hablen de estas cosas en nuestra cultura. Fueron humilladas, abusaron de ellas¡±, relata Baldeh, quien asegura que la respuesta m¨¢s habitual cuando les piden testificar es: ¡°Me llevar¨¦ a la tumba lo que pas¨®¡±. Algo parecido ocurre con las violaciones. La unidad militar de ¨¦lite de Jammeh, a cuyos miembros se conoc¨ªa como los Junglers, ten¨ªa licencia para todo. ¡°Las mujeres no pod¨ªan negarse a acostarse con ellos si as¨ª se lo exig¨ªan, pero la mayor¨ªa se negar¨¢ a hablar de ello por el estigma [que arrastrar¨ªan]¡±, remata.
La gran excepci¨®n a esta regla se llama Toufah Jallow. En 2014, con solo 18 a?os, result¨® ganadora de un concurso nacional de belleza. Dicen que cuando Jammeh le entreg¨® la corona se qued¨® prendado de la joven. Ah¨ª comenz¨® su infierno. Durante meses le hizo todo tipo de regalos y favores y acab¨® pidi¨¦ndole que se casara con ¨¦l. La joven rechaz¨® la oferta hasta que en junio de 2015, tras ser invitada al palacio para asistir a una ceremonia religiosa, el dictador la encerr¨® en una habitaci¨®n y la viol¨®, seg¨²n cont¨® la propia Toufah Jallow, el pasado 31 de octubre, ante la comisi¨®n.
Las ¡®chicas de compa?¨ªa¡¯ de Jammeh
Otras dos j¨®venes, que prefirieron mantener el anonimato acusaron a Jammeh de hechos similares. Sus declaraciones han servido para desvelar la existencia de una red de captaci¨®n de chicas que eran puestas al servicio del presidente. Se las conoc¨ªa como las Protocol Girls (chicas de compa?¨ªa) y eran invitadas constantemente al palacio, a viajes al extranjero o a la residencia del dictador en Kanilai, su pueblo natal. Al frente de la red estaba Jimbee, prima del l¨ªder supremo, que usaba todo un arsenal de premios y amenazas para doblegar su voluntad y que accedieran a mantener relaciones sexuales con ¨¦l.
Haruna Jammeh, hermano del expresidente, era un hombre sencillo. Cada viernes iba a la escuela a interesarse por la evoluci¨®n de su hija Ayeesah y le compraba chucher¨ªas. Un d¨ªa, de repente, desapareci¨®. ¡°Mi madre no quer¨ªa hablar del tema. Yo le preguntaba y ella me dec¨ªa que estaba de viaje. Pero en la calle se comentaba que Yahya Jammeh le hab¨ªa asesinado. Sab¨ªa que mi padre estaba en contra de algunas cosas que hac¨ªa su hermano, pero yo no quer¨ªa creerlo¡±, cuenta hoy Ayeesah. Los detalles de esta muerte los revel¨® el pasado 23 de septiembre el jungler Omar Jallow, ante la TRRC.
¡°?D¨®nde vamos?¡±, pregunt¨® Haruna Jammeh. ¡°A Kanilai¡±, le contest¨® Jallow. Se conoc¨ªan, eran amigos. El militar sol¨ªa ir a comer a su casa y en alguna ocasi¨®n el hermano del presidente le hab¨ªa sacado de un apuro. Haruna no volvi¨® a hablar en todo el camino. Sentado entre el que cre¨ªa su amigo Omar y otros tres junglers, Solo Bojang, Sanna Manjang y Aliu Jeng, quiz¨¢s intuy¨® su destino y dedic¨® sus ¨²ltimos pensamientos a despedirse en silencio de su mujer y sus hijos, a los que no volver¨ªa a ver. Quiz¨¢s repas¨® los acontecimientos que le llevaron hasta aquel coche, la maldici¨®n que cay¨® sobre su familia cuando su hermano Yahya decidi¨® ponerse al frente de su pa¨ªs.
Omar Jallow lo cuenta ante la comisi¨®n vestido con su uniforme militar y ataviado con una boina verde. Parece tranquilo, seguro de s¨ª mismo. ¡°Antes de llegar a Kanilai, Solo detuvo el veh¨ªculo en una colina cercana. Sanna Manjang sali¨® con una soga en la mano y nos la dio a Jeng y a m¨ª para que la at¨¢ramos al cuello de Haruna y lo tir¨¢ramos al suelo. Entonces no sab¨ªa que la misi¨®n era matarle¡±, declara Jallow. ¡°?Pensaba que iban a hacer deporte?, le pregunta el interrogador Essa Fall. ¡°No, cre¨ªa que solo ¨ªbamos a asustarlo. Pero tras derribarlo y sujetarlo con la cuerda en el suelo, Sanna Manjang, que estaba sentado encima del coche, salt¨® y le aplast¨® el cuello. Haruna muri¨® en el acto¡±. Ayeesah Jammeh, la hija del asesinado, se traga la rabia y la indignaci¨®n sentada entre el p¨²blico.
No fue el ¨²nico crimen en el que Jallow particip¨®. La noche del 22 de julio de 2005, 56 j¨®venes africanos seducidos por el sue?o de Europa, la mayor¨ªa de ellos ghaneses, desembarcaban en una playa de Gambia. Les hab¨ªan prometido que desde all¨ª un barco les llevar¨ªa a su destino. En aquellos d¨ªas, Jammeh, obsesionado con su propia seguridad, hab¨ªa escuchado rumores sobre un posible golpe de Estado. Cuando supo de su llegada, su primer pensamiento fue que eran mercenarios. Tras pasar la noche retenidos en el cuartel de la Marina, el dictador orden¨® que Tumbul Tamba, el temido jefe de los Junglers, se hiciera cargo. Su suerte estaba echada.
Fue algo atroz, inhumano. Estaba claro que no eran mercenarios, no ten¨ªan armas
Al d¨ªa siguiente, ocho de ellos fueron ejecutados en el bosque con hachas, machetes y cuchillos. Jammeh hab¨ªa pedido que no usaran armas de fuego para no alertar a la poblaci¨®n. ¡°Fue algo atroz, inhumano. Estaba claro que no eran mercenarios, no ten¨ªan armas¡±, asegura la abogada Marion Wolkmann. Los testimonios de los que realizaron la masacre son escalofriantes: cabezas reventadas, sangre por todos lados, cuerpos desmembrados. Una semana m¨¢s tarde, cuando el Gobierno ghan¨¦s empez¨® a hacer preguntas a instancias de los familiares, para Jammeh no hab¨ªa marcha atr¨¢s. Los Junglers trasladaron a los dem¨¢s m¨¢s all¨¢ de la frontera con Senegal, les pusieron bolsas de pl¨¢stico en la cabeza y los asesinaron a tiros. Sus cuerpos fueron arrojados a dos pozos luego sellados con piedras.
El r¨¦gimen de Jammeh dur¨® 22 a?os. ?C¨®mo pudieron pasar tan desapercibidos todos estos cr¨ªmenes? En el interior se sab¨ªa de las desapariciones, de vez en cuando se hallaba alg¨²n cad¨¢ver en el bosque y los que regresaban de las c¨¢rceles contaban atrocidades. ¡°Corr¨ªa el rumor de que eran extranjeros que circulaban por la noche, nadie pod¨ªa imaginar que un gambiano pudiera matar a otro as¨ª, con esa impunidad. Ten¨ªamos miedo¡±, asegura Mamie Cissay. En el exterior, se miraba para otro lado. El opositor gambiano nacionalizado estadounidense Amadou Scrateh Janneh fue detenido y trasladado a los locales de la NIA, pero le salv¨® su pasaporte. ¡°Quien no haya vivido una dictadura no podr¨¢ entender el clima de terror¡±, asegura.
Sin embargo, en diciembre de 2016 todo cambi¨®. Las en¨¦simas elecciones presidenciales que Jammeh esperaba ganar con holgura con la habitual mezcla de prebendas, miedo y ama?os no salieron como ¨¦l esperaba. Perdi¨®. Por primera vez, la fr¨¢gil oposici¨®n hab¨ªa decidido acudir unida a las urnas y, para sorpresa del mundo, el candidato Adama Barrow fue proclamado presidente por la comisi¨®n electoral. Jammeh, quien en principio acept¨® los resultados, aleg¨® despu¨¦s irregularidades y propugn¨® unos nuevos comicios. Pero los pa¨ªses africanos se hab¨ªan hartado de las trapacer¨ªas y excentricidades del dictador y cerraron filas. El d¨ªa que las tropas de la Cedeao (Comunidad Econ¨®mica de Estados de ?frica Occidental) atravesaban las fronteras de Gambia, el otrora todopoderoso Oga hac¨ªa las maletas rumbo a un exilio dorado en Guinea Ecuatorial, bajo la protecci¨®n del tambi¨¦n dictador Teodoro Obiang.
?Juicio a Jammeh?
?Ser¨¢ Jammeh juzgado alg¨²n d¨ªa? Ese es el anhelo de las v¨ªctimas y de las organizaciones de derechos humanos como Human Rights Watch. El abogado Reed Brody, apodado el cazador de dictadores, lo tiene en el punto de mira y acude a las cumbres de la Uni¨®n Africana para convencer a ministros y jefes de Estado. Sus esperanzas est¨¢n puestas en que Ghana, de donde proced¨ªa la mayor¨ªa de los emigrantes brutalmente asesinados, emita una orden internacional de arresto y que llegue el momento en que la presi¨®n internacional logre doblegar la resistencia de Teodoro Obiang, el dictador de Guinea Ecuatorial.
En Gambia, por ahora, parece dif¨ªcil. Sigue teniendo un gran apoyo. El pasado 16 de enero miles de seguidores de Jammeh salieron a las calles de Banjul en una multitudinaria manifestaci¨®n convocada por su partido pol¨ªtico, la Alianza para la Reorientaci¨®n Patri¨®tica y la Construcci¨®n (APRC), para pedir el regreso del dictador. ¡°Es un ciudadano de este pa¨ªs, no hay ley que se lo impida¡±, asegura el joven Dodou Jah, portavoz de la APRC, sentado en una cafeter¨ªa del centro comercial The Village. ¡°Nada demuestra que ¨¦l ordenara esos cr¨ªmenes o supiera lo que pasaba. Se cometieron en la oscuridad, secretamente. Quienes le incriminan, que aporten pruebas. Todo lo dem¨¢s es propaganda¡±, remata con firmeza.
Vemos mucho discurso de reconciliaci¨®n pero tiene que haber justicia tambi¨¦n
Las v¨ªctimas empiezan a impacientarse. Celebran el trabajo de la comisi¨®n, pero piden justicia. La mayor¨ªa de los torturadores y asesinos confesos se encuentran en libertad vigilada y existe el temor de una amnist¨ªa. ¡°Vemos mucho discurso de reconciliaci¨®n pero tiene que haber justicia tambi¨¦n. La comisi¨®n har¨¢ sus recomendaciones, pero el Estado debe investigar en paralelo y comenzar a juzgar¡±, asegura la abogada Marion Volkmann.
Hitler, Rambo y Bombardier
El r¨¦gimen represivo de Yahya Jammeh se apoyaba sobre tres estructuras que le permit¨ªan mantener una doble cara, as¨ª el l¨ªder benefactor adorado por su pueblo pod¨ªa matar o amenazar con impunidad. En primer lugar, los 'Junglers'. Conocidos tambi¨¦n como los 'Black Black' o los 'Ninjas' porque vest¨ªan totalmente de negro, eran un selecto grupo de 15 o 20 soldados de la m¨¢xima confianza de Jammeh. Ellos se encargaban de los asesinatos extrajudiciales y de atemorizar a la poblaci¨®n. Apodados Hitler, Rambo o Bombardier y escogidos en el seno del Ej¨¦rcito, fueron entrenados en contrainsurgencia y contraespionaje por un mercenario italiano. Su m¨¢xima era la discreci¨®n, lo que pasaba en una misi¨®n se quedaba entre ellos. Al frente de los 'Junglers' estuvo muchos a?os el sanguinario capit¨¢n Tumbul Tamba, uno de los hombres m¨¢s temidos en Gambia.
En segundo lugar, la Agencia Nacional de Inteligencia o NIA funcionaba al margen de la ley. Ten¨ªa informantes por todo el pa¨ªs, lo que le permit¨ªa estar al tanto de las actividades de cada ciudadano. ¡°Gambia tiene orejas¡± era una frase repetida en tiempos de Jammeh. En sus dependencias se llevaban a cabo muchas de las torturas que est¨¢n saliendo a la luz, como la sala conocida como 'bambadinka' o el agujero de los cocodrilos. All¨ª falleci¨® el opositor Solo Sandeng en 2016, uno de los factores que precipit¨® la ca¨ªda del r¨¦gimen.
Finalmente estaba el aparato judicial al servicio de Yahya Jammeh. Carec¨ªa de independencia, lo que imped¨ªa que se investigaran los pocos cr¨ªmenes que se denunciaban y, cuando ello ocurr¨ªa, los casos se cerraban sin llegar a juicio. El r¨¦gimen sol¨ªa contratar a magistrados nigerianos a sueldo para ocupar las m¨¢s altas instancias. Entre 1998 y 2000, la actual fiscal general de la Corte Penal Internacional, Fatou Bensouda, fue ministra de Justicia gambiana. Al menos dos v¨ªctimas la han acusado de ignorar sus demandas, de mantener hasta 90 d¨ªas en detenci¨®n a opositores y de mirar hacia otro lado en casos de torturas. De momento no ha sido convocada a la Comisi¨®n de la Verdad.
Cr¨¦ditos
Coordinaci¨®n: ?scar Guti¨¦rrez
Dise?o y maquetaci¨®n: Ignacio Povedano
Direccion de arte: Fernando Hern¨¢ndez
Fotograf¨ªa: Jason Florio
Edici¨®n gr¨¢fica: Carlos Rosillo