Viajaban en cayuco a Europa pero acabaron asesinados por un tirano
Human Rights Watch y Trial International reconstruyen con el testimonio de un superviviente la matanza de medio centenar de inmigrantes a manos del depuesto dictador gambiano Yahya Jammeh
Eran m¨¢s de 50 j¨®venes, dos de ellos mujeres. Al menos 44 proced¨ªan de Ghana, pero tambi¨¦n hab¨ªa de Nigeria, Senegal, Togo y Costa de Marfil. Se subieron a un cayuco rumbo a Europa, pero las cosas se torcieron y acabaron en el peor sitio posible, una playa de Gambia, donde fueron detenidos por la Polic¨ªa, torturados y asesinados a golpes y machetazos. El dictador gambiano Yahya Jammeh tem¨ªa que fueran mercenarios enviados para derrocarle. Ocurri¨® en 2005, pero ahora las organizaciones de Derechos Humanos pretenden que esta masacre sea la llave para juzgar al tirano, refugiado desde enero de 2017 en Guinea Ecuatorial.
El cayuco hab¨ªa salido de Saly (Senegal) en la madrugada del 22 de julio de 2005 con la intenci¨®n de trasladar a los j¨®venes hasta un barco en alta mar. Sin embargo, el nav¨ªo no apareci¨® y cuatro horas despu¨¦s el grupo tocaba tierra en Barra (Gambia), donde la Polic¨ªa les apres¨®. Tras su detenci¨®n, fueron trasladados al cuartel de la Marina en Banjul. Era el D¨ªa de la Revoluci¨®n, en conmemoraci¨®n del golpe de Estado que llev¨® a Jammeh al poder, y el dictador se encontraba en un acto p¨²blico. Testigos presenciales aseguran que fue informado por tel¨¦fono y abandon¨® el lugar de inmediato con destino al Palacio Presidencial.
Los hechos han sido reconstruidos gracias al testimonio del ghan¨¦s Martin Kyere, el ¨²nico superviviente de la masacre que lleva 13 a?os reclamando justicia, y a las entrevistas mantenidas por las organizaciones Human Rights Watch y Trial International en el ¨²ltimo a?o con 30 responsables de la seguridad gambiana, entre ellos 11 oficiales implicados directamente. Este mi¨¦rcoles presentan el dossier del caso con el que quieren promover que el Gobierno de Ghana pida la extradici¨®n del dictador.
En la actualidad, Jammeh se encuentra bajo la protecci¨®n del presidente guineano, Teodoro Obiang, despu¨¦s de que fuera desalojado del poder bajo la amenaza de una intervenci¨®n militar de los pa¨ªses de la regi¨®n por negarse a aceptar su derrota electoral.
Ejecutados con hachas y machetes
La noche fue muy larga en el cuartel de la Marina a donde acudieron, entre otros, el inspector general de polic¨ªa Ousmane Sonko (hoy detenido en Suiza acusado de cr¨ªmenes contra la Humanidad) y el director de la temible Agencia de Informaci¨®n Nacional (NIA), la polic¨ªa pol¨ªtica de Jammeh. Seg¨²n las citadas fuentes, ambos informaban por tel¨¦fono en todo momento al presidente.
Al d¨ªa siguiente, los j¨®venes fueron puestos en manos de Tumbul Tamba, el sanguinario jefe de los jungulers, la unidad paramilitar que se encargaba del trabajo sucio que recib¨ªa ¨®rdenes directas de Jammeh. Su suerte estaba echada. Fueron separados en grupos y enviados a distintos cuarteles y comisar¨ªas. Seg¨²n un ex miembro de esta unidad entrevistado por HRW, ese mismo d¨ªa ocho j¨®venes fueron ejecutados con hachas, machetes, cuchillos y palos mientras estaban maniatados. Sus cuerpos fueron abandonados en el bosque.
"La cabeza de uno de ellos estaba reventada con algo pesado, otro ten¨ªa la cara totalmente destruida, le ca¨ªa sangre de las orejas, de la nariz, a un tercero le corr¨ªa desde los ojos", asegur¨® un ex comisario de polic¨ªa a los investigadores. Jammeh hab¨ªa ordenado no usar armas de fuego en las ejecuciones extrajudiciales para no alertar a la poblaci¨®n tras el asesinato del periodista Deyda Haidara un a?o antes.
Una semana m¨¢s tarde, el resto de emigrantes, unos 45 j¨®venes, fue trasladado a Kanilai, la ciudad natal del dictador, seg¨²n ha explicado el entonces miembro de los Jungulers Bai Lowe. Durante este traslado, Martin Kyere logr¨® escapar. "?bamos atados en la parte trasera de una pick up (¡) Me di cuenta de que ¨ªbamos a morir. Consegu¨ª soltarme las manos, salt¨¦ y corr¨ª hacia el bosque. Los militares dispararon, pero pude esconderme", asegur¨® Kyere quien d¨ªas m¨¢s tarde pudo cruzar hacia Senegal y recibir ayuda para regresar a Ghana, donde inform¨® a las autoridades.
Sus compa?eros no tuvieron tanta suerte. Una vez en Kanilai les pusieron una bolsa de pl¨¢stico en la cabeza, los llevaron hasta un pueblo abandonado al otro lado de la frontera, los ejecutaron y arrojaron sus cad¨¢veres a dos pozos luego sellados con piedras, seg¨²n los testigos.
El ministro de Exteriores ghan¨¦s, Nana Akufo-Addo (hoy presidente del pa¨ªs) abri¨® una investigaci¨®n que no pudo llegar muy lejos por el rechazo gambiano a facilitar ninguna informaci¨®n. La masacre, nunca resuelta, abri¨® una crisis entre ambos pa¨ªses que se cerr¨® en falso en 2009 con unas conclusiones que exculpaban al r¨¦gimen de Jammeh y que Ghana acept¨® porque obligaban a Banjul a pagar una indemnizaci¨®n a los familiares de las v¨ªctimas. Nadie asumi¨® las responsabilidades ni fue detenido por aquellos hechos.
Pero Kyere no estaba dispuesto a rendirse y durante todos estos a?os mantuvo vivo el recuerdo de sus compa?eros y reclam¨® justicia. La ca¨ªda de Jammeh en enero de 2017 parece haber cambiado las tornas. "Estos migrantes africanos no fueron asesinados por elementos incontrolados sino por un escuadr¨®n de la muerte que recib¨ªa ¨®rdenes directamente del presidente Jammeh", asegura el abogado Reed Brody, apodado el cazador de dictadores por su labor en los procesos de Pinochet e Hiss¨¨ne Habr¨¦ y consejero jur¨ªdico de HRW, "sus subordinados destruyeron r¨¢pidamente elementos de prueba esenciales con el objetivo de impedir a los investigadores internacionales descubrir la verdad".
Martin Kyere, familiares de las v¨ªctimas y organizaciones ghanesas de Derechos Humanos han solicitado al Gobierno de Ghana que abra una nueva investigaci¨®n a la luz de las nuevas pruebas aportadas con el objetivo de que solicite la extradici¨®n de Jammeh, algo que no han pedido las nuevas autoridades gambianas al no darse las condiciones pol¨ªticas y de seguridad para procesarle. El presidente ecuatoguineano Teodoro Obiang se niega a entregar a Jammeh. Por ahora.
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