Las 1.700 ni?as del doctor Rakh
Desde la ciudad de Pune, el m¨¦dico Ganesh Rakh combate el estigma que es tener una hija en la India, un pa¨ªs que no las quiere y las elimina. Desde hace nueve a?os ofrece partos sin coste a aquellas madres que dan a luz a una ni?a
Jaya naci¨® mujer y tuvo la osad¨ªa de no parir un var¨®n. El d¨ªa que dio a luz escuch¨® las tres palabras que m¨¢s la aterraban: ¡°Es una ni?a¡±. Durante los siguientes meses su marido le record¨® a pu?etazos que ¨¦l quer¨ªa un ni?o, hasta que le pareci¨® insuficiente, y le arroj¨® una lata de ¨¢cido en la cara y el cuerpo.
Las manos peque?as y nudosas de la enfermera Seema se afanan en hacerle una coleta a Jaya. Alta, delgada, morena, joven. Su rostro est¨¢ partido en dos mitades por el ¨¢cido. Jaya lleva varias semanas postrada en una cama del hospital Medicare, de Pune, una ciudad al oeste de la India, el centro m¨¦dico del doctor Rakh. Sus manos, pegadas a su pecho, no sirven, apenas tienen movilidad. Han pasado 13 a?os desde el d¨ªa en el que sus entra?as parieron a un no-ni?o y su marido la agredi¨®.
El ¨¢cido es un l¨ªquido perverso; cuando somos atacados, el sentido com¨²n nos pide apretarnos, hacernos bola, comprimirnos hasta minimizar la superficie expuesta de nuestro cuerpo. Pero esa sustancia no solo quema la piel, tambi¨¦n derrite la carne. Si nuestro brazo est¨¢ pegado a nuestro tronco, el ¨¢cido los unir¨¢; si nuestro ment¨®n est¨¢ apretado contra nuestro pecho, el ¨¢cido los fundir¨¢. Una sola lata puede convertir a una mujer en una mara?a de piel y carne.
Solo 30 rupias ¡ªapenas medio euro¡ª cuesta un litro de esta clase de venganza en la India. El Tribunal Supremo regul¨® la venta de ¨¢cido, y desde entonces al cliente se le requiere identificarse y establecer el prop¨®sito de la compra, pero como con muchas otras leyes en el pa¨ªs, no ha podido implementarse y el l¨ªquido se consigue libremente en las calles. Si, adem¨¢s, a?adimos unos centenares de rupias m¨¢s la polic¨ªa te escribe un informe que te deja libre de toda sospecha.
Mientras el ¨¢cido se cebaba con la carne de su esposa, el marido la encerr¨® en un cuarto y la dio por muerta. Horas m¨¢s tarde, al darse cuenta de que segu¨ªa respirando, y asustado ante la perspectiva de acabar en la c¨¢rcel, la llev¨® a un hospital. ¡°En el atestado policial escribieron accidente dom¨¦stico. Mientras estaba inconsciente utilizaron mi pulgar para firmarlo¡±, relata Jaya.
Salvarle la vida cost¨® a sus padres el dinero que no ten¨ªan. Jornaleros sin tierra, para afrontar la factura de la operaci¨®n vendieron lo poco que pose¨ªan y se endeudaron: una vaca y un pr¨¦stamo a devolver en tres vidas. 40.000 rupias ¡ªunos 490 euros¡ª. No hab¨ªa entonces un doctor Rakh que se hiciera cargo de la factura.
En el atestado policial escribieron accidente dom¨¦stico. Mientras estaba inconsciente utilizaron mi pulgar para firmarloJaya, superviviente de un ataque con ¨¢cido
En la India, 25 mujeres son atacadas con ¨¢cido cada mes seg¨²n datos oficiales. En numerosas ocasiones el dowry ¡ªla dote matrimonial¡ª est¨¢ detr¨¢s de estos ataques. En el intento de homicidio de Jaya no solo se encuentra el castigo por haber engendrado a una ni?a. A su familia pol¨ªtica siempre le parecieron insuficientes las 35.000 rupias (unos 430 euros) de dowry que pagaron sus padres por casarla con su primo hermano.
Hace ahora cinco a?os, Jaya se encontraba postrada en una cama de la unidad de cuidados intensivos y vest¨ªa un camis¨®n rojo gastado con el nombre del hospital bordado en letras amarillas. Sentado a los pies de la cama, su hermano Satish mataba el tiempo ayudando a cuadrar las cuentas de la farmacia del hospital. Llevaban ya d¨ªas all¨ª, esperando a que la mujer reuniera las fuerzas suficientes para aguantar una de las muchas cirug¨ªas que iban a desenmara?ar su cuerpo. Estaba tan d¨¦bil que las enfermeras ten¨ªan que cogerle la sangre de los tobillos.
Hac¨ªa ya m¨¢s de 10 a?os del nacimiento de su hija y del ataque, y su largo periplo para recuperar la movilidad de su cuerpo reci¨¦n empezaba. ¡°Mi marido deber¨ªa estar en prisi¨®n. Mi marido y mi suegra¡±, se quejaba desde su cama.
No es pa¨ªs para ni?as
A India le faltan m¨¢s de 63 millones de ni?as. M¨¢s que la poblaci¨®n de Espa?a y Portugal juntas. A?os de abortos selectivos e infanticidios y el hecho de que las familias dejan de tener hijos cuando obtienen uno var¨®n han producido esta situaci¨®n an¨®mala. La prevalencia sobre un chico a la hora de alimentarlo o vacunarlo ha hecho que las menores de cero a cinco a?os tengan un 50% m¨¢s de posibilidades de morir que los ni?os de su misma edad, tal y como informaban los periodistas ganadores de un premio Pulitzer Nicholas D. Kristof y Sheryl WuDunn en su libro Half the Sky. How to change the world. Cada cuatro minutos una ni?a muere a causa de la discriminaci¨®n.
Detr¨¢s de este generocidio se esconden algunas de las tradiciones del subcontinente. India ha avanzado desde la prohibici¨®n del sati ¡ªla quema de viudas en la pira funeraria de su marido¡ª que se aboli¨® por completo en 1987. Pero la prohibici¨®n del dowry no ha surtido efecto y este sigue siendo norma en las bodas a lo largo y ancho del pa¨ªs, y de sus vecinos Pakist¨¢n y Banglad¨¦s. Para las familias humildes, tener una hija o m¨¢s puede suponer la bancarrota.
A pesar de que el Gobierno indio ilegaliz¨® las ecograf¨ªas para determinar el sexo de los fetos en 1994, en los ¨²ltimos a?os los abortos de ni?as se han incrementado. La determinaci¨®n del sexo es un negocio lucrativo. ¡°Paga ahora, ahorra luego¡± es el eslogan utilizado por algunas de las cl¨ªnicas clandestinas que lo realizan. En marzo de 2017, a unos 200 kil¨®metros al sur de Pune, la polic¨ªa encontr¨® una bolsa de pl¨¢stico con 19 fetos de ni?as cerca de un centro sospechoso de realizar abortos selectivos.
En el estado de Maharashtra ¡ªdonde se encuentra el hospital del doctor Rakh¡ª de 2001 al 2011 el n¨²mero de ni?as de cero a seis a?os por cada 1.000 ni?os pas¨® de 913 a 894. La Organizaci¨®n Mundial de la Salud (OMS) dice que una sociedad sana deber¨ªa tener 952 ni?as por cada 1.000 ni?os.
Durante el embarazo, algunas familias conf¨ªan en curanderos que a cambio de unas rupias aseguran el nacimiento de un hijo var¨®n. El doctor Rakh cuenta de una pareja que acudi¨® al hospital a dar a luz. ¡°Cuando la beb¨¦ naci¨® montaron en c¨®lera y acusaron a las enfermeras de haberles cambiado al ni?o por una ni?a. Les tuvimos que mostrar todo el hospital para que vieran que no hab¨ªa otros reci¨¦n nacidos ese d¨ªa, y se calmaran¡±.
Al Norte, en Haryana, el Estado del pa¨ªs con los peores ratios entre hombre y mujeres, el Avivahit Purush Sangathan (Sindicato de Hombres Solteros) ofreci¨® a los pol¨ªticos de los distintos partidos sus votos a cambio de esposas, seg¨²n han documentado distintos medios de comunicaci¨®n nacionales. Haryana es uno de los epicentros del tr¨¢fico de mujeres en la India, compran menores de edad en los estados del Este y las venden como esposas.
Una mujer fue violada en el pa¨ªs cada 13 minutos. Seis mujeres fueron abusadas sexualmente en grupo todos los d¨ªas. Una novia fue asesinada por el ¡®dowry¡¯ (dote) cada 69 minutos. 19 mujeres fueron atacadas con ¨¢cido cada mes
En el hospital, el medico dibuja una circunferencia en un papel. Lo llama el c¨ªrculo vicioso de las ni?as. ¡°En la India cada vez nacen menos chicas, y eso significa que hay menos mujeres para casarse. Los hombres no encuentran pareja y se quedan solteros, esto crea inseguridad para las mujeres y ello, a su vez, disuade a las familias de querer tener hijas¡±, explica mientras apunta al c¨ªrculo con el l¨¢piz. ¡°Es un c¨ªrculo vicioso¡±.
El ni?o que quer¨ªa ser luchador
Hay dos puntos de inflexi¨®n en la vida de Ganesh Rakh. Entre ambos pasaron 23 a?os, ocho meses y cuatro d¨ªas. El primero, fue la vez en que su padre le llev¨® a conocer el trabajo duro. Ten¨ªa 12 a?os y so?aba con ser luchador de kushti ¡ªuna disciplina de lucha india¡ª. Doce horas trabajando de porteador a la estela de su progenitor le hicieron entender que estudiar ten¨ªa m¨¢s futuro. ¡°Cargar grano es la peor experiencia que he tenido en la vida. El calor es insoportable y tienes que trabajar descalzo cargando sacos extremadamente pesados¡±, recuerda el doctor Rakh. Ese verano, su entumecida espalda le hizo pasar de estudiante mediocre a estudiante mod¨¦lico.
Del segundo punto de inflexi¨®n hace ahora unos 1.700 partos. Partos de ni?as, para ser m¨¢s exactos. Es el d¨ªa en que su esposa, su padre, su madre, sus dos hermanos y ¨¦l se sentaron alrededor de una mesa para discutir una idea loca, revolucionaria, la epifan¨ªa de Ganesh Rakh: ¡°Quiero que las familias que den a luz a ni?as en el hospital no paguen¡±.
Para el doctor era una decisi¨®n meditada, casi natural. Cobrar los partos de las ni?as se hab¨ªa convertido en una tarea ardua y desgastante que muchas veces acababa o bien con una llamada a la polic¨ªa o teniendo que ofrecer descuentos a los padres para amortiguar la decepci¨®n de haber engendrado una hija.
Para su familia era una aut¨¦ntica locura, un disparate. En 2012 el hospital no iba bien, en su cuenta de resultados acumulaba m¨¢s de 100.000 euros de deuda en sueldos, cr¨¦ditos y maquinaria sin pagar. ¡°La situaci¨®n era tan mala que no ten¨ªamos ni 60 rupias (0,69 euros) para pagarle un corte de pelo a Tanisha¡±, dice Trupti sobre la hija que tiene con el doctor, y ahonda: ¡°Dije que no. ?De qu¨¦ ¨ªbamos a vivir?¡±.
Para entender su reacci¨®n, hay que conocer el camino de la familia Rakh, de jornaleros sin tierra a due?os de un hospital. La apuesta del doctor pod¨ªa enviarlos de vuelta a la pobreza.
Ganesh Rakh vivi¨® hasta los nueve a?os en Vanjarwadi, un monumento a la nada, un top¨®nimo sin apenas casas donde, a?o tras a?o, las pocas familias que ah¨ª sobreviv¨ªan cabalgaban sequ¨ªa tras sequ¨ªa. Hasta que fue imposible. En los a?os ochenta, el 90% de la poblaci¨®n de Vanjarwadi se vio forzada a emigrar, recuerda el m¨¦dico Su familia se mud¨® a Pune, 150 kil¨®metros al oeste. Cambiaron unos pocos metros cuadrados de paja y adobe por cuatro metros cuadrados de chapa en un barrio chabolista de la ciudad.
De ah¨ª, el peque?o Ganesh fue subiendo poco a poco por la escalera social con los codos pegados a los libros, hasta que en 2001 se gradu¨® como m¨¦dico y pudo abrir una peque?a consulta privada donde atender a trabajadores de la construcci¨®n con mordeduras de serpiente. Hoy, tres bloques de hormig¨®n y ladrillo de tres pisos unidos por peque?os puentes de metal forman el hospital Medicare de Pune. El hospital del doctor Ganesh Rakh.
Sentado en su despacho, Rakh ¡ªvoz apacible, rasgos dulces, mirada relajada¡ª desgrana la historia que ha hecho que hoy est¨¦ sentado en esta silla rodeado de premios y reconocimientos, y vuelve a esa noche de hace nueve a?os, cuando su mujer, su madre y sus hermanos se negaban a perder la cordura y dejar de cobrar partos. ¡°Al final fue mi padre el que decant¨® la balanza. Dijo que, si era necesario, ¨¦l volv¨ªa a trabajar de porteador para pagar las intervenciones¡±, cuenta el obstetra. Y ya son 1.700 las que llevan.
Su hija Tanisha ¡ªcon acento ingl¨¦s de escuela internacional¡ª asegura que quiere ser doctora como su padre. ?l bromea y asegura que le gustar¨ªa que fuera luchadora.
Celebrando a las ni?as
Hace ahora 1.700 nacimientos, lo primero que pregunt¨® Vimal al doctor Rakh despu¨¦s de dar a luz a su hija era si su marido estaba enojado. La enfermera Seema, que ejerc¨ªa de enlace entre la habitaci¨®n del parto y la sala de espera donde Bhupendra, su marido, aguardaba noticias, contest¨®: ¡°Tu marido est¨¢ bien¡±. Y la cara de Vimal se ilumin¨®.
El 6 de enero de 2012, Vimal y Bhupendra Chaudary cruzaron el umbral del hospital Medicare de Pune. Vimal ¡ªpiel clara y pelo oscuro¡ª vest¨ªa un sari blanco con motivos rojos y dorados que le cubr¨ªa una tripa rotunda de nueve meses. Ella no lo sab¨ªa, pero iba a inaugurar la cuenta del doctor Rakh. Ya hab¨ªa sido madre de un hijo y una hija, pero esta ¨²ltima muri¨® al poco de nacer. Tres d¨ªas m¨¢s tarde, la joven madre ten¨ªa en sus brazos a su tercer hijo, una ni?a.
Esa fue la primera vez que el doctor decidi¨® no cobrar a los padres, pero adem¨¢s tuvo otra idea alocada: decidi¨® celebrarlo. Abri¨® su cartera y dio unos pocos centenares de rupias al recepcionista del hospital; este corri¨® hasta una florister¨ªa y una pasteler¨ªa cercana, compr¨® un pastel de chocolate y un ramo de rosas rojas. Improvisadamente reuni¨® enfermeras y familiares en su despacho, y all¨ª se celebr¨® la primera fiesta, el primer parto gratuito, el pistoletazo de salida a Save the Girl Child.
Tejashree y su marido Keitan son dos de los representantes de lo que es la India contempor¨¢nea. Nuevos artesanos de la inform¨¢tica, pican c¨®digo en jornadas maratonianas delante de una pantalla para una empresa ubicada al otro lado del mundo. Sentados en una habitaci¨®n, rodeados de su familia m¨¢s cercana, miran a lo m¨¢s preciado y se sonr¨ªen. Las cortinas naranjas de su peque?a habitaci¨®n iluminan con luz c¨¢lida una cuna de metal blanco. En ella descansa Kartiki, una ni?a de apenas un d¨ªa que se resist¨ªa a nacer. Tejashree limita sus movimientos a lo esencial, una cicatriz cruza su bajo vientre en horizontal y cualquier gesto se convierte en una tarea ardua. Hace apenas unas pocas horas ha dado a luz por ces¨¢rea.
A pocos pasos de su habitaci¨®n, la enfermera Seema ha cerrado las luces del cuarto que en el pasado serv¨ªa como UCI del hospital. La misma sala donde hace ahora tres a?os Jaya esperaba reunir fuerzas suficientes para sobrevivir a la operaci¨®n que liberar¨ªa sus extremidades. Hoy, unas pocas camas apartadas contra las paredes ocupan el espacio. El personal del hospital se esmera en encender decenas de velas; mientras, un peque?o mont¨ªculo de rosas y un pastel descansan sobre una mesa. Las enfermeras sonr¨ªen. Ha nacido una ni?a y se va a celebrar una fiesta.
Los trozos de pastel pasan de manos a bocas ajenas. Los participantes en la celebraci¨®n se acercan al dulce y con sus manos cogen peque?as porciones que utilizar¨¢n para alimentar al resto de los participantes. Cada uno se sirve una rosa y la regala a Tejashree, que en breve recibir¨¢ un gran ramo de flores rojas. Keitan pide silencio y empieza a hablar: ¡°Al igual que mi hija es bienvenida en este mundo, al igual que hemos celebrado su nacimiento, quiero que todas las ni?as nacidas en este mundo sean acogidas de esta manera y que no sean nunca menos que los ni?os¡±.
Vimal fue la primera madre hace tanto tiempo que el doctor recuerda el nombre de los padres, pero no de la hija. ¡°A veces pueden tardar semanas en bautizar a sus ni?os¡±. Y despu¨¦s de la peque?a de Vimal, vinieron Aditi, Madhuri, Naina y Pooja. M¨¢s tarde Pia, Sneha, Varsha, Sajili, Rohini, Radhika... Y despu¨¦s, Deepa, Beenish, Jana, Rana, Ahana, Pooja, Dea y Manavi, y as¨ª hasta sumar 1.700 ni?as y llegar a la hija de Tejashree, Kartiki.
El m¨¦dico, rostro redondo tallado en ¨¢ngulos amables, voz mon¨®tona y reconfortante dice: ¡°Me llamaban el loco doctor Rakh, porque estaba celebrando el nacimiento de las ni?as de otras personas¡±. M¨¢s de 1.700 celebraciones. Las 1.700 hijas del doctor Rakh.
El movimiento Save the Girl Child
El m¨®vil Samsung del doctor nunca deja de sonar o vibrar. Miles de m¨¦dicos y activistas le escriben sin cesar. El 3 de enero de 2012, Rakh lanz¨® la campa?a Mulghi Vachva Abhiyan / Save the Girl Child (Salva a la Ni?a) para luchar contra el estigma de engendrar una ni?a en la India. Desde entonces, decenas de miles de doctores se han unido al movimiento y ofrecen servicios gratuitos o con descuento a familias que tengan ni?as en sus consultas y hospitales. Su mensaje ha cruzado las fronteras de Maharashtra -el estado donde se encuentra su hospital- llegando a casi todos los estados de la India. El Doctor Rakh ha sido invitado a participar en manifestaciones y charlas en Nepal, Banglad¨¦s e incluso Pakist¨¢n, archienemigo fraternal de la India. El a?o pasado viaj¨® a Zambia para extender su mensaje por ?frica. Tres a?os despu¨¦s de la iniciativa del doctor, el 23 de enero de 2015, el Gobierno de la India lanz¨® su propia campa?a Beti Bachao, Beti Padhao (Salva a la Ni?a, Educa a la Ni?a).
Nota: Este reportaje ha sido elaborado tras numerosas visitas durante un lustro al hospital del doctor Rakh. Durante el tsunami de contagios que supuso la segunda ola de covid-19 en la India, el centro se transform¨® en un lugar donde atender enfermos de la pandemia. Entre 80 y 90 pacientes de coronavirus llegaban diariamente al peque?o hospital. Las botellas de ox¨ªgeno ¡ªun bien escaso en la India¡ª ocuparon las camas que en el pasado usaban las embarazadas. Pesaroso, Rakh tom¨® la dif¨ªcil decisi¨®n de solo atender a madres positivas por covid-19. Fue una situaci¨®n excepcional a la que ¨¦l llama ¡°una guerra contra el virus¡±. Cuando la segunda ola amain¨®, el doctor recuper¨® su labor de ayuda a las ni?as, dejando una peque?a ala del hospital para seguir tratando a enfermos de covid-19.
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