Sobrevivir al ¨¢cido
En India, desfigurar a las mujeres con l¨ªquidos corrosivos fue considerado delito en 2013 V¨ªctimas como Moyna, atacada hace 10 a?os, luchan por rehacer sus vidas
La menuda figura de Moyna Pramanik aparece corriendo entre los uniformes inmaculados de la escuela de secundaria de su pueblo, Jamalpur, a 250 kil¨®metros de Calcuta (India). Est¨¢ contenta y exhausta. Encontr¨® lo que a estas alturas no pensaba conseguir: un trabajo por 2.500 rupias al mes (unos 37 euros), como cocinera en la propia escuela. ¡°Despu¨¦s de lo que me pas¨®, encontrar un empleo ha sido casi imposible¡±, comenta mientras se?ala diferentes partes de su cuerpo.
Moyna tiene 26 a?os y hace 10 que su marido le arroj¨® ¨¢cido en la cara, desfigur¨¢ndole el rostro, el cuello y aniquilando por completo su o¨ªdo derecho. Durante el ataque, su suegra estaba presente y hasta ayud¨® a su hijo a tirarle el queroseno al cuerpo de su nuera de 16 a?os. Las quemaduras alcanzaron su brazo, la piel que recubre sus costillas y la pierna derecha. Los gritos de auxilio fueron escuchados por sus vecinos y gracias a ellos pudo llegar al hospital de la zona.
La joven no hab¨ªa ¡°cumplido¡± con las expectativas de la familia al traer al mundo a una ni?a y no un ni?o. En India, esta preferencia por los varones est¨¢ asociada a la dote que las familias de las mujeres deben entregar al novio cuando se casan. Puede tratarse de una vaca y una vaca puede ser toda la riqueza con que cuenta la familia. Por eso, la criatura reci¨¦n nacida no s¨®lo no fue bienvenida, sino que la familia del esposo comenz¨® a reclamarle a Moyna la dote que no exigi¨® en el momento de la boda, cuando la ni?a ten¨ªa 13 a?os y fue obligada por sus padres a casarse. En aquel momento viv¨ªa, como hoy, con lo justo para la comida.
¡°Claro que ahora mismo siento ganas de venganza, que les ocurra lo mismo, que reciban el castigo de la justicia y me compensen¡±, dice Moyna. Su bengal¨ª sale con rabia y su mirada se pierde. Sus grandes ojos negros miran a ninguna parte y hace una pausa, un silencio espeso. La pesadumbre, el enfado y el vac¨ªo que le produjeron el suicidio de su hija de 11 a?os, el pasado febrero, la han devastado, pero no paralizado.
Moyna tiene 26 a?os y hace 10 que su marido le arroj¨® ¨¢cido en la cara despu¨¦s de dar a luz a una ni?a
¡°De todas las mujeres que hemos atendido, Moyna es una de las m¨¢s vitales, es una gran luchadora, lo era antes de la muerte de su hija y ahora no descansar¨¢ hasta mejorar su situaci¨®n¡±, apunta Anita D?Souza, subdirectora de la Asociaci¨®n de Supervivientes de Ataques de ?cido (ASFI), cuya sede central est¨¢ en Calcuta y tiene centros en varios puntos del pa¨ªs. En esta organizaci¨®n, Moyna ha encontrado acompa?amiento emocional, asesoramiento legal y ayuda econ¨®mica para las operaciones quir¨²rgicas.
El marido y la suegra ¡°est¨¢n libres y viviendo felizmente¡±, cuenta la v¨ªctima. Ambos fueron encarcelados durante 45 d¨ªas y estar¨¢n en libertad bajo fianza mientras el caso est¨¦ abierto. ¡°El juicio puede durar 10, 20 a?os, ?qui¨¦n sabe?¡±, se queja D?Souza. Aunque los casos de ataques de ¨¢cido ocurren en India desde qui¨¦n sabe cu¨¢ntas d¨¦cadas atr¨¢s, no fue hasta 2013 cuando se modific¨® el C¨®digo Penal del pa¨ªs para tipificar espec¨ªficamente este delito y fijar la compensaci¨®n para la v¨ªctima de 300.000 rupias indias (4.500 euros) independientemente del da?o sufrido. Adem¨¢s, para el atacante establece penas de, cuanto menos, 10 a?os de prisi¨®n. Pero el bajo n¨²mero de condenas por ataques de ¨¢cido muestra que uno de los principales desaf¨ªos de la justicia india reside, todav¨ªa, en mejorar su eficiencia en esta materia. La tasa de condenas en 2013 fue del 40%, seg¨²n la Oficina Nacional de Registro de Delitos (National Crime Records Bureau). En Jap¨®n o China, por ejemplo, la tasa de condenas fue del 98% en ese mismo a?o.
¡°La lucha contra estos ataques necesita un triple enfoque. En primer lugar, est¨¢ la prevenci¨®n, por ejemplo, mediante el registro de compradores de ¨¢cido. En segundo lugar, la acci¨®n punitiva, el castigo estricto para el atacante. Y, finalmente, por supuesto, la rehabilitaci¨®n y un verdadero esfuerzo para reintegrar a la v¨ªctima en la sociedad¡±, se?alan desde ASFI.
La asociaci¨®n Supervivientes del ?cido estima ¨Cdado que no existen cifras oficiales- que unas 3.582 personas han sido atacadas con ¨¢cido en India entre 2000 y 2014, la mayor¨ªa mujeres y ni?os. Sin embargo, las estad¨ªsticas del gobierno de la India muestran que alrededor de 7.000 novias son asesinadas y 18.000 son mutiladas cada a?o en litigios sobre la dote. ?Cu¨¢ntas de esas mujeres han perdido un miembro de su cuerpo por ataques con ¨¢cido? No lo sabemos.
El dato de la ONG sit¨²a a India entre los tres pa¨ªses con mayor n¨²mero de ataques del mundo, junto con Camboya y Bangladesh, seg¨²n datos de un informe al respecto, de la Avon Global Center for Women and Justice at Cornell Law School. Y eso, a pesar de que muchos casos nunca llegan a ser denunciados y son invisibles, no constan en las estad¨ªsticas.
El principal m¨®vil de los ataques es la p¨¦rdida del ¡°honor masculino¡±?
Entre los m¨®viles que llevan a cometer este crimen, seg¨²n los estudios de la organizaci¨®n, no figuran en primer t¨¦rmino ni la casta ni la religi¨®n, sino la p¨¦rdida del ¡°honor masculino¡± del hombre rechazado o cuestionado por una mujer, tambi¨¦n disputas por la dote o la tenencia de tierra. En cuento al perfil de las v¨ªctimas, uno de los informes de ASFI revelaba que la mayor¨ªa de las afectadas en Bengala Occidental ¨Cuno de los tres estados indios m¨¢s afectados¨C eran mujeres de entre 11 y 20 a?os, el 81% de condici¨®n socioecon¨®mica media o media baja.
En India, las vacas son sagradas por su maternidad y fecundidad, y las diosas son veneradas como las grandes actrices de Bollywood. Pero en la misma India de Mahatma Ghandi, miles de mujeres son maltratadas desde su nacimiento. Un informe de la Fundaci¨®n Thompson Reuters indica que el pa¨ªs se encuentra entre los cuatro del mundo donde peor trato recibe su poblaci¨®n femenina. Afganist¨¢n, Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo y Pakist¨¢n encabezan este listado.
La escritora, fot¨®grafa y activista india, Rita Banerji, sostiene: ¡°Todos quienes hemos crecido en India hemos escuchado historias de beb¨¦s ni?as abandonadas, o sobre las mujeres muertas por la dote. Incluso en mi familia, que es muy educada, de clase media alta, hubo casos de violencia¡±. Banerji, autora del libro Sexo y poder: definiendo la historia y las sociedades que configura, a?ade que las mujeres de su pa¨ªs ¡°tratan de hacerles creer a las ni?as o j¨®venes que esto es normal¡±.
Como contrapartida, esperan silencio y resignaci¨®n, incluso ante algo tan evidente como es el ataque con ¨¢cido. El colmo del tab¨². ¡°Intentan hacernos aceptar la violencia desde muy j¨®venes, lavarnos el cerebro¡±, agrega Banerji. ¡°A pesar de las leyes, los asesinatos contin¨²an porque la sociedad a¨²n lo considera y trata como un asunto familiar y cultural, no como una cuesti¨®n de derechos humanos, donde el gobierno y las leyes deben proteger a cada ni?a y cada mujer¡±.
Las organizaciones no gubernamentales reclaman campa?as de sensibilizaci¨®n y de primeros auxilios, mayor control en la venta de ¨¢cido mediante licencias espec¨ªficas, profesionalizaci¨®n de la polic¨ªa y de las investigaciones, y mejoras en los servicios ofrecidos en los hospitales p¨²blicos. Demandan cambios en la mentalidad patriarcal imperante y ayudas a las mujeres, sobre todo para aquellas que viven en el campo, en pueblos y aldeas, que son las que mayoritariamente sufren estos ataques.
En el caso de Moyna, el ¨¢cido no acab¨® con su vida porque el prop¨®sito era deformarle el rostro, desfigurarla para quitarle lo m¨¢s pr¨®ximo a su identidad. Rahul Varma, director nacional de ASFI, asegura que aunque la muerte puede ocurrir en los casos en los que el tratamiento se retrasa, "la superviviente sufre 100 muertes¡±. ¡°He visto familias de las sobrevivientes eliminar todos los espejos en su casa. Algunas no han visto espejos durante 10 a?os o m¨¢s¡±.
Desde la agresi¨®n, los cirujanos pl¨¢sticos han reconstruido la cara y el cuello de Moyna a partir de lo que era una tela epid¨¦rmica informe. Ha pasado por cuatro intervenciones y har¨¢n falta otras cuatro o cinco para atender el resto de su cuerpo quemado con queroseno y colocar una pr¨®tesis en su o¨ªdo. Para eso necesita cerca de 1.700 euros, de los cuales el gobierno indio no aportar¨¢ nada, todo depender¨¢ ¨Ccomo hasta ahora¨C de la solidaridad de los colaboradores privados de ASFI.
Moyna tarda 12 horas en recorrer los 250 kil¨®metros que separan su aldea de Calcuta. Un trecho, en bicicleta; otro, en moto-taxi; y el resto, en tren. No le queda otra opci¨®n dado que los m¨¦dicos especialistas se encuentran en la capital del estado bengal¨ª. ¡°Quiero encontrar otro lugar para vivir sola y m¨¢s cerca de mi nuevo trabajo¡±, comenta al tiempo que prepara arroz, salsa y huevos, sobre el suelo, en un peque?o fog¨®n.
Luego, se acerca con t¨¦ y dulces caseros. Durante la sobremesa, recuerda cuando pudo completar el ciclo de secundaria que hab¨ªa abandonado tras el matrimonio. ¡°La mujer en este lugar tiene que cuidar de los hijos, del marido y ocuparse de la casa. No puede salir a trabajar, por eso me quiero ir de aqu¨ª¡±. El trabajo le da un respiro, afirma, y tiene ganas de seguir estudiando. La vida sacude a Moyna y ella sacude a la vida, sin lamentos, para que deje de aturdirle la existencia.
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