Marihuana cotidiana
Diez historias de consumo habitual de cannabis en Sudam¨¦rica, la regi¨®n donde se incauta m¨¢s hierba en el mundo, que narran la vigencia de un doble discurso y el absurdo de los estereotipos que nacieron con la prohibici¨®n
Marihuana
cotidiana
¡°La marihuana hace que la gente oscura piense que es tan buena como los blancos¡±. La frase se atribuye a Harry Anslinger, el primer comisionado de la Oficina Federal de Narc¨®ticos de Estados Unidos: un funcionario ambicioso, racista, padre fundador de la guerra contra las drogas, que model¨® la imagen del consumo de cannabis que ha dominado el continente ¡ªy parte del mundo¡ª durante m¨¢s de 80 a?os. En los a?os treinta, al mando de la oficina que luego se convertir¨ªa en la DEA [agencia de control de drogas estadounidense], Anslinger mont¨® una campa?a masiva para asociar el consumo de marihuana con la violencia, los hispanos, los afroamericanos y el jazz. Reuni¨® y difundi¨® casos de violaci¨®n y asesinato ¡ªincluso de familias enteras¡ª cometidos supuestamente bajo el influjo del cannabis, impuls¨® una ley que dio origen a su prohibici¨®n y declar¨® ante el Congreso cosas como esta: ¡°Se dice que los l¨ªderes musulmanes, oponi¨¦ndose a los cruzados, utilizaron los servicios de personas adictas al hach¨ªs para asesinatos secretos¡±.
Los historiadores de la prohibici¨®n coinciden en que instalar un relato sensacionalista del consumo de marihuana hubiera sido imposible sin la complicidad del magnate de los medios William Hearst, que us¨® su imperio de prensa amarillista para explotar el miedo y el racismo del p¨²blico con historias que ligaban el cannabis al crimen, la depravaci¨®n y las personas de color. Algunos de los mitos y estigmas fundados entonces (¡°f¨²mate un porro y es probable que mates a tu hermano¡±; ¡°es peligrosa porque libera todas las inhibiciones¡±; ¡°da lugar a una adicci¨®n con graves consecuencias sociales¡±; tres frases m¨¢s atribuidas a Anslinger) todav¨ªa pueden escucharse hoy en los debates p¨²blicos por la regulaci¨®n de la marihuana en Am¨¦rica Latina y afectan a la vida de millones de personas que consumen habitualmente.
¡°Me tuve que cortar el pelo para que me dejaran en paz: para sus estereotipos racistas yo era un potencial fumador de marihuana¡±, le dijo a EL PA?S un joven cocinero afroparaguayo que nunca fuma en las calles de Asunci¨®n, porque suele estar en el punto de mira de la polic¨ªa. El suyo es uno de los diez testimonios de consumo cotidiano de marihuana que integran este especial que nace en Paraguay, el principal productor Am¨¦rica del Sur, y se extiende a los pa¨ªses adonde llega su producci¨®n ilegal (estimada entre 15.000 y 30.000 toneladas anuales, seg¨²n una investigaci¨®n de El Surti): Brasil, Argentina, Chile y Uruguay. Es la historia de una realidad cotidiana que no encuentra un lugar natural en los medios, porque el uso rutinario de cannabis sigue dominado por las narrativas fundadas en la prohibici¨®n. Un jubilado, una odont¨®loga, un cocinero, una publicista, un aut¨®nomo, una periodista, un empresario, una profesora de yoga: la mayor¨ªa de los nombres utilizados por los consumidores que dieron su testimonio para este especial no son los verdaderos. Ninguno ha matado a su familia despu¨¦s de fumar, y todos usan la marihuana con fines recreativos desde hace a?os, pero son conscientes de los prejuicios y el estigma que siguen pesando sobre el uso del cannabis.
Sus historias son, tambi¨¦n, una forma de narrar la vigencia de un doble discurso y una iron¨ªa hist¨®rica: mientras en Estados Unidos ya hay 15 Estados que han legalizado el uso recreativo de la marihuana y las corporaciones se disputan un negocio millonario; en Paraguay, donde unas 20.000 personas viven de la producci¨®n ilegal de cannabis, tener una planta o llevar encima m¨¢s de 10 gramos puede castigarse con hasta 20 a?os de prisi¨®n. Seg¨²n el ¨²ltimo Informe Mundial sobre las Drogas de Naciones Unidas, Am¨¦rica del Sur es hoy la regi¨®n donde se incauta m¨¢s marihuana en todo el mundo. El pa¨ªs con m¨¢s toneladas incautadas a nivel global es Paraguay, que tiene siete millones de habitantes. Despu¨¦s viene Estados Unidos, que tiene m¨¢s de 300.
¡°Desde joven me enfrent¨¦ a los prejuicios¡±
Aldo, fot¨®grafo jubilado, 56 a?os. Vive en Asunci¨®n
Hab¨ªa pasado un mes de cuarentena y Aldo, jubilado desde hac¨ªa poco, no aguantaba un d¨ªa m¨¢s en casa. Discut¨ªa con su esposa a cada rato. No se soportaba ni a s¨ª mismo y se hab¨ªa quedado sin marihuana. No hab¨ªa nada: la pandemia y las restricciones de movilidad hac¨ªan imposible conseguir. Entonces empez¨® a tomar cerveza, una tras otra, como no hac¨ªa desde su ¨²ltima depresi¨®n. Hasta que ocurri¨® algo ¡°milagroso¡±, dice.
El 17 de abril, d¨ªa de su cumplea?os, se present¨® un hombre en su casa vestido con el chaleco de un importante diario de Paraguay, con gorra y acreditaci¨®n de prensa en el veh¨ªculo, lo que le permit¨ªa circular por la ciudad. Era uno de sus mejores amigos y le tra¨ªa algunas de las mejores flores de marihuana que se cultivan en el pa¨ªs. ¡°Me puse a llorar de la emoci¨®n¡±, recuerda Aldo, que consume cannabis desde los 15 a?os. La marihuana lo ¡°equilibra¡± y le sirve para crear, explica: ¡°Con el porrito y cualquier c¨¢mara hago cosas. Si no tengo, no funciono bien a nivel creativo¡±.
A Aldo no le importa el qu¨¦ dir¨¢n en un pa¨ªs donde, pese a que hay al menos 20.000 hect¨¢reas de plantaciones de cannabis, la hierba es vista como una droga incompatible con el trabajo y con ser un ¡°paraguayo de bien¡±. Junto a su esposa, que tambi¨¦n fuma, han trabajado toda su vida y han criado a dos hijas de 23 y 27 a?os ¡°felices y buenas personas¡±. ¡°Desde joven me enfrent¨¦ a eso, a los prejuicios. Al final ya estaba absolutamente liberado: al menos dentro del diario, todo el mundo ya sab¨ªa¡±, dice, refiri¨¦ndose al lugar donde trabaj¨® por m¨¢s de dos d¨¦cadas. Una vez, alguien encontr¨® un toco de marihuana prensada en uno de los veh¨ªculos del peri¨®dico y se lo llev¨® al director. Llamaron a Aldo a su despacho,y, ante sus otros jefes, el director le dijo: ¡°Yo quiero un poco, yo tambi¨¦n quiero fumar¡±.
En Paraguay, el tr¨¢fico de marihuana genera unos 700 millones de d¨®lares al a?o y ha convertido la frontera con Brasil en una de las m¨¢s letales del mundo. La mayor parte de la renta que genera la producci¨®n ilegal de cannabis, seg¨²n estimaciones oficiales, queda en manos de la corrupci¨®n policial e institucional.
¡°Soy profesional y madre. Se puede llevar una vida normal de familia consumiendo¡±
Andrea, 38 a?os, odont¨®loga. Vive en Montevideo
Cuando termin¨® Odontolog¨ªa a los 24 a?os, Andrea empez¨® a consumir marihuana con el ¡°ladrillo apretado¡± paraguayo. ¡°La verdad es una porquer¨ªa¡±, dice. ¡°Para lo que se consigue en la regi¨®n, es lo m¨¢s berreta y lo m¨¢s barato¡±. Despu¨¦s, con m¨¢s independencia econ¨®mica, pas¨® a comprar a cultivadores privados y a fumar m¨¢s seguido, ¡°un poco m¨¢s tranquila¡± de saber que las flores eran de mejor calidad.
¡°?ltimamente vengo consumiendo casi todos los d¨ªas por la noche, para bajar un poco las revoluciones y para aflojar la tensi¨®n que venimos viviendo con la pandemia¡±, cuenta. ¡°Encontr¨¦ una manera de distenderme sin tener que consumir psicof¨¢rmacos recetados, que traen otra especie de secuelas¡±. En 2013, Uruguay legaliz¨® el cultivo y la venta del cannabis, pero a¨²n persiste el tab¨². Por eso, Andrea mantiene en secreto su h¨¢bito para que no le afecte en su trabajo como odont¨®loga. Fue su esposo, que no fuma, quien se registr¨® en el Instituto de Regulaci¨®n y Control del Cannabis (IRCA). Ahora solo tiene que hacer el pedido online y elegir entre una variedad de cuatro cepas. Su marido va a la farmacia y lo recoge poniendo su huella digital.
Madre de una ni?a de tres a?os, ella defiende que se puede fumar porros y ¡°llevar una vida normal de familia¡±. Asegura que la marihuana es menos adictiva que otras sustancias como el alcohol, como pudo comprobar cuando dej¨® de fumar durante el embarazo y la lactancia. ¡°Reci¨¦n cuando mi hija larg¨® la teta y pasaron unos meses en los que yo no produc¨ªa m¨¢s leche, ah¨ª retom¨¦ el consumo de marihuana de forma consciente. No estaba desesperada ni me vino el vicio. Dije: t¨¢, est¨¢ todo tranquilo, mi organismo vuelve a ser m¨ªo propio. Quiero retomar. Y ah¨ª retom¨¦¡±.
En Uruguay se cosechan aproximadamente unas 10 toneladas de cannabis de forma legal, entre las dos empresas que producen para el Estado, los clubes cann¨¢bicos y las personas con registro para autocultivo. Eso equivale a unas 20 avionetas menos que llegan de Paraguay con marihuana ilegal.
¡°Es lo que me mantiene cuerdo¡±
Jota, aut¨®nomo, 36 a?os. Vive en la regi¨®n metropolitana de S?o Paulo
Jota, un trabajador aut¨®nomo de 36 a?os, dice que dos cosas le han salvado la vida: la prisi¨®n y la marihuana. Comenz¨® a fumar prensado ¡ªla forma en que los consumidores llaman al cannabis paraguayo que abastece la mayor parte de Brasil¡ª a los 13 a?os con amigos de la escuela, primero de manera espor¨¢dica.
A los 16 a?os empez¨® a trabajar como vendedor en una tienda de surf en un centro comercial, y fue entonces cuando comenz¨® a fumar todos los d¨ªas. ¡°Todos fumaban all¨ª, as¨ª que uno termin¨® arrastrando al otro, creamos una amistad muy fuerte¡±. Cuando dej¨® el trabajo mantuvo su h¨¢bito de fumar todos los d¨ªas. ¡°Siempre me gust¨®. Es algo que siento que me hace m¨¢s humano, aumenta mi sensibilidad hacia los problemas de los dem¨¢s, me ayuda a tener una perspectiva diferente¡±.
Sus problemas comenzaron a los 20 a?os, cuando se involucr¨® con la coca¨ªna y, poco despu¨¦s, con el crack. "Ah¨ª fue que me perd¨ª, comenc¨¦ a robar y a traficar un poco para sostener mi adicci¨®n, esa fue mi perdici¨®n¡±. Despu¨¦s de entrar y salir un par de veces de la c¨¢rcel, estuvo preso durante casi dos a?os. ¡°Adentro, el PCC ¡ªel grupo criminal m¨¢s grande de Brasil, que domina varias c¨¢rceles del pa¨ªs¡ª prohibi¨® el crack, entonces termin¨¦ someti¨¦ndome a una desintoxicaci¨®n forzada. Solo me mantuve con el porro¡±. Hoy, Jota fuma todos los d¨ªas desde que se despierta, antes de ir a trabajar, hasta poco antes de irse a dormir, y nunca m¨¢s se ha acercado a una piedra de crack. "Es lo que me mantiene cuerdo".
Brasil es el tercer pa¨ªs con mayor cantidad de presos en el mundo: alrededor de 750.000 reclusos, de acuerdo con los datos del Consejo Nacional de Justicia brasile?o de 2019. El delito que encabeza el ¡®ranking¡¯ de los detenidos es el de ¡°tr¨¢fico de drogas¡±: representa el 21% de la poblaci¨®n carcelaria del pa¨ªs.
¡°No tengo problema en que mis hijas sepan que fumo y ellas tampoco¡±
Jaime, empresario, 55 a?os. Vive en Santiago
Jaime est¨¢ casado, tiene tres hijas (25, 22 y 17) y adora la marihuana. Tanto, que la guarda en una caja fuerte. ¡°Si fuera por m¨ª, fumar¨ªa todos los d¨ªas¡±, dice. Pero lo hace solo cuatro o cinco veces a la semana, casi siempre cuando termina su estresante jornada laboral, a eso de las siete de la tarde, y jam¨¢s mientras trabaja (porque se desconcentra).
La prob¨® por primera vez a los 16 a?os y consumi¨® asiduamente hasta los 21, cuando conoci¨® a su esposa y se casaron. Entonces pas¨® a fumar ocasionalmente, una vez cada tantos meses. Hasta que a los 50 a?os ¡ªhace cinco¡ª se reencontr¨® con una pareja de amigos muy fumadores y volvi¨® a engancharse. Le sirve para relajarse, "para no llegar tan destruido al final del d¨ªa" y para incentivarse a hacer cosas. Es decir, para no caer rendido a la cama hasta el d¨ªa siguiente. ¡°Por diversi¨®n¡±, cuenta al tel¨¦fono. Fuma sativa y no compra peque?as dosis, sino para el a?o entero (unos 200 gramos) y se gasta unos mil d¨®lares (832 euros). Nunca ha probado la paraguaya, porque no le gusta que contenga aditivos.
¡°No tengo problemas en que mis hijas sepan que fumo y ellas tampoco. Esto ha tenido un efecto contrario en mi casa. Mis dos hijas mayores fumaban y ya no fuman, por lo que lo hago con sus novias. A mi hija de 17 le dije que no pod¨ªa hasta que cumpliera la mayor¨ªa de edad. Le he explicado que no es bueno para el desarrollo cerebral¡±, cuenta Jaime. Y agrega: ¡°Nunca he cambiado mi pensamiento sobre la marihuana. Para m¨ª, siempre ha sido suave, mucho m¨¢s que el alcohol, por lo que deber¨ªa estar legalizada al 100%. Se acabar¨ªa el tr¨¢fico¡±. El empresario dice que jam¨¢s ha tenido alg¨²n problema por fumar, aunque hace una salvedad: ¡°Solo con mi se?ora, que no le gusta que yo consuma. Dice que hablo mucho y a la que le gusta hablar es a ella¡±.
¡°Fumar porro lo asoci¨¢bamos a alguien sin futuro¡±
Susana, publicista, 34 a?os. Vive en Buenos Aires
Cuando Susana iba a la universidad en Caracas, miraba con miedo y desconfianza a quienes fumaban marihuana. ¡°All¨¢ la percepci¨®n es muy diferente de la que existe en la cultura argentina o europea. Fumar porro lo asoci¨¢bamos a alguien sin futuro, a una persona da?ada, adicta. No ten¨ªa ni remota idea de para qu¨¦ serv¨ªa y, si me enteraba de que alguien fumaba, me alejaba¡±, recuerda.
Susana es venezolana pero desde hace cuatro a?os vive en Buenos Aires. Prob¨® marihuana por primera vez en Panam¨¢, hace casi una d¨¦cada, impulsada por la curiosidad y la confianza en su c¨ªrculo de amigos en ese pa¨ªs al que hab¨ªa emigrado. All¨ª era una fumadora social, que consum¨ªa cuando alguien le compart¨ªa, pero en Argentina su consumo se volvi¨® m¨¢s habitual.
¡°Fumo m¨¢s que nada para relajarme. Normalmente ya de noche y los fines de semana¡±, cuenta esta publicista, que cree no haber probado nunca el porro paraguayo. Ella y su novio le compran a un cultivador que tiene plantas en casa. ¡°Le compramos un frasco de unos 20 gramos a unos cinco d¨®lares el gramo (800 pesos, cuatro euros). Eso nos alcanza para tres meses¡±.
¡°La polic¨ªa me ha perseguido mucho, por eso mi consumo de marihuana es privado¡±
Juan Jos¨¦, 32 a?os, cocinero y emprendedor. Vive en Asunci¨®n
Al final de cada jornada, despu¨¦s de recorrer unos 30 kil¨®metros en bicicleta para repartir los 45 s¨¢ndwiches que ha cocinado ¡ªunos veganos de hummus y otros con bondiola asada y salsa de mostaza agridulce¡ª, Juan Jos¨¦ se sienta con sus dos gatos en el sof¨¢ y prende un fino cigarrillo de marihuana sin nada, ni tabaco ni filtro, y se relaja antes de dormir.
Juan Jos¨¦, que es cocinero y maneja su propio negocio de ¡°viandas saludables con conciencia¡± y con entrega ¡°no contaminante¡±, siempre reserva el cannabis para los momentos en los que ¡°est¨¢ muy relajado o sin compromisos cercanos¡±. ¡°Cuando cocino en un marco laboral yo no puedo estar fumando marihuana por si me olvido alg¨²n ingrediente¡±. Empez¨® a fumar a los 17 a?os y lo hizo m¨¢s a menudo durante sus a?os en la universidad, pero nunca consum¨ªa en la calle. Cuenta que tiene un trauma con eso.
¡°La polic¨ªa me ha perseguido mucho por mi color de piel, mis tatuajes, mi forma de vestir, por eso mi consumo de marihuana es privado¡±, explica este afroparaguayo. En su pa¨ªs, el que m¨¢s marihuana produce y exporta de toda Am¨¦rica del Sur, llevar m¨¢s de 10 gramos encima puede derivar en una condena de entre 10 y 20 a?os de prisi¨®n. A Juan Jos¨¦ lo ha retenido y desnudado la polic¨ªa en tres ocasiones: volviendo de pasear de la costanera, haciendo fotos en el centro y, otra, en un callej¨®n. Una vez, en su propio barrio lo detuvieron y registraron en una esquina y tambi¨¦n en la siguiente. ¡°Me tuve que cortar el pelo para que me dejaran en paz, para sus estereotipos racistas yo era un potencial fumador de marihuana¡±, dice. Por eso nunca lleva nada en los bolsillos.
¡°Hay se?oras hechas y derechas como yo que no tienen problema en fumar a la vista de todo el mundo¡±
Adriana Trinidad, 55 a?os, periodista independiente. Vive en Montevideo
Adriana Trinidad lleva m¨¢s de dos d¨¦cadas fumando marihuana y est¨¢ encantada con la ¡°salida del cl¨®set¡± que signific¨® la legalizaci¨®n del cannabis para la sociedad uruguaya. Ella empez¨® ¡°hace 25 o 30 a?os¡± en reuniones con amigos, luego de la dictadura militar, y despu¨¦s pas¨® a hacerlo diariamente para tranquilizarse tras largas jornadas en redacciones de diarios.
¡°Trabajaba en [la secci¨®n de] Econom¨ªa cuando eran las crisis de Argentina y Uruguay, con esos cierres eternos en los que nunca terminaban de hacer anuncios¡±, recuerda. ¡°Llegabas a tu casa en un estado bastante alterado y fumar marihuana era hermoso para bajar ansiedades¡±. Como la mayor¨ªa, comenz¨® fumando el paraguayo, un porro ¡°bastante contaminado y mezclado con cualquier cosa¡± que su entorno empez¨® a despreciar cuando surgieron los cultivos en su pa¨ªs. En 2016, tres a?os despu¨¦s de la legalizaci¨®n de la marihuana recreativa, se uni¨® a uno de los primeros clubes cann¨¢bicos del pa¨ªs, que dirige un ingeniero agr¨®nomo. ?l decide las cepas que consumen, que suelen durar uno o dos a?os, lo que les permite fumar ¡°riqu¨ªsimo y diferentes variedades¡±, detalla. Cada miembro puede comprar hasta 40 gramos de marihuana al mes, lo permitido por el Estado, pero en su caso no suele pasar de los 20 gramos, por los que paga unos 1.200 pesos uruguayos (alrededor de 27 d¨®lares, 22 euros).
Adriana nunca ha sentido que la marihuana le imposibilite hacer otras cosas y cree que la legalizaci¨®n ha hecho cambiar la percepci¨®n de los uruguayos sobre su consumo. Y que ha servido para tumbar prejuicios. ¡°Hoy hay se?oras hechas y derechas como yo que no tienen ning¨²n problema en fumar a la vista de todo el mundo¡±, afirma. ¡°Hay madres que ten¨ªan ataques de angustia cuando sab¨ªan que sus hijos estaban fumando porros y hoy fuman ellas¡±.
¡°En la pandemia hubo una explosi¨®n de delivery can¨¢bico¡±
Valentina, instructora de yoga, 47 a?os. Vive en Santiago
A lo largo de su vida, Valentina ha pasado por altos y bajos en el consumo de marihuana. La prob¨® por primera vez en los a?os noventa ¡ªparaguaya, seg¨²n recuerda¡ª, pero no tuvo una buena experiencia. Por a?os no pod¨ªa ni oler la planta y le sentaba mal. Hasta que a comienzos de 2000 se fue a Argentina a trabajar, estuvo de novia con un muchacho que cultivaba y se enganch¨®.
En ese momento, Valentina la ocup¨® para dejar de automedicarse con pastillas para adelgazar, a las que era adicta. ¡°Como la marihuana me quitaba el hambre, cambi¨¦ una droga por otra¡±, comenta. Con el tiempo, sin embargo, la experiencia de fumar se le fue haciendo m¨¢s pesada y, cuando explot¨® la pandemia, apenas fumaba un par de veces a la semana. Pero la crisis sanitaria la llev¨® a consumir para evadirse: ¡°Tuve un rebrote, mal. Ca¨ª en la profundidad y quer¨ªa fumar todo el d¨ªa¡±. A veces le ayudaba a controlar la angustia, pero en otras ocasiones, la hierba le angustiaba m¨¢s. Aunque ella jam¨¢s ha comprado mucho ¡ªconsigue a unos 14 d¨®lares el gramo de sativa, m¨¢s otros 14 por el traslado a domicilio¡ª, hubo un mes en que lleg¨® a gastar unos 420 d¨®lares (349 euros) en una sola compra: ¡°En la pandemia hubo una explosi¨®n de delivery can¨¢bico¡±, cuenta al tel¨¦fono. Valentina termin¨® yendo al psiquiatra y poco a poco ha intentado dejar de fumar. Desde hace seis meses lo hace solo una vez a la semana.
¡°A medida que m¨¢s he tenido conocimiento cient¨ªfico, mi opini¨®n ha dejado de ser emocional. Siempre pens¨¦ ¡®la marihuana es s¨²per buena onda, toda la gente deber¨ªa fumar¡¯, pero me he dado cuenta de que no. Veo a mis sobrinas peque?as y me da miedo pensar en que en alg¨²n momento puedan fumar. Me asusta, porque con el tiempo las plantas han cambiado y est¨¢n intervenidas gen¨¦ticamente [se refiere a las variantes h¨ªbridas, ya que no se conocen cultivos de marihuana transg¨¦nica]. Le he tomado respeto y me da rabia la percepci¨®n de inocuidad instalada¡±.
¡°Fumar para m¨ª es como decir ¡®ya est¨¢, estoy en casa de vuelta¡¯¡±
Ernesto, Musicoterapeuta, 37 a?os. Vive en Buenos Aires
Ernesto prob¨® la marihuana a los 16 a?os, con una amiga, en una plaza de Buenos Aires. Pero esa vez no le hizo nada. ¡°La primera vez que me peg¨® fue despu¨¦s, en mi casa¡±, cuenta. ¡°Me acuerdo que baj¨¦ a lavarme los dientes y en el espejo vi c¨®mo mi boca estaba quieta y todo mi cuerpo se mov¨ªa con el cepillo de dientes. Esa noche me dorm¨ª escuchando a Goyeneche y Edmundo Rivero en el walkman¡±.
Al otro d¨ªa se levant¨®, agarr¨® su bicicleta BMX para ir a la escuela y se sent¨ªa ¡°liviano y con mucha energ¨ªa¡±. Empez¨® a fumar de forma experimental, para ver c¨®mo se alteraba la cotidianeidad bajo los efectos del cannabis. En su adolescencia ¡°lo ¨²nico que hab¨ªa era el ladrillo¡± de prensado paraguayo y se compraba por ¡°un cuarto¡± de kilo, ya fuese en la villa o a trav¨¦s de alg¨²n amigo.
En aquella ¨¦poca hab¨ªa mucha m¨¢s persecuci¨®n institucional. Una vez, cuando todav¨ªa era menor de edad, la polic¨ªa encontr¨® la marihuana que ¨¦l, su novia y una amiga ten¨ªan en una casa en construcci¨®n a la que hab¨ªan entrado a dormir en R¨ªo Negro (sur de Argentina) y les abri¨® una causa judicial. Hoy, a sus 37 a?os, fuma flores de forma regular que compra a amigos de amigos o le regalan: ¡°Prensado no consumo hace un tiempo, ¨²ltimamente me genera rechazo ya el olerlo¡±. Para ¨¦l, la marihuana le quita peso al malestar cotidiano: ¡°Es como la cerveza de Homero Simpson. Fumar uno es decir: ¡®Ya est¨¢, estoy en casa de vuelta¡±.
¡°?Qui¨¦n aguanta este pa¨ªs en medio de esta historia de terror?¡±
Luciana, periodista, 42 a?os. Vive en la regi¨®n central de S?o Paulo
Luciana empez¨® a fumar marihuana con un novio en la universidad, cuando ten¨ªa 21 a?os. Dice que siempre fue muy "recta" durante la adolescencia, pero sent¨ªa que le faltaban nuevas experiencias y en la universidad descubri¨® que la marihuana era algo mucho m¨¢s ligero de lo que le hab¨ªan ense?ado. ¡°Sol¨ªa ??bromear que fumaba solo para probarlo, y nos re¨ªamos porque fumaba mucho, pero era casi cierto¡±, cuenta.
¡°Me encantaba el sabor, el efecto, el olor, realmente me identificaba. Desde entonces empec¨¦ a fumar a diario para relajarme por las noches en casa, los fines de semana, antes de ir al cine, con amigos en la discoteca, es algo que considero agradable, tranquilo y seguro¡±.
Se queja de que fum¨® marihuana prensada de Paraguay toda su vida, pero que en los ¨²ltimos a?os la calidad del producto que llega al mercado brasile?o ha bajado demasiado. ¡°No s¨¦ qu¨¦ pas¨®, pero desde hace un tiempo incluso he optado por productos de otras fuentes, como el porro colombiano o incluso org¨¢nico, sembrados en invernaderos por amigos, aunque son opciones mucho m¨¢s caras¡±, dice. Otro cambio fue la adopci¨®n de un vaporizador, que le permite consumir sin quemarse ni fumar, minimizando los da?os a la salud. Desde el inicio de la pandemia, Luciana dice en tono de confesi¨®n que ha estado fumando ¡°m¨¢s de lo que deber¨ªa¡±. ¡°?Qui¨¦n puede aguantar este pa¨ªs en medio de esta historia de terror? Hay d¨ªas en los que solo fumo mucho para mantener el esp¨ªritu".
Una producci¨®n de EL PA?S + El Surti
Cr¨¦ditos
- Edici¨®n general: Eliezer Budasoff
- Producci¨®n editorial: Lorena Arroyo
- Edici¨®n Visual: Juan Heilborn y Jazm¨ªn Troche
- Textos: Roc¨ªo Montes, Mar Centenera, Santi Carneri, Aiuri Rebello y Lorena Arroyo
- Ilustraciones: Lorena Barrios
- Coordinaci¨®n : Alejandro Valdez y Jazm¨ªn Acu?a
- Dise?o y programaci¨®n: Alfredo Garc¨ªa e Iv¨¢n Mendoza
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