Volvemos con Serrat al pueblo donde naci¨® ¡®Mediterr¨¢neo¡¯ hace 50 a?os
Mayo de 1971. Un joven y ya c¨¦lebre Joan Manuel Serrat se encierra en un apartamento de la Costa Brava para escribir y componer gran parte de ¡®Mediterr¨¢neo¡¯, un hito de la m¨²sica popular espa?ola. Cincuenta a?os despu¨¦s, acompa?amos al Noi del Poble-sec por Calella de Palafrugell para evocar la g¨¦nesis de un disco cuya vigencia permanece viva. En el v¨ªdeo que acompa?a el reportaje, Serrat habla desde el monte Tibidabo, en Barcelona, de aquella ¨¦poca y de aquel emblem¨¢tico trabajo.
El sol refulge por encima de un mar verdoso cuando Joan Manuel Serrat se detiene en seco como si, en un fugaz hechizo, pudiese ¡°revivir un cad¨¢ver¡± llamado Calella de Palafrugell. Minutos antes de su llegada amenazaba tormenta, con un cielo gris y algo grosero, pero es una de esas tardes de mayo en las que las nubes navegan sin tim¨®n y, en cuesti¨®n de un instante, todo cambia. El clima es ¡°variable¡±, como el estado emocional de Serrat hace justo medio siglo, cuando se mov¨ªa por este pueblo de pescadores como un cantor con alma de marinero. ¡°Justo ah¨ª¡±, dice se?alando con el dedo el edificio Batlle, hoy un acogedor bloque de apartamentos veraniegos que, a sus ojos, se transforma en el hotelito costero donde se hosped¨® durante mayo de 1971 para componer buena parte de Mediterr¨¢neo, su disco m¨¢s emblem¨¢tico y una de las grandes obras de la historia de la m¨²sica popular espa?ola. Un ¨¢lbum que cumple ahora 50 a?os. ¡°Mi habitaci¨®n estaba en la segunda planta¡±, remata, ataviado con una gorra gris y quieto sobre la plazuela triangular frente a la playa de Port Bo, donde, en una estampa propia de un cuadro de Sorolla, descansan las barcas en la arena gruesa y las gaviotas sobrevuelan los arrecifes rocosos.
Desde esa habitaci¨®n, hoy desaparecida, ve¨ªa Serrat todos los d¨ªas el mar Mediterr¨¢neo en un tiempo lejano, cuando su ¡°¨²nica gu¨ªa¡± era su estado emocional variable: ¡°Depend¨ªa de lo que me ocurr¨ªa y les ocurr¨ªa a los de alrededor en ese momento, es decir, de los besos y las bofetadas que la vida te va repartiendo¡±.
En la primavera de 1971, el m¨²sico, convertido ya en una aut¨¦ntica estrella del pop, se refugi¨® en este pueblecito para buscar tranquilidad e inspiraci¨®n. A sus 28 a?os era un cantante de masas e ¨ªdolo juvenil que hab¨ªa dado un impulso magn¨ªfico a la canci¨®n catalana y espa?ola. Era todo un hito. Desde sus humildes or¨ªgenes en el barrio obrero barcelon¨¦s del Poble-sec, este hijo de un anarquista catal¨¢n y un ama de casa aragonesa se hab¨ªa dado a conocer en 1965 con sus primeras composiciones y hab¨ªa renovado con un aire fresco lo que se dio en llamar la nova can?¨®, aquella plataforma de pioneros que reivindicaron el uso del catal¨¢n en la m¨²sica espa?ola. Asentado como referente de aquel movimiento, sorprendi¨® y se pas¨® a cantar en castellano. De esta forma tambi¨¦n triunf¨® m¨¢s all¨¢ del Ebro, tanto que acapar¨® portadas de revistas, protagoniz¨® pel¨ªculas e hizo las Am¨¦ricas. Con aquella melena vagabunda y mirada serena, el Serrat de 1971 era el rostro del ¨¦xito en Espa?a.
Fueron d¨ªas de muchos besos, pero tambi¨¦n de algunas bofetadas. Aquel joven Serrat, que llevaba un ritmo de trabajo fren¨¦tico, se las tuvo que ver con dos bandos que, a¨²n hoy, parecen irreconciliables. El m¨²sico estaba vetado por TVE desde la sonada pol¨¦mica que protagoniz¨® en 1968 al negarse a cantar en espa?ol en Eurovisi¨®n, motivo por el que el ente p¨²blico decidi¨® enviar a Massiel. Al mismo tiempo, muchos de los que le hab¨ªan aplaudido por su defensa de la canci¨®n en catal¨¢n le acusaron de traidor por haberse pasado a cantar en espa?ol en sus discos. Se hallaba en mitad de la vor¨¢gine. ¡°Desde Eurovisi¨®n, hab¨ªa sacado tres discos: los dos en castellano y Serrat 4 en catal¨¢n. No paraba. Su representante, Lasso de la Vega, estaba febril con su ¨¦xito y le impon¨ªa una agenda brutal de giras y promoci¨®n. Serrat se replante¨® muchas cosas. Mediterr¨¢neo capta esa sensaci¨®n. Si no es conceptual, al menos en su broche final tiene una unidad muy apabullante y sensorial. Muy significativa de la forma que tiene Serrat de percibir la vida¡±, explica Luis Garc¨ªa Gil, uno de los mayores estudiosos de la obra del m¨²sico y autor de los libros Mediterr¨¢neo. Serrat en la encrucijada y Serrat y los poetas (ambos editados por Efe Eme).
Es media tarde de un mi¨¦rcoles y la tranquilidad reina en Calella de Palafrugell. Apenas hay gente por sus callejuelas empedradas, por las que cuelgan farolillos negros y se ven balcones y terrazas cerrados a cal y canto. Parejas que pasean, algunos estudiantes que se han saltado las clases para conocer este bello enclave costero y unos pu?ados dispersos de turistas franceses, alojados en lujosos apartamentos y que pasan las ma?anas en la playa y las noches en el caf¨¦ Calau, el ¨²nico establecimiento que est¨¢ abierto en las noches de diario en este pueblo que cobra nueva vida los fines de semana y se rebasa de turistas en verano. Elegante y luminoso, con sus sillas de madera y sus l¨¢mparas c¨¢lidas de mimbre, el Calau es como cualquier cafeter¨ªa europea tur¨ªstica. De un molde mil veces visto, que ahora es muy distinto al aire marino de algarab¨ªa y compadreo de la taberna que descansaba en el mismo lugar cuando Serrat ten¨ªa instalada all¨ª hace cinco d¨¦cadas su ¡°oficina¡±, justo debajo del hotel Batlle. ¡°Donde atend¨ªa¡±, suelta con una risa. Ahora, como entonces, era mayo y los turistas no llegaban hasta m¨¢s tarde. Sin embargo, el turismo del Levante espa?ol era diferente, menos invasor y numeroso, mucho m¨¢s catal¨¢n. ¡°Fui a Calella porque era un lugar precioso, ten¨ªa amigos y me lo pasaba muy bien. Las canciones de Mediterr¨¢neo se gestaron all¨ª porque yo estaba all¨ª¡±, confiesa Serrat.
Su paso por este pueblecito pesquero y de cabotaje que conserva trazados portuarios del siglo XVIII, caracter¨ªsticos del m¨¢s evocador paisaje mediterr¨¢neo de la Costa Brava, fue un est¨ªmulo important¨ªsimo. Las canciones del ¨¢lbum tambi¨¦n se compusieron en otros lugares, seg¨²n cuenta su autor, como Cala d¡¯Or, en Mallorca; Moj¨¢car, en Almer¨ªa, y Hondarribia, en Gipuzkoa, donde fue a encontrarse con Miguel Mihura con el fin de ver la posibilidad de una adaptaci¨®n musical de Tres sombreros de copa. De todos estos sitios, Calella y la Costa Brava, con su fulgor marino, inundaron la mirada de aquel joven contemplativo y vividor que buscaba empaparse del entorno. ¡°Hubo cosas que influyeron claramente. Una de ellas es que pas¨¦ mucho tiempo en el Ampurd¨¢n. Es una zona de una fuerza y una riqueza especiales y siempre esper¨¦ que eso se colase en m¨ª¡±. Se col¨®. Y de qu¨¦ manera.
En 1971, el hoy desaparecido hotel Batlle estaba frente a la playa, donde Serrat llevaba una ¡°vida rutinaria¡±. ¡°Cada ma?ana me tumbaba a tomar el sol y luego me daba un chapuz¨®n r¨¢pido porque el agua estaba fr¨ªa. Com¨ªa en el hotel y por la tarde escrib¨ªa, paseaba, me dejaba llevar¡¡±, explica el m¨²sico, quien cont¨® con la complicidad de Rosa Moret, antigua propietaria del hotel junto a su difunto marido, Tom¨¢s. ¡°Ten¨ªa tres hijas y ¨¦l siempre me dec¨ªa que se las dejase para llev¨¢rselas de fiesta. Yo le contestaba que me las devolviese, que no me las perdiera por ah¨ª¡±, cuenta con una sonrisa Rosa, hoy octogenaria y que vive en el centro de Palafrugell, lejos de la playa. Ella y su marido compart¨ªan noches en el bar, y Tom¨¢s era, seg¨²n Serrat, ¡°el colega al otro lado de la barra con conversaciones sobre lo terrenal y lo eterno¡±. Pero no era el ¨²nico en aquellas noches regadas de vino, alargadas hasta bien tarde, tal y como rememora su protagonista: ¡°Hab¨ªa una peque?a di¨¢spora de amigos que se distribu¨ªan por los pueblos de la costa y sub¨ªan especialmente los fines de semana. Unos porque ten¨ªan casa y otros porque ten¨ªan morro¡±. En el disco rindi¨® homenaje a uno de ellos en la canci¨®n T¨ªo Alberto, inspirada en Alberto Puig Palau, un bon vivant y lib¨¦rrimo antifranquista que, seg¨²n Serrat, fue ¡°elemento fundamental y estable de aquellas actividades infinitas que iban sin horarios ni compromisos en un ambiente presidido por una gran libertad¡±.
Ahora, paseando por la calle de les Voltes, donde restaurantes y tiendas de ropa pija conviven con antiguas casitas blancas de tres pisos que guardan a¨²n el encanto del pasado, Serrat echa la vista atr¨¢s y reconoce que otro ¡°personaje extraordinario¡± que bien hubiese merecido otro tributo porque ¡°dio luz a muchas noches¡± fue Tom¨¢s Cervera, el fallecido due?o del restaurante Madame Zoz¨®. Ubicado en la localidad de Mont-ras e inspirado en el cabaret parisiense Moulin Rouge, Madame Zoz¨® hac¨ªa tambi¨¦n la funci¨®n de sala de fiestas en la que sol¨ªa bailar Carmen Amaya y tocar el jazzista estadounidense Lou Bennett. Fue uno de esos lugares divertidos y luminosos del boom de la Costa Brava en los setenta, que, como polillas, atrajo a una buena n¨®mina de la gauche divine, toda esa gente heterog¨¦nea de izquierdas, entre intelectuales, artistas y vanguardistas inclasificables, que Serrat califica hoy como ¡°guapa, talentosa y hedonista¡±. A ella pertenec¨ªa tambi¨¦n Colita, la fot¨®grafa que le retrat¨® para la portada de Mediterr¨¢neo y las im¨¢genes interiores en las que se le ve con los hijos de Rosa Reg¨¤s. Antes de llegar a Calella en la primavera de 1971, el m¨²sico ya hab¨ªa estado en el pueblo invitado por Oriol Reg¨¤s, quien ten¨ªa una casa y con el que sol¨ªa hacer planes familiares cogiendo una barca para ir a comer tortilla a las islas Formigues.
Aquella bulliciosa colmena humana tambi¨¦n encontr¨® en el hotel Llafranc, justo al lado de Calella, otro fort¨ªn bohemio y marchoso regentado por Manel Bisbe, conocido como el Gitano de la Costa. Por Llafranc, con su exquisito guiso de bacalao, sepia y aves, pod¨ªan parar Rock Hudson, Sophia Loren, Kirk Douglas, Elizabeth Taylor, Paco de Luc¨ªa, Xavier Cugat y La Chunga. Sin embargo, Serrat acababa reunido al final del d¨ªa con sus amigos vitalistas en su oficina de Calella. ¡°Tom¨¢s y el Gitano de la Costa formaban una pareja de baile para la vida despreocupada y provocadora en el Batlle. Nos junt¨¢bamos por la noche y cant¨¢bamos en cuanto aparec¨ªa una guitarra y se soltaban cuatro copas¡±. Aquella existencia hedonista atraviesa todo el disco en un compositor que se mov¨ªa entre pueblo y pueblo con un Alfa Romeo de los a?os treinta y soltero, aunque hab¨ªa protagonizado romances sonados con modelos como Susan Holmquist, que hab¨ªa sido portada de la primera edici¨®n de ?ltimas tardes con Teresa, de Juan Mars¨¦. ¡°Iba solo. Era un chico soltero y, de alguna manera, cumplidor con su estado civil. Viv¨ªa mi solter¨ªa con libertad y alegr¨ªa. Casi dir¨ªa que con gula¡±, recuerda con una sonrisa. ¡°Con el debido respeto, en aquella ¨¦poca follar estaba de moda. No funcionaba el WhatsApp ni los tel¨¦fonos. De hecho, los tel¨¦fonos funcionaban con ficha y entonces, claro, era mucho mejor verse¡±.
Cincuenta a?os despu¨¦s, Calella es un territorio tur¨ªstico cotizado bastante indiferente a la historia de Serrat. No hay nada que remita a ello en el pueblo, que cuenta con un mirador en honor al inventor de la f¨®rmula de las pastillas Juanola, oriundo de Palafrugell. Solo lo hacen los recuerdos que trae Serrat y unas canciones que, compuestas con ¡°guitarra, casete y paciencia¡± en el cuartito del hotel Batlle, siguen evocando con sus arreglos orquestales y sus melod¨ªas hipn¨®ticas al estado de brillo y ligereza propio de esta orilla del Mediterr¨¢neo. La playa de Port Bo, donde el joven Serrat sol¨ªa tirarse a la bartola, conserva el mismo encanto de anta?o. Justo al lado se encuentra el tramo antiguo de soportales, un paseo que data del siglo XIX y que tambi¨¦n se conoce como Ruta Josep Pla, en el que los turistas de todas partes del mundo hoy se sientan a comer en terrazas. Una estampa que no encajar¨ªa en los retratos escritos por la pluma ir¨®nica y ¨¢gil de Pla, quien vivi¨® una especie de exilio interior en estas tierras de la Costa Brava, donde reflexion¨® y busc¨® sentido a la existencia con el ¨²nico consuelo del paisaje y sus gentes, esos payeses, pescadores y personas sencillas que poblaron muchos de sus libros. El universo de Mediterr¨¢neo, con esa atenci¨®n a las peque?as cosas y a los pueblos blancos que reflejan el paisaje social de la Espa?a del tardofranquismo y el ¨¦xodo rural, tiene que ver mucho con la mirada de Pla, ¡°el ampurdan¨¦s con boina que ejerci¨® en todo el mundo¡±, seg¨²n Serrat. ¡°Su universo es muy internacional. ?l mismo dijo que solo en lo provinciano se puede encontrar lo internacional¡±. Los personajes y los paisajes siempre han sido cotidianos en la obra de Serrat, quien se sigue definiendo como ¡°un ni?o de barrio¡±, solo que, dice, no pas¨® de ser un ni?o de barrio a uno del Mediterr¨¢neo. ¡°Yo era un ni?o de barrio mediterr¨¢neo¡±, sentencia.
Al d¨ªa siguiente del paseo por Calella de Palafrugell, Serrat charla tranquilamente en La Venta, un restaurante elegido por ¨¦l y ubicado en lo alto del Tibidabo, donde se divisa gran parte de la ciudad de Barcelona. Es cuando explica sus or¨ªgenes, esa relaci¨®n estrecha con su barrio del Poble-sec, que, afirma, no le ha abandonado. ¡°?Ves aquellas chimeneas de all¨ª?¡±, pregunta desde la mesa del sal¨®n del restaurante antes de se?alarlas. ¡°Son las tres chimeneas de la Canadenca, la que promovi¨® las huelgas de la Semana Tr¨¢gica. A los pies est¨¢ mi barrio. ?Lo ves? Est¨¢ junto al mar. El mar confiere a la gente que est¨¢ cerca algo importante: mirar muy a lo ancho, ver muy lejos, no tener barreras naturales que limiten las fantas¨ªas¡±. Como a Josep Pla, ese mar embriag¨® y contagi¨® al Serrat adolescente de una suerte de entusiasmo por la realidad, casi un pante¨ªsmo sensual por el paisaje. Si Pla dec¨ªa que los humanos ¨¦ramos ¡°animales clim¨¢ticos¡±, Serrat asiente y sentencia: ¡°Yo lo soy, totalmente¡±. Con ese cielo alto y despejado, y ese aire sembrado por caracolas, arena y algas, el clima mediterr¨¢neo marca unas canciones que, en el conjunto del disco, ofrecieron a principios de los setenta una especie de paisaje nuevo, m¨¢s positivo y resplandeciente que el ¡°mar de acero de olas grises¡± cantado por Machado, al que Serrat previamente hab¨ªa rendido tributo y hoy, tanto tiempo despu¨¦s, vuelve a reivindicar. ¡°El mar de Machado no es el mar de un sevillano que pasa por Soria y Baeza. Todo ese universo machadiano acaba en Valencia y muere en Colliure. ?l tambi¨¦n conoci¨® otro mar. De ninguna manera creo que el de Machado y el m¨ªo sean distintos. Como no lo es que sean distintos el mar brav¨ªo y el mar pl¨¢cido. No son lo uno ni lo otro. Como en las personas, debajo de un mar brav¨ªo hay uno pl¨¢cido¡±.
Brav¨ªo o pl¨¢cido, y con los prodigiosos arreglos de Juan Carlos Calder¨®n, Gian Piero Reverberi y Antoni Ros-Marb¨¤, Mediterr¨¢neo fue un ¨¦xito inmediato cuando se public¨® a finales de 1971. ¡°Se recibi¨® con entusiasmo. Hasta ese disco, Serrat no hab¨ªa podido demostrar toda su capacidad en castellano. El anterior hab¨ªa sido una colecci¨®n de singles y este era su primer disco verdadero en castellano. No hay ninguna canci¨®n que sobre ni que falte¡±, asegura Jos¨¦ Ram¨®n Pardo, periodista veterano que por entonces era redactor-jefe de la revista Blanco y Negro, escrib¨ªa de m¨²sica en el diario Abc y colaboraba en RNE. Pardo se?ala que, si el comienzo era perfecto con la canci¨®n que da t¨ªtulo al disco, tambi¨¦n lo era el final incluyendo Vencidos, el poema de Le¨®n Felipe que habla de cuando Don Quijote y Sancho Panza ven el mar en la playa de Barcino, nombre de la Barcelona romana, donde la aventura de Quijote toc¨® a su fin. El caballero andante de Cervantes ejerc¨ªa de met¨¢fora para el viaje que buscaba Serrat, que volv¨ªa, como con Machado y poco despu¨¦s con el ¨¢lbum dedicado a Miguel Hern¨¢ndez, a incorporar potentes ideas po¨¦ticas a la Espa?a del franquismo ag¨®nico, dando un nuevo aliento y dibujando una ilusi¨®n renovada. El Mediterr¨¢neo como una idea de libertad y fraternidad, un clima que un¨ªa pueblos m¨¢s que separarlos. Medio siglo despu¨¦s, esta idea, como un ¨¢lbum que no ha dejado de agrandarse con el paso del tiempo, sigue tan vigente como el primer d¨ªa cuando el enfrentamiento entre Espa?a y Catalu?a est¨¢ tan enconado. ¡°Lo que nos har¨ªa falta ser¨ªa una sociedad que se enfrentara a esta polarizaci¨®n, que enarbolara banderas de tolerancia y de respeto al pr¨®jimo¡±, reflexiona Serrat. ¡°El problema es que esta polarizaci¨®n nos viene dada continuamente. Es muy dif¨ªcil que alcancemos esa sociedad si nuestros dirigentes, predicadores y bustos period¨ªsticos, televisivos y radiof¨®nicos siguen promoviendo, a veces con lengua de serpiente, la intolerancia. Si siguen descalificando a aquel que no piensa como ¨¦l¡±.
A sus 78 a?os, Serrat, que dice tener ¡°conciencia absoluta de lo fr¨¢gil y ef¨ªmero¡± que es hoy y que le gustar¨ªa hacer una gira ¡°para despedirse¡± de los lugares que ha amado, ya no sabe si ver¨¢ ese pa¨ªs. ¡°Veo todo desde la orilla, viendo c¨®mo mis sue?os est¨¢n a la otra orilla del mar. Yo aqu¨ª y mis sue?os all¨¢¡±. All¨¢, en el horizonte, ¡°entre la playa y el cielo¡±, como cant¨® en Mediterr¨¢neo, la canci¨®n de los viajes en el coche, los veranos eternos, la ni?ez en la playa, los primeros amores y la vida perfumadita de brea, la canci¨®n que siempre pas¨® de padres a hijos. Cuando se le recuerda el verso al cantor que naci¨® en ese mar, levanta las cejas, extiende una sonrisa alargada y, con energ¨ªa y alegr¨ªa contagiosa, se acerca al gran ventanal por el que se divisa Barcelona desde el monte Tibidabo y explica, se?alando con el dedo al horizonte: ¡°Aquello que se ve all¨ª es el castillo de Montju?c. Justo ah¨ª, detr¨¢s, donde no se ve, debajo est¨¢ el cementerio de Montju?c. Ah¨ª debajo, si lo vi¨¦ramos desde la otra parte, se ver¨ªa toda la monta?a sembrada de tumbas y nichos. Es como un cementerio de la Almudena en pendiente. Ah¨ª enterramos a mi abuela y a mi padre, cuando yo era un ni?o. Fue en un nicho familiar. Cuando escrib¨ª Mediterr¨¢neo pensaba en ese nicho. Desde ¨¦l se ve la playa y el cielo. ?Lo ves? No hab¨ªa intenci¨®n po¨¦tica. M¨¢s bien era una intenci¨®n muy cruda y muy real¡±. Y, sin mediar ninguna gravedad, da una palmada en el hombro y, entre risas, suelta: ¡°Pero ahora, como si me pegan fuego. ?Que procuren no quemarse! Me da igual. ?Sabes por qu¨¦? Porque he aprendido una cosa. Morirse tiene una ventaja: no te enteras¡±.
M¨²sicos espa?oles de distintas generaciones tocan canciones de 'Mediterr¨¢neo' para EL PA?S SEMANAL
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- Coordinaci¨®n: Guiomar del Ser y Brenda Valverde
- Direcci¨®n de arte: Fernando Hern¨¢ndez
- Dise?o: Ana Fern¨¢ndez
- Maquetaci¨®n: Alejandro Gallardo