Viaje por la Europa de la pandemia
Tres d¨ªas y 1.500 kil¨®metros por las regiones fronterizas entre Francia, Luxemburgo y Alemania en v¨ªsperas de la desescalada
1. Europeos peligrosos
El coronavirus ha precipitado el restablecimiento de controles y fronteras
En Europa, todo empieza y acaba en los r¨ªos.
¡°De peque?os casi nunca cruz¨¢bamos. Pero nos ba?¨¢bamos un poco m¨¢s arriba del r¨ªo con los ni?os alemanes¡±. El franc¨¦s Francis Joerger recuerda otros tiempos, cuando la frontera part¨ªa Scheibenhard (o Scheibenhardt) en dos: el pueblo franc¨¦s, terminado en d, y el alem¨¢n, en t. No hac¨ªa tanto que la guerra hab¨ªa terminado.
El Lauter, un afluente del Rin, marcaba la frontera entre Francia y Alemania. Y en Scheibenhardt, la frontera la marcaba el puente sobre el Lauter. All¨ª estaban las casetas, la barrera y la casa de aduanas.
Todo esto acab¨® en los a?os noventa. Los controles fronterizos entre los pa¨ªses de la Uni¨®n Europea desaparecieron, las casetas quedaron abandonadas, las barreras se oxidaron.
La frontera no hab¨ªa dejado de existir. La orilla sur del Lauter segu¨ªa siendo Francia; la norte, Alemania. Visto desde el cielo, sin embargo, nadie habr¨ªa dicho que Scheibenhard (814 habitantes) y Scheibenhardt (690) eran municipios distintos. En la vida cotidiana de sus habitantes, tampoco. Los franceses se casaban con los alemanes, los alemanes frecuentaban los comercios franceses y estos iban a trabajar a la parte alemana. Era necesario un esfuerzo mental para saber si uno se encontraba en uno u otro lado.
Hasta el 20 de marzo. Ese d¨ªa, Joerger, profesor jubilado de alem¨¢n y alcalde desde hace 30 a?os del Scheibenhard franc¨¦s, recibi¨® la llamada de un periodista.
¡°Alcalde, ?sabe que han vuelto a poner la frontera?¡±, le anunci¨®.
¡°No sab¨ªa que en mi pueblo hab¨ªa una frontera¡±, respondi¨® Joerger.
Francis Joerger, alcalde del Scheibenhard franc¨¦s
No sab¨ªa que en mi pueblo hab¨ªa una frontera
Pero as¨ª era. Un mes y diez d¨ªas despu¨¦s, ante la valla del puente que no ha vuelto a cruzar, el alcalde se lamenta de lo dif¨ªcil que resulta eliminar las fronteras ¡ªd¨¦cadas de negociaciones, viejas heridas para cicatrizar¡ª y lo sencillo que es volver a ponerlas.
¡°Soy scheibenhard¨¦s. En unos segundos me convert¨ª en un scheibenhard¨¦s franc¨¦s y peligroso¡±, dice.
Era el segundo d¨ªa de un viaje en coche ¡ª72 horas, del 30 de abril al 3 de mayo, m¨¢s de 1.500 kil¨®metros, tres pa¨ªses, una frontera en zigzag¡ª por la Europa que se prepara para poner fin a dos meses de confinamiento para combatir la pandemia de la covid-19. Es una Europa de autopistas vac¨ªas y estaciones de servicio fantasmag¨®ricas. De escasos hoteles abiertos en los que los clientes se cuentan con los dedos de una mano. De todo tipo de documentos que acrediten el motivo profesional del desplazamiento: los salvoconductos de este tiempo. De carreteras que aparecen de repente cortadas con vallas, y de otras que siguen abiertas, pero en las que los controles se han restablecido: sin justificaci¨®n, imposible pasar. En esta Europa, como dir¨ªa el alcalde de Scheibenhard, los europeos se han convertido en peligrosos para los europeos.
Un recorrido de Verd¨²n a Mulhouse
B?LGICA
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LUXEMB.
Schengen
Saarlouis
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Scheibenhardt
Metz
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Memorial
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FRANCIA
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Un recorrido de Verd¨²n a Mulhouse
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2. Barreras
Schengen, la ciudad que da nombre a la libre circulaci¨®n, no se libra de las restricciones
¡°?Qu¨¦ hacen ustedes aqu¨ª?¡± Un veh¨ªculo sin distintivos oficiales se detiene en el aparcamiento del Osario de Douaumont, el templo mortuorio que contiene los restos de 130.000 soldados an¨®nimos y domina el campo de 15.000 cruces blancas por los ca¨ªdos en la batalla de Verd¨²n, en Francia. Sin un alma viva alrededor y bajo la lluvia, el lugar tiene un aire inquietante. Ah¨ª empieza el viaje, en uno de los campos de batalla y cementerios militares de la Primera Guerra Mundial que salpican los paisajes verdes y ondulados de estas tierras de sangre y de reconciliaci¨®n.
Del veh¨ªculo bajan dos gendarmes uniformados. Piden los papeles. El gendarme de m¨¢s edad, al descubrir la procedencia de los viajeros y el objeto de su desplazamiento, explica que ¨¦l veranea en la Costa Brava y que sabe que muchos franceses han pasado aquella otra frontera para confinarse en sus segundas residencias. ¡°?Suerte!¡±, se despide.
Hay rutas que son libros de historia. En direcci¨®n a Luxemburgo, hacia el norte, la autopista pasa la l¨ªnea Maginot, las fortificaciones que Francia construy¨® en los a?os treinta creyendo que as¨ª frenar¨ªa a Alemania. Hitler ocup¨® Francia en unos d¨ªas y, desde entonces, la l¨ªnea Maginot, r¨ªo de in¨²tiles b¨²nkeres, es la met¨¢fora de una defensa de cart¨®n piedra, de la falta de preparaci¨®n ante el enemigo, de los problemas que acarrea confiarse demasiado o no prepararse para los ataques imprevistos. Los valles de la Lorena ¡ªregi¨®n de Francia disputada durante siglos entre franceses y alemanes, como Alsacia¡ªrelatan la reconstrucci¨®n de la posguerra y la reconciliaci¨®n entre Francia y Alemania. Y mucho m¨¢s: el embri¨®n de la Uni¨®n Europea, que consisti¨® en la puesta en com¨²n de carb¨®n y acero, materiales necesarios para hacerse la guerra y causa de tensiones geopol¨ªticas, como en la era contempor¨¢nea el petr¨®leo. Las plantas sider¨²rgicas son catedrales de ¨®xido, ruinas industriales como la que se eleva en el centro de Hayange. Pueblos y ciudades que un tiempo fueron feudo comunista y, azotados por el cierre de las f¨¢bricas, se han vuelto campo abonado para la extrema derecha francesa.
Monumento y cementerio en el memorial de la batalla de Verd¨²n, en Francia.
Cementerio y, al fondo, f¨¢brica sider¨²rgica en Hayange (Francia).
Luxemburgo ¡ªPIB per c¨¢pita en torno a los 100.000 euros, desempleo inferior al 6%¡ª est¨¢ a 20 kil¨®metros. Entrar en el Gran Ducado es un peque?o salto al pasado. Al pasado reciente, el de hace dos meses, cuando no hab¨ªa controles en la frontera y todos los accesos estaban abiertos.
El destino es Schengen, ¡°el pueblo m¨¢s conocido del mundo despu¨¦s de Bel¨¦n¡±, como dec¨ªa un viejo alcalde, 500 habitantes al pie de las vi?as y a orillas del r¨ªo Mosela. El 14 de junio de 1985, secretarios de Estado de Alemania, Francia y el Benelux firmaron a bordo del barco Princesa Mar¨ªa Astrid los acuerdos que conducir¨ªan, una d¨¦cada despu¨¦s, a la supresi¨®n de los controles fronterizos entre buena parte de los pa¨ªses europeos.
Schengen es desde entonces m¨¢s que el nombre de una aldea vitivin¨ªcola. Significa la posibilidad, ahora abolida, de moverse sin tener que sacar la documentaci¨®n al entrar en otro pa¨ªs. Y designa un tipo de visado, tambi¨¦n: el que permite a los ciudadanos de fuera de la Uni¨®n Europea entrar en su territorio y circular libremente por ¨¦l. Pero contiene en s¨ª mismo la posibilidad de autodestruirse: los atentados terroristas de la ¨²ltima d¨¦cada y la llegada de inmigrantes a las costas europeas llev¨® a algunos pa¨ªses a suspender el acuerdo.
Pese a todo, Schengen todav¨ªa representaba el ideal ingenuo de que las fronteras eran obsoletas. En Schengen, se hab¨ªan olvidado de ellas. Las hab¨ªa olvidado Lucien Gloden, que antes iba y ven¨ªa a sus vi?as en Alemania y Francia, y desde hace unas semanas debe ense?ar los papeles. ¡°La vid no conoce el confinamiento¡±, dice. Tampoco se acordaba Robert Obrzut, estad¨ªstico en el Banco Central de Luxemburgo y aficionado a los paseos en bicicleta por la regi¨®n. ¡°Es un paseo en bicicleta maravilloso. Lo recomiendo. Pero hoy est¨¢ cerrado. No se puede ir ni a Alemania ni a Francia", dice en el puente sobre el Mosela. ¡°Espero que esto no sea el final de Europa, el ¨²ltimo cap¨ªtulo, sino que nos lleve a reflexionar sobre lo importante que es Europa para nosotros y lo importantes que son las fronteras abiertas¡±.
Por el puente circulan un tractor, un cami¨®n. Una barcaza baja por el Mosela. Dos trozos del Muro de Berl¨ªn, r¨ªo de hormig¨®n que parti¨® en dos una ciudad y un mundo, adornan el paseo junto al r¨ªo m¨¢s europeo, provisionalmente convertido en muro de separaci¨®n. ¡°Mire, ?ve aquel punto?¡±, dice Martina Kneip, directora del Centro Europeo de Schengen. Y se?ala una boya blanca que flota en este otro afluente del Rin. Cuesta distinguirla. ¡°All¨ª confluyen las fronteras Alemania, Francia y Luxemburgo¡±.
No est¨¢ claro si el Centro Europeo es un museo del presente o monumento hist¨®rico, un memorial a algo que dej¨® de existir. Ni siquiera el alcalde, Michel Gloden, que aunque comparte el apellido no es familiar de Lucien, puede cruzar a Alemania. Y tampoco cruza a Francia: teme el rigor de los gendarmes a la hora de pedir los certificados necesarios para circular. ¡°Los que vivimos aqu¨ª ni siquiera nos plante¨¢bamos d¨®nde est¨¢bamos¡±, explica. ¡°Ahora no podemos pasar al otro pa¨ªs¡±.
Michel Gloden, alcalde de Schengen.
Martina Kneip, directora del Centro Europeo de Schengen.
Robert Obrzut, estad¨ªstico en el Banco Central de Luxemburgo.
Un joven agente pide la documentaci¨®n en la frontera en Perl, el primer pueblo alem¨¢n en la otra orilla del Mosela. "P¨¢senlo bien¡±, dice. En el aparcamiento junto a la autopista, un hombre y una mujer llegan cada uno en un coche, fuman unos cigarrillos, se marchan.
El regreso a Francia no es sencillo. La carretera entre Saarlouis, ¨²ltimo municipio del Estado federado del Sarre, y Metz, se interrumpe a 700 metros de la frontera. Las antenas gigantescas de Europe 1, instaladas en los a?os cincuenta, cuando el Sarre era un protectorado franc¨¦s, dominan el paisaje. En medio de los campos, un cartel en una edificaci¨®n que parece abandonada dice: ¡°U.S. Army. No entrar¡±. M¨¢s al norte, otra carretera se interrumpe a la altura de la antigua garita, tomada por las enredaderas. Un perro ladra. Oscurece.
3. R¨ªos
Scheibenhard y Scheibenhardt. Dos pa¨ªses frente al mismo cauce
Sarre, Mosela, Rin: podr¨ªa escribirse una historia de la Europa franco-alemana a trav¨¦s de sus r¨ªos, r¨ªos que unen y separan, transportan y bloquean. El Lauter, donde en los a?os cincuenta los ni?os franceses se ba?aban con los alemanes del otro lado, hab¨ªa sido unos a?os antes, concretamente el 19 de marzo de 1945, el ¨²ltimo obst¨¢culo para los soldados franceses antes de alcanzar Alemania. Quienes liberaron el pueblo fueron tropas coloniales francesas, los Tiradores Tunecinos.
¡°Nuestra liberaci¨®n se debe a personas que no ten¨ªan ninguna gana de estar aqu¨ª¡±, recuerda Francis Joerger, el alcalde de Scheibenhard. La historia del Lauter, y la de Scheibenhard, es la de toda la regi¨®n. En 1815, el Congreso de Viena fij¨® la frontera en el r¨ªo. En 1871, la derrota de Francia en la Guerra franco-prusiana dej¨® todo el pueblo, como Alsacia y parte de la Lorena, en manos de la nueva Alemania unificada. La Gran Guerra estall¨® en 1914, entre otros motivos, por pueblos como Scheibenhard. Volvi¨® a manos francesas en 1918, pero solo por 22 a?os. La invasi¨®n nazi reunific¨® Scheibenhard y Scheibenhardt. Joerger es hijo de aquello. Su padre fue un malgr¨¦-nous, literalmente, a nuestro pesar, uno de aquellos j¨®venes alsacianos reclutados a la fuerza por la Wehrmacht, aunque logr¨® declararse enfermo y evitar los combates. "Era antimilitarista. Un h¨¦roe, para m¨ª¡±, dice este socialista tan internacionalista que es miembro del SPD, el Partido Socialdem¨®crata Alem¨¢n, y no del PS franc¨¦s.
Scheibenhardt /
Scheibenhard
Imperio
Alem¨¢n
Imperio
Alem¨¢n
Confeder.
Germ¨¢nica
Reino de
Francia
Francia
1815
El Congreso de Viena fija la frontera entre Francia y Alemania sobre el r¨ªo Lauter: Scheibenhard queda a ambos lados.
1871
Scheibenhard(t) pasa entero a Alemania con la victoria germana en la Guerra franco-
prusiana.
1918
Al final de la Primera Guerra Mundial se restablecen las fronteras previas a 1871.
III Reich
III Reich
Alemania
Francia
1940
Las tropas nazis ocupan el pueblo y se suprime la frontera.
1945
Los Tiradores Tunecinos del Ej¨¦rcito franc¨¦s liberan Scheibenhard y se recupera la frontera anterior.
1992
Se suprime la frontera aduanera entre ambos pueblos.
2020
Alemania vuelve a imponer los controles por la crisis del coronavirus.
Scheibenhardt /
Scheibenhard
Imperio
Alem¨¢n
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Germ¨¢nica
Reino de
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1815
El Congreso de Viena fija la frontera entre Francia y Alemania sobre el r¨ªo Lauter: Scheibenhard queda a ambos lados.
1871
Scheibenhard(t) pasa entero a Alemania con la victoria germana en la Guerra franco-
prusiana.
1918
Al final de la Primera Guerra Mundial se restablecen las fronteras previas a 1871.
III Reich
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Alemania
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1940
Las tropas nazis ocupan el pueblo y se suprime la frontera.
1945
Los Tiradores Tunecinos del Ej¨¦rcito franc¨¦s liberan Scheibenhard y se recupera la frontera anterior.
1992
Se suprime la frontera aduanera entre ambos pueblos.
2020
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1815
El Congreso de Viena fija la frontera entre Francia y Alemania sobre el r¨ªo Lauter: Scheibenhard queda a ambos lados.
1871
Scheibenhard(t) pasa entero a Alemania con la victoria germana en la Guerra franco-
prusiana.
1918
Al final de la Primera Guerra Mundial se restablecen las fronteras previas a 1871.
1940
Las tropas nazis ocupan el pueblo y se suprime la frontera.
1945
Los Tiradores Tunecinos del Ej¨¦rcito franc¨¦s liberan Scheibenhard y se recupera la frontera anterior.
1992
Se suprime la frontera aduanera entre ambos pueblos.
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1815
El Congreso de Viena fija la frontera entre Francia y Alemania sobre el r¨ªo Lauter: Scheibenhard queda a ambos lados.
1871
Scheibenhard(t) pasa entero a Alemania con la victoria germana en la Guerra franco-prusiana.
1918
Al final de la Primera Guerra Mundial se restablecen las fronteras previas a 1871.
1940
Las tropas nazis ocupan el pueblo y se suprime la frontera.
1945
Los Tiradores Tunecinos del Ej¨¦rcito franc¨¦s liberan Scheibenhard y se recupera la frontera anterior.
1992
Se suprime la frontera aduanera entre ambos pueblos.
2020
Alemania vuelve a imponer los controles por la crisis del coronavirus.
Ahora teme por Europa, cree que la decisi¨®n alemana de bloquear los accesos, las dificultades diarias para cruzar de los franceses que trabajan en Alemania, los controles policiales, alimenten resentimientos. ¡°Me sorprende lo r¨¢pido que vuelve el nacionalismo¡±, afirma. "La extrema derecha ha tenido su ensayo general: ha comprobado la facilidad con la que se pueden reponer las fronteras¡±.
Pero las barreras como la de Scheibenhard, recordar¨¢ unos d¨ªas despu¨¦s por tel¨¦fono el diplom¨¢tico y ge¨®grafo Michel Foucher, son temporales. No tardar¨¢n en levantarse. Y responden a la necesidad precisa de controlar el riesgo sanitario. Que el noreste, junto a la regi¨®n de Par¨ªs, sea la regi¨®n francesa m¨¢s afectada explicar¨ªa el cierre. ¡°No estamos en guerra: el control sanitario en la frontera es lo mismo que el control sanitario en el confinamiento¡±, dice Foucher, autor de Le retour des fronti¨¨res (El retorno de las fronteras). Y s¨ª, los cerca de 50.000 trabajadores transfronterizos franceses en Alemania son los primeros en sufrir por los nuevos obst¨¢culos, pero, al mismo tiempo, la frontera era para ellos un recurso econ¨®mico de primer orden: al otro lado hay mejores empleos y salarios; sin la frontera, la ventaja competitiva se reducir¨ªa.
¡°Han reaparecido las fronteras, pero es que nunca hab¨ªan desparecido. Solo se hab¨ªan vuelto menos visibles¡±, sostiene. Y a?ade: ¡°El retorno de las fronteras es el retorno de algo que hab¨ªamos rechazado ver. Sin l¨ªmites no hay naci¨®n, no hay soberan¨ªa. Y los l¨ªmites nos estructuran: entre el interior y el exterior, el yo y el t¨². Si no tengo una puerta, no puedo abrirla¡±. Pero, ?no exist¨ªa un nosotros europeo? ¡°El nosotros europeo no elimina los nosotros nacionales, y a¨²n menos en cuestiones sanitarias¡±.
En unos minutos, el ambiente en el puente sobre el Lauter se ha vuelto festivo. Por el lado alem¨¢n aparecen Petra y Jan Fritz, que cumplen 34 a?os de casados y han decidido celebrarlo con un botell¨ªn de champ¨¢n rosado. Llegan Jessica Heinrich y Martin Silva, un matrimonio germano-portugu¨¦s que vive el Scheibenhard franc¨¦s. Su hija Isabela ha tra¨ªdo un dibujo ¡ªun coraz¨®n con las banderas francesa y alemana y la palabra Love, amor en ingl¨¦s¡ª para colgarlo en la barrera que divide el pueblo. Disimuladamente, algunos ciclistas pasan por debajo de la cinta que marca una frontera que nadie vigila. Alguien se?ala a dos ni?os que pasean en Scheibenhardt, el pueblo alem¨¢n, y dice que sus padres se separaron en febrero. El padre, alem¨¢n, vive en Scheibenhardt. La madre, francesa, en Scheibenhard. Los hijos no tienen m¨¢s remedio que saltar la barrera.
4. Autopistas
Un term¨®metro de la actividad y de las nuevas limitaciones
Cambian los pa¨ªses y var¨ªan las normas: m¨¢s laxas las alemanas, m¨¢s rigurosas las francesas. Viajar puede ser m¨¢s relajante ¡ªsin atascos, la carretera y el paisaje para uno solo¡ª y a la vez m¨¢s estresante: el virus acecha en cualquier encuentro. El confinamiento de estos meses y la desescalada que llega tienen su casu¨ªstica, barroca y paralizante: qu¨¦ documento se necesita aqu¨ª, cu¨¢l m¨¢s all¨¢. La preocupaci¨®n por el qu¨¦ dir¨¢n adquiere dimensiones desproporcionadas cuando los viajeros declaran, al entrar en Alemania, pa¨ªs comparativamente poco impactado por la covid-19, que viven en Francia y en el pasaporte pone Espa?a, dos de los pa¨ªses m¨¢s golpeados de Europa.
R¨ªo abajo, el Lauter desemboca en el Rin, frontera fluvial entre Francia y Alemania. Siete kil¨®metros tierra adentro, en Alemania, se extiende uno de los mayores aparcamientos de camiones del sur del pa¨ªs, al pie de la Selva Negra, cerca de Baden-Baden. Decenas de veh¨ªculos se alinean en el asfalto.
Las autopistas son el term¨®metro de las econom¨ªas en la UVI. Las hay con tr¨¢fico denso: en la entrada y salida de las ciudades como Par¨ªs. Las hay desiertas: la que de noche lleva de Saarbr¨¹cken ¡ªla capital del Sarre¡ª a la ciudad francesa de Forbach. La frontera est¨¢ abierta en direcci¨®n a Francia: ning¨²n control. En el sentido contrario, la polic¨ªa alemana obliga a parar a los veh¨ªculos que entran en Alemania y exige acreditar sus razones para romper el confinamiento y entrar en su pa¨ªs.
En la primera estaci¨®n de servicio francesa, un camionero rumano fuma un cigarrillo en la cabina. Transporta material de construcci¨®n desde Italia hasta Inglaterra. ¡°Vengo de la zona del coronavirus¡±, sonr¨ªe. A las diez de la noche continuar¨¢ la ruta. ¡°Echo de menos a mi familia¡±. ?D¨®nde vive? ¡°En el cami¨®n¡±, responde.
Un camionero rumano descansa en una estaci¨®n de servicio.
En el aparcamiento de la A5 entre Karlsruhe y Basilea, paralela al Rin, se forman tertulias, un camionero saca una bicicleta y se va a pasear, un grupo de ucranios con diferentes destinos pero que han quedado aqu¨ª para pasar juntos el descanso dominical cenan al aire libre. En el extremo del aparcamiento m¨¢s cercano a la frontera, se eleva la Autobahn Kirche, una de las decenas de iglesias en las autopistas alemanas y austriacas. El templo, construido en los a?os setenta, tiene forma de pir¨¢mide y est¨¢ flanqueado por cuatro columnas de vago aire precolombino. ¡°Se?or Jes¨²s, Santa Mar¨ªa, todos los Santos y Santas, todos ¨¢ngeles, protegednos por favor contra esta epidemia¡±, ha dejado escrito alguien en el libro de visitas.
En la escalinata que da acceso a la iglesia de San Crist¨®bal, patr¨®n de los viajeros, el p¨¢rroco Michael Zimmer descubre el origen de uno de los periodistas. Y entonces recuerda sus campamentos juveniles con cristianos del pueblo de Olesa de Montserrat y, a viva voz, se pone a entonar en catal¨¢n la m¨¢s internacional de las canciones catalanas: L¡¯Estaca.
Exterior de la ¡®Autobahn Kirche¡¯, una de las decenas de iglesias que flanquean las autopistas alemanas y austriacas.
Interior piramidal del templo, construido en los a?os setenta.
La crisis ha vaciado de fieles el recinto, pero el padre Zimmer sigue oficiando misas.
Petici¨®n de ayuda a todos los santos en en el libro de visitas.
¡°Los turistas, que van de vacaciones por la autopista, han desaparecido. Por eso tenemos muchos menos visitantes. Incluso la comunidad local que se congrega aqu¨ª no puede congregarse aqu¨ª para la misa. Los ¨²nicos que vienen regularmente son los camioneros¡±, conf¨ªa Zimmer. Nunca han dejado de venir: el tr¨¢fico de camiones ¡ªun Rin de gas¨®leo e insomnio¡ª es el nervio de la Europa en crisis. ¡°Se les reconoce porque se sientan solos en la ¨²ltima fila, son hombres, en ch¨¢ndal, polacos o eslovacos.¡±
A las 18.30 se celebra una misa particular, en la cripta subterr¨¢nea del templo. ?nicamente cuatro fieles, coronavirus obliga. ¡°Es un grupo peque?o, as¨ª empez¨® la Iglesia, son nuestras catacumbas¡±, apunta el p¨¢rroco.
5. De las fuentes del Danubio a ¡®Coronaland¡¯
Todo empieza y acaba en los r¨ªos, en Europa. Los domingueros pasean o van en bicicleta por uno de los montes donde se dice que nace el Danubio, en la Selva Negra. De una min¨²scula fuente sale el hilo de agua que se convertir¨¢ en el gran r¨ªo europeo, el r¨ªo que, seg¨²n una antigua placa, cruzar¨¢ ¡°ocho pa¨ªses entre la Selva Negra y el Mar Negro, la Rep¨²blica Federal de Alemania, Austria, Checoslovaquia, Hungr¨ªa, Yugoslavia, Rumania, Bulgaria y la Uni¨®n Sovi¨¦tica¡±. Una estatua kitsch ¡ªmezcla de enano de jard¨ªn grandull¨®n y escultura de Jeff Koons¡ª preside la fuente.
Monta?a abajo, los coches circulan como un d¨ªa festivo cualquiera, el valle de Rin resplandece y en la frontera entre Baden-W¨¹rttemberg y Alsacia no solo los polic¨ªas alemanes controlan. Tambi¨¦n los franceses. Atr¨¢s queda Alemania, que ha gestionado mejor la epidemia ¡ªunas 7.500 muertes¡ª y que empieza a retomar la actividad. Se despereza. Al otro lado, la quietud de la Francia de los 26.000 muertos (en Luxemburgo son 100). Y, unos kil¨®metros m¨¢s al sur, Mulhouse, la ciudad de Alsacia convertida en epicentro del virus ¡ª"Corona-land", seg¨²n aparec¨ªa descrito en un titular de Le Monde¡ª, y la cruz resplandeciente de La Porte Ouverte, la macroiglesia evang¨¦lica donde supuestamente el virus se propag¨® a finales de febrero. Hoy est¨¢ cerrada a cal y canto.
Las fuentes del Danubio, gran r¨ªo europeo, siguen atrayendo excursionistas en plena Selva Negra.
Al otro lado de la frontera, en Francia, se encuentra Mulhouse, uno de los epicentros del virus en este pa¨ªs.
El r¨ªo ¡ªpulm¨®n econ¨®mico de Europa, y cultural¡ª separa dos mundos. El coronavirus nos recuerda que las fronteras existen: nunca se marcharon. Y no es tan f¨¢cil quitarlas.
¡°Hace unos d¨ªas, un amigo me propuso: ¡®Venimos de noche y lanzamos las vallas al Lauter¡¯¡±, contaba un d¨ªa antes Francis Joerger, el alcalde de Scheibenhard. Ganas no le faltar¨ªan. Pero a?adi¨®: ¡°Como alcalde, no puedo. Debo dar ejemplo¡±.
Cr¨¦ditos
Coordinaci¨®n y formato: Guiomar del Ser
Dise?o: Ana Fern¨¢ndez
Maquetacion: Nelly Natal¨ª
Direccion de arte: Fernando Hern¨¢ndez
Infograf¨ªa: Nacho Catal¨¢n