La belleza imperecedera de los jardines de Al-?ndalus
En la pen¨ªnsula Ib¨¦rica hay m¨¢s de 6.000 especies de plantas, entre las que se incluyen aquellas con las que los ¨¢rabes contribuyeron a enriquecer la vegetaci¨®n aut¨®ctona
La pen¨ªnsula Ib¨¦rica ha sido depositaria de una riqueza bot¨¢nica ¨²nica a lo largo de los siglos. Esto es debido, en parte, a su posici¨®n geogr¨¢fica estrat¨¦gica en el extremo de Europa. La naturaleza ha regalado a Espa?a una infinidad de endemismos bot¨¢nicos, ¡°que son aquellas plantas que crecen en un ¨¢mbito reducido y no se encuentran de forma natural en ninguna otra parte del planeta¡±, como se?ala Antoni Buira, ...
La pen¨ªnsula Ib¨¦rica ha sido depositaria de una riqueza bot¨¢nica ¨²nica a lo largo de los siglos. Esto es debido, en parte, a su posici¨®n geogr¨¢fica estrat¨¦gica en el extremo de Europa. La naturaleza ha regalado a Espa?a una infinidad de endemismos bot¨¢nicos, ¡°que son aquellas plantas que crecen en un ¨¢mbito reducido y no se encuentran de forma natural en ninguna otra parte del planeta¡±, como se?ala Antoni Buira, autor de una interesant¨ªsima tesis doctoral sobre la flora end¨¦mica de la pen¨ªnsula. Con m¨¢s de 6000 especies ib¨¦ricas ¡ªde las que m¨¢s de 1.000 son endemismos¡ª, a toda esta amplia variedad bot¨¢nica hay que sumarle las que llegaron por los avatares de la historia.
Entre esos momentos hist¨®ricos, los ¨¢rabes tambi¨¦n contribuyeron sobremanera a enriquecer la vegetaci¨®n aut¨®ctona. En el imaginario colectivo siempre se evocan los jardines de al-?ndalus como uno de esos periodos de prosperidad en el cultivo de las plantas. En aquellos vergeles se criaban ¨¢rboles venidos de lejos, como es el caso del naranjo amargo (Citrus x aurantium), introducido en la pen¨ªnsula Ib¨¦rica en el siglo X u XI, dependiendo de la fuente consultada. A este respecto, Pepe Tito, estudioso de los jardines hist¨®ricos, puntualiza que este naranjo ¡°es una de las plantas ornamentales por excelencia en los jardines andalus¨ªes¡±, que utilizaban principalmente con fines decorativos, pero tambi¨¦n medicinales. Al respecto, los escritos de la ¨¦poca reflejan c¨®mo esta planta, proveniente de la India, era conveniente que creciera con violetas (Viola odorata) al pie, como recuerda el libro ?rboles y arbustos de al-?ndalus, editado en el 2004 por el CSIC.
Hay muchos m¨¢s ¨¢rboles que se cultivaban en aquellas huertas y jardines. Fran Villegas, jardinero paisajista y enamorado de esta ¨¦poca, relata c¨®mo ¡°el almez (Celtis australis) era muy utilizado por los andalus¨ªes y los moriscos¡±: ¡°Con este ¨¢rbol formaban bosquetes alineados para sujetar las terrazas de cultivo. Conten¨ªan su poderoso crecimiento con severos desmoches. Con esas podas dr¨¢sticas, obten¨ªan tambi¨¦n madera para fabricar ¨²tiles de labranza o le?a. Las copas de estos almeces proteg¨ªan del viento a los cultivos y tambi¨¦n se utilizaban como soporte para que, sobre ellos, crecieran las vides (Vitis vinifera). Era tan valorado que una huerta que contara con almeces era m¨¢s valiosa¡±, finaliza Villegas. Hoy en d¨ªa, se puede disfrutar de su sombra en los bosques que rodean la Alhambra, el monumento andalus¨ª m¨¢s reconocible. Este ¨¢rbol, curiosamente de la misma familia que el l¨²pulo (Humulus lupulus), el c¨¢?amo y la marihuana (Cannabis sativa), es muy reconocible por su corteza lisa y plateada, que se suele comparar con la piel de un elefante.
Pepe Tito, autor de multitud de art¨ªculos sobre este periodo, y de libros imprescindibles como El jard¨ªn hispanomusulm¨¢n, puntualiza que ¡°en aquellos tiempos, decir jard¨ªn era decir array¨¢n¡±. En la actualidad, quiz¨¢s se emplea m¨¢s el apelativo de mirto, pero ambos t¨¦rminos se refieren al mismo Myrtus communis. El array¨¢n, insigne miembro mediterr¨¢neo de la familia de los eucaliptos (Eucalyptus spp.) australianos, guarda con aquellos parientes la misma peculiaridad de unas flores llenas de estambres locos y de hojas con aromas magistrales. Tito relata la curiosa historia de la diversidad del array¨¢n en el Mediterr¨¢neo: ¡°En ¨¦poca cl¨¢sica, seg¨²n Plinio el Viejo, ya se daban tres tipos de mirto. El de hoja peque?a (Myrtus communis subsp. tarentina), el de hoja mediana (Myrtus communis subsp. communis) y el de hoja grande o morisco (Myrtus communis subsp. baetica). Plinio lo llamaba por aquel entonces hexasticham, debido a que sus hojas se agrupan de tres en tres y, si observamos la ramilla, dan una sensaci¨®n de nacer en grupos de seis¡±, concluye Tito.
Este array¨¢n morisco era el que conformaba los setos de la Alhambra por aquel entonces y, tan popular fue su cultivo en aquellos siglos de dominaci¨®n ¨¢rabe, que perdur¨® a¨²n despu¨¦s de la conquista de Granada. De su popularidad y de su desembarco en lejanas tierras deja constancia de nuevo Tito: ¡°Cuando Felipe II se casa con Mar¨ªa Tudor en 1554, los ingleses tuvieron conocimiento de esta planta y se la llevan para Inglaterra. De hecho, el pirata Walter Raleigh lo cultiva en los jardines de su casa, que precisamente se llamaba La casa de los mirtos¡±. Este estudioso apunta que su cultivo fue decreciendo, hasta que en el siglo XVIII se olvida su rastro casi por completo. Afortunadamente, Pepe Tito y Manuel Casares ¡ªeste ¨²ltimo actual director del Jard¨ªn Bot¨¢nico de la Universidad de Granada y catedr¨¢tico en dicha universidad¡ª, descubrieron unos pocos ejemplares que todav¨ªa crec¨ªan dispersos en distintos jardines de Granada, como en el Generalife. ¡°Se est¨¢ recuperando y plantando en muchos lugares¡±, asegura Tito. La belleza del array¨¢n morisco nos traslada a aquellos jardines andalus¨ªes, con su propio perfume mezclado con el de los jazmines, el azahar y las azucenas.