Invitada de honor en un desastre de cena popular
A la voz de tradici¨®n, cocina de las abuelas y fiestas de pueblo, me vest¨ª con mis mejores galas para ayudar con el fuego y la le?a, las ollas, de ir de ac¨¢ para all¨¢, de repartir vasos de cart¨®n
F¨¢cilmente, me hubiese podido presentar en la cena en ch¨¢ndal. Por suerte, en el ¨²ltimo momento, me decid¨ª por unos tejanos buenos y mi camiseta favorita. Al poner un pie en la plaza en la que se iba a celebrar el evento me di cuenta de que no iba, ni de lejos, vestida para la ocasi¨®n.
Esa noche era la invitada de honor de la 36? edici¨®n de El sopar de les ¨¤vies, la cena de las abuelas, un acontecimiento gastron¨®mico anual, celebrado en Lli?¨¤ d¡¯Amunt, un pueblo de la Catalunya central, en el marco de la Fiesta Mayor, en el cual las abuelas de la zona cocinan sus mejores cazuelas festivas y las sirven en una cena comunitaria, desde 1987.
Yo, a la voz de cena popular, tradici¨®n, cocina de las abuelas y fiestas de pueblo, me vest¨ª con mis mejores galas para ayudar con el fuego y la le?a, las parrillas y las ollas; de ir con sillas plegables de cuatro en cuatro de ac¨¢ para all¨¢, de repartir vasos de cart¨®n y ensamblar pies con cuerpos de copas de cava de pl¨¢stico, y de colgar ristras de banderines de colores de ¨¢rbol a ¨¢rbol, encaramada a una escalera plegable t¨ªsica de pintor. A eso iba yo, esa noche.
Y ah¨ª estaba, ante m¨ª, esa explanada de cemento liso, sin tierra ni fuego, sembrada de mesas redondas vestidas con enaguas blancas rodeadas de sillas acolchadas conjuntadas. Centros de flores naturales, cristaler¨ªa de lujo, platos de gala, platitos de pan, servilletas planchadas y cinco cubiertos brillantes por barba, bisuter¨ªa de alquiler digna del mejor bodorrio, gritando: ¡°te has equivocado¡±. Me sentaron en la mesa presidencial, entre el alcalde y la primera dama, y con el resto de la plana mayor del consistorio, todos vestidos de punta en blanco como para ir a la gala de los Oscar. Yo, un tej¨®n.
En uno de los callejones que daban a la plaza hab¨ªan montado una cocina de c¨¢terin ambulante y una mesa de pase, donde una empresa subcontratada recalentaba los entrantes del banquete y decoraba los postres, y de donde sal¨ªan los camareros de alquiler cargados de platos y bandejas con bebidas. Las abuelas iban llegando en coches particulares con sus respectivas cazuelas que, debidamente cubiertas con papel de aluminio, eran metidas en armarios calientes, a la espera de ser servidas.
La cena fue un desastre. Los cocineros profesionales no calcularon bien las cantidades de comida y no hubo entrante para todos. Entre el primer plato y el segundo esperamos m¨¢s de una hora. Las abuelas, las reinas de la fiesta, a estas alturas ya estaban que trinaban con el alcalde. ?l manten¨ªa un rictus de sonrisa nerviosa, ¡°me quedan tres a?os de legislatura para remontar esto¡±. Todos tranquilos. Yo, a cada minuto que pasaba, me iba sintiendo m¨¢s a gusto y la conversaci¨®n en la mesa era animad¨ªsima. Preguntaba por la historia de esa cena, su origen, su vinculaci¨®n, o no, con alg¨²n tipo de fiesta popular antigua. Nadie sab¨ªa nada. Una chica se atrevi¨® a decirme que naci¨® de las matanzas del cerdo, de cuando las mujeres cocinaban al aire libre en las casas de pay¨¦s. Acept¨¦ la explicaci¨®n, en la zona hay mondongueras legendarias, pero la puse en cuarentena: o en Lli?¨¤ ten¨ªan un microclima excepcional de septiembres sin calor ni moscas, o quiz¨¢, pese a tener la fiesta origen popular, al asumir el mando y la organizaci¨®n el Ayuntamiento, se decidi¨® unirla a la Fiesta Mayor.
Llegaron los guisos de las abuelas, y aqu¨ª s¨ª que la cosa remont¨®: zarzuelas, calderetas de cordero, pollo con cigalas, fricand¨®, ternera con setas, pato a la naranja... un verdadero festival. Todo bien guisado, como Dios manda. La empresa de c¨¢terin tampoco consigui¨® hacer cuadrar cazuelas y mesas a la primera, de modo que hubo cierto ir y venir de cucharones de contrabando. El postre gust¨®. Era colorido, muy aparente, una mousse de manzana cubierta de gelatina verde muy llamativa, que se llev¨® todo el az¨²car disponible de la cocina, supongo, porque no qued¨® para el caf¨¦. Le pas¨¦ un par de sobrecitos de extranjis al alcalde, que yo siempre llevo en el bolso. Me march¨¦ a casa pasada la medianoche. La cena hab¨ªa empezado a las nueve.
?C¨®mo pod¨ªa ser que despu¨¦s de m¨¢s de dos legislaturas, los responsables, el Ayuntamiento, no tuvieran m¨¢s que una idea vaga de qu¨¦ era exactamente el acto que organizaban?
Hice cuentas. 36 a?os antes el pueblo en cuesti¨®n, la comarca entera, de hecho, era un hervidero de iniciativas culturales. En lo que a temas gastron¨®micos populares se refiere, y en esa zona, hab¨ªa un par de personajes que no se perd¨ªan ni una. Dos llamadas de tel¨¦fono bastaron para conocer la fabulosa historia que esconde esta velada: en tiempos del primer alcalde democr¨¢tico se cre¨® por iniciativa popular una escuela de cocina en la que participaron casi todas las se?oras del pueblo, la mayor¨ªa a¨²n dedicadas a las tareas del campo. Juntas, y con la participaci¨®n de Pep Salsetes, uno de los grandes de la cocina catalana, compartieron conocimiento e hicieron comunidad. Al final del curso, por la Fiesta Mayor, organizaron esa primera edici¨®n de la cena, en la que guisaron para todo el pueblo y elaboraron desde el primer hasta el ¨²ltimo plato, incluyendo un helado casero de moras recolectadas por ellas mismas. De esa primera edici¨®n a¨²n se conserva material audiovisual, donde se las ve cocinando cada una en su casa el plato de Fiesta Mayor t¨ªpico de la mesa familiar de cada hogar, y que ellas prepararon para lucirse y para compartir.
Hubo teatro callejero, una carpa, farolillos, velas para mantener calientes las cazuelas, y un premio para la abuela m¨¢s anciana que consisti¨® en una mecedora de tama?o real, ?y funcional!, hecha de turr¨®n del duro. Ese primer a?o, a los comensales la salida del sol les pill¨® comiendo, bebiendo y riendo. Todo fue a base de voluntariado. Nadie cobr¨® un duro. Nadie se qued¨® sin comer.
Ea, pues, se?ores concejales. Aqu¨ª tienen la historia de la cena de su pueblo.
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