Casa es donde te sirven jud¨ªas con patatas como hac¨ªa tu madre
Las jud¨ªas verdes perfectas no s¨®lo no existen, sino que ponen en peligro la existencia de las jud¨ªas verdes importantes, eso es: las reales
Estas ¨²ltimas dos d¨¦cadas de avalancha de comunicaci¨®n gastron¨®mica por tierra, mar y aire hemos cometido muchos errores. Uno de los m¨¢s da?inos, hablar de elaboraciones o ingredientes en t¨¦rminos de mal y bien; de correcto e incorrecto.
Detr¨¢s del pseud¨®nimo ¡°Edgar Morin¡± se esconde Edgar Nahoum, eminente fil¨®sofo franc¨¦s, adalid y precursor de la teor¨ªa del pensamiento complejo y muy activo en Twitter a sus ciento tres a?os de edad. El tercer volumen de su gran obra El M¨¦todo, El Conocimiento del Conocimiento, (Madrid: C¨¢tedra, 1988) arranca as¨ª: ¡°Se puede comer sin conocer las leyes de la digesti¨®n, respirar sin conocer las leyes de la respiraci¨®n, se puede pensar sin conocer las leyes ni la naturaleza del pensamiento, y conocer sin conocer el conocimiento. Pero, mientras la asfixia y la intoxicaci¨®n se dejan sentir inmediatamente como tales en la respiraci¨®n y en la digesti¨®n, lo propio del error y de la ilusi¨®n es no manifestarse como error o ilusi¨®n. ?El gran ¨¦xito del error consiste en no parecerlo!¡±.
Navegar la complejidad, con lo que tiene de aceptar las contradicciones, abrazar las disonancias y vivir con la certeza de que el gato dentro de la caja est¨¢ vivo y muerto a la vez, se parece a pasar un d¨ªa ajetreado llevando puestas bragas ajustadas: es profundamente inc¨®modo. Los seres humanos normales y corrientes buscamos fervientemente certidumbres a las que agarrarnos, clavos ardientes, verdades limpias de dudas, para poder pasar las tardes de mi¨¦rcoles en paz sin perder la cordura; sabiendo que como m¨ªnimo, a malas, ese hervidito de patata y verdura que serviremos a los hijos para la cena es algo bueno y est¨¢ bien en todos los aspectos.
Por esto han triunfado y triunfan tanto titulares como ?C¨®mo cocinar las jud¨ªas verdes para aprovechar todos sus nutrientes? o La receta definitiva para unas jud¨ªas verdes perfectas. Seguir las instrucciones de alguien que afirma saber c¨®mo hacerlo bien funciona como un b¨¢lsamo para el esp¨ªritu. Es tranquilizador. El problema con esos titulares y con esa forma de comunicar la cocina es que las jud¨ªas verdes perfectas no s¨®lo no existen, sino que ponen en peligro la existencia de las jud¨ªas verdes importantes, eso es: las reales.
Consideremos el plato de patatas y verduras hervidas. Que me aspen si existe una elaboraci¨®n m¨¢s extendida que esta en la geograf¨ªa culinaria cotidiana dom¨¦stica. Se puede cuestionar que el sol salga por el este y se ponga por el oeste, pero las patatas con jud¨ªas verdes o con un pu?ado de espinacas, hervidas, servidas con un chorrito de aceite una vez por semana a lo largo del a?o escolar, son sin¨®nimo de casa. Y no son sin¨®nimo de una casa gen¨¦rica e igual para todos, sino exacta y precisamente la concreta de cada uno.
En algunos hogares el plato se hace con jud¨ªa redonda; en otros, con la plana; en otros, con la congelada. Hay quien lo hace con patata vieja, de la que se desterrona. Esta patata deja el caldo de cocci¨®n blanquecino, sabroso y espeso, perfecto para ser convertido en una nutritiva sopita para la cena. Hay quien, en cambio, exige de las patatas que sean poliedros perfectos. Este alguien acaricia en su interior la esperanza de que sobre algo de esa verdura para poder comerla al d¨ªa siguiente, fr¨ªa, con mayonesa y at¨²n, a modo de ensaladilla.
Algunos retiran las fibras laterales de las vainas, en crudo, porque s¨®lo con imaginar el roce de una hebra en la campanilla les da angustia. Otros, a este menester, hervir¨¢n la jud¨ªa hasta que esta olvide el rostro de su padre, tome el mismo color gris de la cazuela, y se desintegre en pur¨¦ antes de poder ser masticada. Unos ali?an la verdura con un chorrito de aceite. Otros, con cebolleta bien picada y vinagre. Hay casas donde es delito servir la verdura hervida mal escurrida, en una fuente que llega a la mesa encharcada. En otras, en cambio, se esperan esos jugos mezclados con la sal y el aceite con ansia, brillo en los ojos, y un pedazo de pan en la mano para mojar. Unos enfr¨ªan la verdura al salir de la olla, enseguida, bajo el chorro de agua fr¨ªa, para que la jud¨ªa recupere el color verde brillante. Otros prefieren comerla bien caliente.
El hervido de patata con verdura en casa del vecino no sabe igual que en tu casa. Casa es donde te sirven el hervido de patatas y verduras como te lo hace o hac¨ªa tu madre.
Dictar leyes y pintar fronteras demasiado estrictas entre lo correcto y lo incorrecto, lo que es perfecto y lo que no, lo bien o lo mal cocinado, nos conduce a un escenario futuro en el que s¨®lo existe una manera acertada de hervir verduras con patatas. Ese es, sin lugar a dudas, un futuro m¨¢s triste, menos diverso, y m¨¢s pobre: es un futuro impersonal, en el que es imposible sentirse jam¨¢s completamente seguro de estar en casa.