Una cuchara que pesa a?ade valor al postre
Revisemos el tema de las cucharitas para la hora del t¨¦, por favor. Antes de invertir dinero de la empresa en I+D o en renovar la carta, revisemos que estamos cumpliendo con lo b¨¢sico. Saldremos todos ganando
Cuando tienes 20 a?os, trabajas de pastelera y tu turno empieza a las seis de la ma?ana, dormir de tres a diez de la tarde y pasar la noche en vela con los colegas viendo pelis de terror encerrada en unas viejas cocheras, en un festival de cine en el que no s¨®lo est¨¢ permitido gritarle a la pantalla, sino que es altamente recomendable y parte de la gracia, suena a un plan perfecto.
La Marat¨®n de Cine Fant¨¢stico y de Terror de Sants, en Barcelona, es un hito hist¨®rico del tejido asociativo del barrio. Se celebra anualmente en noviembre, dura cuatro d¨ªas y cuatro noches, naci¨® a finales de los ochenta de la mano de un pu?ado de amigos eruditos de lo terrible y extremadamente motivados, y gracias a esta gran fiesta de lo corrompido muchos descubrimos joyas del s¨¦ptimo arte como Joc¨¢ntaro, el monstruo surgido de las profundidades de las r¨ªas gallegas mitad pulpo mitad centollo de K¨¢rate a muerte en Torremolinos; Eso te pasa por Barroco, de Pablo Serrano; Gelatina Demonix, de Dar¨ªo Rom¨¢n; Plastic Attack: Bolsas Asesinas, de Pablo Belmonte; Una noche para descuartizar (A night to dismember)¡±, de Doris Wishman con Samantha Fox; Los superh¨¦roes no pagan impuestos, de V¨ªctor Arias Magad¨¢n o la obra maestra de lo desviado The Horribly Slow Murderer with the Extremely Inefficient Weapon, eso es El asesino horriblemente lento con el arma extremadamente ineficiente. Esta maravilla es un cortometraje de 10 minutos que Richard Gale rod¨® en 2008 en California a lo largo de 22 d¨ªas y con un presupuesto de 600 d¨®lares. Su protagonista es Jack Cucchiaio, a quien persigue un asesino llamado Ginosaji que le intenta matar suavemente a golpes con una cuchara. Pens¨¦ en ella la otra tarde tomando el t¨¦.
?ltimamente, entre presentaciones de libro y actos culturales, me paso los d¨ªas de ac¨¢ para all¨¢ interactuando con mucha gente. A menudo, me asalta la necesidad de esconderme para estar tranquila y en soledad un rato y recuperar algo de paz de esp¨ªritu. He descubierto en los restaurantes y las cafeter¨ªas de hotel a media tarde un oasis donde resguardarme del batiburrillo urbano.
En vez de tomar siempre caf¨¦, para que no me explote el coraz¨®n de una taquicardia a destiempo, tomo t¨¦, pastelitos e infusiones, como la buena dama victoriana que soy allende el ch¨¢ndal. Esto me ha expuesto a tocar, palpar y sopesar una cantidad muy diversa de cucharillas que plantean cuestiones interesantes.
En ocasiones, en cualquier cafeter¨ªa, podemos adivinar que en el caj¨®n de accesorios para el caf¨¦ que hay detr¨¢s de la barra hay cucharillas de dos tama?os, las que encajan con el set peque?o de taza y platito para caf¨¦ solo, y las que encajan con el set grande de caf¨¦ con leche. Y tambi¨¦n podemos deducir que la taza de las infusiones, alta y gruesa, de acabados y porte totalmente distintos, ha sido comprada por separado. La cucharilla de caf¨¦ con leche resulta demasiado corta y una se encuentra mojando las puntas de los dedos en agua hirviendo para poder remover.
Otras veces, el problema de la cucharilla no est¨¢ en el tama?o, sino en la forma. Al pedir un trozo de tarta para acompa?ar el t¨¦ en un hotel suelen ponerte cucharita de postre. En primera instancia, hay que aclarar que una cuchara debe poder diferenciarse sin fisuras de un arma: una cuchara no es un cuchillo. Por lo tanto, debe ser redonda, no puntiaguda. En segundo lugar, no puede ser demasiado honda. Las cucharas concav¨ªsimas, con buena capacidad, son buenas para tomar sopas y consom¨¦s con br¨ªo. Las cucharas destinadas a tomar s¨®lidos o semis¨®lidos, en cambio, como es el caso de postres, cremas y tartas, cuando son demasiado hendidas, hacen que el labio superior no llegue a tocar nunca el fondo del metal a lo largo de toda su superficie, por lo que siempre queda un rastro de crema, de coulis, de mousse o de pastel agarrado al fondo del utensilio, cucharada tras cucharada. Para que esto no ocurriese, una se ver¨ªa obligada a darle la vuelta a la cuchara y pasar la lengua por todo su fondo como har¨ªa una vaca con el flequillo de su ternero, cosa poco adecuada en seg¨²n qu¨¦ contexto. Aparte, est¨¢ el tema de que los postres que no sean simplemente una crema l¨ªquida o cuajada deben ir siempre marcados con cuchara a la derecha y tenedor a la izquierda, de modo que la clienta no se encuentre nunca en la tesitura de tener que perseguir el ¨²ltimo trocito de tarta por el plato hasta acabar perdiendo los nervios y empuj¨¢ndolo con el dedo.
Finalmente, est¨¢ el caso que ha servido de buj¨ªa y ha motivado estas l¨ªneas, y que podr¨ªa servir tambi¨¦n para inspirar una cuarta secuela para El asesino horriblemente lento con el arma extremadamente ineficiente (s¨ª, el filme original ya tiene tres continuaciones y una serie alternativa de cuatro cap¨ªtulos en YouTube): el caso de las cucharitas de bisuter¨ªa, ligeras como de papel de plata. Cucharillas que se dir¨ªa que hay que agarrar fuerte antes de soplar para enfriar el t¨¦, porque podr¨ªan salir volando como una hoja seca. Cucharitas que, esparcidas por la mesa, podr¨ªan servir para jugar a los cromitos de picar, y que inspiran una ternura que empuja a abrazarlas y a salvarlas del lavavajillas, donde, sin duda alguna, al roce con el agua caliente, se disolver¨ªan.
Est¨¢ demostrado por multitud de estudios cient¨ªficos que el peso de los cubiertos es un factor determinante del precio que un cliente est¨¢ dispuesto a pagar por la comida. Una cuchara que pesa a?ade valor al postre.
Revisemos el tema de las cucharitas para la hora del t¨¦, por favor. Antes de invertir dinero de la empresa en I+D o en renovar la carta, revisemos que estamos cumpliendo con lo b¨¢sico. Saldremos todos ganando.