La gran estafa de la cultura del esfuerzo
Hace cuarenta a?os era posible que un trabajador pasase toda su vida laboral en una sola empresa. Tambi¨¦n era razonable pensar en mantener, con ese ¨²nico sueldo, una familia entera y una vivienda de propiedad. Hoy, ese escenario no existe
¡°Los tiempos duros crean hombres fuertes; los hombres fuertes crean buenos tiempos; los buenos tiempos crean hombres d¨¦biles; los hombres d¨¦biles crean tiempos duros¡±. La cita no es de Confucio ni de ning¨²n economista prestigioso, sino de una novela postapocal¨ªptica de ciencia ficci¨®n y fantas¨ªa escrita por G. Michael Hopf en 2016 que se convirti¨® en best seller.
Desde entonces, el aforismo se ha hecho muy popular y se ha hecho valer para apa?ar a golpe de meme facil¨®n todo tipo de sobremesas y debates. Pero la realidad no es nunca ni f¨¢cil ni sencilla, y esa frase resultona no resume ninguna teor¨ªa rigurosa ni se pronuncia en c¨ªrculos acad¨¦micos serios.
Aun as¨ª, lleva tiempo siendo la cantinela favorita de un sector de la gastronom¨ªa espa?ola, gremio que nunca falla en suministrar peri¨®dicamente ejemplares magn¨ªficos de la especie ¡°viejo que grazna blandiendo un bast¨®n al aire¡±. La invocan como guarnici¨®n perfecta de ese sempiterno ¡°?Los j¨®venes de hoy son d¨¦biles y no quieren trabajar!¡±.
La idea de que las condiciones dif¨ªciles crean individuos moralmente superiores y f¨ªsica y mentalmente fuertes, mientras que la riqueza y el bienestar crean sociedades decadentes y caracteres endebles es falsa. El relato del esclavo que supera peligros inimaginables y se convierte en emperador, o el de los dos chavales de barrio que crean una empresa de cien millones de d¨®lares en un garaje son la excepci¨®n, no la norma, y precisamente por eso son rese?ables. Pero el meme de los tiempos duros y el relato del h¨¦roe sirven a los directivos que fallan en la creaci¨®n de sistemas de trabajo eficientes para justificar la imposici¨®n de condiciones laborales penosas (e ilegales) a base de usar la cantidad de horas trabajadas como vara de medir la categor¨ªa moral del trabajador, dibujando una pirueta discursiva falaz tan admirable como vergonzosa.
El ¨²ltimo en regalarnos los o¨ªdos ha sido ?ngel Pardo, quien fue el responsable de Relaciones Exteriores y principal cara visible de la Gu¨ªa Michelin en Espa?a hasta hace poco, pero hay ejemplos a pu?ados.
Su ¨²ltima entrevista en un podcast gastron¨®mico est¨¢ cargada de perlas: ¡°A las nuevas generaciones las veo muy flojas¡±, ¡°cuando un chico de 24 a?os te dice que tiene que conciliar la vida laboral con la personal yo flipo: pero ?t¨² qu¨¦ vas a conciliar con 24 a?os? T¨², lo que tienes que hacer ahora es currar, currar, currar para sentar las bases de lo que va a ser tu futuro¡±, ¡°con 24 a?os no se concilia nada, se curra, y si se pueden echar 12 horas, mejor que 8, y si se puede, se echan 14¡å.
Hace m¨¢s de cuarenta a?os que el se?or Pardo tuvo veinticuatro. Por aquel entonces era posible en este pa¨ªs que un trabajador pasase toda su vida laboral en una sola empresa. Tambi¨¦n era razonable pensar en mantener, con ese ¨²nico sueldo, una familia entera y una vivienda de propiedad. Hoy, ese escenario no existe. Curiosamente, el se?or Pardo, en su diatriba sobre cultura empresarial, disciplina que se enmarca por definici¨®n en lo econ¨®mico, no menciona el dinero. Podemos suponer. Podemos imaginar. Pero no sabemos si contempla pagar esas horas que pasan de las ocho reglamentarias. Lo que s¨ª sabemos es que habla con la cabeza llena de se?ores, de hombres que no necesitan conciliar porque tienen a la mujer lidiando con el tema de la fecundidad en casa; es decir, vive completamente ajeno a las revoluciones sociales y empresariales recientes.
Es cierto que el talento sin esfuerzo raramente llega a ning¨²n sitio, como lo es que el esfuerzo sin talento, o sin una direcci¨®n clara enfocada a conseguir objetivos concretos y valiosos, es el camino a la frustraci¨®n y al desastre a todos los niveles. El gran problema de la hosteler¨ªa espa?ola no es que los trabajadores j¨®venes no est¨¦n dispuestos a echar horas en ella por no tener categor¨ªa moral ni fuerza, sino que las horas invertidas en esas empresas no son garant¨ªa para el trabajador de recibir ni m¨¢s dinero a final de mes, ni de aprender a trabajar de forma eficiente, eficaz y productiva, ni de seguir ocupando ese puesto de trabajo en el futuro. El problema de la hosteler¨ªa en Espa?a son los dinosaurios que siguen defendiendo una cultura empresarial obsoleta, incapaz de atraer innovaci¨®n, inversi¨®n y talento: las claves de la productividad; de hacer que cada una de las horas trabajadas rinda m¨¢s para todos los implicados.
La inteligencia puede definirse como la capacidad de lograr un resultado en una m¨ªnima cantidad de tiempo y esfuerzo. La restauraci¨®n necesita l¨ªderes inteligentes que hagan que sus empleados trabajen de forma inteligente.
Los que amamos este gremio merecemos poder sentirnos orgullosos de ¨¦l. Hay que jubilar a toda prisa esta clase de mentalidades que impiden que el de la restauraci¨®n sea percibido como un sector serio y atractivo tanto para quien con veinticuatro a?os quiera tener un trabajo digno que permita conciliar, como para quien decida dar ese paso m¨¢s hacia la excelencia y entregarle los mejores a?os de su juventud.
Ahora mismo, en el caso de que hubiera alguien ah¨ª fuera capaz, con talento, formaci¨®n y ambici¨®n, dispuesto a invertir una cantidad extraordinaria de horas de trabajo y esfuerzo, al o¨ªr declaraciones de directivos como Pardo huir¨ªa por patas a cualquier otra empresa o sector.
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