El club gastron¨®mico situado en una antigua panader¨ªa de Oleiros en el que es imprescindible reservar

Antes de abrir el que hoy es su negocio, Sarah Stothart se pas¨® tres meses limpiando y restaurando el local. Las estanter¨ªas estaban llenas de harina y dentro se encontr¨® con maquinaria original que decidi¨® conservar: una amasadora, el horno, las palas para sacar los bollos y los muebles de lo que entonces fue una panader¨ªa y hoy acoge su restaurante: La Panader¨ªa by Sarah, un club gastron¨®mico, como a ella le gusta llamarlo, situado en Oleiros, en A Coru?a. ¡°El 1 de agosto de 2020 llegamos desde Barcelona, tuvimos unos meses para aterrizar y despu¨¦s empec¨¦ a buscar un local y nada me convenc¨ªa. Todos eran iguales de alguna forma, hasta que un d¨ªa una amiga me habl¨® de este sitio. Este espacio era diferente y me enamor¨¦¡±, cuenta.

Esta australiana, ilustradora de profesi¨®n, comenz¨® en la ciudad catalana su andadura en el mundo de la gastronom¨ªa, su verdadera afici¨®n desde ni?a. ¡°Mi pasi¨®n en la vida siempre ha sido comer y cocinar. Mis primeros recuerdos son de comida, gateando debajo de la mesa y comiendo¡±. En Barcelona tuvo su primer restaurante, esta vez en una antigua f¨¢brica de paraguas, y triunf¨® tanto que hasta sali¨® en The New York Times. ¡°Yo estaba haciendo algo realmente innovador¡±, sostiene, en referencia a Tapioles 53, el nombre de aquel establecimiento que estuvo en funcionamiento 13 a?os. En aquel tiempo conoci¨® a su marido y tuvo dos hijos. Estuvo metida en otros negocios, siempre relacionados con la gastronom¨ªa. Fue home economist, o lo que es lo mismo, un estilista gastron¨®mico que prepara y piensa la presentaci¨®n de los platos. Tuvo otra empresa llamada The Barcelona Fotos sherpa en la que hac¨ªa recorridos gastron¨®micos que terminaban con una cena en la terraza de su casa. Tras la pandemia, como muchas otras familias, decidieron replantearse las cosas y se mudaron a Galicia, de donde es su marido. La idea estaba clara, buscar un local adecuado y abrir un negocio donde ella pudiera dar rienda suelta a su pasi¨®n, cocinar.

Quien va a La Panader¨ªa by Sarah tiene que estar abierto a probar sabores nuevos. Stothart utiliza el producto de cercan¨ªa, con proveedores de confianza, pero siempre con abord¨¢ndolo desde la innovaci¨®n. Una cocina internacional fruto de su experiencia y de su modo de aprendizaje: viajar. Ella recuerda c¨®mo desde muy joven siempre ¡°iba a los mercados e intentaba convencer a las mujeres¡± para que la llevasen a su casa y le explicasen los platos. ¡°C¨®mo se cocina aqu¨ª no tiene nada que ver con c¨®mo se cocina en Jap¨®n, en China o en India¡±, se?ala. ¡°Al final encuentras a alguien que quiere transmitir sus conocimientos y su amor por la gastronom¨ªa¡±.

En su casa, encima de la playa de Bastiagueiro, tiene plantas de maracuy¨¢, un jard¨ªn de especias con verbena, ruibarbo, tomillo u or¨¦gano. Justo a la salida, un enorme bosque de eucaliptos llamado El Parque de los Vecinos, donde tambi¨¦n va a recolectar setas que conoce bien. La sal, que ella misma recoge, la trae de Grecia, a donde viaja con frecuencia desde ni?a. ¡°Yo soy parte de la experiencia, explico lo que est¨¢n comiendo y de donde viene. Aunque son sabores muy diferentes, quiero que sean sabores puros, intento a?adir lo m¨ªnimo¡± dice.

En La Panader¨ªa by Sarah, con un aforo de veinte personas, es imprescindible reservar con antelaci¨®n por WhatsApp porque lo hace todo ella: compra, cocina y da el servicio. Y necesita saber cu¨¢nta gente va a tener, ya que si supera los ocho comensales, llama a una empleada de su confianza.

La comida consiste en un men¨² cerrado de cuatro o cinco platos donde uno nunca sabe lo que vas a comer. Pueden ser unos dumplings o un curri, ceviche o un pescado de temporada. Todo depende de lo que haya ese d¨ªa en el mercado. Son productos de temporada que transforma en algo muy especial. Tambi¨¦n puede haber setas salvajes (boletus, cantharelos) salteadas en aceite de oliva con yema de huevo cruda o solomillo de vaca gallega con patatas, tomates y una salsa verde arom¨¢tica. No faltan los quesos gallegos y por ¨²ltimo, los postres, entre los que destaca la tarta pavlova, originaria de su tierra natal. El men¨² tiene un precio cerrado de 45 euros, bebidas aparte.

¡°Lo que m¨¢s me gusta cocinar son los dumplings. Son parecidos a las gyozas, pero no son fritos, y hago muchas variedades, de setas, de carne, gambas¡­ no siempre van en el men¨², pero me gusta hacer paquetes, como un fishcake envuelto en una hoja de lechuga o rollos frescos vietnamitas, con muchas hierbas del jard¨ªn, poca carne¡­ explosiones de sabor¡±, detalla. A Stothart lo que le importa es que los comensales disfruten de la experiencia completa, que no consiste s¨®lo en venir a comer. ¡°La luz es muy distinta de noche, hay velas por todos lados¡­ yo lo que quiero es que est¨¦n con los pies en Galicia, pero que la comida les haga viajar. Con los dumplings volar a Hong Kong, con el ceviche a Per¨² o con los californian rolls a Jap¨®n. La comida te puede transportar, tambi¨¦n los olores¡±. En cuanto a las bebidas, tiene una peque?a carta de vinos y cervezas regionales, ya que quiere que todo sea de la zona para reducir distancias.

Los cuadros expuestos en su local proceden de la Colecci¨®n SOLO, un museo privado de apoyo y mecenazgo al arte contempor¨¢neo con sede en la madrile?a Puerta de Alcal¨¢. En el restaurante tienen cabida unas 20 personas. Utiliza vajillas de Sargadelos, que fue a comprar directamente a la f¨¢brica, lo que te recuerda que est¨¢s en tierras gallegas, a pesar de lo cosmopolita de sus men¨²s.

A Stothart le encanta experimentar e inventar platos y cocina con mimo cada uno de ellos, siempre pensando en las preferencias y gustos de sus comensales. Tambi¨¦n organiza peque?os eventos, ya que tiene un jard¨ªn trasero que llena de luces y decora con mucho gusto. ¡°Para m¨ª, cocinar es nutrir a la gente que quiero, es entretenerles, pero tambi¨¦n les estoy dando parte de m¨ª en cada una de mis comidas. Creo que la comida funciona realmente as¨ª.¡±