Luis Eduardo Aute, el hombre del que nadie habl¨® mal
Su esposa durante 60 a?os y sus tres hijos nunca se separaron de su lado tras el infarto que en 2016 le apart¨® de todo
Cuando el general Narv¨¢ez, en su lecho de muerte, fue conminado por el cura que le dio confesi¨®n a perdonar a sus contrincantes, le respondi¨®: ¡°Muero sin enemigos, padre, los he fusilado a todos...¡±. Como contrapunto, Luis Eduardo Aute tambi¨¦n podr¨ªa presumir de haber dejado este mundo sin ellos. Pero en su caso porque cuid¨® esmeradamente a quienes le rodearon y fue querido y respetado por todos.
Nadie habl¨® nunca mal de Aute. Tampoco se recuerdan ataques furibundos contra ¨¦l en vida, ni batallas enconadas, pese ...
Cuando el general Narv¨¢ez, en su lecho de muerte, fue conminado por el cura que le dio confesi¨®n a perdonar a sus contrincantes, le respondi¨®: ¡°Muero sin enemigos, padre, los he fusilado a todos...¡±. Como contrapunto, Luis Eduardo Aute tambi¨¦n podr¨ªa presumir de haber dejado este mundo sin ellos. Pero en su caso porque cuid¨® esmeradamente a quienes le rodearon y fue querido y respetado por todos.
Nadie habl¨® nunca mal de Aute. Tampoco se recuerdan ataques furibundos contra ¨¦l en vida, ni batallas enconadas, pese a que mantuviera a lo largo de toda su vida una exigencia ¨¦tica y est¨¦tica de altura. All¨¢ donde fue sembr¨® generosidad, cercan¨ªa y cari?o sin esperar nada a cambio. Por el mero y grandioso placer de entregarse. Entre sus rarezas queda la de ser esencial y org¨¢nicamente bueno.
Caminaba por la vida con una mezcla de asombro y elegancia. Atado a un cigarro, predispuesto a compartir una copa de vino, un buen guiso y varias canciones, un pu?ado de poemas y, si se daba, una despedida con dibujo. Mucho tuvieron que ver sus padres en ello. Cuando naci¨® en Manila en 1943 pas¨® all¨ª una infancia feliz en la que no faltaron alicientes art¨ªsticos para conformar una sensibilidad exquisita. Apenas recordaba el eco de las bombas ¨Cpero s¨ª el olor del fuego-que dos a?os despu¨¦s destrozaron una ciudad en manos de los japoneses para caer del lado del general MacArthur. Su padre, don Gumersindo, catal¨¢n de ascendencia andaluza, trabaj¨® en la Compa?¨ªa de Tabacos de Filipinas, aquella que pertenec¨ªa a la familia del poeta Jaime Gil de Biedma y donde este trabaj¨® como abogado y administrador. Fue una gran influencia en los gustos de Aute, lo mismo que toda la generaci¨®n del 50, especialmente Jos¨¦ Manuel Caballero Bonald o ?ngel Gonz¨¢lez.
El ambiente tranquilo, expansivo y de amistad que mam¨® de ni?o lo traslad¨® despu¨¦s con ¨¦l al Madrid sombr¨ªo y cerrado del franquismo. All¨ª, un ni?o ya pol¨ªglota ¨Chablaba espa?ol, catal¨¢n, ingl¨¦s y tagalo¨C tendr¨ªa dif¨ªcil adaptarse a su extra?o provincianismo capitalino. Pero se las arregl¨® para no perder su esp¨ªritu cosmopolita acrecentado m¨¢s tarde durante una temporada en Par¨ªs y con el tiempo se lo inculc¨® a sus tres hijos: Pablo, Laura y Miguel. Los dos ¨²ltimos fueron asistentes, colaboradores y lugartenientes de su padre en sus iniciativas y empresas art¨ªsticas. Los tuvo con Maritchu Rosado, la mujer que le acompa?¨® durante casi 60 a?os, desde que se conocieron en 1962 hasta la muerte del artista este pasado s¨¢bado. Ninguno de ellos se separ¨® de ¨¦l desde que en 2016 sufriera un infarto que lo apart¨® de golpe de todo. Pero como quien siembra, recoge, alg¨²n alivio compartieron con los dos multitudinarios homenajes que diferentes artistas le hicieron en Madrid y Barcelona para aliviar la carga econ¨®mica de una casa que depend¨ªa casi por entero de su actividad. En ellos se implicaron el escritor Natalio Grueso y Palmira M¨¢rquez y Miguel Mun¨¢rriz, sus amigos y agentes, muy cercanos a ¨¦l en la ¨²ltima d¨¦cada. No acudi¨®, pero supo y fue consciente de la que le liaron compa?eros de generaci¨®n y herederos de todos los palos, desde el rock, el pop o la canci¨®n de autor a la copla y el flamenco. El homenaje musical est¨¢ hecho. Quedar¨ªa tambi¨¦n el que le debe el mundo del arte, la poes¨ªa o el cine. En las tres disciplinas, Aute destac¨® precisamente por no abanderar modas ni corrientes.
Apenas nada m¨¢s que su propia singularidad y sus obsesiones: el amor como aleaci¨®n que difiere muchas veces y otras tantas conjuga con el sexo. La m¨ªstica, la pol¨ªtica, Goya y Bu?uel, los tambores de Calanda en copula con Lennon y McCartney, Hollywood con los hijos europeos de hermanos Lumiere, la utop¨ªa y el equivalente desenga?o equilibrado en la defensa de valores...Temas graves a los que siempre sab¨ªa aplicar tambi¨¦n un hondo sentido del humor. Tuvo su racha de multitudes en los ochenta. Toc¨® en estadios atiborrados y en Las Ventas donde tantas veces se hab¨ªa sentado con almohadilla a seguir los pasos de otro de sus ¨ªdolos: Anto?ete. Conservaba en su casa un capote del maestro desplegado en la pared del sal¨®n, como quien comparte un triunfo de bagaje y filosof¨ªa de vivir. Entre sus rarezas mantuvo esa atracci¨®n fatal que han sostenido durante siglos la vanguardia y la tauromaquia: el camino de lo ignoto, la b¨²squeda de lo inexplicable. Tendi¨® uno de los grandes puentes de la canci¨®n de autor con Am¨¦rica.
Si Serrat y Sabina dominan principalmente el cono sur, ¨¦l reinaba en el Caribe, sobre todo como referencia de la nueva trova. Con Silvio Rodr¨ªguez y Pablo Milan¨¦s, m¨¢s que la amistad, cultiv¨® la hermandad que se coron¨® con el primero en aquella gira Mano a mano, de la que hoy es imposible encontrar copia de disco ni en las plataformas. Habr¨¢, quiz¨¢s, que regenerar el cat¨¢logo. Algo que hizo sin parar ¨¦l en vida con versiones actualizadas de sus canciones: no tienen casi nada que ver las que en los setenta y ochenta perfil¨® junto a Luis Mendo y Suburbano y despu¨¦s, m¨¢s all¨¢ del 2000, con Tony Carmona, principalmente. No sabr¨ªamos elegir cu¨¢l de ellas resulta mejor.Despiden siempre un punto, un aire, una personalidad arrebatadora. Fue cronista de su ¨¦poca y trovador de Madrid. Desde su casa de la Fuente del Berro muchas veces sal¨ªan acordes de sus canciones, risas de sus reuniones ¨Cfue un cuartel general de la bohemia extraoficial en plena transici¨®n¨C y silencio cuando agarraba la brocha o el l¨¢piz. Pod¨ªa encerrarse tres a?os para perge?ar los m¨¢s de 5.000 dibujos con los que compuso Un perro llamado dolor, pel¨ªcula de culto, homenaje a Goya y Bu?uel en varias dimensiones. O para retratar al viejo que miraba al ni?o robado de la memoria y la fotograf¨ªa en un muelle de Manila con la misi¨®n de preguntarle desde el futuro sobre todo su pasado. Esa conexi¨®n que le obsesionaba: ser digno de la inocencia de aquel chiquillo... La respuesta no deja lugar a dudas. En bondad, en talento, en una vida plena y provechosa, super¨® todas las expectativas. Nunca se escuch¨® a nadie hablar mal de un tal Luis Eduardo Aute.