Viaje a Ibiza
En Ibiza hay tiempo para todo, para bucear, para sexo oral y para conocerse mejor
Cuando era joven e impresionable, me gustaba releer las memorias de Diana Vreeland, la m¨ªtica editora del Vogue americano en los a?os sesenta y una especialista en resultar exc¨¦ntrica, entusiasta de todo lo moderno y de lo que le permitiera a ella volverse un icono. Esa biograf¨ªa se titula D.V. y alberga un cap¨ªtulo dedicado al equipaje que llevaba para sus veranos en el Pa¨ªs Vasco. ¡°Siempre son los mismos cuatro pantalones, las mismas seis camisetas y el mismo impermeable, dos pares de sandalias y alpargatas, m¨¢s un sombrero. ?Por qu¨¦ son los mismos? Porque cuando los uso en Biarritz o San Sebasti¨¢n, cambian de color. El azul se hace m¨¢s profundo, el verde m¨¢s limpio. Es la luz, la luz de esa parte del mundo. Hay que vestirse siempre de acuerdo a la luz de cada pa¨ªs.¡±
Esa idea de Vreeland ha marcado casi todas mis maletas. E intent¨¦ aplicarlo en mi visita a Ibiza, donde voy desde hace a?os a pasar cuatro extenuantes d¨ªas de descanso a la casa, coqueta y pulcra, de unos buenos amigos barceloneses. La experiencia de la Terminal 4 vac¨ªa provoca una sensaci¨®n inquietante y perturbadora, como la de ver a las infantas Elena y Cristina, que no han renunciado a ninguna herencia, con bolsas llenas en las rebajas de verano. Pero una vez llegados a Ibiza te tranquilizas aunque pocos hoteles est¨¢n abiertos, la propia Carmen Matutes me lo confirm¨® durante una cena que termin¨® diluida por el alcohol y mis voces. Ya llegaremos a ello, antes prefiero abordar la curiosa invitaci¨®n con la que nos recibi¨® la isla: una respetable sesi¨®n de ayahuasca a cargo de un cham¨¢n occidental. ?Los chamanes est¨¢n de actualidad, la princesa Marta Luisa de Noruega tiene uno y en Ibiza anidan varios! La ayahuasca se trata de un destilado de dos hierbas amaz¨®nicas que te empuja a un viaje introspectivo donde puedes incluso hablar con tus seres queridos.
Ibiza tiene un rollo perfecto para hablar y para esa introspecci¨®n que buscamos. Algo poco asociado con la isla m¨¢s discotequera del mundo pero este verano la pandemia ha cambiado ese paradigma tur¨ªstico. La primera vez que me invitaron, el a?o pasado, alguien adujo que yo era demasiado fr¨ªvolo para encajar la introspecci¨®n. Lamentablemente las apariciones no se pueden programar, de ser as¨ª si se me apareciese Diana Vreeland yo aprovechar¨ªa para hablar de paradojas y de estilo. En esta segunda ocasi¨®n, mi marido record¨® que estoy presentando un directo en TVE y que no pod¨ªa exponer mi salud a experiencias extrasensoriales de moda. Le hice caso y me enrol¨¦ en una cena masculina con propietarios de barcos y sus invitados (Truman Capote recomendaba que nunca deber¨ªas ser due?o de una embarcaci¨®n sino ser invitado a los mejores yates).
La charla introspectiva gir¨® acerca de los problemas con las tripulaciones en embarcaciones de recreo y por si esto no fuera lo suficientemente h¨²medo y jugoso, el otro tema de conversaci¨®n fue el sexo oral con mujeres. En Ibiza hay tiempo para todo, para bucear, para sexo oral y para conocerse mejor. Uno de los caballeros, un abogado muy masculinote, pr¨®ximo al centroderecha pol¨ªtico, asegur¨® provocador que jam¨¢s hab¨ªa ¡°bajado al pil¨®n¡±. Un comentario afeado de inmediato por la ¨²nica dama presente que asegur¨®, muy socialdem¨®crata y sin ruborizarse, que para ella el que un var¨®n sepa desenvolverse con precisi¨®n y gracia en el sexo oral ¡°es el mejor baremo para saber si me interesa o no¡±. Se abrieron bocas y otra botella. Entiendo que quieran saber el nombre de los comensales pero hay informaciones que publicadas podr¨ªan hacer naufragar nuestro regreso a Ibiza. A sus cenas, yates e invitaciones.
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