La rocambolesca historia del multimillonario que est¨¢ comprando las islas Caim¨¢n
Kenneth Dart renunci¨® a la ciudadan¨ªa estadounidense, tiene una fortuna personal de casi 60.000 millones de euros y lleva una vida secreta desde los a?os noventa protegido por un ej¨¦rcito de guardaespaldas
La historia de Kenneth Dart da para una pel¨ªcula. Su principal negocio conocido es la empresa Dart Container, que fabrica m¨¢s vasos y envases de poliestireno que todos sus competidores juntos, los suficientes como para permitirle amasar una fortuna que se estima entre 50.000 y 60.000 millones de euros. En las islas Caim¨¢n le comparan con Batman, por el secretismo que le rodea desde que lleg¨® a Gran Caim¨¢n tras renunciar a la ciudadan¨ªa estadounidense para evadir al fisco.
Desde entonces ¡ªera principio de los noventa, los primeros a?os en los que Bill Clinton era presidente¡ª su actividad contin¨²a y su fortuna sigue creciendo, pero se ha convertido en un hombre misterioso que no habla con la prensa, que no aparece en los medios y del que los residentes en el archipi¨¦lago caribe?o afirman que vive rodeado de un peque?o ej¨¦rcito de guardaespaldas y los mejores sistemas de seguridad.
En su decisi¨®n ha debido tener algo que ver que en septiembre de 1993, cuando estaba a punto de renunciar a ser un ciudadano estadounidense para no tener que pagar los impuestos que supon¨ªa seguir perteneciendo al pa¨ªs en el que naci¨®, alguien todav¨ªa sin determinar prendi¨® fuego a su vivienda de Florida utilizando los suficientes litros de gasolina como para no dejar lugar a dudas de que se trataba de un incendio intencionado. Las autoridades solo dieron pistas de por d¨®nde pod¨ªa haber empezado el asunto. Pod¨ªa ser un encargo de banqueros brasile?os ¡ªse dijo que era propietario de un pellizco de la deuda p¨²blica de este pa¨ªs¡ª, una venganza de uno de sus hermanos, al que hab¨ªa sacado del fondo de inversi¨®n familiar, o quiz¨¢ una respuesta rusa a su intento de convertir el pa¨ªs en el nuevo terreno de juego para especular con fondos buitre.
Sin datos ciertos sobre el autor, solo queda la idea de que Kenneth Dart tiene enemigos y no le importa demasiado si se trata de seguir haciendo dinero. Adem¨¢s de Brasil tiene pa¨ªses enteros en su contra: Ecuador, Argentina, Turqu¨ªa, Polonia, y el mismo Estados Unidos, adonde no puede regresar desde que huy¨® para esquivar al fisco no junto a su esposa, que sigue viviendo all¨ª, sino de la mano de su abogado fiscal, Richard Rastall. Dej¨® de ser de Michigan, residente en Florida y estadounidense, adquiri¨® la ciudadan¨ªa irlandesa, se declar¨® habitante de Belice e intent¨® abrir un consulado en Sarasota, Florida, con ¨¦l como c¨®nsul. Una estratagema para seguir evadiendo impuestos en su pa¨ªs pero vivir en ¨¦l como diplom¨¢tico extranjero y sin que se le puedan cobrar tributos. Fue Bill Clinton quien par¨® su jugada y desde entonces se afirma que no son muy buenos amigos.
El siguiente paso de Dart fue establecerse en las islas Caim¨¢n junto a su abogado y buscar un domicilio acorde a sus pretensiones: compr¨® un decadente hotel de lujo, el West Indian Club, en Seven Mile, que en muchas gu¨ªas aparece rese?ada como la mejor playa del Caribe, y lo convirti¨® en su casa. Un fort¨ªn vigilado por un peque?o ej¨¦rcito desde donde ha ido comprando una tras otra propiedades de Gran Caim¨¢n hasta que algo m¨¢s de dos d¨¦cadas despu¨¦s se afirma que posee de una manera u otra casi la cuarta parte de la isla. Clubes na¨²ticos, hoteles y terrenos han ido engrosando sus propiedades y revalorizando la zona hasta elevar el precio de su zona m¨¢s exclusiva a m¨¢s de 4.000 euros el metro cuadrado de terreno urbanizable.
Mientras, Dart sigue desaparecido. Nadie le ha visto y los periodistas estadounidenses que se han lanzado en su b¨²squeda se han encontrado con sus negocios pero no ¨¦l. Su imperio crece, pero son sus empleados quienes dan cuenta de las adquisiciones de la compa?¨ªa. ?l decidi¨® desaparecer y huir del fisco y ahora solo sus empresas, sus propiedades y sus pleitos hablan por ¨¦l, aunque su portavoz, John Papesh, ha declarado en las Caim¨¢n: ¡°El se?or Dart no est¨¢ recluido. Simplemente es un hombre que cuida mucho su privacidad¡±. No es lo que piensa Desmond Seales, periodista en el diario local Cayman Net News, que ha declarado en alguna ocasi¨®n: ¡°Aqu¨ª todos dicen que Dart es un paranoico que vive encerrado en esa mansi¨®n. Est¨¢ en la isla desde hace unos 10 a?os y muy poca gente podr¨ªa decir que lo ha visto personalmente¡±.
El retrato del hombre misterioso se?ala a una persona de 64 a?os, alto y delgado, y con cierto parecido al expresidente Bill Clinton, con barba y cabello blanco y con evidente aversi¨®n a las fotograf¨ªas. Su lucrativo negocio de vasos y envases le ha dado fondos como para invertir en otro a¨²n m¨¢s rentable: comprar bonos de la deuda externa de gobiernos en apuros y despu¨¦s reclamar desorbitados intereses. El ¨²ltimo episodio de este tipo ocurri¨® con Argentina, donde el fondo EM fue el primero en cobrar el plan de pagos que dise?¨® su entonces secretario de Finanzas, Luis Caputo, para cerrar el juicio planteado por Dart en 2006 ante un tribunal de Nueva York. En abril de 2016, Argentina pag¨® a EM 848 millones de d¨®lares a cambio de bonos comprados entre septiembre y noviembre de 2001 a diferentes bancos internacionales que operaban en el pa¨ªs y por los que pag¨® una cantidad ¨ªnfima teniendo en cuenta el resultado final del negocio.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.