Marilyn 2022
Puede que Kim Kardashian pretenda recibir algo del aura de Marilyn Monroe. Si es as¨ª, aplaudo que un traje siga siendo relevante. M¨¢s a¨²n, que lo sea en esta era de copiar y espiar
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A pocos meses de celebrarse los sesenta a?os de su muerte, Marilyn Monroe vuelve. No solo para ser noticia, sino tambi¨¦n para revisitar su mito, su vigencia y su vestuario. Algo a lo que ha contribuido la reaparici¨®n de su celeb¨¦rrimo vestido de lentejuelas, cosido sobre su cuerpo y dise?ado por Jean Louis, c¨¦lebre vestuarista de la MGM, con el que lleg¨® la actriz muy, muy retrasada para cantar cumplea?os feliz al presidente Kennedy en el Madison Square Garden. Es una secuencia que est¨¢ entre lo mejor del siglo americano y que Kim Kardashian decidi¨® reutilizar en la gran fiesta de la moda del siglo XXI que es la gala del Met.
Marilyn es un legado que cada 20 a?os reactiva su mito para que nuevas generaciones puedan incorporarse a su culto. 60 a?os despu¨¦s, ese traje de lentejuelas es casi una bandera de la pugna de las mujeres por hacerse un lugar en la historia, demostrando su diversidad y capacidad de liderazgo. Cuando ella decidi¨® aparecer con ese vestido no solo estaba en la cima de su ¨¦xito, la mujer m¨¢s famosa del mundo, tambi¨¦n era una figura poderosa y decisiva para la industria cinematogr¨¢fica. Una l¨ªder inestable pero indiscutible que aprovech¨® ese momento para confirmar que su relaci¨®n con el presidente Kennedy no era solo un rumor. Era una relaci¨®n entre dos potencias, Washington y Hollywood. Al hacerlo acu?¨® una actitud valiente, decidida, que pudo precipitar su muerte, pero que ciment¨® su inmortalidad. Marilyn se enfrent¨® a casi todo, a s¨ª misma, a su belleza, a los hombres, a Hollywood y al olvido. Gracias Kim por vestir el traje e inocularle a una nueva generaci¨®n la importancia de Marilyn Monroe.
Es lo que me ha seducido del documental de Netflix sobre ella: a trav¨¦s de cientos de im¨¢genes constatamos su aporte a la cultura de la celebridad, el poder y la debilidad que acompa?an a la fama. Marilyn no lo invent¨® todo. Pero lo mejor¨® siempre, defendiendo su perenne actitud de ingenuidad, de falsa rubia tonta, mu?eca sexual que atonta a los hombres y desnuda su inferioridad. Algo que le ha permitido ser un s¨ªmbolo femenino. Estuve en La Resistencia intentando exponer todo esto a los veintea?eros y me asombr¨® ver como reaccionaban a la historia de que su famosa melena rubia platino, esculpida como si fuera un yelmo, era algo deliberado. Iba pr¨¢cticamente desnuda, el vestido era una segunda piel con lentejuelas, pero el pelo era un casco que adem¨¢s rend¨ªa homenaje a la carrera espacial que caracterizar¨ªa la presidencia de Kennedy, casi tanto como el noviazgo con ella y su posterior magnicidio.
Coincido con la afirmaci¨®n del se?or Bola?os, ministro de la Presidencia, de que estamos en la fase de aclarar los hechos. Pues s¨ª, para m¨ª todo esto est¨¢ cosido a ese semitransparente vestido de Jean Louis. Puede que en su travestismo, aunque haya una cierta nostalgia, Kim pretenda recibir algo del aura de Marilyn. Si es as¨ª, aplaudo que un traje siga siendo relevante. M¨¢s a¨²n, que lo sea en esta era de copiar y espiar. De malware peligroso como Pegasus. Si hubieran existido tel¨¦fonos inteligentes y espionaje organizado por espa?oles y marroqu¨ªes en la era de Marilyn y Kennedy, hoy no disfrutar¨ªamos de su mito.
Aunque el h¨¢bito no hace al monje, ni a la monja, si los vestidos no fueran importantes no comentar¨ªamos el que una catedr¨¢tica en Extremadura use el mismo modelo bicolor que la reina Letizia para coincidir en una entrega de premios y que ambas puedan comprarlo por el mismo precio, 49,99 euros. Se trata, sin duda, de un signo minimalista del anclaje popular de la Corona. Que adem¨¢s se viste con precios ajustados que no hacen mella en la discreta y semitransparente fortuna que declara Felipe VI.
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