Epelde, la galer¨ªa de arte que esconde un restaurante secreto en un piso de Bilbao
La cocinera y galerista Emilia Epelde atiende a los clientes en su propia casa. Para vivir la experiencia, hay que llamar a un m¨®vil con antelaci¨®n, avisar de alergias e intolerancias y despu¨¦s mandar un guasap para confirmar la asistencia
No hay ning¨²n cartel en la puerta, letrero en sus balcones o se?alizaci¨®n en el telefonillo que anuncie su existencia. Pero quien acude al tercero izquierda del n¨²mero 10 de la calle Jardines, en el Casco Viejo de Bilbao, sabe que va a comer en un lugar extraordinario. Se trata de Epelde, un espacio de m¨¢s de 200 metros en el que conviven una galer¨ªa de arte contempor¨¢neo especializada en pintores vascos, un restaurante de salones privados donde la felicidad puede llevar a terminar una cena bailando y el hogar de la propia Emilia Epelde.
Emilia cuenta que nunca pens¨® en ser cocinera. Se...
No hay ning¨²n cartel en la puerta, letrero en sus balcones o se?alizaci¨®n en el telefonillo que anuncie su existencia. Pero quien acude al tercero izquierda del n¨²mero 10 de la calle Jardines, en el Casco Viejo de Bilbao, sabe que va a comer en un lugar extraordinario. Se trata de Epelde, un espacio de m¨¢s de 200 metros en el que conviven una galer¨ªa de arte contempor¨¢neo especializada en pintores vascos, un restaurante de salones privados donde la felicidad puede llevar a terminar una cena bailando y el hogar de la propia Emilia Epelde.
Emilia cuenta que nunca pens¨® en ser cocinera. Se form¨® y ejerci¨® como psic¨®loga, abri¨® junto a Mikel Mardaras una sala de exposiciones en 1992 llamada La Brocha, se mud¨® a esta casa se?orial, la transform¨® en la actual galer¨ªa de arte y empez¨® a dar de comer en ella. ¡°Mont¨¢bamos exposiciones con la obra de un pintor. El d¨ªa de la inauguraci¨®n invit¨¢bamos a m¨¢s de 100 personas a comer y, al finalizar la jornada, los m¨¢s cercanos se quedaban a cenar en la cocina¡±, rememora. En el a?o 2009 la venta de arte comenz¨® a caer y Epelde tuvo que replantearse su actividad. ¡°Ante el panorama crudo que se avecinaba, se me ocurri¨® un evento llamado Pintxos & Arts para atraer a extranjeros¡±, recuerda. La idea era ofrecer un tentempi¨¦ a quienes visitaran su galer¨ªa. ¡°Nunca se llev¨® a cabo, pero al mes de lanzarlo recib¨ª la llamada de una periodista interesada en escribir un reportaje sobre los men¨²s que daba. Yo no daba men¨²s, pero no pod¨ªa desaprovechar una oportunidad de publicidad as¨ª. Si dejaba de vender arte, tendr¨ªa que vender solomillos¡±, cuenta.
Aquella periodista le pregunt¨® sobre qu¨¦ tipo de comida ofrec¨ªa y para cu¨¢ntos comensales. ¡°Sin pens¨¢rmelo demasiado respond¨ª que cocina tradicional vasca, porque era lo que sab¨ªa hacer, y para 50 personas¡±, recuerda. Sin preverlo, aquella entrevista dio forma a su negocio actual. ¡°Se public¨® el reportaje, vinieron los primeros clientes y pas¨¦ un apuro incre¨ªble. Llam¨¦ a un amigo cocinero para que me aconsejara c¨®mo hacerlo y me dijo que comprara m¨¢s vajilla, que como era mi casa cocinara lo que me diera la gana y que siempre lo hiciera bajo reserva¡±, cuenta. Por eso, para vivir la experiencia en Epelde hay que llamar al tel¨¦fono 656 70 17 29 con antelaci¨®n, avisar de alergias e intolerancias y despu¨¦s mandarle un guasap para confirmar la asistencia. ¡°Por si se me olvida apuntarlo¡±, dice.
Hija de pescateros de Erandio y nieta de una cocinera vasca que le ense?¨® a cocinar, Emilia reconoce el mejor g¨¦nero como nadie. ¡°Lo selecciono cada ma?ana en el Mercado de la Ribera, donde todo el mundo me llama por mi nombre. Lo bueno de trabajar bajo demanda es que no guardo nada en la nevera. Odio el congelador¡±, asegura. ¡°Si me hace ojitos una lubina de Armintza o una estupenda merluza me las llevo y las hago. De febrero a abril compro skrei noruego [bacalao] y ahora que empieza la temporada de bonito del norte preparar¨¦ ventresca, marmitako o bonito con tomate y pimientos¡±, dice. Siempre fiel a su l¨ªnea de gastronom¨ªa tradicional, cocina lo que le divierte. En su men¨² suele haber una ensalada, un entrante como las cocochas de bacalao con confitura de pimientos, su imprescindible sopa de pescado hecha durante horas con rape, almejas y langostinos, un segundo para elegir entre carne o pescado, seg¨²n temporada, y un postre que elabora su hijo Antxon, tambi¨¦n cocinero.
En las cinco estancias privadas que componen la galer¨ªa-restaurante nunca mezcla grupos. ¡°Cada sal¨®n es para una reserva y da lo mismo que sean 12 o una pareja¡±, asegura. Sentirse como un invitado en casa ajena es parte del encanto de la experiencia en Epelde, aunque luego se pague la cuenta ¡ªy en efectivo¡ª. El precio del men¨² es de 55 euros. ¡°Las copas o chupitos van aparte. Y si alguien me pide con antelaci¨®n que le cocine, por ejemplo, una mariscada, sube el precio¡±, apunta.
Antes de abandonar la casa, es inevitable echar un ojo en el interior de la cocina que asoma al pasillo principal. Sus paredes est¨¢n decoradas con murales de Mardaras y dentro se puede ver a Emilia y su hijo trabajando sobre una preciosa cocina antigua. ¡°La he tuneado para usarla con gas, pero si la alimentara con le?a o carb¨®n funcionar¨ªa tambi¨¦n¡±, cuenta.
En sus horas libres, ultima otro proyecto que ver¨¢ pronto la luz en el local donde tuvo su primera galer¨ªa (Conde Mirasol, 1). ¡°Se llamar¨¢ Contenedor y pondr¨¦ a la venta ropa que confecciono yo misma, los cuadros que cuelgue en las paredes, objetos especiales y tambi¨¦n habr¨¢ comida¡±, explica. En su vida, el arte y la gastronom¨ªa ya siempre caminan de la mano.