Las acusaciones de racismo contra Carlos III y Kate Middleton se vuelven contra el nuevo libro del periodista Omid Scobie
El palacio de Buckingham se plantea emprender acciones legales contra la editorial que ha permitido nombrar ¡®por error¡¯ a los dos miembros de la realeza que cuestionaron el tono de piel del primer hijo de los Sussex, y el Gobierno de Rishi Sunak se ha visto obligado a salir en defensa de la familia real
Los asuntos de la casa real funcionan en los medios del Reino Unido como bolas de nieve. Es tan seductora la posibilidad de ganar lectores o audiencia que nadie est¨¢ realmente interesado en frenarlas o evitar que aumenten de volumen. Finalmente, ha sido el pol¨¦mico y popular periodista Piers Morgan quien ha roto el tab¨² de las ¨²ltimas horas. Este jueves nombraba a los dos miembros de los Windsor a los que Meghan Markle, sin se?alarlos expresamente, acus¨® de racistas en su entrevista con la presentadora estadounidense Oprah Winfrey, en marzo de 2021. Las dos personas que airearon, supuestamente, su curiosidad por saber cu¨¢l ser¨ªa el color de piel de Archie, el primog¨¦nito de los duques de Sussex. Se tratar¨ªa del mismo rey brit¨¢nico, Carlos III, y de la princesa de Gales, Kate Middleton. El palacio de Buckingham se plantea emprender acciones legales contra la editorial que ha permitido que esa acusaci¨®n se filtre, y el Gobierno de Rishi Sunak se ha visto obligado a salir en defensa de la familia real brit¨¢nica.
Todo ha surgido de la publicaci¨®n del libro Endgame (Final de Juego), del periodista Omid Scobie, quien ya alcanz¨® el ¨¦xito mundial con Finding Freedom (Meghan y Harry. En Libertad, editorial HarperCollins Ib¨¦rica S.A.). La prensa y la opini¨®n p¨²blica asumieron de modo general que la pareja hab¨ªa dado su visto bueno, e incluso hab¨ªa corregido y supervisado, la versi¨®n autorizada de su ruptura con la familia real. La segunda entrega corre el riesgo de ser v¨ªctima de esa misma presunci¨®n, en un momento en que el p¨²blico est¨¢ ya saturado de las rencillas y rabietas que acumulan los exiliados de California.
Como si fuera una campa?a de promoci¨®n calculada, un supuesto accidente ha situado bajo los focos el libro. Consciente de la severidad con que la ley brit¨¢nica act¨²a contra casos de presunta difamaci¨®n, Scobie presum¨ªa de saber a qu¨¦ miembros de la familia real se refer¨ªa Markle cuando desvel¨® el comentario racista. Pero se cuidaba mucho de nombrarlos. La edici¨®n neerlandesa del libro le ha jugado una mala pasada. A principios de semana tuvieron que retirarse a toda velocidad de las librer¨ªas de los Pa¨ªses Bajos las primeras copias, porque en las p¨¢ginas 128 y 334 del texto se nombraban claramente al rey y a la princesa de Gales.
Scobie jura y perjura ¡ª¡±por su familia, por la vida de su familia¡±¡ª que nunca escribi¨® esos nombres, ni en un borrador ni en versiones descartadas del texto. Se niega a pedir excusas, y acusaba este jueves de lo sucedido en la BBC a ¡°personas irresponsables que se han saltado la ley y publicado nombres que nunca debieron ser publicados¡±.
El Palacio de Buckingham ha pedido asesoramiento legal y ¡°no descarta ninguna opci¨®n de respuesta¡±, ha dicho. El Gobierno de Sunak ha sacado ya a la palestra a sus miembros para defender la ¡°dignidad¡± y la ¡°gracia¡± de los Windsor. ¡°Sinceramente, se trata tan solo de un rumor, y de un intento de denigrar a alguien que ha servido a nuestro pa¨ªs con enorme dignidad y gracia durante muchos a?os¡±, aseguraba en TalkTV Tom Tugendhat, el secretario de Estado de Seguridad.
La mano de Meghan
Es inevitable sospechar que la mano que agita la vendetta contra la familia real brit¨¢nica detr¨¢s del nuevo libro no es la de su autor. Scobie, con ese rostro de ni?o sin arrugas a la vista ¡ªa sus 42 a?os¡ª, ojos de color de miel, dientes de un blanco impoluto y el aspecto mismo de un miembro de los New Kids on The Block, podr¨ªa ser, en los inicios del auge de la inteligencia artificial y sus creaciones virtuales, el avatar utilizado por Meghan Markle para proseguir su tarea de demolici¨®n de los Windsor. No lo es, evidentemente. Pero por el modo en que se hace eco de las obviedades y prejuicios contra el rey Carlos III, su esposa Camila, el pr¨ªncipe heredero Guillermo o la princesa de Gales, Catalina, que circulan desde hace a?os en los tabloides brit¨¢nicos, es inevitable sospechar que Scobie ha vuelto a actuar de portavoz de los duques de Sussex.
¡°Cuando llegas a la p¨¢gina seis de un libro sobre la supuesta lucha de la familia real por su supervivencia, sientes toda la fuerza que hay detr¨¢s de sus argumentos [del autor, Scobie]: ¡®Todo el mundo sabe que el rey Carlos hubiera preferido una vida distinta, como tamp¨®n de la reina Camila¡±, reproduce e ironiza Hilary Rose en su columna de The Times, una cr¨ªtica devastadora del libro. No es la ¨²nica. El desprecio generalizado, sin embargo, no ha sido obst¨¢culo para que los diarios dedicaran amplios textos y jugosos titulares a la publicaci¨®n. Cualquier excusa es buena para rescatar una batalla familiar que siempre genera audiencia.
Poco m¨¢s de media docena de novedades o cotilleos aporta el periodista, en una pseudo-tesis sobre la ca¨ªda en barrena de una monarqu¨ªa alejada del sentir popular e infestada, seg¨²n ¨¦l, de vestigios racistas o colonialistas y de personajes con un temperamento incontrolado.
¡°La familia no debe confiar en Enrique¡±, sugiri¨® en un mensaje el rey Carlos, despu¨¦s de la publicaci¨®n del libro de memorias de Spare (En la Sombra, editorial Plaza&Janes), en enero de este a?o. En concreto, no se deb¨ªan fiar ¡°del tonto de Enrique¡±, asegura el periodista que dijo Carlos III de su hijo menor. El heredero Guillermo est¨¢ ¡°ansioso por acceder al trono¡± y ¡°se ha creado a su alrededor un clima de impaciencia¡±, relata el libro. Su estilo de actuar es muy diferente al de su padre, sugiere. Carlos ¡°lidera con la cabeza y el coraz¨®n. Guillermo es m¨¢s fr¨ªo¡±.
La princesa de Gales, Catalina, no ha dejado de ver nunca a Meghan como una rival. No hay comunicaci¨®n entre ellas. La mera menci¨®n de su cu?ada le provoca ¡°risas nerviosas¡±, intenta imitar el estilo de la estadounidense y ¡°se dedic¨® m¨¢s tiempo a hablar de Meghan que con Meghan¡±, seg¨²n una fuente cercana a la familia real mencionada por Scobie. Como es habitual en la prensa que cubre asuntos mon¨¢rquicos, todas las fuentes son ¡°cercanas¡± o ¡°muy cercanas¡±, pero siempre son an¨®nimas. La conclusi¨®n evidente es, bien que se trata de una fuente de poca monta, bien es el propio protagonista agraviado el que ventila sus rencores bajo la condici¨®n de que el medio no se los atribuya.
Scobie adora a Markle y no lo disimula. La presenta como una mujer dotada de una gracia, naturalidad y empat¨ªa con el mundo del siglo XXI que la casa real brit¨¢nica fue incapaz de asimilar e integrar. Frente a ella, personajes acartonados o mal¨¦volos. La reina consorte Camilla, ¡°tolerada finalmente por la opini¨®n p¨²blica¡± seg¨²n sentencia el periodista, no puede evitar entornar los ojos con hast¨ªo cuando surgen asuntos como la identidad de g¨¦nero o el veganismo. Y no dud¨®, asegura Scobie, en enviar una nota de agradecimiento al periodista Piers Morgan despu¨¦s de o¨ªrle definir a Meghan ¡ªcon la que arrastra su particular batalla¡ª como la ¡°princesa Pinocho¡±.
Endgame no deja de ser la en¨¦sima tesis que defiende c¨®mo los Sussex, y en concreto el pr¨ªncipe Enrique, fueron acorralados, apartados y escasamente defendidos por una familia r¨ªgida y fr¨ªa, poco dada a los gestos de cari?o. El heredero Guillermo, seg¨²n Scobie, ya no quiere saber nada de su hermano y cree que ha sido ¡°abducido por un mundo extra?o [el de California]¡±, y un ¡°ej¨¦rcito de terapeutas han logrado lavarle el cerebro¡±. Enrique se lamenta del modo en que su familia le ha hecho el vac¨ªo, hasta el punto de no enterarse hasta ¨²ltima hora del fallecimiento de su abuela, la reina Isabel II. Tuvo que alquilar, en un supuesto acto de desesperaci¨®n, un avi¨®n privado que le llevara del aeropuerto londinense de Luton hasta el castillo de Balmoral (Escocia), donde velaban los Windsor el cuerpo de la monarca. Casi 35.000 euros le cost¨® al pr¨ªncipe ese desprecio, se lamenta Scobie.
Hay una sospecha generalizada de que el periodista, hijo de padre escoc¨¦s y madre persa [no le gusta que la llamen iran¨ª, porque no es musulmana] intenta desesperadamente retener la fama que logr¨® con su primer libro. Y de que los Sussex ¡ªel periodista y escritor ha negado siempre con insistencia que sean sus amigos o intervengan en sus textos¡ª vuelven a agitar de modo teledirgido las aguas de una batalla que tiene ya al p¨²blico notablemente aburrido, pero de la que no se cansan nunca los tabloides.
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