Una lectura a las memorias de Enrique de Inglaterra: peleas de hermanos, coca¨ªna a los 17 y la negaci¨®n de la muerte de Diana
¡®Spare¡¯ (en espa?ol, ¡®En la sombra¡¯), la autobiograf¨ªa del hijo menor del rey Carlos III, revela innumerables detalles jugosos sobre la familia real brit¨¢nica: sobre todo, una necesidad imperante de comprensi¨®n por parte del gran p¨²blico
Entonces, ?merece la pena? Esa es la primera pregunta que propios y extra?os, periodistas especializados y ciudadanos de a pie, se har¨¢n sobre Spare (en espa?ol, En la sombra), el libro de memorias del pr¨ªncipe Enrique de Inglaterra, cada vez que ¡ªa partir del martes 10 de enero¡ª se encuentren en librer¨ªas el rostro, la firma y las 557 p¨¢ginas sobre el hijo menor del rey Carlos III, nieto de Isabel II, hermano del heredero al trono brit¨¢nico y durante a?os llamado, como ¨¦l mismo repite sin pudor en varios p¨¢rrafos, ¡°el pr¨ªncipe d¨ªscolo¡± o ¡°Harry, el Bobo¡±. Y ese, justo ese, el calculadamente informal, el de consciencia de s¨ª mismo y del entorno ¨²nico al que se pertenece, el del ansia de hablar y de medir el momento de hacerlo, el de la lucha a codazos por hacerse entender por el mundo entero y de que impere su versi¨®n, es el tono del grueso tomo editado por Penguin Random House, y publicado de forma accidental pocos d¨ªas antes de su esperado lanzamiento global en un pu?ado de librer¨ªas espa?olas de Madrid ¡ªdonde este diario pudo hacerse con uno¡ª y de Barcelona.
Es el tono de alguien que quiere contarlo todo, pero sin saber del todo c¨®mo hacerlo. Para eso est¨¢n la gu¨ªa y la pluma del escritor y periodista J. R. Moehringer, que tambi¨¦n dio vida a las celebradas memorias del tenista Andr¨¦ Agassi. Una mano que se aprecia y se agradece para ordenar los pensamientos de un pr¨ªncipe juguet¨®n con las palabras, pero acostumbrado a los fr¨ªos comunicados de prensa y sin, como ¨¦l mismo dice, demasiada pasi¨®n por las letras. El volumen se lee f¨¢cil, de forma ¨¢gil, organizado de forma escrupulosamente cronol¨®gica. Los ejes vertebradores son claros: la muerte de Diana y la incapacidad de su hijo menor por entenderla y asumirla; las tensiones entre Enrique y el resto de su familia (especialmente Guillermo, del que se considera su repuesto: ¡°Mi querido hermano, mi archienemigo¡±); y la lucha, cada vez m¨¢s enconada, contra la prensa brit¨¢nica. Las revelaciones, para venir del mism¨ªsimo seno de la familia real, resultan bastante jugosas incluso para iniciados, gracias a conversaciones directas y a declaraciones, sobre todo, de conexiones personales (o de la falta de ellas, como entre Enrique y Camila). Pero la gracia, como el diablo, est¨¢ en los detalles.
El libro va m¨¢s all¨¢ de la serie documental de Netflix sobre Enrique y su esposa, Meghan Markle, estrenada hace apenas un mes. Tiene m¨¢s amplitud de miras y apenas dedica unas 170 p¨¢ginas (la tercera y ¨²ltima parte) a la pareja, su lucha contra la prensa y su marcha del Reino Unido, algo bien sabido y ampliamente contado entre pol¨¦mica, gracias precisamente a la serie. El arranque, en cambio, tiene mucha m¨¢s fuerza y sienta varias ideas que van tomando fuerza a lo largo del relato. Es el ¨²ltimo d¨ªa de vida de Diana de Gales, su ¨²ltima conversaci¨®n informal con sus hijos (Enrique no la recuerda, pero s¨ª cenar varitas de pescado con su hermano frente a la tele en el castillo de Balmoral esa ¨²ltima noche) y la conversaci¨®n que Carlos tiene con ¨¦l y con Guillermo a la ma?ana siguiente, ya 31 de agosto de 1997: ¡°Lo han intentado, mi querido hijo. Me temo que ya no se ha recuperado¡±. Aquella frase, a fuego en la memoria de Enrique, y aquella p¨¦rdida marcar¨¢n su vida. Primero, porque hasta casi alcanzar la treintena nunca creer¨¢ del todo que su madre ha muerto. La imagina escondida del mundo, de la prensa y los Windsor, en alg¨²n lugar remoto, oculta tras unas gafas de sol y una peluca. La espera. Jam¨¢s la llora, nunca. No buscar¨¢ ayuda psicol¨®gica seria ni podr¨¢ hablar de ella con nadie, ni siquiera con su hermano, hasta entrada la edad adulta. Y, adem¨¢s, olvidar¨¢ buena parte de sus recuerdos con su madre, de sus aventuras, su risa, su voz. Esa incomprendida orfandad y ese muro, como ¨¦l lo llama, de separaci¨®n con su propia memoria gu¨ªa la vida del pr¨ªncipe y tambi¨¦n todo el libro.
Enrique (o Harold, como le llama su familia; ¨¦l llama a Guillermo Willy) deja claro que el t¨ªtulo original del libro, Spare (recambio, repuesto) es un sentimiento personal, pero tambi¨¦n una leyenda urbana que lleva a?os rondando y que al final no lo era tanto. ?l, como con tantas otras, ayuda a desterrarla. Al parecer, efectivamente, desde que naci¨® su segundo hijo Carlos de Inglaterra coment¨® que ya ten¨ªan ¡°the heir and the spare¡±, en ingl¨¦s, con cierta rima: el heredero (Guillermo) y el repuesto (Enrique), una ¡°jerga¡±, como la califica, que tambi¨¦n usaban sus abuelos, Isabel II y Felipe de Edimburgo. ¡°Lo dec¨ªan sin ¨¢nimo de juicio pero tambi¨¦n sin ambages. Yo era la sombra, el actor secundario, el plan B¡±, concede sin inquina aparente. ¡°Mi cometido era ofrecer una fuente de distracci¨®n, entretenimiento y, en caso de necesidad, una pieza de recambio. Un ri?¨®n tal vez. Una transfusi¨®n de sangre, una pizca de m¨¦dula. Todo eso me lo dejaron meridianamente claro desde la m¨¢s tierna edad, y despu¨¦s lo fueron reforzando con regularidad¡±. Y como tal se ha sentido Enrique durante su vida. Sin cargo pero con cargas, sin obligaci¨®n fija pero tampoco con la capacidad (o al menos esa es su sensaci¨®n, tal y como refleja) de tomar su propio camino y de ser un adulto plenamente funcional, viviendo con, por y de su padre hasta su partida a California.
El libro es, por tanto, un esclarecimiento de esas leyendas urbanas, y muchas se confirman y otras se desmienten. Por ejemplo, Enrique desvela su consumo en ocasiones abusivo de alcohol y de drogas, especialmente marihuana ¡ªque sigue tomando con regularidad, como deja entrever al final de En la sombra¡ª pero tambi¨¦n coca¨ªna a los 17 a?os, desde su paso por Eton, o drogas psicod¨¦licas. Tambi¨¦n explica sus complejas relaciones sentimentales con Chelsy Davy y con Cressida Bonas, rotas en parte por la distancia y, seg¨²n ¨¦l, sobre todo por la persecuci¨®n de los tabloides. Tambi¨¦n cuenta desde su criterio y visi¨®n que, efectivamente, Markle y Kate Middleton tuvieron un enfrentamiento antes de su boda, en mayo de 2018, por los vestidos de las damas de honor, que finalmente arreglaron. O detalles como que la familia real est¨¢ pendiente de los diarios y tabloides, a excepci¨®n del rey Carlos, que solo tiene en cuenta a la BBC.
Pero m¨¢s all¨¢ de historias que rondan el imaginario colectivo, el duque de Sussex trata de profundizar en cuestiones m¨¢s profundas que definen su personalidad, como su aut¨¦ntica intenci¨®n de cursar una carrera militar (intent¨® luchar en Irak, pero se desestim¨® por seguridad; acab¨® en Afganist¨¢n, donde mat¨® a unos 25 talibanes; ahora ciertos militares han rechazado que Enrique cuente esos detalles) que no pudo desarrollar en general por ser quien era; su partida del Ej¨¦rcito le dej¨® sin una misi¨®n vital y le hizo sumirse en una grave depresi¨®n. Tambi¨¦n explica su obsesi¨®n por la muerte de su madre, que le llev¨® a querer ver los informes policiales del accidente o a atravesar, con 23 a?os, el parisino Puente del Alma, donde muri¨® la princesa, en un coche a m¨¢s de 100 kil¨®metros por hora (algo que, revela, tambi¨¦n hizo su hermano Guillermo). O c¨®mo ?frica, que Diana tanto quiso, se convirti¨® en un territorio fundamental en su vida al ayudarle a tener visi¨®n y misiones, desde ayudar a los ni?os hu¨¦rfanos o con sida o a la defensa del medio ambiente. Y su estrecha relaci¨®n con Guillermo, un amor-odio m¨¢s all¨¢ de la fraternidad, que se mezcla con envidias, diferencias personales y la eterna promesa de un trono distante.
La relaci¨®n con Carlos (que siempre le llama ¡°mi querido hijo¡±) es distante, falta de calidez, pero el padre entiende al hijo, sus esc¨¢ndalos, sus pol¨¦micas; su vida no le ha hecho ajena a ellas. La decepci¨®n termina de instaurarse, como le ocurre a Enrique con toda la familia, cuando no le apoyan en su cruzada contra la prensa sensacionalista. Aunque entre lo m¨¢s revelador del libro est¨¢ la compleja relaci¨®n entre Enrique y Camila. La acepta como pareja de su padre, aunque tanto ¨¦l como Guillermo le piden desde el primer momento que no se case con ella, porque una boda solo crear¨ªa problemas, y pol¨¦mica, y se decepcionan cuando finalmente llega la celebraci¨®n, en 2005. ?l ans¨ªa que su padre sea feliz, afirma con intenci¨®n, pero no convirtiendo a Camila en su esposa. Adem¨¢s, en varias ocasiones expone la teor¨ªa de que la hoy ya reina consorte y su gabinete de prensa son quienes filtran informaciones y ponen en la picota al joven pr¨ªncipe para que, mientras ¨¦l queda como el d¨ªscolo al que hay que redimir, Carlos y ella puedan ser observados con buena luz a los ojos de los brit¨¢nicos, en una estrategia a largo plazo de filtraciones y mutua asociaci¨®n beneficiosa con la prensa. Eso, claro, seg¨²n las m¨¢s de 500 p¨¢ginas de revelaciones del libro.
Pero los detalles siempre son los detalles. Como que el hoy Carlos III ha dormido y viajado con un oso de peluche, Teddy, hasta bien entrada la edad adulta. O las descripciones en profundidad de las casas, las estancias, las comidas (cuando Enrique y Guillermo viv¨ªan juntos, entrenando para el Ej¨¦rcito, los chefs de su padre les mandaban comida). Las s¨¢banas viejas, casi ra¨ªdas, bordadas con las iniciales ERII, monograma de la difunta monarca. El deliberado uso de palabrotas y expresiones simples, vulgares, que se agudiza cuando cuenta sus enfados con la prensa, retratados de forma a veces cuasi infantil, tanto que llega a llamar a dos periodistas ¡°Taratont¨ªn¡± y ¡°Taratont¨®n¡±. Su odio extremo por Rupert Murdoch. Su cari?o y gran sinton¨ªa con Kate Middleton, ¡°la hermana que nunca hab¨ªa tenido¡±, desde el primer momento, y su enso?aci¨®n de casarse pronto (al contrario que su padre) para ser cuatro y bien avenidos. Los tapones que llev¨® Isabel II en el concierto por su Jubileo de Oro, en 2002, mientras actuaba Brian May. La pelea hasta llegar a las manos, hace ni cuatro a?os, entre Guillermo y Enrique: el mayor le asegur¨® al peque?o que Markle era ¡°una persona dif¨ªcil¡± y la intensidad del enfrentamiento fue creciendo hasta acabar con el peque?o por el suelo, seg¨²n su versi¨®n.
Y, c¨®mo no, borracheras, fiestas infinitas en Botsuana, Londres y Las Vegas, excesos, rolletes y novias. Los detalles sobre su p¨¦rdida de virginidad en un campo tras un pub: ¡°Un humillante episodio con una mujer mayor a la que le gustaban mucho los caballos y que me trat¨® igual que un joven semental. La mont¨¦ deprisa, tras lo cual me dio un azote en el culo y me mand¨® a paseo¡°. O sobre su miedo a perder las orejas y, sobre todo, el pene tras un episodio de fr¨ªo extremo en una expedici¨®n en el Polo Norte: ¡°Mi miembro era un asunto de dominio p¨²blico¡±, llega a decir sin pudor. ¡°Hab¨ªa ido al Polo Norte, y ahora yo ten¨ªa el Polo Sur congelado¡±. Un viaje por el que casi se pierde la boda de Guillermo y Kate en 2011, de la que, por cierto, no fue padrino (ni Guillermo de Enrique en 2018), tal y como se anunci¨®: era una tapadera para que lo fueran dos amigos de Guillermo sin desvelar su identidad, lo que les habr¨ªa hecho carne de tabloides. Una boda en la que, la noche anterior, ambos pr¨ªncipes acabaron borrachos, y bebidos salieron a saludar a las multitudes agolpadas a las puertas de palacio.
En la sombra arranca con una cita del escritor William Faulkner: ¡°El pasado nunca est¨¢ muerto. No es ni siquiera pasado¡±. Enrique, claramente, no quiere dejarlo morir y lo ha plasmado en papel a trav¨¦s de revelaciones, anecd¨®ticas o poderosas, que, en cualquier caso, no estaban destinadas a ser p¨²blicas, pero que ya est¨¢n sobre la mesa desmenuzadas y publicadas hasta el detalle por todos esos tabloides que tanto ha despreciado. Con las 557 p¨¢ginas en las estanter¨ªas, es probable que la pregunta mude de piel. Del ¡°Entonces, ?merece la pena?¡± al ¡°Y ahora, ?qu¨¦?¡±. Pero esa respuesta requerir¨¢ muchas m¨¢s p¨¢ginas.
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