El conductor jubilado que rob¨® un ¡®goya¡¯ y lo devolvi¨® a?os despu¨¦s tras pedir una sola cosa a cambio
¡®El duque¡¯ lleva al cine la incre¨ªble historia de Kempton Bunton, el hombre que burl¨® la seguridad de la National Gallery londinense en 1961 y ejecut¨® un robo que lo convirti¨® en el Robin Hood de la clase media brit¨¢nica
La cronolog¨ªa es caprichosa. El 21 de agosto de 1911 se produjo el que tal vez sea el robo de arte m¨¢s c¨¦lebre de la historia: Vincenzo Peruggia, un humilde pintor piamont¨¦s, sustrajo la Mona Lisa del museo parisino del Louvre en un golpe de audacia ins¨®lito, perpetrado en solitario. Lo sac¨® del marco, lo envolvi¨® en un delantal y sali¨® del museo con el cuadro bajo el brazo. Lo tuvo en su poder dos a?os y 112 d¨ªas mientras las autoridades interrogaban a sospechosos tan ilustres como ...
La cronolog¨ªa es caprichosa. El 21 de agosto de 1911 se produjo el que tal vez sea el robo de arte m¨¢s c¨¦lebre de la historia: Vincenzo Peruggia, un humilde pintor piamont¨¦s, sustrajo la Mona Lisa del museo parisino del Louvre en un golpe de audacia ins¨®lito, perpetrado en solitario. Lo sac¨® del marco, lo envolvi¨® en un delantal y sali¨® del museo con el cuadro bajo el brazo. Lo tuvo en su poder dos a?os y 112 d¨ªas mientras las autoridades interrogaban a sospechosos tan ilustres como Pablo Picasso o el poeta Guillaume Apollinaire.
Exactamente medio siglo despu¨¦s, el 21 de agosto de 1961, un conductor de autobuses jubilado se agenciaba un cuadro de Goya que se exhib¨ªa en la National Gallery de Londres. Ya dec¨ªa Marx que los grandes acontecimientos tienden a producirse dos veces, primero como tragedia y despu¨¦s como farsa. Y el segundo de estos robos hist¨®ricos fue una farsa en toda regla.
Al jubilado le resultaba indignante que ¡°se gaste una aut¨¦ntica fortuna en el retrato de un arist¨®crata cuando muchos ancianos brit¨¢nicos ni siquiera pueden disfrutar de un servicio p¨²blico tan esencial como la televisi¨®n¡±.
El pr¨®ximo 3 de junio se estrena en Espa?a El duque, la historia del rocambolesco hurto que avergonz¨® a la National Gallery y conmocion¨® al Reino Unido. La pel¨ªcula la ha dirigido Roger Michell, responsable en su d¨ªa de ¨¦xitos de la comedia brit¨¢nica como Notting Hill (1999) o Venus (2006) y recientemente fallecido (esta ser¨¢ su obra p¨®stuma), y cuenta con dos veteranos de prestigio, Jim Broadbent y Helen Mirren, en sus papeles principales. Pero tal vez lo m¨¢s interesante es que el nieto del autor de los hechos que se describen en la cinta ha participado en el guion, ofreciendo una perspectiva ins¨®lita de lo que ocurri¨® en realidad con esta trama delictiva llena de curiosos meandros y recovecos y en la que casi nada es lo que parece.
La televisi¨®n es nutritiva
El jubilado en cuesti¨®n se llamaba Kempton Bunton. Era residente en Newcastle, padec¨ªa una incapacidad leve y en el momento del robo acababa de cumplir 57 a?os. La madrugada de ese 21 de agosto, seg¨²n confes¨® durante el juicio al que le sometieron a?os despu¨¦s, Bunton se col¨® en el museo a trav¨¦s de una ventana abierta en uno de los cuartos de ba?o, se dirigi¨® a la sala en que estaba el Retrato del duque de Wellington, de Francisco de Goya y Lucientes, y se lo llev¨® puesto, sorteando al (escaso) personal de seguridad y burlando el por entonces puntero sistema de alarmas, que estaba siendo reiniciado en ese preciso momento.
?Qu¨¦ hizo Bunton con el cuadro reci¨¦n robado? No lo llev¨® a un perista ni lo sac¨® del Reino Unido. Lo envolvi¨® en papel de peri¨®dico y lo guard¨® en su vivienda de protecci¨®n oficial de un barrio perif¨¦rico de Newcastle, preocup¨¢ndose de cambiarlo de escondite cada cierto tiempo para que su esposa no lo encontrara.
Lo conserv¨® hasta julio de 1965, casi cuatro a?os despu¨¦s del hurto. En ese tiempo, pidi¨® ¡°rescate¡± por la obra en varias ocasiones, a trav¨¦s de una serie de cartas, a cu¨¢l m¨¢s delirante, enviadas a medios de comunicaci¨®n y a Scotland Yard. Primero pidi¨® 140.000 libras que deb¨ªan destinarse a una obra de caridad en concreto: la creaci¨®n de un fondo de ayudas que permitiese a los jubilados sin recursos pagar el canon de la BBC, un impuesto anual de cuatro libras que se impon¨ªa a todos los propietarios de televisores y con el que se financiaba la cadena p¨²blica. Como este intento de extorsi¨®n caritativa no recibi¨® respuesta, el ladr¨®n cambi¨® de t¨¢ctica y de interlocutores, enviando esta vez, a trav¨¦s de la prensa, una carta abierta ¡°a los millonarios fan¨¢ticos del arte que no se preocupan por la gente humilde¡±. En ella les invitaba a que fuesen ellos los que creasen ese fondo especial de ayuda a los ancianos televidentes brit¨¢nicos. ?Quer¨¦is vuestro cuadro? Pues devolvednos nuestra tele.
M¨¢s adelante, en marzo de 1965, Bunton se ofrec¨ªa, sin m¨¢s, a restituir la pintura ¡°intacta y en perfecto estado de conservaci¨®n¡± a cambio de que, una vez devuelta, se organizase una exhibici¨®n ben¨¦fica para recaudar esas dichosas 140.000 libras ¡°o lo que fuese posible¡±. Hab¨ªa pensado incluso en el precio de la entrada: cinco chelines por barba. The Daily Mail se ofreci¨® a coordinar la operaci¨®n. En sus art¨ªculos sobre el tema, los periodistas del popular tabloide se refer¨ªan al ladr¨®n como ¡°el Robin Hood televisivo de la tercera edad¡±. Lo imaginaban como ¡°un anarco-televidente de unos 70 a?os escondido con su bot¨ªn en una cueva subterr¨¢nea¡±.
No iban desencaminados. Bunton se sent¨ªa una especie de justiciero social embarcado en una cruzada contra el sistema. Y su travesura le hab¨ªa condenado, adem¨¢s, a llevar una vida de recluso, cada vez m¨¢s obsesionado con que la polic¨ªa identificase sus huellas dactilares en alguna de las cartas que hab¨ªa escrito y echase abajo la puerta de su casa.
Extremo pero bienintencionado
En julio de 1965, la delegaci¨®n del Daily Mirror en Birmingham recibi¨® el resguardo de un paquete que un tal ¡°Mr. Bloxham¡± (probable referencia a un personaje de Oscar Wilde que encuentra a un ni?o reci¨¦n nacido en una bolsa de viaje) hab¨ªa depositado en la consigna de la estaci¨®n de New Street. Un redactor del tabloide acudi¨® a recoger el paquete y encontr¨® en su interior el cuadro robado, sin marco pero sin m¨¢cula. La polic¨ªa interrog¨® al personal de la estaci¨®n intentando seguir el rastro del misterioso Mr. Bloxham, pero la investigaci¨®n no obtuvo ning¨²n resultado y se dio carpetazo provisional al asunto.
Pocos meses m¨¢s tarde, ¡°un caballero de edad avanzada y con un asombroso parecido con Sir Alfred Hitchcock¡±, seg¨²n el relato de The Times, se present¨® en la comisar¨ªa de polic¨ªa del West End, en Londres, asegurando que ¨¦l hab¨ªa sido el autor del robo del retrato del duque. No present¨® pruebas materiales y su relato de los hechos result¨® ¡°escueto y confuso¡±, pero hubo un detalle que hizo pensar a la polic¨ªa que tal vez no se trataba de un lun¨¢tico con sed de notoriedad, sino del verdadero culpable: en sus antecedentes encontraron que hab¨ªa sido detenido en cinco ocasiones por ¡°desobediencia civil leve¡±. ?En qu¨¦ consist¨ªan sus actos contrarios al orden social y el decoro? En negarse una y otra vez a pagar la licencia de la televisi¨®n.
Bunton, un tipo de clase obrera autodidacta, exc¨¦ntrico y un tanto cascarrabias, pero en absoluto exento de sentido del humor y de la paradoja, acab¨® convirtiendo su posterior juicio en un espect¨¢culo fascinante. Para empezar, reconoci¨® los hechos, pero se declar¨® inocente de los cinco delitos que le atribu¨ªa el fiscal de la Corona brit¨¢nica. La l¨ªnea de defensa dise?ada por su abogado, el c¨¦lebre penalista Jeremy Hutchinson, que acept¨® representarle sin cobrar ni un penique, consisti¨® en que no se trataba de un robo, dado que Bunton nunca tuvo intenci¨®n de quedarse el cuadro. Se limit¨® a tomar prestada y ¡°custodiar de forma escrupulosa¡± una obra de arte pagada con fondos p¨²blicos y, por lo tanto, propiedad de todos los ciudadanos brit¨¢nicos. No intent¨® venderla y el ¡°rescate¡± que pidi¨® por ella iba a ser destinado no a su propio lucro, sino a un proyecto social, por lo que su supuesto acto de extorsi¨®n hab¨ªa sido en realidad un ejemplo de activismo solidario tal vez extremo, pero bienintencionado.
Bunton explic¨® durante las sesiones que la principal motivaci¨®n para su ¡°campa?a¡± hab¨ªa sido leer en la prensa que el Estado hab¨ªa invertido 140.000 libras en comprar la pieza para impedir que un coleccionista privado, el magnate petrolero estadounidense Charles Wrigthsman, la sacase del Reino Unido. Al jubilado le resultaba indignante que ¡°se gaste una aut¨¦ntica fortuna en el retrato de un arist¨®crata cuando muchos ancianos brit¨¢nicos ni siquiera pueden disfrutar de un servicio p¨²blico tan esencial como la televisi¨®n¡±.
Bunton habl¨® de sus problemas de salud, de la obesidad, la diabetes y el resto de dolencias que le ten¨ªan recluido en casa, tras a?os de duro trabajo como taxista, transportista y conductor de autobuses, sin mejor compa?¨ªa que el televisor, su ventana al mundo. El hombre reconoci¨® que, en su caso, s¨ª que dispon¨ªa de recursos suficientes para pagar el impuesto. Pero no se trataba de una cuesti¨®n de dinero, sino de solidaridad y de principios. En un lado de la balanza, una obra de arte dedicada a exaltar la memoria de un miembro de la nobleza y realizada por un pintor extranjero. En otro, el derecho a ver la tele de los ancianos de clase obrera, v¨ªctimas, en su opini¨®n, de las pol¨ªticas antisociales del primer ministro conservador Harold McMillan, que hab¨ªa convertido un servicio esencial en un lujo.
Por extra?o que resulte, Bunton fue declarado inocente de (casi) todos los cargos. En efecto, la definici¨®n legal del delito de robo vigente en el Reino Unido en 1965 no inclu¨ªa el acto de ¡°tomar prestado¡± y devolver voluntariamente un objeto de titularidad p¨²blica. A Bunton le condenaron a tres meses de prisi¨®n por el ¨²nico delito del que fue considerado culpable, el robo del marco, que nunca pudo devolver dado que se perdi¨®, seg¨²n parece, durante la incursi¨®n nocturna en la galer¨ªa. El juez dedic¨® en la sentencia unas frases de suave reprimenda al acusado en las que reconoc¨ªa la ¡°nobleza¡± de sus intenciones, pero consideraba que ¡°privar al gran p¨²blico del disfrute de una obra de valor es un acto que no debe quedar impune¡±.
Pero hay m¨¢s
El ¨²ltimo giro de guion de esta peculiar historia lo explicaba David Silito en un art¨ªculo publicado en el portal de la BBC: Kempton no fue el autor material del robo de la pintura. As¨ª lo ha reconocido su nieto, Christopher Bunton, que habla del ¡°secuestro¡± del duque de Wellington como ¡°un asunto de familia¡± Al parecer, fue una ocurrencia del abuelo que ejecut¨® el padre de Christopher, John Bunton, solo o en compa?¨ªa de alg¨²n otro familiar.
A John le preocupaba que su padre, un hombre ¡°terco y obsesivo¡±, se hubiese propuesto colarse en la National Gallery para robar el cuadro pese a su edad, su sobrepeso y sus problemas de salud, as¨ª que lo hizo ¨¦l. Kempton recibi¨® el paquete, lo guard¨® en su casa y fue el autor de las cartas de extorsi¨®n y el encargado de ¡°liberar¡± al duque una vez que asumi¨® que su plan hab¨ªa fracasado. Christopher ha explicado que se trataba de ¡°un inc¨®modo secreto¡± que los Bunton no se decidieron a divulgar hasta asegurarse de que cualquier posible responsabilidad legal hubiese prescrito. ¡°Para m¨ª, mi abuelo es un h¨¦roe¡±, explicaba a Silito el portavoz de la familia, ¡°aunque no estoy muy seguro de que mi padre pensase lo mismo¡±.
Kempton Bunton confes¨® para evitar que sus cruzadas personales acabasen busc¨¢ndole la ruina a su hijo. Cumpli¨® condena y se llev¨® su secreto a la tumba. Falleci¨® en 1976, mucho antes de que, ya en la d¨¦cada de 1990, el Gobierno brit¨¢nico decidiese que los mayores de 75 a?os quedasen exentos del impopular impuesto televisivo. El Robin Hood teleadicto acab¨® sali¨¦ndose con la suya. Su nieto reivindica hoy la quijotesca haza?a que el abuelo justiciero llev¨® a cabo en 1961 y una pel¨ªcula contempor¨¢nea ha presentado su historia como lo que, en cierto sentido, siempre fue: una comedia de enredo tan real que cuesta creerla.
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