El Hollywood m¨¢s chanante
Salvo honrosas excepciones, los ¡®biopics¡¯ de personajes famosos son un regalo envenenado para los actores
No deja de ser curioso que el declive de las pel¨ªculas de superh¨¦roes coincida con el auge de los biopics, generalmente hagiograf¨ªas inspiradas en las vidas (ejemplares) de iconos de la cultura popular del siglo XX. La lista es larga y variopinta: solo en los ¨²ltimos meses se han estrenado pel¨ªculas sobre Enzo Ferrari (Ferarri), Priscilla Presley (Priscilla), Leonard Bernstein (Maestro), Samuel Beckett (Dance First) o Bob Marley (One Love). Ah, y en Espa?a tambi¨¦n Saben Aquell (Eugenio). En buena parte de estos biopics hay un elemento com¨²n: el protagonismo es para la vida conyugal de estos personajes.
La burbuja no acaba de explotar y nos esperan las vidas de Amy Winehouse, Bob Dylan, Bruce Springsteen, Candy Darling, Ana Mendieta y hasta el mism¨ªsimo Frank Sinatra, si es que llega a buen puerto la noticia de que Martin Scorsese quiere rodar una pel¨ªcula sobre el cantante, interpretado por otra estrella de ojos azules, Leonardo Di Caprio. En la piel de Springsteen veremos a Jeremy Allen White (The Bear) y en el de la artista cubana Ana Mendieta estar¨¢ America Ferrara, cuyo grueso mon¨®logo feminista en Barbie parece haberla catapultado para afrontar como actriz y productora la vida de un s¨ªmbolo como Mendieta en una serie para Amazon.
Resulta obvio que la terrible muerte de la artista, que en 1985 cay¨® al vac¨ªo desde su apartamento en el piso 34 de un edificio del Greenwich Village, tras una pelea con su pareja, el escultor Carl Andre, convierte su vida en una suerte de true crime cultureta muy propio para este mundo, mucho m¨¢s interesado en la vida de los creadores que en su obra. Su trabajo con el cuerpo y la tierra, la fractura con su origen o su visionario ecofeminismo son marginales, pero el suceso de su muerte encaja como un guante en las modas del mercado.
Pero de todas las caracterizaciones de iconos pop que nos acechan la que est¨¢ provocando m¨¢s sorna es la de Timoth¨¦e Chalamet como Bob Dylan. Si ver a Bradley Cooper con el exagerado perfil narigudo de Leonard Bernstein rozaba el humor chanante ¡ªya saben, aquellas imitaciones celebrities en manos del humorista Joaqu¨ªn Reyes¡ª, lo de Chalamet puede alcanzar el estatus de broma hist¨®rica. O al menos eso parece despu¨¦s de la ¨²ltima filtraci¨®n del inquieto equipo de marketing, un v¨ªdeo del rodaje en el que el actor y su compa?era de reparto Monica Barbaro emulan a Dylan y Joan Baez a principios de los sesenta en el festival folk de Newport.
Las biograf¨ªas populares de grandes personajes no son precisamente nuevas. En la ¨¦poca de mis abuelos hab¨ªa mucha afici¨®n a las de Stefan Zweig (de Erasmo de R¨®terdam a Mar¨ªa Estuardo, Mar¨ªa Antonieta o Balzac), pero la avalancha actual roza lo grotesco. Salvo honrosas excepciones (de El joven Lincoln a Antes que anochezca o La red social) los biopics de personajes famosos son un regalo envenenado para sus int¨¦rpretes. Pero adem¨¢s, la poco estimulante ristra de los ¨²ltimos tiempos deja en el aire la pregunta de, m¨¢s all¨¢ de la guerra de memes, a qui¨¦n van dirigidas estas pel¨ªculas. Quiz¨¢ la respuesta tambi¨¦n la tenga Reyes, que cada vez que se disfraza de un famoso grita al espectador su palabra fetiche, ¡°zanguango¡±, sin¨®nimo de embrutecido, perezoso, gandul, vago o z¨¢ngano.
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