Esguinces, calles y libertad: ?puede seguir siendo rebelde el skate a los 50?
El ¡®skate¡¯ se ha hecho adulto: de nacimiento pijo y adolescencia vand¨¢lica, ha pasado a ser un deporte ol¨ªmpico y casi totalmente civilizado. ?Puede recobrar el magullado encanto del principio?
En el principio fue el verbo. Y esos verbos fueron engorilarse (motivarse para patinar), planchar (aterrizar de forma s¨®lida al hacer un truco) o decir que un bordillo tira (desliza). ¡°El pat¨ªn me ha cambiado la vida¡±, reconocen quienes llevan a?os practicando skate. Y puede hacerlo: rascazos, m¨²ltiples esguinces y roturas ¨®seas dejan mella f¨ªsica y mental. Pero, a la vez, sobre un pat¨ªn, cambia la ciudad. Los bancos ya no solo son para sentarse y las rampas se transforman en planos inclinados en los que hacer trucos ¡ªas¨ª se llaman¡ª en equilibrio inestable. Hace 40 a?os que el skate estall¨® en Espa?a. El deporte mantiene su credibilidad adolescente, pero ha evolucionado y ya no es propiedad exclusiva de chavales de barrio bien. Incluso se ha hecho ol¨ªmpico. Y, a pesar de todo, muchos de sus profesionales est¨¢n de acuerdo en que no est¨¢ en su momento de mayor popularidad. Este reportaje le toma el pulso a la escena.
Cuando hace diez a?os Juan Algora, Jura, vol¨® girando 180 grados sobre las 14 escaleras, divididas en dos bloques de siete, de la estaci¨®n de metro de Moncloa, una pregunta reson¨® al un¨ªsono en las diferentes plazas espa?olas: ¡°?Viste las 14 de Jura en Moncloa?¡±. Fue una haza?a ¨¦pica para el skate, como el gol de Iniesta en el Mundial de Sud¨¢frica. ¡°Aunque aquel truco lo hice el d¨ªa de la segunda final de la Eurocopa de Espa?a, para que hubiese menos gente¡±, r¨ªe Jura, que ha formado parte del equipo de Nike SB, uno de los m¨¢s importantes del mundo para poder ser profesional, y hoy es due?o de la marca de skate nacional Damage LTD.
Pero antes de que gente como ¨¦l se jugara la salud de sus rodillas por hacer girar una tabla, caer sobre una barandilla, deslizarse sobre ella y aterrizar en el suelo de una sola pieza, hubo pioneros. Cuando Jos¨¦ Antonio Mu?oz, que ya hac¨ªa surf, empez¨® a patinar a finales de los sesenta, lo hac¨ªa con ruedas de madera en tablas fabricadas en Ir¨²n. Sus padres lo enviaron a estudiar a EE UU y ¨¦l se fue sin saber que all¨ª cambiar¨ªa su vida y, a la larga, tambi¨¦n la de miles de j¨®venes espa?oles. All¨ª el skateboard era primigenio, pero m¨¢s evolucionado que el de la Espa?a franquista: las tablas estadounidenses ten¨ªan un acabado en punta, m¨¢s aerodin¨¢mico, y ruedas de caucho, lo que permit¨ªa moverse por m¨¢s terrenos.
Durante su estancia, Mu?oz hizo contactos para que le enviasen material y as¨ª fundar, en 1975, la primera tienda especializada en skateboarding en Espa?a. Se llamaba Caribbean Skateshop y estaba en la calle Columela, en el Barrio de Salamanca de Madrid. La acci¨®n se desarrollaba muy cerca, a lo largo de la Castellana: plazas como las de Nuevos Ministerios o Col¨®n fueron escenario de los trucos de los primeros skaters. ¡°Lo que hac¨ªamos era slalom, saltos de altura hippy jump [saltar sin levantar la tabla] o con rampa, poco m¨¢s¡±, recuerda Mu?oz, a quien popularmente se le conoce como Doc, por su parecido con el personaje de Regreso al futuro.
Tras varias evoluciones en la forma de los monopatines, es en los noventa cuando el skate alcanza la forma actual, sobre una tabla con los extremos elevados ¡ªnose y tail¡ª para posibilitar los saltos. ¡°Lo llam¨¢bamos new school. Era m¨¢s an¨¢rquico. M¨¢s de bajar a la plaza con los amigos a practicarlo¡±, recuerda Doc, quien sigue patinando a sus 71 a?os. ¡°Los trucos de ahora eran impensables con las tablas de antes. No hab¨ªa ni v¨ªdeos, era a base de fotos de revistas¡±, explica.
Los nuevos skaters empezaron a saltar obst¨¢culos ¡ª¡°m¨®dulos¡±¡ª por la calle a golpes de kickflips ¡ªhacer que el pat¨ªn gire por debajo de los pies¡ª e impresionando a los paseantes. El cine y la moda se enamoraron del skate, que pronto pas¨® a formar parte de la cultura popular: era un irresistible distintivo de rebeld¨ªa y juventud, como en los cincuenta lo fue el rock. Incluso ahora, que presume de ser deporte ol¨ªmpico desde los Juegos de Tokio en 2021, conserva el punto underground. ¡°La imagen antitodo asociada al pat¨ªn es real e innegociable. Es un mundo sin reglas en el que la gente se lleva bien compartiendo valores¡±, explica Jura.
El v¨ªdeo es la carta de presentaci¨®n ante la comunidad de un patinador, que pueda tardar meses e incluso a?os en grabar una pieza. Para el resto, devorarlo son los deberes: los cl¨¢sicos audiovisuales del g¨¦nero van del Streets On Fire (1989), de la marca Santa Cruz, pasando por el Sorry (2002), de Flip Skateboards, hasta los que se suben diariamente al canal Thrasher, en YouTube. ¡°Ve¨ªa los videos 50 veces y me los sab¨ªa casi de memoria. Te aprendes todas las gilipolleces del v¨ªdeo, hasta las bocinas de los coches antes de un salto. Mi madre me dec¨ªa que ojal¨¢ me supiese as¨ª los temas antes de los ex¨¢menes del instituto¡±, recuerda Jura.
La fot¨®grafa gallega Raisa Abal, de 33 a?os, que empez¨® a patinar a los 22 en Burdeos, cuando estaba de Erasmus, observa c¨®mo con el skate ¡°cambia hasta la arquitectura¡±. Ella reivindica el aspecto m¨¢s punk, el DIY (acr¨®nimo en ingl¨¦s de hazlo t¨² mismo). ¡°La falta de instalaciones y lugares adecuados para patinar, o incluso de formas m¨¢s especiales en los skateparks convencionales, provoca que la gente se busque la vida. No hay m¨¢s que ver la maravilla de DIYs de las que podemos disfrutar en nuestro pa¨ªs¡±. Se refiere a lugares como El Spotter, La Casita, La Bobila, Picnic, La Kanxa, Carib¨², Ramputene, La Morenita, El Cementerio...
A los nueve a?os, Marco Rivera empez¨® a patinar en Per¨², seducido por ¡°esa imagen cool¡± que asociaba al skate. Desde entonces ¡ªahora vive en Espa?a¡ª, nunca ha parado de patinar. Rivera ha dejado la marca de sus ruedas sobre las plazas m¨¢s m¨ªticas de nuestro pa¨ªs, como los bordillos de Pr¨ªncipe P¨ªo en Madrid, los del Embarcadero en Bilbao o los del Macba en Barcelona. Ha estado patrocinado por marcas como DC Shoes y se le conoce en todo el panorama nacional. ¡°Ahora patino menos, le dedico unos tres d¨ªas a la semana y ya no me tiro por escaleras y barandillas, estoy jubilado¡±, reconoce entre risas sentado en una de las rampas del Escombro D.I.Y, un skatepark construido por skaters en un solar abandonado en Madrid. Para la foto con ICON hace un truco en uno de los bordillos del Escombro. De tres intentos, no falla ninguno.
Rivera ha creado Skate United, una escuela para ni?os con tres profesores. En lugar de aprender como se hac¨ªa anta?o ¡ªcon v¨ªdeos y seg¨²n la ley de la calle, haci¨¦ndose respetar por los mayores¡ª los alumnos del experimentado patinador se benefician de sus consejos antes de dar los primeros saltos. ¡°Yo tambi¨¦n aprend¨ª solo, en Col¨®n. Creo que asimil¨¦ unos valores y un buen rollo digno de transmitirlo a quien no sepa c¨®mo empezar¡±, explica. Rivera ense?a nuevos movimientos a una pandilla de chavales de ocho a 11 a?os: Hugo, M¨¢ximo, Tirso y ?lvaro, todos con sus protecciones. Les ense?a algo clave: hay que caerse y levantarse hasta hacer el truco.
¡°El pat¨ªn no entiende de sexo, religi¨®n, procedencia o color de piel. Creo que son principios a ense?ar a los chavales. Es conocer gente, pasarlo bien y ya est¨¢¡±, defiende. Al llegar a un nivel, los deja patinar ¡°libres¡±. Marco tiende sus manos a los peque?os antes de aproximarse a alg¨²n obst¨¢culo, pero los suelta si los ve capacitados. ¡°Cuando ya saben patinar y hacen sus trucos les digo: ¡®T¨ªo, lo haces guay, si quieres patinar t¨² solo te presento un par de chavales de tu edad y dejas las clases¡±. El diploma para lanzarse a la aventura. ¡°?Venir aqu¨ª es muy importante, hay que aprender a caerse!¡±, dice Hugo. Al acabar, el profesor regala a sus alumnos pegatinas para sus tablas.
La influencia del pat¨ªn va m¨¢s all¨¢ de las dos grandes urbes espa?olas. En ciudades como Vigo, el skate tiene un valor superlativo. All¨ª se celebra O Marisqui?o, una de las competiciones anuales m¨¢s prestigiosas de skate y deportes urbanos en Europa, y existe un centro neur¨¢lgico que congrega a patinadores desde hace m¨¢s de 25 a?os, la Plaza de la Estrella. Es uno de esos sitios que han visto pasar a los mayores astros del mundo del pat¨ªn, pero tambi¨¦n a generaciones de skaters locales. ¡°Tenemos la enorme suerte de que el skate en la Plaza de la Estrella est¨¢ completamente asimilado por parte de autoridades y ciudadanos¡±, destaca Juan Gefaell, que empez¨® a patinar con 13 a?os en Vigo. El lugar tiene sus propias tradiciones. Si hay decenas de zapatillas colgando de la farola central no es porque se venda droga: la vida ¨²til del calzado de un patinador es de unos tres meses y, cuando las zapatillas mueren, sus due?os las lanzan a lo alto de la farola. Algo positivo de estas escenas en las ciudades peque?as es esa hermandad que se genera. ¡°Todos nos conocemos¡±, afirma Gefaell, que lleg¨® a tener patrocinios de varias marcas cuando era m¨¢s joven, aunque ahora, con 33 a?os, patina una vez a la semana con amigos que tampoco lo han dejado.
Tambi¨¦n es cada vez m¨¢s habitual ver a chicas en igualdad de n¨²mero en las plazas, as¨ª como una mayor presencia de minor¨ªas tanto sexuales como raciales. Colectivos como As¨ªplanchaba, una asociaci¨®n de mujeres fundada en Barcelona en 2009, han servido como ejemplo para que muchas otras empezasen a reventar sus zapatillas contra la lija. Se las ve en las calles, en fotos, v¨ªdeos y redes sociales. Raisa Abal y Ver¨®nica Trillo montaron en 2019 Dolores Magazine, una revista especializada en skate femenino. ¡°Plasma todo lo que se gener¨® con el trabajo de los a?os anteriores: referentes, historias, hitos, inquietudes y proyectos que se generan dentro de la propia comunidad. No solo hay mujeres que patinan, sino que estas mujeres tienen mucho talento¡±, explica Abal. ¡°Por el contexto sociocultural del que venimos se les prestaba menos atenci¨®n¡±. Los chicos tambi¨¦n lo enaltecen. ¡°Mola un mont¨®n que las chicas tengan estas iniciativas con tanta pasi¨®n y que se lo curren. Fomentan que crezca una escena femenina¡±, opina Marco Rivera.
La diversidad triunfa en el skate, pero no siempre ha sido as¨ª. ¡°En mi ¨¦poca patinaban dos o tres chicas en Madrid¡±, rememora Doc, quien acaba de publicar su primer libro, Doc Caribbean. Memoria viva del monopat¨ªn (Colectivo Bruxista). ¡°No es solo que no hubiera apenas mujeres que patinasen, es que el de aquel entonces era un ambiente totalmente hostil para ellas. Los skaters de nuestra generaci¨®n nos socializamos en un machismo estructural especialmente acusado y degradante del que creo que nadie se puede sentir orgulloso¡±, afirma Gefaell. ¡°Ya no solo hay hombres heteronormativos, que era lo predominante¡±, dice Raisa Abal. Pero sigue viendo a las mujeres, personas LGTBIQ+ o racializadas en minor¨ªa. ¡°Filmers, fot¨®grafos, redactores, team managers, comerciales, jefes, dise?adores¡ ?Cu¨¢ntas mujeres hay en esos puestos?¡±, pregunta.
Una etiqueta que se super¨® cuando el skate tom¨® las calles es la de pasatiempo para pijos. Hablamos de un deporte estadounidense que lleg¨® a Espa?a gracias a que un adolescente de familia acomodada lo descubri¨® cuando casi nadie viajaba. Y es verdad que la vida ¨²til del material de skate es corta: si se patina entre tres y cuatro d¨ªas a la semana, es raro que una tabla o un par de zapatillas duren m¨¢s de tres meses. Su precio, jugando con las ofertas que las tiendas suelen ofrecer, oscila entre los 50 y 100 euros. Pero en el skate es habitual ver c¨®mo los patinadores se regalan material usado unos a otros, aunque tambi¨¦n ocurra que, llegado un punto, alguno termine decidiendo no pedirle la quincuag¨¦sima tabla usada a su colega.
Hoy, como en cualquier deporte, el dinero solo influye en parte. Hay aficionados de todo tipo de extracci¨®n social. Lo que s¨ª cunde entre muchos es la sensaci¨®n de que ahora patina menos gente, algo que resulta dif¨ªcil de contrastar. La ¨²nica instituci¨®n competente es la Federaci¨®n Espa?ola de Patinaje, que cuenta con m¨¢s de 65.000 inscritos, cifra poco representativa en un deporte que, m¨¢s que ninguno, es pura calle. ¡°Algo est¨¢ claro, y es que la gente de mi generaci¨®n lo ha ido dejando por uno u otro motivo: algunos por lesi¨®n, otros por desinter¨¦s u otros por ser incompatible con su vida¡±, cuenta Gefaell. La dificultad de practicarlo y las escasas posibilidades para cualquiera de ganarse la vida con ello, se suman, seg¨²n ¨¦l, a la falta de reemplazo: ¡°Creo que hay menos chavales que hacen skate, y tambi¨¦n puede que aguanten menos tiempo patinando¡±. Se ha disipado parte del bum pospand¨¦mico. Gefaell cita factores como el ascenso del scooter (o patinete el¨¦ctrico) y el siempre traum¨¢tico paso a la madurez: el skate se empieza a convertir en un deporte que se pasa de padres a hijos.
¡°Es posible que el skate haya perdido parte de su atractivo contestatario, lo cual hace que atraiga a menos adolescentes justo en el momento en el que buscan transgredir las normas¡±, dice Gefaell. Jura a?ade: ¡°Lo de las escuelas antes era impensable. El skate era como un submundo, no era un ambiente que le hiciera mucha gracia a un padre¡±.
?Est¨¢ el skate en peligro de extinci¨®n? ¡°Qu¨¦ va, t¨ªo¡±, corta r¨¢pido la pregunta el patinador. ¡°Hay mucha gente que practica deportes minoritarios. El skate tiene una esencia que nunca va a desaparecer¡±. Ah¨ª sigue Caribbean ¡ªaunque ya no est¨¦ en Columela¡ª para demostrarlo.
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